viernes, 20 de noviembre de 2009

Rusia: discurso sobre el debate de la nación

El Presidente ruso Dmitri Medvédev pronunció su segundo discurso sobre el estado de la Nación el pasado 12 de noviembre, confirmando el manifiesto político de inspiración liberal que había difundido dos meses antes en la página web del periódico ruso “Gazeta”. Las fuertes críticas dirigidas al retraso económico y la fragilidad política del sistema ruso, a menudo están acompañadas de un tono conciliador, dejando clara la necesidad de Medvédev de encontrar un apoyo estable en el interior de las clases altas rusas. La llamada a una modernización del país (que debería inspirarse en la evolución histórica de las democracias occidentales) está basada en una lista aproximada de problemas que resolver: todo deja entrever que este intento de poner en marcha una “nueva Perestroika” quedará sobre la mesa, siendo obstaculizada por las fuerzas políticas y económicas, las cuales ocupan importantes aspecto del poder en Rusia.

El verdadero objetivo de Medvédev: en búsqueda de alianzas
La población rusa y los analistas están habituados al uso que hacen de la retórica los líderes de Rusia; saben que es necesario leer entre líneas de los discursos presidenciales y que las mejores intenciones de los líderes son las más difíciles de poner en práctica: es más, cuánto mejores intenciones tiene un político, menos está destinado a durar, reveló Mijaíl Gorbachov. Dmitri Medvédev es consciente de todo ésto, entre otras cosas porque tiene sus orígenes en el entorno de Vladimir Putin y también porque se encuentra a cargo de la Presidencia del país desde hace ya 18 meses: en este periodo el gobierno “super presidencial” y autoritario ruso se ha transformado en un “tándem proto-democrático”, es decir, una democracia caracterizada por la coexistencia entre el Presidente y el Primer Ministro, que acaba de iniciar la transición hacia su consolidación. Todavía hay que preguntarse el verdadero porqué de este discurso, anticipado en septiembre a través de internet para demostrar la apertura del Kremlin hacia los nuevos medios de comunicación.

Al inicio podría pensarse que Medvédev aspirase a convertirse en el nuevo Gorbachov (al menos en lo que se refiere al espíritu modernizador) y que Rusia debía considerarse afortunada porque, por fin, estaba liderada por un político que presentaría decretos eficaces que la transformaran en una democracia estable con una economía capitalista consolidada a corto plazo. Pero no es así. Hay que ser conscientes de que Rusia no cambiará a corto plazo porque las bases del poder se encuentran en manos de sujetos históricos difícilmente sustituibles, y que los problemas internos del sistema a menudo han sido mantenidos, y no combatidos, por el mismo gobierno que ahora se encuentra en el poder.

La principal duda surge de la lectura del discurso sobre el estado de la Nación y su tardía llegada: hay que preguntarse porqué Medvédev no hizo este discurso inmediatamente cuando llegó al poder y porqué, en los 18 meses que lleva de mandato presidencial, no ha puesto en marcha iniciativas tan atrevidas. El Presidente de la “nueva Perestroika” (conocido por su inspiración liberal y europeísta) ha utilizado un clásico instrumento para hablar a la nación, el de la retórica oficial, porque posee limitadas capacidades para expresarse con medios más agudos y mordaces. Probablemente decir que Medvédev es una “marioneta de Putin” sea exagerado, pero de lo que no hay duda es de que es la figura del Primer Ministro, en el tándem presidencial, la que posee mayor autoridad y a la que toman más en consideración la pluralidad de sujetos en que está dividido el poder en Rusia. Con este discurso, con el que es difícil no estar teóricamente de acuerdo, Medvédev quiere dar un cambio de rumbo a su Presidencia con el fin de despertar las fuerzas reformistas (aún minoritarias) que lo apoyan y, al mismo tiempo, quiere marcar una ruptura con el pasado y con las oligarquías políticas y económicas que inmovilizan al país. Como confirma él mismo, quiere incitar a la modernización y a la diversificación económica, a la legalidad política (lucha contra la corrupción e instauración efectiva de la democracia), a la apertura social tanto a nivel interno como internacional, con el último fin de mejorar el nivel medio de vida de sus conciudadanos: promete un futuro caracterizado por una menor presencia estatal paternalista en la economía y en la sociedad, un futuro basado en la libre iniciativa individual, en la libre competencia y en una cultura política democrática.

Medvédev busca aliados y apoyo político, y lo hace con la intención de despertar las fuerzas reformistas del país, las instancias económicas, políticas y sociales modernizantes. Pero hay que saber distinguir entre una pluralidad de sujetos con ideología conservadora, y un contexto interno e internacional desfavorable. Se intentan reformar demasiadas cosas y demasiado rápido, corriendo el riesgo de encontrarse políticamente aislado y viendo desautorizadas sus (ya limitadas) prerrogativas presidenciales.

Los múltiples sujetos en juego en el contexto interno e internacional obstaculizan la puesta en marcha del manifiesto de Medvédev. El contexto internacional es un factor problemático para Rusia: la crisis económica y financiera mundial ha golpeado duramente el país a causa del desequilibrio de su economía en relación a las materias primas y los recursos energéticos. A ésto hay que añadirle tres dinámicas geopolíticas relevantes que se han consolidado en los últimos años y que han expandido la influencia de algunos sujetos, provocando una compresión de la zona de influencia rusa: el avance de la UE y la OTAN por el lado occidental, de EE.UU por la parte suroccidental (Oriente Medio y Asia Central) y de China por el área suroriental. Esta triple avanzadilla provoca un acercamientro entre las altas esferas rusas, especialmente en el ámbito militar y económico.

En cuanto a lo relacionado con la situación interna, en Rusia hay numerosos sujetos influyentes que ejercitan presión sobre el gobierno, empeñado en mantener en equilibrio las relaciones de fuerza en el país. Por una lado, Vladimir Putin y el partido “Rusia Unida”, que han llevado a Medvédev a la Presidencia y a los cuales debe rendir cuentas. Por otro lado, los “aparatos de fuerza” (Force Structures), es decir, los ministerios u organizaciones bajo control del ejecutivo que están compuestos por personal uniforme o que están controladas por personas que han recibido una formación militar, cuyos líderes fueron nombrados por Putin durante sus dos mandatos presidenciales: los más importantes son los Ministerios de Defensa, del Interior y de Justicia; el Ministerio para la defensa de los civiles en situaciones de emergencia y para la gestión de las consecuencias derivadas de catástrofes naturales; todo ésto, además de las cuatro estructuras nacidas de la disolución del KGB (Servicios de Seguridad Federal, Servicio de Inteligencia Exterior, Servicio de la Guardia Federal, Directiva para los programas especiales de la Presidencia).

En segundo lugar, si tenemos en cuenta las oligarquías económicas que controlan las enormes organizaciones gestionadas por el Estado, y que detienen el monopolio de sectores económicos vitales: Gazprom para la energía, Rosaytoor para las carreteras (instituida con un decreto firmado por el propio Medvédev), Nanotecnología (presidida por Natoli Chubáis) para la investigación. En tercera instancia, las fuerzas armadas tradicionales (Ejército, Marina y Aviación), cuyos altos cargos están nombrados por Putin (que en 2004 aparcó su proyecto de reformarlos), formados en época soviética y que son contrarios a la democratización del país y a una mayor transparencia de los aparatos del poder. Además, el Presidente debe medirse con las fuerzas centrífugas representadas por los gobiernos regionales y locales. Sin olvidar, por último, los medios de comunicación, las oposiciones políticas y las organizaciones de la sociedad civil que hacen una legítima crítica de las actuaciones del Presidente, aunque no ocupan ninguna posición de poder.

Las implicaciones (sólo sobre el papel) económicas y politicas del discurso di Medvédev
Desde el punto de vista económico, Medvédev se propone modernizar Rusia siguiendo cinco vectores estratégicos: la tecnología médica y la industria farmacéutica; la eficiencia energética, la energía nuclear, la tecnología espacial y de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información. Además, promete puntuales intervenciones del gobierno dirigidas a modernizar la industria de propiedad estatal: optimizar la balanza de gastos, favorecer el desarrollo de la investigación y el mercado de las ideas, activar proyectos pare aumentar las inversiones, poner en marcha la transferencia a las autoridades regionales para racionalizar la acción del Estado, simplificar la legislación, reformar el sistema fiscal e informatizar el acceso al estado de bienestar. Las dimensiones políticas del proyecto de Medvédev se dividen en tres grandes áreas de acción: en primer lugar, la necesidad de mejorar las infraestructuras y la calidad de la enseñanza para favorecer una “cultura innovadora basada en ideales humanísticos, la libertad creativa y el deseo de mejorar la calidad de vida”. En segundo lugar, la intención de crear condiciones reales para la consolidación de la democracia, modificando la legislación sobre partidos políticos, sobre las autoridades regionales y locales, sobre el acceso a los medios de comunicación para los candidatos políticos, sobre el acceso a internet en las áreas rurales (con la convicción de que ésto pueda crear un debate público transparente en estas áreas que, en realidad, se encuentran aún ligadas a la época soviética), sobre la lucha contra la corrupción y el nihilismo jurídico, sobre el sistema judicial y sobre los servicios especiales y la policía. La tercera área de intervención se centra en la reforma de las Fuerzas Armadas, con el fin de crear un ejército moderno, eficaz y equipado con los sistemas de información más vanguardistas: se habla de la compra de armas específicas, de la institución de nuevos centros de adiestramiento y de una ley especial sobre las retribuciones militares.

Medvédev es consciente de los grandes problemas que afectan a Rusia, y sabe que en los dos años de mandato que le quedan, es difícil la puesta en práctica de todos estos objetivos, si no imposible, ya que se trata de afrontar las cuestiones fundamentales que afectan a los intereses de los actores más fuertes y más arraigados en los aparatos en el poder. El discurso a la Nación (un deja-vú del artículo “Rusia, ¡adelante!”, publicado on-line en septiembre en la revista “Gazeta”) puede provocar al Presidente más problemas de los que podrá resolver: muchos personajes importantes, empezando por Putin, podrían encontrar este discurso incómodo y molesto. Una clara señal de ésto es el hecho de que el contenido del discurso se haya tenido en secreto a la mayor parte del entorno del gobierno y del presidente hasta el último momento. Y si se pusiera en marcha cualquier cosa de este discurso antes de que acabe el mandato de Medvédev, con toda probabilidad se limitará a los aspectos políticos y económicamente no vitales, como la informatización del aparato estatal, algunos procesos de racionalización legislativa o favoreciendo mayormente la libre iniciativa privada. Pero nada más.

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