jueves, 26 de noviembre de 2009

Conflictos en América Latina

El subcontinente americano está atravesando una fase de fuerte conflictividad interna que, aunque muy difusa, tiene lugar en dos escenarios principales. Por una parte, la decisión del presidente Álvaro Uribe de conceder a los Estados Unidos el uso de siete bases militares sobre territorio colombiano, ha causado que las tensiones con el vecino Venezuela se agudicen tanto como para temer que las relaciones degeneren en un conflicto armado. Por otra parte, el acuerdo de Tegucigalpa-San José, con el que parecía que Zelaya y Micheletti habían tomado una solución conjunta sobre la crisis en Honduras, no se ha respetado “visto que el gobierno de Unidad y Reconciliación Nacional dirigido por el presidente elegido, Zelaya, no ha conseguido conformarse” provocando que numerosos gobiernos de la región lo condenen, y rechacen el resultado de las elecciones programadas para el 29 de noviembre. Mientras tanto continuan las tentativas del Brasil de Lula de convertirse en el mediador de los conflictos de la región, probablemente con el fin de ver reconocido su liderazgo en Latino América.

Colombia y Venezuela a un paso del conflicto armado
La reacción del gobierno venezolano al acuerdo de cooperación militar firmado entre Colombia y los Estados Unidos el pasado 30 de octubre ha sido durisima. De hecho, el origen de las diferencias entre Uribe y Chávez se remonta a marzo de 2008, cuando el ejército colombiano, violando la soberanía territorial de Ecuador, bombardeó un campamento de las FARC matando al número dos de la guerrilla, Raúl Reyes. La concesión de las bases militares colombianas a los Estados Unidas ha provocado un fuerte exaltación de las tensiones. El primer paso del presidente venezolano, ya completado, es congelar las relaciones diplomáticas con Colombia. Y ve en el acuerdo, el enésimo intento norteamericano de obstaculizar la revolución boliviana y mantener la tradicional hegemonía política y económica en el área latino americana, tramite avanzado en la región andina. En las últimas semanas, las contínuas amenazas de Chávez de recurrir a la guerra han estado acompañadas de numerosos incidentes en los territorios fronterizos, (una zona muy inestable a causa de la presencia de las FARC, del Ejército de Liberación Nacional (ELN), de paramilitares y narcotraficantes) los últimos, la destrucción de dos puentes que, según el gobierno venezolano, se usaban para el tráfico ilegal gestionado por los paramilitares. El gobierno colombiano ha calificado el ataque, como violación de las leyes internacionales y agresión contra los civiles, denunciado tanto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como en la OEA (Organización de Estados Americanos). Sin embargo a Uribe no parece interesarle un conflicto a gran escala, porque tendría inevitables repercusiones en las relaciones comerciales de los dos países, muy compromentidos en la actual crisis política. De hecho, hasta el año pasado, Venezuela era el segundo socio comercial de Colombia, que exportaba bienes y servicios por un valor apróximado de 8 mil millones de dólares, en los últimos meses los cambios han provocado un derrumbamiento del 56% a causa del bloqueo comercial puesto en marcha por el gobierno de Caracas, obligando a Uribe a negociar con nuevos escenarios internacionales para encontrar un nuevo compañero comercial (como Corea, Canadá, Suecia y Noruega) para no aumentar las presiones sobre los Estados Unidos ante la espera de la conclusión del TLC (Tratado de Libre Comercio). Por otra parte, la voluntad de Chávez parece ser opuesta a de la su homólogo colombiano, y el fuerte tono utilizado, así como el rechazo de cualquier tipo de mediación, como la oferta de Brasil, lo demuestran. Las razones por las cuales el presidente venezolano continua empeorando la situación, puede explicarse con la necesidad de reforzar su propia imagen en un momento difícil para el país desde el punto de vista económico, a un año de las elecciones legislativas. Sin embargo el rearme iniciado en 2004 (con un aumento de los gastos militares del 46,04% entre el 2004 y el 2006) ha devuelto a Venezuela el puesto como segunda potencia aérea de combate en la región. Sería imprudente que Chávez no considerara estos dos factores:

  • La clara inferioridad de Venezuela en los efectivos (el país dispone de solo 63.000 hombres) respecto a Colombia (con 208.000), que en el último decenio, encabeza la segunda nación sudamericana en recursos destinados al sector militar, así como la experiencia que el país ha adquirido tras 50 años de lucha contra las fuerzas subversivas.
  • El sustento logístico y la tecnología que los Estados Unidos, en caso de no intervenir directamente en un posible conflicto de gran envergadura, suministrarían a su histórico aliado.

Contextualmente, al empeorar la crisis entre Chávez y Uribe, las relaciones entre el gobieno de Bogotá y Quito, interrumpido inmediatamente después del bombardeo colombiano en Ecuador, en marzo del pasado año, parece además atravesar una fase de prosperidad. De hecho, la estrecha cercanía del presidente Correa con Chávez, ha dado la posibilidad de que inicie, por mérito proprio, un consistente proceso de reconciliación entre Uribe y el líder venezolano. Por una parte en el restablecimiento de las relaciones comerciales, y por otra, en la reactivación de ambos países en la Combifron, un mecanismo de coordinación bilateral para resolver los problemas relativos a la seguridad y defensa de las fronteras comunes, donde también toman parte los Ministros de Defensa respectivos como Javier Ponce y Gabriel Silva. Además de comenzar a colaborar con Colombia, el gobierno ecuatoriano ha tomado una posición de claro provecho ante las tensiones con Venezuela, por lo que la reactivación de Combifron no compromete a ningún tipo de implicación del país en el conflicto.

El fracaso del acuerdo en Honduras reabre la crisis
El acuerdo de Tegucigalpa-San José, firmado por los representantes, el presidente destituido Zelaya y el presidente de facto Micheletti, parecía haber puesto fin a la profunda crisis en la cual el país centroamericano estaba sumido tras el golpe de estado del pasado 28 de junio. El acuerdo preveía, entre otros, terminar con el embargo económico y la constitución de un gobierno de Unidad y Reconciliación Nacional, donde la dirección debería haber sido asumida por el presidente votado Zelaya, bajo el escudo en el cual deberían haberse desarrollado las elecciones generales convocadas para el próximo 29 de noviembre. Sin embargo, la abstención de Zelaya a incorporarse en el poder, según los términos previstos y la constitución unilateral del gobierno de reconciliación por parte del presidente golpista Micheletti, ha provocado el fracaso del acuerdo. Las tensiones en el interior del país han incrementado de nuevo. Por parte de Zelaya está claro el rechazo hacia un gobierno de coalición presidido por Micheletti, régimen que no es reconocido y está subordinado a un embargo económico por parte de la comunidad internacional. Por este motivo, el presidente destituido ha hecho un llamamiento a la población hondureña con el fin de informar de posibles boicots y fraudes en las próximas elecciones presidenciales donde el peligro es muy alto, evitando así la victoria de los candidatos pro golpistas y una legitimidad del golpe de estado. Sin embargo, la situación ha producido una profunda grieta dentro de la OEA, que en la última reunión celebrada en Washington el 23 de noviembre ha visto fracasar el intento de llegar a un acuerdo en común. Si Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua han declarado que no reconocerán el éxito electoral; aunque EEUU, Panamá, Colombia y Perú parecen tener intención de hacerlo. El próximo paso podría ser aprovechar la momentanea ausencia del presidente golpista, que se ha suspendido a sí mismo desde el 25 de noviembre al 2 de diciembre, para constituir lo más rápido posible un ejecutivo de unidad nacional que vigile el proceso electoral y prepare la posible vuelta de Zelaya.

Brasil como posible mediador de la región
En un clima de conflictividad cada vez mayor, han sido numerosas las intenciones por parte del gigante sudamericano a convertirse en mediador entre los bandos, ya sea en el conflicto entre Venezuela y Colombia como en el caso de las crisis hondureña. En el primer caso, después de los frecuentes incidentes ocurridos en los territorios fronterizos entre los dos países, la propuesta del presidente Lula ha sido crear una comisión de vigilancia en las fronteras bajo el modo de la Combifron, ofreciendo, si fuera necesario, ayuda directa para controlar los territorios en cuestión. El presidente brasileño ha anunciado que está preparado para dar a conocer su propuesta a los líderes colombiano y venezolano en el próximo encuentro de los países amazónicos convocado para el 26 de noviembre en Manaos, donde se discutirá la posición que adoptarán en Conpenhague, Chávez, decidido a no reconocer el liderazgo regional de Brasil, ha rechazado ya los intentos de mediación. El golpe de estado en Honduras, ha aportado a Brasil la posibilidad de desarrollar un papel en primer plano. No se puede excluir el apoyo ofrecido a Zelaya, refugiándose en la embajada brasileña de Tegucigalpa, por parte de Lula, (que también ha declarado no reconocer los resultados electorales a no ser que antes de las elecciones el presidente destituido regrese a su puesto), que esconde la voluntad de unirse con el presidente filovenezolano, con la finalidad de consolidar su papel como líder regional, a la vez que intenta reafirmarse como potencia mundial. Sin embargo Brasil no ha conseguido imponerse a su objetivo y ha sido necesaria la intervención diplomática de los Estados Unidos para llegar a un acuerdo, poco después no respetado por Zelaya y Micheletti.

Los puntos de contraste entre Colombia y Venezuela son numerosos y van desde el conflicto ideológico (que ve una contraposición entre neoliberalismo y la mezcla de socialismo, populismo y bolivarismo), al presunto apoyo enviado por Chávez a las FARC, hasta la cercanía del gobierno de Uribe con los Estados Unidos, donde el líder venezolano se define notoriamente hostil. Sin embargo, al hacer públicas las últimas argumentaciones no se puede asmitir que, éste último, convierta un recurso en un conflicto armado cuando Colombia no tiene ningún interés en combatir y donde Chávez tendría pocas probabilidades de vencer. Probablemente, el próximos encuentro del 26 de noviembre en Manaos, el presidente venezolano apagará los tonos del conflicto. En el caso de la crisis de Honduras, sin embargo, la pacificación parece estar lejos y de hecho no podrá alcanzarse sin una posición unánime por parte de la comunidad internacional con intereses en dicha cuestión. Hace falta que los Estados Unidos asuman una posición clara. Aunque la situación no cambiará su estado actual, las posibilidades de que Zelaya vuelva a integrarse en el poder son escasas. La ausencia de una condena decisiva al golpe de estado por parte de la administración estadounidense, que también ha dicho estar preparada para reconocer el resultado electoral, alimenta las esperanzas de que Micheletti en el gobierno, en caso de victoria de las fuerzas pro golpistas, aunque no sea reconocido por toda la comunidad internacional, pueda contar con el relevante apoyo de Washington.
 

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