viernes, 6 de noviembre de 2009

El Banco del Sur

En septiembre, siete países sudamericanos han dado vida al nuevo organismo financiario. Una alternativa al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional para financiar los proyectos de desarrollo en la región. El Banco del Sur es el último nacimiento de los proyectos de integración del subcontinente americano. ¿Un nuevo paso hacia la integración o el siguiente mecanismo de un incierto porvenir?

Anunciado durante cerca de tres años, aunque la primera mención oficial se remonta a 2007, el Banco del Sur, una nueva organización sudamericana que financiará proyectos de desarrollo, se ha hecho realidad. El pasado 26 de septiembre seis países de la región (Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela) han firmado el tratado fundador. Otros dos, Uruguay y Colombia, afirman que lo integrarán. El Banco del Sur contará con veinte mil millones de dólares de capital, (un gran aumento respecto a los siete mil millones del presupuesto inicial). El acuerdo prevé que los grandes países, Brasil, Venezuela y Argentina, contribuyan con cuatro mil millones cada uno y el resto, con un aporte menor pero de igual cantidad aún no establecido. Al igual que el aumento de capital, que será financiado bajo el nuevo esquema. El organismo era deseado principalmente por el presidente venezolano, Hugo Chávez, para limitar la influencia de las instituciones de Bretton Woods (Banca Mundial y Fondo Monetario Internacional). De hecho, en la primera campaña electoral de 1998, Chávez ya mencionaba la creación de la nueva institución. El Banco del Sur se propone financiar el desarrollo regional sin las cláusulas, a menudo criticadas, aplicadas por las instituciones financiarias mundiales con sede en Washington. Al contrario, según el acuerdo, serían los mismos países que demandan los créditos a definir, al menos en parte, las condiciones sobre la base del “principio de necesidad”. Una revolución protagonizada por el Presidente Chávez con el objetivo de retirar a Venezuela del FMI y del BM, después de haber devuelto los tres mil millones que Caracas debía a estas instituciones. En un movimiento similar, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa ha eximido en septiembre la representación del Banco Mundial en su país. Aún así permanecen las dudas sobre la capacidad del Banco del Sur de cumplir con el papel de antagonista de las instituciones financiarías mundiales, ya que no todos los miembros comparten la visión de Chávez, ni sus objetivos. Por ejemplo, el budget del Banco Interamericano del Desarrollo, BID, es la institución hemisférica encargada de financiar los proyectos en la región sudamericana y caribeña. Arraigada a Washington, como el BM y el FMI, supera cinco veces al Banco del Sur. Para Brasil, socio fundamental en este proyecto, la adhesión al Banco del Sur corresponde más a la imposibilidad de negarse que a la convicción real. En el transcurso de los últimos años, su carismático Presidente, Lula da Silva ha elevado a Brasil como líder indiscutible de la región. Esto conlleva a una serie de privilegios y reconocimientos internacionales, pero sobre todo, a una responsabilidad directa con los miembros sudamericanos. En este sentido, es difícil imaginar a Brasilia distanciarse del nacimiento de un proyecto de cooperación regional. Parecida es la situación de Colombia, la cual ha provocado una sorpresa general al unirse in extremis al grupo de países que darán vida al Banco del Sur. Bogotá debe aclarar rápidamente a su aliado estadounidense que esta adhesión no significará el retiro del FMI ni del BM.

Financiar las ayudas: una amplia concurrencia en el panorama latinoamericano

Si algunos temían una revolución en las estructuras de los financiamientos en las ayudas de América Latina, esta no se verificará con la creación del Banco del Sur. Las instituciones mundiales de carácter financiero continúan manteniendo una posición privilegiada en este sector, gracias a los fondos con los que disponen y la posibilidad de acceder a fuentes de financiamiento bilaterales y multilaterales más amplias que las actuales. El ejemplo de Argentina en este sentido es revelador. Retirada oficialmente del FMI, tras la crisis que en 2002 provocó el fracaso de su sistema financiero y la bancarrota de numerosas bancas, causada por la desvaluación del peso (que perdió tres veces su valor en pocas semanas); su presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, intenta actualmente, con numerosas incertidumbres, reconstruir esta infracción empujada por la necesidad de reembolsar el Club de París, que reúne diecinueve países acreedores con el fin de negociar el pagamento de los estados mayormente deudores hacia el extranjero, con los que el país mantiene una deuda de casi 6 mil millones de dólares. Además, ya desde hace tiempo, las instituciones de Bretton Woods han cambiado de estrategia, limitando o eliminando de los préstamos acordados, las cláusulas de tipo neoliberal que ha debilitado su reputación durante los años noventa sobre todo, en los ambientes que se vinculaban a las emergentes visiones centro-periféricas del orden mundial posguerra Fría, inspirada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Para el mismo Chávez, pasar de las palabras a los hechos respecto a un retiro de las instituciones con sede en Washington, es un asunto complicado visto que el mismo Banco Mundial juega el papel de fiador para gran parte de las ayudas que el país recibe. La vicepresidente del Banco Mundial de América Latina, Pamela Cox, ha acogido favorablemente el nuevo organismo que según su opinión, aumentará la capacidad de los países de la zona a acceder a financimientos. Si esto se revelase correcto, las ambiciones que Hugo Chávez depone en el Banco del Sur, podrían verse rebajadas, justamente considerando que la región ya cuenta con diversos organismos que, al margen de las instituciones de Washington, en 2008 proveyó para el financiamiento del equivalente de cuanto propone el Banco del Sur a través del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) -cuyos préstamos a las regiones, en 2008, de más de 30 mil millones de dólares superaban el 50% del Banco Mundial-, Brasil financia autónomamente casi el 100% de los propios programas de desarrollo. En Argentina, el Fondo Plata está activo nacionalmente y en la región. El ejemplo más significativo es el de la Corporación Andina de Fomento (CAF) que en 2007, ha financiado el 50% de los programas de desarrollo en los cuatro países andinos (Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia, además del asociado Chile y Venezuela, este último miembro de la CAN hasta el 2006), afirmándose, con el 25% de los financiamientos totales, como primer prestatario de la Comunidad Andina de las Naciones. En general, BID y BM permanecen como protagonistas principales en el financiamiento, por ejemplo, en los proyectos de importancia estratégica en asuntos energéticos y de infraestructuras así como el IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana) aunque el papel del BID parece estar siendo reemplazado por la CAF, tras las acusaciones recibidas por la mala gestión y la corrupción.

¿Un proyecto positivo?

No se trata de una revolución sino de aumentar la concurrencia en el financiamiento del desarrollo, que con todo se presenta como un objetivo al que el Banco del Sur puede aspirar. En un período de crisis financiera mundial y de reducción de las ayudas internacionales para el desarrollo (los objetivos fijados en 2005 por las potencias mundiales reunidas en el G8 en Gleneagles, Escocia, para aumentar la percentual de las ayudas, no han sido confirmadas por los trabajos sucesivos) el nuevo organismo podrá compensar los vacíos que han sido dejados por las otras instituciones financieras. Además, el hecho de que los préstamos estén controlados por países de la misma región (cooperación Sur-Sur) debería garantizar el financiamiento de proyectos sin condicionamientos, como frecuentemente sucedía en el pasado, ligado al aprovechamiento de los recursos naturales por ejemplo. Aunque, si algunos observadores han saludado la iniciativa como un paso más allá hacia la integración regional, el nacimiento del Banco del Sur como el último de una serie de mecanismos de integración latinoamericana, subraya -aún una vez más- las frágiles bases sobre las cuales se encuentra este proyecto. Después de la creación del UNASUR como plan para la defensa y el ALBA (Altenativa Boliviana para las Américas) para lo comercial, se sucede, en estos días, también el anuncio de la creación del Sucre (véase Ecuador-Venezuela-Bolivia: la alianza cada vez más fuerte), una nueva moneda única latinoamericana cuyo ámbito de acción debería sin embargo, limitarse al comercio entre los países miembros del ALBA.

Prospectivas complicadas
El éxito del Banco del Sur dependerá de la capacidad de los gobiernos de pasar de la declaración a los hechos, confirmando, además, su voluntad por aumentar la integración. Los proyectos regionales aprobados hasta el momento y retenidos de forma excelente sobre el papel, tienen en la práctica atormentados a sus miembros, por la incertidumbre política y las divisiones que permanecen entre los gobiernos de la región. El Banco del Sur aspira a asociarse con las doce naciones sudamericanas. Pero países como Chile, presente en la ceremonia inaugural en calidad de observador, y Perú, parecen preferir la inserción internacional de forma independiente, sobre todo en lo concerniente al comercio. Ambos países presumen del mayor número de acuerdos bilaterales externos a las regiones, incluyendo socios asiáticos. Puede darse que el propósito de desarrollo regional propuesto por el Banco del Sur sirva para hacer reflexionar a más de un país sobre la posible adhesión. Sin embargo, los ejemplos anteriores parecen lejanos a esta posibilidad, en parte porque ven el “Banco” como otro medio de aplicación del “Socialismo del Siglo XXI” promovido por los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia. El hecho de que Caracas, La Paz y Quito hayan sido designadas para hospedar la sede y las dos filiales regionales justifica las sospechas. El caso está en que con un barril de petróleo por debajo de los valores de 2007 (cuando se anunció el nacimiento del Banco del Sur) la capacidad de que Venezuela pueda sostenerlo financieramente viene puesta en duda. Además Caracas no recibe préstamos del FBI ni del BM desde 2000 por lo que ha mantenido un intenso flujo de ingresos por 650 millones de dólares de la CAF. Aparecen varias dudas en relación con el futuro del proyecto: la solvencia y la transparencia de los organismos. Se sostiene la nueva institución, al menos por parte de las contribuciones de pequeños países voluntarios, a pesar de las dudas que existen en cuanto al riesgo de corrupción que según algunos, estiman elevado. Motivo por el cual podrían desistir posibles nuevos miembros.

El nuevo organismo financiero sudamericano nace a través de muchas espectativas y algunas sustanciales, dudas. En este escenario, Brasil puede ser determinante para la suerte del Banco del Sur en los próximos años. El “gigante” sudamericano está en grado de ofrecer las garantías que un proyecto de estas características necesita, y el status internacional del que disfruta su presidente Lula Da Silva servirá para moderar las tensiones creadas por el proyecto del eje Caracas/Washington. Sin embargo, con un gobierno, el de Lula, concienciado a mantener el equilibrio alcanzado regionalmente y a nivel internacional y con las próximas elecciones legislativas a las puertas, difícilmente Brasilia querrá dedicar al proyecto ulteriores esfuerzos. A pesar de que el panorama se presente en estas condiciones, las ambiciosas declaraciones a las que están acostumbrados los gobiernos latinoamericanos, es poco probable que después de tres años de gestiones con el Banco del Sur, se puedan considerar como protagonistas relevantes en el panorama financiero regional.
 

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