jueves, 4 de febrero de 2010

México en el bicentenario

México es el país latinoamericano que más se ha resentido por la crisis económica mundial. La fuerte dependencia del mercado de los Estados Unidos, lo ha convertido en un país vulnerable en su trayectoria económica. Aunque sus perspectivas de mejora para 2010 dependerán en gran medida de la capacidad de recuperación de la economía norteamericana, también debe destacar la habilidad del gobierno para afrontar las debilidades que se han puesto de manifiesto a lo largo de la crisis. Más allá de tener presencia en mercados alternativos al estadounidense, los políticos deberían resolver algunos problemas estructurales de la economía mexicana, como la falta de inversión en la educación y las infraestructuras o la necesidad, bastante notable, de reformar el sector energético y el sistema fiscal.

México y su dependencia en Estados Unidos
Desde finales de la “crisis del Tequila” en 1994, el transcurso de la economía mexicana no había atravesado jamás una fase de recesión tan profunda como la del pasado año. La crisis económica mundial, de hecho, sacudió gravemente a México, que en 2009 registró un descenso en su crecimiento del 7,3%, el peor resultado de toda la región de Latino América. El origen de dicha situación se encuentra en la fuerte unión entre la economía mexicana y la norteamericana. La política económica del gobierno mexicano desde principios de los 90 se concentró en el desarrollo de sus relaciones con los Estados Unidos. La introducción de NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) en 1994 eliminó las restricciones de la libre circulación de bienes, servicios e inversiones entre Canadá, México y Estados Unidos, provocando un boom en los intercambios comerciales. En particular, entre 1993 y 2008 las exportaciones de México a los Estados Unidos crecieron un 447%, pasando de tener un valor de 42 a 234.000 millones de dólares. Dicha interdependencia hizo que si las reformas de los Estados Unidos eran positivas, también la economía mexicana aumentaba; al mismo tiempo, cuando la dirección americana empeoraba, las consecuencias para México eran devastadoras. Tal vulnerabilidad de la economía mexicana evidenció la crisis económica. En particular, el sector manufacturero fue el que primero sufrió las consecuencias. Las exportaciones mexicanas revisten un tercio del Producto Interior Bruto, y más de tres cuartos fueron destinadas al mercado estadounidense. El descenso de la demanda americana empujó la producción de la industria mexicana de lleno a la crisis. Las actividades ligadas a la logística y a los transportes de mercancias sufrieron una quiebra poco después de los cortes en la producciones industriales. Además de esta unión, otro efecto de la crisis fue la retirada de las inversiones americanas en México, que según el Fondo Monetario Internacional entre finales de 2008 y el primer trimestre de 2009 fue de 7.000 millones de dólares. A todos estos factores hay que añadirles la epidemia de gripe A que en abril sacudió duramente el sector turístico y donde las consecuencias sobre el PIL se estimaron en un descenso de alrededor del 0,5-1%. Los ingresos ligados a este sector y las revueltas de los trabajadores mexicanos, ambas provenientes sobre todo del mercado estadounidense, se derrumbaron.Esta situación nos aclara que las perspectivas de impulso económico mexicano en 2010 dependen en gran medida de la actuación estadounidense. Según las previsiones el sector industrial debería comenzar, pero sin una tasa elevada; eso favorecería una mejora de las condiciones de los ciudadanos americanos y, consecuentemente, un aumento de la propia demanda de bienes y servicios.

Desafios para superar la crisis
Sin embargo la fuerte integración con la economía de los Estados Unidos, aclara que el impulso económico mexicano no puede depender sólo de las mejoras de su principal socio; además de promover las relaciones con otros mercados, hay cuestiones estructurales de la economía que deben afrontarse de inmediato, no solo para salir de la crisis, si no también para lanzar un desarrollo sostenible por un largo periodo. En primer lugar se encuentra la posibilidad de mercados alternativos. El NAFTA fue solo uno de muchos acuerdos de libre comercio que México ha estipulado con otros países del mundo (11 que implican a 41 países, entre los cuales se encuentra uno con la Unión Europea y otro con Israel en 2000, además de con Japón en 2005). Este proceso de liberalización puesto en marcha en los años 90 tenía el objetivo de desarrollar las exportaciones pero también de crear mercados alternativos al estadounidense. En realidad, el libre acceso al mercado más importante y próspero del mundo empujó a México a ignorar el resto de acuerdos. Hay por lo tanto que preguntarse si ahora, dadas las consecuencias de la crisis, dicha política cambiaría. En particular, existen dos direcciones que el gobierno mexicano podría tomar, una hacia la Unión Europea y otra hacia China.Para aquellos que prefieran la primera, representada por el segundo socio comercial de México en la actualidad, las relaciones parecen ir destinadas a intensificarse. El acuerdo de libre comercio que entró en vigor en 2000, hizo que México fuese el primer país externo a la UE en beneficiarse de un acceso preferencial al mercado interior, provocando un aumento del 220% del comercio y consiguiendo 60.000 millones de dólares. La decisión en 2008 de otorgar el estatus de miembro estratégico a México indica la posible voluntad de la UE por promover dichas relaciones. Para quienes elijan a China, sin embargo, la situación es más complicada porque las dos economias se hacen competencia en muchos sectores. A diferencia de otros países latinoamericanos que exportan materias primas en China, México compite con este último en la producción manufacturera, en particular en la textil. A pesar de que existen tensiones, a causa del déficit en el balance comercial de México, existe la posibilidad de que ambos lleguen a acuerdos favorables. Mientras los intereses de China son tener acceso privilegiado al mercado americano a través de México, el de su posible socio, se basa en el capital chino. Para mejorar las con este país, el gobierno mexicano podría destacar el fenómeno competitivo y de las promociones de empresas conjuntas (joint venture). La visita del presidente Calderón en China durante 2008 y del vicepresidente chino Xi Jinping en México el año siguiente sientan las bases de esta opción. A pesar de las posibilidades existentes de desarrollo de nuevos socios comerciales, todo dependerá de la voluntad y de la capacidad del gobierno mexicano a la hora de actuar. En torno a las cuestiones de los mercados alternativos, se acercan a los ingresos fiscales y del sector energético.Actualmente el balance nacional depende en gran parte del sector petrolífero, que tramita la empresa estatal Petróleos Mexicanos (PEMEX) contribuyendo con el 40%. Además del precio del crudo, el problema recae en la amplitud de los recursos, que parecen estar destinados a agotarse en los próximos 9 años. En 2008 la producción fue de 2,6 millones de barriles al día, con un descenso del 30% respecto a 2004. Según las previsiones para el próximo año, la contribución de este sector bajará 15.000 millones de dólares. Dicha situación pone en primer plano la necesidad de ampliar la reforma del sistema fiscal que amplía la base imponible. A principios de enero entraron en vigor los primeros aumentos: el IVA subió del 15 al 16% y el impuesto de la renta pasó del 28 al 30%. La bajada de rendimiento petrolífero justificó, según el gobierno, un aumento de los impuestos. Esta claro que el aumento de las tasas en un momento de crisis como el actual es peligroso y podría retardar la llegada de tiempos mejores. Algunos exponentes de la oposición, de hecho, sostienen que por ahora es mejor dejar que aumente el déficit. Mientras tanto el gobierno ha pensado proponer un corte en los gastos de 16.000 millones de dólares para el próximo año. Por una parte existe la necesidad de congelar los gastos públicos, por otra es necesario aumentar las inversiones para mejorar la productividad de la economía. En particular, el gobierno deberá poner en marcha algunas reformas para desarrollar el sistema de las infraestructuras, la educación y la sanidad, todavía más débil respecto a las mejoras del restos de mercados emergentes. Justo en esta dirección se ha proclamado el presidente Calderón que ha anunciado recientemente la asignación de 48.000 millones de dólares para las infraestructuras en 2010.

A pesar de que la crisis ha demostrado los límites del desarrollo económico mexicano, intensamente asociado al crecimiento de los Estados Unidos, se han destacado otras debilidades estructurales que el gobierno debe afrontar. Según las previsiones del FMI, en 2010 México debería volver a una tasa positiva de crecimiento en torno al 3,1%. Dichas mejoras serán determinadas por el impulso de la economía norteamericana, pero para que puede mantenerse a lo largo del tiempo. será necesaria la intervención del gobierno centrada en resolver el problema de la escasez de los ingresos públicos, del atraso de las infraestructuras y de la debilidad del sistema educativo. El éxito en las elecciones parlamentarias de julio de 2009 del Partido Revolucionario Institucional, partido de oposición al Partido de Acción Nacional del presidente Calderón, no hará más que influir en la puesta en práctica de tales reformas. Estos cambios de poder en el Parlamento, de hecho, prodrían dificultar las obligaciones del presidente que no podrá evitar mediar con el PRI.
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