miércoles, 25 de noviembre de 2009

Rusia frente a la revolución verde

A finales del mes de octubre se aprobó el texto base para definir la posición de Europa en la conferencia sobre el cambio climático que se celebrará en Copenhague el próximo diciembre. Se prevé que el encuentro promovido por las Naciones Unidas pueda ir más allá del acuerdo alcanzado en 2007 entre los países de la Unión Europea, el llamado 20-20-20 en el que se preveía una reducción de la emisión de los gases de efecto invernadero, un aumento de la eficacia energética y la cuota de energía producida de fuentes renovables del 20% en la EU antes del 2020. La negociación será de fundamental importancia para el futuro de las energías fósiles en Europa, pero lo será aún más la decisión que tome Rusia al respecto. En concreto, es interesante ver las perspectivas del mercado del gas, además de tener una idea de las problemáticas a él ligadas, para también realizar un análisis de aquellas economías que se centran en las exportaciones de energía fósil frente a la “Revolución Verde”.

La Unión Europea encuentra en Rusia su principal suministrador de gas con el 38% del consumo, seguido de Noruega con una cuota del 27% y Argelia con el 23%. Sin embargo, el dato es mucho más interesante desde la perspectiva rusa. De hecho, el 66,3% del gas ruso termina en Europa, y la producción restante se divide entre la India y China. A este dato hay que añadirle el hecho de que el suministro de gas ruso se transporta principalmente a través de la red de gaseoductos. Este elemento hace casi nula la posibilidad de Rusia de destinar. A corto plazo, sus exportaciones en otras direcciones, también porque el coste de tal operación es seguramente desorbitado. Rusia es el primer productor de gas natural del mundo, seguida de Estados Unidos, Canadá, Irán, Argelia y Noruega. Del mismo modo, es el país que posee las reservas de gas más amplias del mundo, seguida de Irán, Qatar y Arabia Saudí, quedando Estados Unidos en el quinto puesto.

Pero la otra cara de la moneda es la fuerte dependencia del sector energético, el cual representa un altísimo porcentaje del PIB nacional. La estrategia de las exportaciones de gas para el bienestar de la economía rusa se encuentra atestiguada por Gazprom, la empresa más grande de la economía de la antigua Unión Soviética. Los intereses de esta empresa a menudo coinciden con los del gobierno de Moscú que, como le sucede a las empresas que trabajan en los sectores estratégicos, están estrechamente ligados al gobierno. Por todos es sabido que el actual presidente Medvédev estuvo a la cabeza de Gazprom durante mucho tiempo, lo que atestigua esta unión, pero hay que destacar que el presidente Putin se ha asegurado de que la cuota estatal de Gazprom sea superior al 50%.

Sólo el sector energético ruso supone el 6% del PIB nacional, el 17% de las exportaciones y el 26 % de los ingresos fiscales, y además habría que calcular la contribución total sobre la economía. Gazprom también posee cuotas en importantes empresas nacionales y en los medios de comunicación, como el canal de televisión NTV y numerosos periódicos locales y nacionales. Por lo tanto, el claro papel que desempeña el gas en la economía y en la sociedad rusa, nos hace preguntarnos si esta dependencia puede causar, a corto plazo, problemas a Rusia, especialmente en el caso de que se lleven a cabo cambios en el ámbito de la energía renovable.

Uno de los principales problemas de Rusia se encuentra en la dificultad de modificar y renovar las rutas de los gaseoductos. Esta operación debe tener en cuenta el futuro de las energías fósiles y por lo tanto podría ser arriesgada. Es necesario precisar que, sea cual sea el rumbo que tomen las negociaciones internacionales sobre la energía alternativa y renovable, en cualquier caso el mundo dependerá de las energías fósiles al menos otros veinte años más. Dicho ésto, es necesario esperar para ver si dentro de veinte años somos capaces de confiar plenamente en las energías renovables o por el contrario se trataba sólo de un espejismo. De hecho, algunas estimaciones indican que hasta el 2050 el porcentaje de energía procedente de fuentes fósiles aún prevalecerá, aunque también se prevé para el decenio 2030-2040 que el gas sobrepase al petróleo. La apuesta rusa, desde un cierto punto de vista, se basa en la idea de que el proceso de cambio hacia la energía verde es bastante largo no sólo para llevarlo a cabo sino también para justificar su coste. Por otra parte, es una apuesta obligada dada la dependencia de la economía rusa a este sector. De hecho, si las estimaciones citadas anteriormente se hicieran realidad, las inversiones pagarían altisimos dividendos y la economía rusa podría emprender el camino de salida de la dependencia de exportación de materias primas.

En cualquier caso, a corto plazo se prevé, junto a un incremento relevante de la demanda a pesar de la crisis, también una cierta disminución de la producción interna en la Unión Europea. Estos factores contribuirán a la búsqueda de nuevas fuentes de importación, de modo que se asegure un abastecimiento continuo a través de la diversificación. Nuevas inversiones para gaseoductos o centros de recogida y tratamiento del producto ya se están orientando hacia la concreta realización, pero no parece realista la idea de una Europa libre de la dependencia del gas ruso. En este aspecto, Rusia tiene el interés de demostrarse como un socio fiable y conveniente; para evitar el continuar teniendo problemas con Ucracia, territorio por el que pasa la arteria principal que suministra gas a Europa, el gobierno ruso y Gazprom han ideado una serie de proyectos destinados a rodear el país de la Europa del Este. Los más importantes son el “North Stream” y el “South Stream”, el primero debería llevar el gas a Alemania pasando por el Mar del Norte, y el segundo es el controvertido proyecto que también involucra a Italia y ENI.

La sociedad italiana en colaboración con la rusa, está a punto de comenzar a construir un nuevo gaseoducto que portaría el gas producido en la antigua república soviética de Asia central directamente en Italia. Este proyecto aportaría a ENI una ventaja indiscutible respecto a los concurrente europeos y desplazaría completamente el proyecto Nabucco, plan europeo pensado para los mismos fines de la UE y que debería conducir el gas, siguiendo un itinerario paralelo al de “South Stream”, pasando por Austria en lugar de Italia. Más allá de las consideraciones sobre la conveniencia de llevar a cabo uno u otro proyecto es necesario tener claro que los intereses de ENI en el mundo no le permiten oponerse a Gazprom. La sociedad italiana además ha colaborado solo una vez con Rusia. Tienen en cuenta el impacto que produciría un gaseoducto como el de “South Stream”, de 30 mil millones de metros cúbicos anuales de capacidad, pero sobre todo tienen presente los intereses de ENI que podría verse reforzada si colaborase con Gazprom en el mundo.

El proyecto “Nabucco”, patrocinado por la Unión Europea y que por lo tanto debería ser apoyado por el gobierno italiano, probablemente no llegará a completarse puesto que la corporación de “South Stream” en Suiza, controlada por ENI-Gazprom, ha puesto en marcha el proceso que llevará a cabo la construcción del gaseoducto italo-ruso. El plan “Nabucco”, probablemente, no ha tenido nunca la certeza de llegar a realizarse, a causa de las exigencias de la UE, que en favor del aprovisionamiento del gas, han arrollado el procedimiento por la construcción de otro gaseoducto. De hecho sería el primer caso en que Pipeline actúa al contrario de su principal objetivo. La Unión Europea parece estar condenada a depender de las fuentes rusas, y aunque algunos países europeos como Alemania e Italia tendrán un control parcial sobre los gaseoductos, será Rusia la que permanezca al mando de los suministros.

Italia, por su parte, quiere ponerse en primer plano para proponer su territorio como el principal destino de los gaseoductos dirigidos a Europa, o bien, situarse al lado de la directiva obteniendo acciones concretas en el gobierno y en ENI. En particular, se preven futuras inversiones para potenciar los gaseoductos ya existentes que conectan Italia con África, además de las nuevas vías de construcción por las cuales circula el gas centroasiático. Por otra parte, las instalaciones gasísticas se beneficiarán de las inversiones dirigidas a renovar las estructuras existentes o directamente las construirán de nuevo, de forma que puedan aprovechar a fondo toda la cadena productiva y estar preparados después para crear un producto destinado a sus socios europeos.

La puerta que se abre al futuro es más compleja de lo que las declaraciones de los mandatarios poderosos nos indican. Cuando se plantea un futuro verde en cual las energías renovables sustituirán a las energias fósiles, se dibuja un cuadro que pronostica el futuro pero no justifica que con el paso de los años esto se confirme. Diferentes asociaciones ecologistas han destacado la posibilidad de reconocer la energía nuclear como renovable o parcialmente renovable para solucionar el problema de la explotación excesiva de las energías fósiles. Esta solución, que ya se había bloqueado en Kyoto, ha vuelto a proponerse. Los intereses que hay detrás de ella son ahora diferentes. Por una parte los países poco desarrollados ven la posibilidad de obtener una fuente de energía relativamente barata y de librarse parcialmente de la esclavitud que les provoca la fósil, pero por otra parte hay que subrayar las posiciones de los países más desarrollados que teóricamente deberían ser los mayores defensores de las políticas de abandono de la energía nuclear. Estos países, sobre todo Francia, son también productores de las tecnologías necesarias para crear las instalaciones nucleares, por lo que serían los mayores beneficiarios de las inversiones nucleares internacionales.

Dicha situación ensombrece la voluntad real de algunos sujetos e intenta modificar las normas que han sido anunciadas a favor del ahorro energético y contra la contaminación, además de declarar la tecnología nuclear como un nuevo tipo de energía renovable. Si añadimos a este último obstaculo, la dificultad de afrontar el desarrollo de las energías verdes a largo plazo, se aclara como las proyecciones, a las cuales nos hemos referido anteriormente, obtienen un valor muy fuerte y justifican las medidas del gobierno ruso y Gazprom, además de las de Italia y ENI.

En conclusión, cuando pensamos en el futuro del abastecimiento energético en los países desarrollados, nos imaginamos centrales eólicas, solares o nuevas teconologías aunque en realidad, y probablemente por mucho tiempo, sea la energía fósil la verdadera protagonista del mercado. Rusia en este ámbito es uno de los principales socios de Europa y es erróneo pensar que alguien pueda cambiar el papel que desempeña nuestro vecino oriental. El fracaso del proyecto “Nabucco” destaca la tentación de sustituir a Gazprom por la adquisición directa de la fuente. Una tentativa que aunque llevase a la construcción del gaseoducto se tendría que enfrentar con los acuerdos que unen los principales productores de Asia central a la sociedad rusa. Las energías renovables deberán luchar mucho más antes de convertirse en los líderes del mercado energético, no solamente en el ámbito de la energía fósil sino también en el de la energía nuclear. Todos los acuerdos darán un paso hacia adelante, a menos que aparezcan imprevistos científicos, y no se lograrán a corto plazo ya que por el momento no es posible omitir el problema del abastecimiento de fuentes de energía fósil.
 

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