martes, 2 de febrero de 2010

Japón y las relaciones con EEUU

El 2010 podría representar el año del cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Japón. En este año además, se cumple el cincuentenario del tratado de seguridad nipón-americano. El documento firmado en 1960 es la base de los comportamiento de los dos países. Gracias a una larga estabilidad política, típica del sistema japonés, el acuerdo nunca se ha cuestionado. En su vuelta a las urnas, el pasado agosto, el país del sol creciente eligió un representante que apunta al cambio. Durante la celebración del medio siglo del tratado el punto de atracción ha sido el acuerdo de 2006, que preve el despliegue de las tropas estadounidenses sobre el territorio de la isla de Okinawa. La intolerancia de la población ante esta ocupación extranjera no es nueva. Es, sin embargo, la primera vez que los japoneses ven atendidas sus propuestas. El nuevo primer ministro Hatoyama, ha centrado su campaña electoral en este punto, prometiendo una revisión del acuerdo de 2006. No es seguro que se concrete, pero la hipótesis solamente, altera las relaciones entre Tokio y Washington.

La importancia de la isla de Okinawa

Entre los meses de marzo y junio de 1945 se desarrolló la batalla de Okinawa que, en el contexto de la II Guerra Mundial, enfrentó a las tropas americanas y japonesas. Desde entonces los Estados Unidos siguen presentes en la historia de la isla. También porque después de terminar la guerra, la isla permaneció ocupada por tropas del ejército americano. Aunque oficialmente es independiente, japón padeció el dominio y la administración de una nación extranjera, bastante parecida a una colonia. Esta situación se dilató hasta 1972, año en el que la administración de la prefectura de Okinawa vuelve a ser guiada por Tokio. Al mismo tiempo, la importancia estratégica de la isla creció y la Guerra Fría enfatizó la importancia de su posición estratégica: el archipiélago Ryukyu, que forma parte de Okinawa, es un observatorio privilegiado de la China continental, de Taiwán, de las Filipinas, de la península de Indochina y de los archipiélagos del Pacífico. Durante la guerra de Vietnam el papel fundamental del archipiélago japonés fue el resultado más evidente, hasta hablar de ella como "el centro neurálgico del Pacífico". La importancia de Okinawa hoy no ha disminuido. El desarrollo de un programa nuclear en Corea del Norte y el crecimiento del sector militar chino no permiten alentar las atenciones en la región. La permanencia de las bases estadounidenses en territorio nipón es funcional para una estrategia de disuasión y mantenimiento de la paz en la región pacífico-asiática. Por otra parte, los Estados Unidos son siempre estados, y continuaran siendo, de forma verosimil, el punto de apoyo de la política exterior y de seguridad de Japón. La penetración de Washington en suelo nipón, no es percibido por todos de la misma manera. Aunque la presencia de soldados extranjeros esté concebida de forma positiva por muchos ciudadanos, para otros muchos es visto con sospechas y preocupación. Esto, en primer lugar, es debido a un sentimiento nacionalista muy fuerte y difundido en Japón. Secundariamente, los militares se proclaman culpables de muchos delitos y crímenes violentos, sin ser procesados o castigados por las autoridades niponas. De hecho, según el SOFA (Status of Forces Agreement), artículo 6 del tratado, los militares deben ser subordinados a los órganos judiciarios del proprio país. Además, la sospecha en la base americana de la entrada de materiales y armas nucleares envenena la opinión de muchos japoneses. La presencia de las fuerzas está regulada por el tratado bilateral de seguridad y defensa: esto preve que, en caso de ocupaicón del territorio japonés, las fuerzas estadounidenses lleven a cabo un papel a favor de la defensa del territorio y del estado. La Constitución del país del sol naciente es estríctamente pacifista. El artículo 9 expresa el repudio de la guerra y por ello declara la prohibición de mantener fuerzas militares. El país está dotado de ejércitos de tierra dirigidos a la autodefensa (JGSDF). Durante los anteriores gobiernos, las relaciones entre Tokio y Washington llegaron a su culmen. Con G.W. Bush y Junichiro Koizumi se hablaba de "era de oro" de las relaciones entre los dos países. En noviembre de 2005, con el LDP (Partido Liberal Democrático, Jiyu-Minshito) en el poder, propuso un enmendamiento del artículo 9, de forma que el país pudiera participar más activamente en la lucha global contra el terrorismo. En este punto debe ser considerado el acuerdo de 2006. Esto prevé una reconciliación de las fuerzas, entre las cuales también el aeropuerto de Futenma, pero siempre dentro de la isla de Okinawa. Con el ascenso del PDJ (Partido Democrático Japonés, Minshuto) al poder, la redistribución prevista para 2014 parece mucho más lejana. El nuevo primer ministro, Yukio Hatoyama, ha prometido a sus electores una revisión del acuerdo 2006, con el objetivo de desplazar las bases americanas fuera de la isla de Okinawa.

La visita de Obama

La "cuestión Okinawa" destacó en la campaña electoral, pero es en las elecciones del PDJ cuando estalla con mayor importancia. Con el ascenso al gobierno, Hatoyama debe satisfacer a sus electores. El nuevo primer ministro ha explicado sus intentos de querer establecer una relación con los Estados Unidos, de forma que cada uno satisfaga sus necesidades y por lo tanto basen el nuevo curso de la alianza en igualdad de condiciones. Pero no es sólo un sentimiento que alienta al país. Japón permanece fuera de la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; padece la debilidad del yen frente al dolar en los mercados internacionales; soporta el adelantamiento de Pekín como potencia regional y sospecha que Washington la preferirá como socio comercial. Al mismo tiempo es consciente de que su alianza con los Estados Unidos es el único contrapeso posible ante el expansionamiento chino en el área. Con este espíritu se celebró el encuentro con el Presidente americano el pasado mes de noviembre: Obama se encontró con el Primer Ministro y un pueblo más aguerrido de lo que se esperaba. Tokio protagonizó el primer destino del viaje asiático de Obama. El centro de la reunión fue naturalmente el acuerdo de 2006. Hatoyama, fuerte en su victoria electoral, cierra una nueva negociación del acuerdo. El documento prevé un desplazamiento de los ejércitos a un pueblo de pescadores en Henoko, en la ciudad de Nago. El primer ministro nipón sin embargo propone analizar la posibilidad de trasladar las bases militares americanas en una localidad alternativa, fuera del territorio japonés. Por ejemplo, sugiere incrementar el contingente que se desplazará a Guam, territorio no integrado por los Estados Unidos, ya previsto en el acuerdo de 2006. La isla de Okinawa cobija a más del 70% de las fuerzas desplegadas sobre suelo japonés. La relación con los habitantes ha sido siempre difícil y parece que la convivencia de estas dos poblaciones va cada vez peor. La coexistencia ha provocado incluso un claro retroceso económico y de infraestructura en la isla, que no desciende ni siquiera con las grandes impulsos por parte del gobierno. Los habitantes, a causa de la presencia de las bases, no consiguen explotar la verdadera vocación de la isla, el turismo. Obama ha aceptado abrir nuevos debates que analicen las posibilidades de rebatir el documento de 2006. Otro tema de importancia del encuentro entre los dos representantes del gobierno, fue la participación japonesa en la actividad de Afganistán. Desde 2001 el gobierno nipón sostuvo el esfuerzo americano de modo indirecto. La Constitución, como ya habiamos visto, no consiente la participación efectiva de operaciones militares. La labor de Japón era entonces utilizar sus propios barcos para abastecer a los americanos. A diferencia del LDP, el PDJ quiere establecer la centralidad y aplicar la ley fundamental del país. La nueva administración ha declarado que suspenderá la actividad de abastecimiento, actividad que estaba disminuyendo, sustituyendo sus obligaciones en ayudas concretas para la población civil. Se han previsto fondos por 5.000 millones de dólares, para administrar en 5 años, en diversas actividades civiles. Se aprueba cómo el nuevo ejecutivo quiere marcar una real diferencia en política exterior, pero también en la interna. Sin embargo la firmeza de Hatoyama no debería cambiarse por la intransigencia. El rol de Japón ha estado durante mucho tiempo limitado por los diálogos internacionales a causa de una crónica dependencia estadounidense. El primer ministro quiere recuperar la autonomía del país en política externa sin abandonar a su aliado más importante.

 

La verdadera novedad está en el hecho en que Tokio declara querer reconstruir la relación con Washington, enviando por primera vez señales de alarma sobre la futura presencia americana en el país. Una nueva etapa de las relaciones basadas en la igualdad de ambas partes. El escenario asiático no permitirá a ninguno de los dos moverse con seguridad y afrontar Pekín en solitario. Los resultados del debate americano no llegarán antes de mayo, pero Tokio tendrá una propuesta complementaria. El proyecto nipón establece un sistema de instituciones regionales, en el cual participarán hasta los Estados Unidos, que pueden desempeñar un papel similar al desarrollado por la Comunidad Europea en Francia y Alemania. Esto podría ser, posiblemente, el único mecanismo que permitiría a Japón no permanecer al margen de la historia.


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