martes, 17 de noviembre de 2009

El inestable contexto argelino

Tras las elecciones presidenciales de abril, Argelia ha sido escenario de una serie de sanguinarios atentados terroristas protagonizados por Al-Qaeda. El gobierno ha reaccionado duramente, dando lugar a grandes operaciones militares desplegadas por varias zonas del país. Todavía persisten dudas sobre la real eficacia de esta campaña, motivadas por las precarias condiciones de la economía y por la sociedad argelina, además de por las relevantes presiones que la presidencia argelina sufre por parte de Bruselas y Washington.

Fuertes medidas tomadas por Argel
Los primeros meses del 2009, han estado protagonizados por una serie de ataques que han afectado principalmente a militares y civiles de Argelia, Mali y Mauritania. Los ataques han sido realizados por Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQLIM), una formación islámica nacida en 2007 con la unión de un grupo armado salafista argelino y algunas células terroristas pertenecientes a Al-Qaeda. El grupo tiene su propia base operativa en territorio argelino. El gobierno de Abdelaziz Buteflika ha decidido continuar con una política de fuerte lucha contra el terrorismo basada en operaciones militares de vasta envergadura, cuyo principal objetivo es la rendición total y la eliminación del terrorismo en Argelia en el plazo de un año. La campaña, por otra parte, parece cumplir con los efectos deseados: los milicianos, según fuentes gubernativas, han disminuido y los supervivientes están demoralizados y privados de apoyo logístico y económico en el territorio.

El inestable contexto argelino
Se necesita poner en consideración el contexto donde tiene lugar esta campaña antiterrorista. En el mes de abril de este año, Argleia por tercera vez consecutiva ha fiado la presidencia a Boutflika, que durante su anterior mandato adoptó una dirección económica sobre línea liberalista, consintiendo al país numerosas inversiones extranjeras. Aprovechando considerablemente, las grandes entradas aseguradas por la export de hidrocarburos, que contribuyen aproximadamente el 60% del budget nacional, el ejecutivo ha reajustado parcialmente la economía argelina. Por otra parte, el reajuste no implica a los sectores más pobres de la población, un 20% de los argelinos vive bajo los umbrales de la pobreza, la tasa de desocupación se sitúa entre las más altas de África septetrional. Los otros 2 millones de barriles de crudo que los pozos argelinos producen cada día no tienen permiso para subvencionar proyectos que circuscriban la amplitud de las desigualdades sociales y el grabe problema de la corrupción que se dan en cada uno de los diferentes niveles de la administración pública del país magrebí. Al mismo tiempo, los actuales problemas de abastecimiento de red eléctrica o hídrica, y la constante falta de viviendas dan lugar a recurrentes agitaciones sociales. Además, la economía argelina peligrosamente, está basada casi por completo, sobre la base de los hidrocarburos, debido a la falta absoluta de otros medios sería potencialmente letal la situación que se pudiera producir si los precios o la demanda de petroleo descendiera bruscamente, provocando una fuerte recaída en el país.Desde el punto de vista político, Bouteflika cubre el máximo cargo desde hace ya diez años y continuará a tenerlo al menos, por otros cinco, siempre situado en el poder gracias a un porcentual plebiscitario que hace dudar sobre el efectivo desarrollo del sistema democrático argelino. Su tendencia autocrática persiste a pesar de la reciente libertad de prensa y su tarea de “reunificación” de la nación, tras la sanguinaria guerra civil de los años noventa, ha tenido fluctuantes resultados.Argelia presenta pues, un cuadro más bien inestable. La pobreza y la insatisfacción, las desigualdades y la ausente democratización, así como el persistente especto de violencia que se ha sucedido, hacen del país un terreno particularmente fértil para la formación o la infiltración de grupos armados y terroristas. Como demuestran las circunstancias en las que nació la AQLIM, el núcleo central de estos grupos, no tiene relación con Al-Qaeda. La raíz es la del islamismo combatiente, que se opone al régimen secular y pro occidental, a los que se han sumado posteriormente, influencias externas inspiradas en los métodos y en las estratégias de Al-Qaeda. La inestabilidad intrínseca en el norte de África, por una parte, ha facilitado la infiltración de elementos externos, mientras que por otra parte, ha contribuido a mantener la vida de los grupos armados de la oposición interna. Por esto, parece evidente que una campaña antiterrorista basada casi exclusivamente en la represión militar, esté destinada a dejar sin resolver los problemas estruturales del sistema argelino, que directa o indirectamente, favorecerían al desarrollo y a la radicalización de los grupos armados y las células terroristas.

Argelia, el terrorismo y las espectativas internacionales
El problema de la violencia en Argelia no puede ser considerado sólo desde el punto de vista interno. El país está desempeñando varios proyectos transnacionales de cooperación contra el terrorismo, por esto, deben dar a conocer las políticas adoptadas en este ámbito a sus dos aliados más importantes, los Estados Unidos y la Unión Europea.En lo que concierne a los EEUU, Argelia participa en la Iniciativa Transahariana de Lucha contra el Terrorismo (TSCTP), una cooperación de naturaleza prevalentemente militar, organizada por el gobierno estadounidense junto a otros países del Magreb y del Sáhel. La TSCTP prevé una colaboración a nivel militar de los países implicados y el AFRICOM, el comando militar estadounidense sobre el continente africano (Comando África de Estados Unidos), colaboración en la que se comparten las estrategias antiterroristas y el adiestramiento conjunto de las diferentes fuerzas de seguridad nacional. Además de compartir estas operaciones, la TSCTP (cuyo budget anual asciende aproximadamente a los 100 millones de dólares) ha acabado por reforzar los ya existentes vínculos militares bilaterales entre los Estados Unidos y los individuales estados africanos. El gobierno de Bouteflika tiene un papel fundamental en este programa, dadas las relaciones de colaboración, también militares, entre Argelia y Washington. Argelia ha asumido tareas relacionadas con el terrorismo también con la Unión Europea, aliado comercial y diplomático natural, dada la próximidad geográfica y los numerosos vínvulos históricos y culturales. Esta cooperación se configura dentro del cuadro de la Asociación Euro-Mediterranea, concretamente, en el Código de conducta euromediterranea para la lucha contra el terrorismo. La Asociación es un programa muy amplio, que abarca cuestiones políticas, sociales y económicas, pero que a menudo resulta en cierta medida vago. Así, no es una excepción el Código de conducta, que recoge una serie de proposiciones compartidas por la lucha contra el terrorismo sin dictar, sin embargo, líneas de comportamiento precisas y definidas. Los países que han firmado este Código, entre los cuales se encuentra Argelia, se ocupan de “esforzarse a alcanzar una ratificación y una actuación de las 13 convenciones antiterroristas de la ONU”; de “garantizar el respeto de los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo conforme al derecho internacional”; de “tomar en consideración a la organización de una conferencia de alto nivel bajo la vigilancia de la ONU para definir una estrategia internacional de lucha contra el terrorismo”. Queda claro que este documento no contiene ninguna propuesta urgente respecto a las acciones de lucha contra el terrorismo ni siquiera, presenta ninguna obligación vinculada a los Estados firmantes. Aún presenta una valía sobre todo, social y política, dado que pone en primer plano la necesidad de realizar programas socio-económicos dirigidos a la comunidad para prevenir el arraigo del extremismo y la creación de grupos terroristas, considerando un segundo recurso para el aspecto más estremamente militar.Así, Argelia debe dar cuenta, en lo relacionado con el antiterrorismo, si bien según diferentes criterios, tanto a Washington como a Bruselas. Mientras que para el primero es favorable el aspecto militar en la lucha contra el terrorismo, para el segundo, es más importante operar desde la base de la sociedad, dejando el intervalo militar como última razón. A juzgar por la posición adoptada por Argel los últimos meses, parece que haya prevalecido la influencia estadounidense; aún, Bouteflika, no podrá dar la espalda a la dirección que dicta la Asociación, dadas las importancias y la ampliación del programa.

La violencia política en Argelia no es un problema nuevo, no es un producto del contexto pos 11 septiembre, ni deriva de Al-Qaeda. Es un problema que entierra sus raíces en la inestabilidad en las desigualdades de la sociedad algerina, y en el malfuncionamiento general del estado. Por este motivo, surgen razonables dudas sobre la eficacia de una campaña antiterrorista dirigida exclusivamente a la eliminación de AQLIM. Un acercamiento únicamente militar no toma en consideración unas dinamicas más profundas que den importancia a la completa sociedad, ni a los problemas cuya resolución es esencial para erradicar los grupos armados y las células terroristas en suelo argelino.Asímismo, la respuesta de Argel a la serie de ataques sucedidos hace algunos meses, la muestran excesivamente influenciada por el modelo estadounidense y por la finalidad que presenta el programa TSCTP, mientras las direcciones europeas contenidas en la Asociación Euro-Mediterraneo parecen tomadas con escasa consideración. Esto podría crear ciertos problemas al gobierno Bouteflika, que debería prestar más atención a las demandas de Bruselas, especialmente en vistas a un probable perfeccionamiento de los programas de acción de la Asociación.Las duras medidas contra el terrorismo tomadas por Argelia hace surgir también ciertos interrogativos sobre la existencia de otros objetivos. Argelia, junto con Egipto, ha discutido con el Reino Unido, hasta consiguir una introducción en la Ley Antiterrorista de 2000, las normas tomadas para impresionar los disidentes políticos argelinos (y egipcianos) residentes en territorio británico. Además, algunos analistas han puesto en evidencia la tendencia de muchos países norteafricanos, entre los cuales, Argelia, a perseguir impunemente los disidentes internos. Dadas estas premisas, no parece imprudente pensar que, a falta de controles sobre la real acción de las fuerzas de seguridad argelina, la campaña antiterrorista podría ser dirigida también, contra los simples disidentes y opositores del régimen de Bouteflika.

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