viernes, 13 de noviembre de 2009

Bielorrusia: un nuevo puente en Europa

El pasado mes de abril, el presidente bielorruso Alyaksandr Lukashenka se dirigía a Roma en visita oficial, rompiendo después de 15 años, el confín impuesto por las sanciones europeas. Al mes siguiente, el vicepresidente Vladimir Semashko, participaba como representante de la República de Bielorrusa en la cumbre de la UE para la Asociación del Este, mostrando la voluntad de superar el aislamiento e introducir un nuevo diálogo. Las relaciones con Moscú han continuado deteriorándose durante el verano, con la ausencia de Lukashenka en la cumbre CSTO y el prolongamiento de la ya bautizada “guerra de la leche”. En cambio, el encuentro entre Lukashenka y Medvedev el pasado mes de octubre en Baranovichi se ha completado con éxito, con el fin de cerrar los ejercicios militares conjuntos Zapad 2009. El encuentro ha sido anticipado por la reunión del Consejo de los Ministros de la Unión Rusa-Bielorrusia.

Guerra y paz entre las dos Rusias
A través del uso de una política extranjera multidireccional (actualmente, son 154 las naciones con las que tienen lazos diplomáticos) que da la posibilidad a un desarrollo del país, la República de Bielorrusia promueve sus intereses en el interior del “cinturón de la buena vecindad” y de la arena internacional. La completa construcción de la Unión Estatal con Rusia y el refuerzo de la Confederación de los Estados Independientes, primer aliado económico de Bielorrusia y fundamento para el bienestar de la población, se han situado desde siempre entre los principios sustanciales de la política extranjera de Minsk. Ha sido abierta este 28 de octubre, la nueva sesión del Consejo de los Ministros de la Unión Rusia-Bielorrusa, en la que se discute sobre numerosos temas, entre los cuales, el equilibrio de la balanza de los pagamentos y las condiciones de inversión para apoyar la economia y el comercio. Además, estarán examinadas las posibilidades de acciones conjuntas en los próximos años, sobre la energía y el ambiente, el estado social, defensa, con la prospectiva de implementar un plan de acción en los dos gobiernos.

Mientras que por una parte, la cooperación con Moscú es esencial para la economía y la estabilidad de Bielorrusia, sobre todo, en la tentativa de encauzar el impacto de la crisis financiera global, por otro lado, la relación entre el ex satélite y la madrepatria continúan oscilando. Los últimos roces que se han verificado al final del mes de junio, han sido ocasionados cuando Lukashenka, el presidente de turno, no ha participado en los trabajos del CSTO, la cumbre regional de la seguridad colectiva, rechazando la firma de los documentos para la constitución de la “Fuerza de Reacción Rápida”. Las fuerzas especiales deberían ser la respuesta al tráfico de droga y a las amenazas terroristas regionales e internacionales. El acto podría ser considerado como una fuerte reacción al prolongarse el bloqueo ruso ante las importaciones de productos lácteos y productos cárnicos provenientes de Bielorrusia (según la Autoridad del Comercio y los Controles Sanitarios rusos, las etiquetas no son adecuadas según la normativa técnica necesaria, puesta en vigor el pasado año). Las pérdidas por las exportaciones bielorrusas (el 95% de las exportaciones de leche va dirigida directamente a Rusia) se han estimado aproximadamente en mil millones de dólares. Asimismo, Minsk no ha reconocido aún la soberanía de las regiones georgianas de Osetia meridional y de Abjasia un retardo que es mal visto por Medvedev y Putin.

Las presiones realizadas por Rusia en los antiguos países satélites, vienen a menudo percibidas como nuevos actos de intromisión en la autonomía estatal, provocando respuestas contrarias a la intensión por parte de Moscú de prolongarse como nuevo polo político y militar de Asia Central (también Uzbekistán ha rechazado la firma del tratado CORF). Por ahora limitadas a acciones de boicot, no se puede excluir que estos países puedan decidir el dirigir su mirada hacia occidente y hacia la OTAN, partiendo propio del vecino más próximo, la Unión Europea.

Un nuevo puente hacia Europa
Las relaciones entre Bielorrusia y la UE comenzaron a suavizarse el pasado año tras la excarcelación de algunos prisioneros bielorrusos políticos, retomando las relaciones diplomáticas con Minsk y suspendiendo la prohibición (introducida en 2006) de entrada en territorio europeo para 31 altos oficiales bielorrusos, entre los cuales Lukashenka. La primera visita oficial del presidente bielorruso en un país de la UE tuvo lugar el pasado mes de abril, en Italia. Más allá del encuentro con el Papa en el Vaticano, Lukashenka encontró al Presidente del Consejo, Berlusconi, el cual se ha ocupado, a través de algunos trámites con Bruselas, de que Bielorrusia participara en la cumbre de Praga, el pasado mes de mayo, para la Asociación del Este. La cumbre contó con la participación, además, de Armenia, Azerbayán, Moldavia, Ucrania y Georgia, con el objetivo de discutir ciertas temáticas consideradas importantes, como la estabilización económica y la política de la región que les implica y la instauración de nuevos lazos con el resto de Europa, en vista al desarrollo de una dimensión oriental específica de política acercamiento europeo. A pesar de que Lukashenka no haya participado personalmente, en la cumbre, declaró en numerosas ocasiones, su interés en las relaciones con la UE (los intercambios comerciales entre Bielorrusia y la UE suman 22 mil millones de dólares) y la voluntad de ser un socio estratégico. El no reconocimiento bielorruso de Osetia Meridional y Abjazia podría reconducirse al intento de tutelar las eventuales ventajas previstas para la Asociación del Este.

También el ministro de asuntos exteriores, Frattini, en ocasión de un viaje a Minsk, dirigido a constatar las mejoras realizadas en el ámbito de procedimientos democráticos y libertades fundamentales, declaró que los intereses de la UE se dirigen hacia Biellorrusia (por territorio bielorruso transita el 20% del gas ruso destinado a Europa y su posición geográfica la convierte en esencial, para una guerra eficaz contra el tráfico ilícito) y que, por lo tanto contiuará la política de “engagement paciente”, iniciada por los veintisiete. No se excluye un reinicio del proceso de ratificación del Acuerdo de Cooperación firmado en 1995. Para el próximo noviembre se prevé la primera visita oficial de Berlusconi a Minsk, durante la cual se discutirá la posibilidad de una misión de empresas italianas en Bielorrusia, que ya se ha declarado favorable. Así, esos días, los ministros de exteriores de la UE deberán decidir sobre la posterior derogación a la prohibición de conceder los vistos de ingreso a mercancías bielorrusas y no se excluye que Italia se presente como portavoz de la abolición definitiva.

A pesar de las nuevas aperturas y los empeños que se perfilan para los próximos meses en las relaciones con los vecinos europeos, un eventual ingreso de Minsk en el Consejo de Europa parece todavía lejano. En primer lugar, muchos pasos deberán realizarse para la instauración de un programa democrático y su pleno funcionamiento. Amnistía Internacional observa algunos avances pero continúa juzgando excesivo el control del gobierno sobre la sociedad civil. La implementación en la dirección de la apertura deberá ser monitorizada. Un primer acto que podría activar la posición de Minsk, podría ser el de la suspensión de la pena de muerte. Al mismo tiempo, parece difícil un significativo cambio de ruta en las relaciones con Rusia. La dependencia económica en el sector energético y los vínculos militares estratégicos en la política de seguridad, son seguramente un importante poder disuasiorio. La crisis económica, además, contribuyó a la necesidad de créditos externos. Si bien rechazó el crédito de estabilidad ofrecido por Putin el pasado mayo, de pagar en rublos (Minsk prefirió confiarse al FMI, que ha ofrecido mil millones de dólares a los ya 2,5 prestados), pero no se excluye que Lukashenka cambie de idea en el futuro, visto que la contracción de las inversiones rusas, debido a la recisión y la desconfianza con la que se ha acogido el anuncio de eventuales privatizaciones. La construcción de un puente entre Europa y Rusia, que pase por Minsk, necesita todavía reforzar la base en la que asentarse.

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