miércoles, 4 de noviembre de 2009

Irán - Rusia: una relación oportuna

Se han desvelado señales contrastantes en los últimos meses, sobre las relaciones entre Rusia e Irán, por la aceptación de la tan comentada reelección de Ahmadinejad por parte de Moscú, por la aprobación, en sede del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de las sanciones contra Irán, pasando por la cuestión energética. Los intereses en juego entre los dos países, son demasiados altos e, independientemente de los desarrollos de la disputa sobre el hecho nuclear, difícilmente se romperá el acuerdo Moscú-Teherán: respecto a Rusia, Teherán es un punto crucial en la gestión de sus relaciones con los Estados Unidos y Europa, mientras para Irán, Moscú representa la mejor alternativa posible al aislamiento.

En las plazas iraníes se grita: “Muerte a Rusia”
Las relaciones entre Rusia e Irán no se han alineado nunca, incluso siempre han estado caracterizadas por una constante desconfianza. Históricamente el área persiana ha sido utilizada por el imperialismo anglosajón para dominar y atacar desde el sur al poder ruso, mientras en el período que va desde el año 1941 al 1953 se ha visto a los Estados Unidos sustituir gradualmente a rusos e ingleses. Después la revolución Khomeinista, las cosas cambiaron e Irán reafirmó buenas relaciones con la URSS; tal colaboración persiste aún hoy. Moscú, sin embargo, siempre ha conducido una política prudente y pragmática respecto a Irán, defendiendo, ante todo, sus intereses nacionales. Actualmente, de hecho, se puede observar una alternancia de tenciones de asociación de competencias como rivales, sobre todo, en el mar Caspio, donde Irán y Rusia, se disputan el mercado europeo del gas. No es por casualidad que hace días, en las plazas iraníes, los manifestantes alzaban sus invectivas, no contra los Estados Unidos ni Occidente sino que gritaban, por primera vez: “Muerte a Rusia” y “Muerte a China”. La razón de lo sucedido se puede encontrar en la aprobación casi instantánea, de Rusia y China, a la controvertida reelección del presidente Ahmadinejad. Cierto es, que este evento no influenciará la decisión del presidente ruso Medvedev, al apoyo o el rechazo de nuevas y más duras sanciones con respecto a Irán. Precisamente, la pasada semana, la secretaria del estado americano, Hillary Clinton, se ha dirigido a Rusia, para poder entender hasta qué punto el Cremlino apoyaría el recrudecimiento estadounidense, en caso de que los diálogos con Teherán se revelasen inútiles.

Una profunda unión entre cuestión nuclear y energética
Las indecisiones y los titubeos rusos se pueden comprender solo analizando las implicaciones de la compleja relación que vincula a Moscú con Teherán. Estos comparten comunes prioridades geopolíticas y consolidadas relaciones económicas. Más allá de la común deteminación de crear un mundo multipolar, la alianza Irán-Rusia, puede ser explicada bajo tres puntos de vista: el nuclear, la energía y el conjunto de armamentos. Comenzando desde el principio, se puede apreciar que Rusia es un aliado fundamental para Teherán , ha abastecido con soportes tećnicos al programa nuclear iraniano desde los primeros años noventa y más precisamente, la Rosatom, la industria nacional rusa para la energía atómica, ha estipulado un contrato en base al cual, Moscú proveerá de combustible nuclear a las centrales iraníes, durante los próximos diez años. En 1995, incluso, Rusia se ofreció, detrás de la millonaria remuneración, para finalizar la construcción del reactor nuclear de Bushehr, en la costa suroccidental iraní. Desde entonces, se comprende que el desarrollo del programa nuclear civil en Irán, es un óptimo negocio tanto para Irán como para Rusia, por varios motivos, se puede resaltar, la posibilidad para Moscú, de obtener enormes beneficios con la construcción de instalaciones nucleares en Irán, así Teherán, por su parte, puede recivir una ayuda no solo económica sino también política en el desarrollo del propio sector de energía atómica.En cuanto a las relaciones energéticas en cambio, Teherán necesita de inversiones extranjeras para modernizar sus infraestructuras energéticas de los años sesenta, la antigüedad de su maquinaria es el motivo por el cual no puede alcanzar una completa ventaja en el aprovechamiento de sus riquezas energéticas del Caspio. Dado que Irán es un estado aislado del occidente, para la compañía rusa Gazprom representa una “mina de oro”, en efecto en 2008, el coloso energético anunció que hubiera explorado el enorme yacimiento petrolífero de Azadegan y otros tres nuevos yacimientos. Se debe señalar, sin embargo, las divergencias sobre lo que viene considerado por muchos, el nuevo eldorado energético y que podría incluso, suplantar al tradicional eje medioriente-árabe, es decir, el mar Capio. Tal hecho es producido por la petición iraní de participar en el proyecto Nabucco; propuesta rechazada por Estados Unidos y por Europa, dado los contrastes con el gobierno de Ahmadinejad. A parte de estas vetas, la cooperación energética entre Irán y Rusia, despierta grandes preocupaciones ya que si, se toma en cuenta que en terminos de reservas de gas, Rusia encabeza el primer puesto mundial e Irán el segundo, y que los dos países juntos poseen más del 60% de los yacimientos de gas mundial (además del 17,8% de las reservas mundiales de petróleo), se puede llegar a entender cláramente, el temor de Washington, y de todo el occidente en general, de la prospectiva de un firme y duradero as Moscú-Teherán. Una mínima coordinación en la elaboración de la política del precio único, podría oprimir a toda la Europa, a la mitad del planeta, a actuar con mayor moderación y a tratar los exportadores de gas de modo más responsable.Otras cuestiones a tener en consideración es la venta de armas. En diciembre de 2001, Moscú comenzó a vender misiles y sistemas de defensa antiaérea a Teherán, ofreciendo protección para las instalaciones estratégicas como Bushern. Sintetizando, el apoyo ruso significa también que Irán puede asegurarase relativamente, un seguro abastecimiento de bienes primarios (carburante en particular) en caso de restricción comercial.

Fragmentación en la alianza
Naturalmente existen también, divergencias entre Moscú y Teherán, como primer aspecto es preciso afrontar la cuestión nuclear para entender mejor el estado de los hechos, se puede presentar como ejemplo el controvertido caso de Bushehr a partir del cual los rusos deverían haber completado el reactor en 2002, pero que, en cambio, hasta ahora no han mostrado ninguna prisa, asignando la culpa a motivos técnicos. Es evidente que las razones son principalmente geopolíticas. La ciudad que se presenta delante del Golfo Pérsico ha sido ábilmente, utilizada por Putin como instrumento para su doble estrategia con occidente y con los iraníes. Tanto es así, que fue el propio Putin a presentar la idea de enriquecer el uranio proveniente de Irán en Rusia y, cuando Ahmadinejad y Khamenei, Guía Suprema del país, les presentan un claro rechazo, la respuesta rusa, inicialmente, fue la de esperar y después tomar otras sanciones contra Teherán. Por este intransigente comportamiento respecto a Teherán, Rusia ha tenido solo ganancias, obteniendo un acuerdo para la construcción y la supervisión de dos nuevas instalaciones nucleares iraníes por una parte, y adquiriendo credito en Europa y en los Estados Unidos por otra parte. Medvedev está realizando la misma táctica que Putin: repetir a los americanos y europeos que Rusia no quiere la proliferación nuclear en Medio Oriente, aprovando los relativos tratados en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero recordando al mismo tiempo a Teherán que no puede hacer menos que la ayuda rusa.También Rusia, como el resto del mundo, está preocupada por los proyectos de desarrollo concernientes a las armas nucleares iraníes. En esta prospectiva, Irán representa más un peligro, que un aliado ya que, si bien posee el entero ciclo de tecnología, llevaría a la creación de un área de inestabilidad en Medio Oriente y en Asia Central, región considerada por Cremlino como un área propio de influencia. Sin embargo, la actitud contradictoria de los rusos es tal que hasta ahora han apoyado las cinco resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que condenan la política nuclear de Teherán, y tres, entre estas resoluciones, preven sanciones económicas contra Irán, haciendo así, perder a Moscú mucha de la credibilidad con la que disfrutaba el país chiíta. Pero Moscú se defiende de apoyarlo de nuevo. El riesgo es que la República Islámica pueda reacturar duramente en caso de que, se encontrase contra Rusia, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, yendo en contra de una posible fragmentación en las relaciones económicas, muy negativas para ambas partes. Existe también la posibilidad de que Teherán apoye el Islam radical por todas partes, desde el Cáucaso Meridional hasta Asia Central.Por otra parte, sin embargo, Rusia tiene un papel crucial, y su participación reduciría la eficacia de eventuales sanciones sobre Irán. Sea dicho, que una participación activa en la campaña antiiraní occidental tendrá lugar solo si el gobierno ruso obtubiera algo que balancee estos peligros, como por ejemplo, una esfera de responsabilidad para la ex URSS. No por casualidad, últimamente, se ha presentado otra posibilidad originada por el frente americano sobre el posicionamiento de misiles en Europa oriental, anticipado en la misión “secreta” enviada al presidente ruso Medvedev durante las primeras semanas de la presidencia Obama y oficializado el 17 de septiembre. Cierto es que Rusia no sostendrá sanciones ineficaces ni absurdas ni menos aún, apoyará oficialmente una campaña militar contra Irán, ya que sabe que pagaría un alto precio por la alianza con países que podrían atacar Irán. Independientemente de la adhesión a las sanciones, es factible pensar que Moscú no dará, al menos por el momento, a Irán, la tecnología militar para la bomba atómica ya que, hasta que el programa nuclear iraní permanezca incompleto, Rusia podrá continuar gozando con el papel de moderadora entre Irán y Occidente.

El punto crucial de este eje Moscú-Teherán se basa en la necesidad de contrastar los planos hegemónicos de los Estados Unidos. Ninguno de los dos países se hacen ilusión. Por una parte, Moscú tiene su “doble estrategia” que, aunque con una actitud circunspecta y equilibrada, siempre ha acabado por votar, en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, las resoluciones que tiendan a imponer sanciones a Irán. Al realizar esto, además, propone a los iraníes a transferir su programa nuclear en territorio ruso, así para dar fianza de frente a la comunidad internacional y poder tener, al mismo tiempo, acceso al atomo. De la otra parte, Teherán no será nunca aliado incondicional de Moscú, mientras existan problemas comunes, pero Irán siempre ha sido aliada solo de si misma; como se puede ver por los hechos pasados, esta es una constante de la política persiana. A pesar de esto, la República Islámica sabe que no puede permitirse el ailamiento y por esto, debe mantener a buen recaudo, el vínculo con Moscú. Lo sucedido en Ekaterimburgo, durante la cumbre de junio, de la Organización de Shanghai, demuesta la tensión de las relaciones: Ahmadinejad y Medvedev se han limitado a estrecharse las manos, una simple formalidad diplomática. Por esto y a la luz de todas las dipendencias que transcurren entre los dos países, será muy dificil modificar la posición rusa con respecto a Irán. El país chiíta es un punto crucial para Moscú, en la gestión de sus relaicones con los Estados Unidos y Europa, e independientemente, de los últimos tonos y de la aumentada intransigencia en algunas de las cuestiones nucleares por parte del Cremlino, todo indica que se está desarrollando una tendencia hacia la estabilidad en torno a las relaciones Irán-Rusia, sobre todo en la prospectiva de oponerse ambos, a los nuevos estados del Caspio Kazajistán, Turkmenistán y Azerbaiyán, para poder explotar los enormes yacimientos energéticos de esta presa.

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