lunes, 1 de febrero de 2010

Turquía y la lucha contra el terrorismo

Como demuestran los sucesivos arrestos, Ankara mantiene una linea dura contra el terrorismo de origen qaedista. Sin embargo, tanto el peligro representado recientemente por el islamismo yihadista, como las constantes amenazas provenientes de atmósferas separatistas curdas, son problemas en los cuales falta una respuesta orgánica. A la espera de que la nueva estrategia antiterrorista, puesta en marcha entre 2008 y 2009, empiece a funcionar, el gobierno turco afronta la cuestión de seguridad con los medios que tiene a su disposición.

La reciente oleada de arrestos
A mediados del mes de enero, la unidad antiterrorista de la policia turca dirigió una operación a gran escala, intervino en 16 ciudades de todo el país y obtuvo el arresto de 120 personas sospechosas en diversas medidas de estar en contacto con la red de Al Qaeda en Afganistán e Irak. Entre los arrestados figura incluso Abu Zar, nombre de guerra de Serdar Elbasa, que tras un pasado como combatiente en Afganistán y Chechenia, parece haber llegado a guiar la filial turca de Al Qaeda. Es significativo que, a parte de algún arresto en la capital Ankara, la mayoría de las operaciones se desarrollaron en la región oriental del país, la más cercana a la frontera iraquí, donde la mayor parte de la población es de etnia curda o armenia. Una de las zonas más destacadas fue la ciudad de Van, donde la policia arrestó a profesores y estudiantes de la Universidad Yuzuncu Yil, como sospechosos de haber organizado un centro de reclutamiento para la yihad en Irak y Afganistán. Según las autoridades, la red sacudida por una oleada de arrestos, estaba a punto de cometer una serie de atentados tanto en suelo turco como en afgano, contra las tropas turcas allí destinadas.

Terrorismo a la turca
A la luz de los recientes acontecimientos, es apropiado preguntarse cual es la verdadera repercusión de la amenaza y su cierta procedencia. Turquía es un objetivo ideal para el terrorismo de origen qaedista, tanto en el punto de vista ideológico como en el estratégico y logístico. De los países musulmanes es el que más se acerca a occidente como miembro de la OTAN con miras a la Unión Europea. Sin embargo, la presencia en el gobierno del AK Partisi, de inspiración islámica, por parte de Ankara no ha otorgado ninguna concesión a las posiciones extremistas y violentas. Además, la porosidad de las fronteras orientales permitirían en teoría la infiltración de un gran número de combatientes procedentes de Irak, Siria y de la región del Caucaso. A pesar de esta serie de condiciones indudablemente favorables, analistas y expertos coinciden al afirmar la debilidad de la filial turca de Al Qaeda, la cual no parece bien estructurada, ni organizada. De hecho no estarían preparados para volver a repetir un atentado esporádico como el de Estambul en 2003. La mayor preocupación de las autoridades turcas, más incluso que las capacidades individuales que pueda tener Al Qaeda, es la perspectiva de un acuerdo entre yihadistas y los separatistas curdos, grupos armados de inspiración religiosa, como el grupo suní del Hezbollah Curdo (HK). Esta asociación de propósitos, no es inédita en su esencia si recordamos algunas de las uniones de las secciones de Al Qaeda, sin muchos problemas, a grupos armados autóctonos tanto en Magreb, como en la penísula arábiga y hasta en Irak. Esto significaría para el grupo yihadista un acceso directo a las comunidades, para ofrecerles protección y cobertura, pero también una renovada capacidad logística y estratégica, el ejemplo del Magreb consigue que Ankara comprenda que el terrorismo, en el interior del país, se convierte en un fenómeno habitual y muy difícil de combatir.

De todos modos, lo que probablemente garantiza la calma a Ankara es más que nada el papel estratégico que su territorio desenvuelve desde el punto de vista de los yihadistas operantes entre Oriente Medio y Asia central. Dada la posición geográfica, Turquía representa una articulación fundamental entre todos los flujos de armas y personas entre Europa, Chechenia, Máshreq y los escenarios de guerra de Irak, en primer lugar, pero también de Afganistán. No es casualidad, que una de las ciudades más asediadas por la oleada de arrestos a mitad de enero fuera Gaziantep, situada en la frontera con Siria y considerada uno de los principales centros de maniobra para los milicianos directos en Irak. Esta posición de tránsito podría haber alejado el peligro del terrorismo yihadista de la península anatólica, dado que una ocasional serie de ataques causarían inevitablemente el aumento de las alarmas y una intensificación de los controles de las fronteras.

La estrategia antiterrorista de Ankara
Turquía es uno de los países islámicos que, ya el día siguiente al 11 de septiembre, se alienó claramente a favor de la guerra global contra el terrorismo promovido en Washington. La estrategia llevada a cabo por Ankara para contrastar el terrorismo presenta algunas carencias significativas, tanto en el punto de vista organizativo como en el político. El primer problema fue constituido por la impostación y los objetivos primarios del aparato antiterrorista turco. Históricamente Ankara tuvo que enfrentarse, más que a grupos armados de origen yihadista o islámico, con milicias independentistas curdas como la del PKK (Partido de los trabajadores de Kurdistán), de inspiración socialista. La lucha contra el terrorismo islámico de origen qaedista requiere una impostación estratégica radicalmente diversa respecto a la necesaria para contrastar el independentismo curdo, razón por la cual Ankara desde hace algunos años está llevando a cabo una restructuración de las fuerzas de seguridad. El primer cambio, a nivel operativo, es la decisión de confiar la acciones antiterroristas a departamentos especialísticos, en lugar de a las tropas regulares. A nivel organizativo, Ankara optó por una mayor concentración de poder decisional a favor del Ministerio del Interior, con la constitución de la subsecretaría antiterrorista (USCT), una unidad de dirección que tendrá la obligación de coordinar las acciones antiterroristas sobre todo el territorio nacional. El ejemplo en que se fija Turquía es el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense, creado el día después del 11 de septiembre, de forma que el gobierno de Ankara dio el visto bueno, ya en 2008, a los estudios profundizados para poder aplicar el modelo estadounidense en el caso turco.

Sin embargo, no faltan los problemas. Las reformas en el ámbito de la seguridad, de hecho, nacen sin extremidades: el gigante aparato burocrático y el sistema de poder extremadamente conflictivo, típico de Turquía, limitan en las aplicaciones las nuevas normas, que al contrario deberían basarse en el sobrio procedimiento, concentración del poder decisional y consenso político. Un ejemplo de estas limitaciones se encuentra en el hecho en que el USCT, a pesar de su rol central de coordinación, está privado de poder operativo, porque tiene que obedecer las ordenes del ministerio y de los comandos militares. Además, la percepción que tanto la opinión pública turca como los analistas internacionales de las nuevas normas antiterroristas no es positiva: es común la convinción que el activismo de Ankara en este campo sea debido al deseo de intensificar la lucha contra el separatismo curdo, más que contra el terrorismo qaedista. Dado el contexto, esta percepción podría ser del todo motivada: a pesar del apoyo a la lucha global contra el terrorismo yihadista, el gobierno de Ankara es consciente de que el mayor peligro para el estado no esta representado por la filial local de Al Qaeda, sino por la persistencia del independentismo armado curdo en la parte oriental del país, y por la eventual estipulación de una alianza entre los grupos curdos más connotados a nivel religioso y los militantes qaedistas.

El terrorismo es un problema particularmente espinoso para Ankara. A pesar de las evaluaciones sobre la actual debilidad de la filial local de Al Qaeda, el sistema de seguridad turco no parece todavía totalmente preparado para afrontar una nueva serie de atentados, o una hipotética alianza entre los grupos separatistas curdos y los yihadistas de Al Qaeda. La misma estructura de los equilibrios de poder y del aparato estatal del país anatólico limita la eficacia de las reformas con miras a optimizar el aparato antiterrorista, y de todos modos permanecen dudas sobre los reales objetivos de los esfuerzos de Ankara.

Tener bajo control la amenaza terrorista es de todos modos una obligación imprescindible para Turquía. También las relaciones con el vecino Irak podrían ser comprometidas en el caso en que la situación se fuera de las manos del gobierno de Ankara: es notorio, de hecho, como las relaciones entre los dos países a veces se enfrían a causa de la gran influencia de los partidos curdos en el neonato sistema político iraquí. Teniendo en cuenta que Irak es una de las principales metas de los milicianos yihadistas que usan el territorio turco como centro de maniobra, el cuadro se vuelve más complicado y parece manifiesto que sea necesaria una monitorización constante de la galaxia terrorista en Turquía por parte de Ankara.



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