jueves, 11 de marzo de 2010

Ucrania: el fin de la revolución naranja

La reciente victoria, en las elecciones presidenciales del 8 de febrero, de Viktor Yanukovich, convierte a Ucrania en tema de interés fundamental en los diálogos europeos. El nuevo presidente tendrá que hacer frente a una situación política compleja. En particular, deberá afrontar el deterioro de las relaciones con Rusia que ha afectado los abastecimientos de gas en Europa. Además, a esto se añade la preocupante situación económica por la que atraviesa el país y las tradicionales fracturas políticas

Vuelta al pasado: el final de la oleada naranja
Los datos electorales nos remontan a antes del 2004, cuando el país se vio envuelto en la Revolución Naranja, guiada por el que sería el futuro presidente, Viktor Yushchenko, y por la primera ministra y opositora electoral, Yulia Timoshenko. Yanukovych volvió al poder en 2006 cuando, por el periodo de un año, alcanzó el cargo de primer ministro. Su figura es inseparable del recuerdo de la Revolución Naranja del 2004. Yanukovych era considerado excesivamente filoruso y un emblema de la vieja burocracia de carácter soviético. Fue revocado por Yushchenko que, abriendo las puertas a la Unión Europea y a la OTAN, parecía el representante de un nuevo modelo liberal que se asentaba en Ucrania. No es de extrañar que la llegada de Yushchenko sea en este año, 2004; año en el que también otros países en el extranjero cercano ruso vivían una creciente sacudida liberal. Bajo esta perspectiva, es interesante tener presente el hilo rojo que une las experiencias en el gobierno de Yushchenko y Saakashvili, artífice de la Revolución de las Rosas y presidente de Georgia desde el 2003. Entre los dos líderes propugnaban un proceso de occidentalización para los respectivos países que hubiera alcanzado su punto cúlmine con el ingreso en la UE y en la OTAN. Este proyecto político los llevó a deteriorar inevitablemente las relaciones políticas con Rusia. Ucrania se vio afectada de cara a la diplomacia del gas con Moscú, mientras que Tiblisi se sintió duramente afligida por el conflicto acaecido en el mes de agosto de 2008 y por el secesionismo interno. En poco tiempo, tanto Saakashvili como Yushchenko sufrieron una impresionante perdida de popularidad y las esperanzas suscitadas por las revoluciones coloradas se revelaban en ciertas ocasiones, inconsistentes.En este sentido, la vuelta al poder de Yanukovich representa, no tanto la victoria electoral de un determinado programa político cuanto el fracaso del anterior proyecto político. Una tendencia con una clara orientación hacia el Cremlino que, como afirma Sergio Canciani (Ucrania, “el sueño de los naranjas acaba con una pesadilla”, Il Mattino, 9 de febrero de 2010, pág.1), poseedor de un sistema de adquisición centrado en el carbón y el acero que se destinan al sur del país, ha posteriormente, reforzado la posición de Yanukovich como única garantía para lograr la estabilidad del país, favoreciendo la afirmación electoral.

Las relaciones con Rusia
Ucrania tiene un papel fundamental para Europa ya que actúa como país de tránsito de los recursos energéticos rusos. La exacerbación en las relaciones con el gobierno de Kiev ha provocado, en 2006 y en 2008, el surgimiento de dos crisis energéticas que han afectado al Viejo Continente y agravado la producción industrial de Ucrania. Bajo el punto de vista de seguridad regional, la relación entre Moscú y Kiev parece de ser de relevancia vital incluso para la Unión Europea que, en caso contrario, arriesgaría sus intereses estratégicos.La respuesta de Yanukovich es importante para el Cremlino que, desde 2008, está reconstruyendo una esfera de influencia en el área de los países de la ex URSS, contraria a la voluntad de la OTAN en el ampliar sus confines hacia el este. Una opción política que parece haber sido recogida de la cumbre OTAN de Bucarest, en abril de 2008, y con el encuentro en Bruselas de los ministros de asuntos externos de la OTAN, en diciembre de 2008. La nueva posición de Ucrania parece estar siendo guiada por Moscú, que lentamente construye, aprovechando la debilidad estadounidense. La situación de Ucrania se puede llegar a comprender si se tiene cuenta lo que sucede en otros estados limítrofes con Rusia, donde parece generarse una reorientación geopolítica. Además de la marginación de Saakashvili en Georgia, destacamos el caso de Lituania donde el ministro de asuntos exteriores, Vygaudas Usackas, se ha mostrado contrario a la política tejida por el gobierno de cara a Rusia. También es relevante el acercamiento de Azerbaiyán con Moscú y, por su parte, la proposición realizado por Moscú de una nueva doctrina de defensa, publicada en la página del Cremlino el 5 de febrero, donde, publicando la primera amenaza que lanza la OTAN a Rusia, retoma la doctrina Medvedev elaborada después de la guerra en Georgia. En esta línea, Ucrania tomaría un papel protagonista debido a su posición geográfica y a la presencia de militares rusos en su territorio, tras el acuerdo de 1997 por el cual el puerto de Sebastopoli fue cedido a la flota rusa hasta el 2017. Con opinión contraria, Levy, en el New York Times, escribía que la respuesta de Yanukovich representa una ventaja para los rusos, a corto plazo, mientras que a la larga, podría revelarse contraproducente. Según el autor, las elecciones en Ucrania han dado a conocer la respuesta de la dialéctica democrática en el país. Esta sería, según él, la verdadera herencia de la Revolución Naranja, la cual podría influenciar las dinámicas políticas de muchos países del ex bloque soviético y de Rusia, poniendo en dificultad al gobierno de Putin, negado por una parte de la opinión pública.

La inestabilidad política y la crisis económica: desafíos para Yanukovic
Si es posible realizar una hipótesis sobre la estabilidad de las relaciones con Moscú, Yanukovich debe, con todo, hacer frente a una serie de dificultades internas. El sistema político ucraniano parece, aún hoy, débil e inestable. El país permanece fragmentado en dos: el este ucraniano, de preponderancia rusa y vinculado a Yanukovich, y la parte occidental, en su mayoría orientados a la corriente de la Revolución Naranja. Las inmediatas protestas de Timoshenko ante la sucesión de fraudes electorales, a pesar de las garantías de la OSCE sobre la validez y la transparencia del voto, podrían comprometer el clima político del país. Además, debemos añadir la preocupante situación económica que atraviesa el país, presentándose lejana una posible solución; así, como se recoge en los datos del FMI, el PIB del país ha sufrido una quiebra en 2009, de 14 puntos porcentuales, la tasa de desocupación es elevadísima, la constante erosión de poder sobre la adquisición de los salarios y la reducción que han tenido las inversiones extranjeras es de un 50% (World Economic Outlook, International Monetary Fund, octubre de 2009). Ucrania está bajo control del FMI y el cambio de guardia a Kiev, ha asegurado Caroline Atkinson, directora del departamento de relaciones externas del Fondo, no afectará la colaboración. En una entrevista en el Corriere della Sera (periódico italiano), el ex presidente ucraniano, Leonid Kuchma, ha atribuido todas las responsabilidades al gobierno de Yushchenko y a su incapacidad de cumplir con las promesas electorales de 2004, y sostiene que un buen punto de partida para el nuevo presidente sería la creación de un consorcio de gas que favorezca a Rusia, Ucrania y a los países europeos, con el objetivo de evitar nuevas crisis que tendrían graves consecuencias sobre la producción del país. Sin embargo, las posibilidades de Yanukovich de organizar una estrategia política eficaz, adapta para mejorar la economía del país parece incierta, desde el momento en el que el nuevo presidente no tiene una mayoría absoluta en la Rada, el Parlamento ucraniano.

La victoria electoral de Yanukovich marca el fin del proyecto originado en la Revolución Naranja. Un proceso que tuvo lugar a partir de 2006, momento en el que incluso Timoschenko criticó la retórica antirrusa de Yushchenko persiguiendo una línea política de neutralidad y de mayor flexibilidad para el diálogo de cara a Moscú. Esto parece demostrar el estratégico e imprescindible papel que el Cremlino juega en la región, cuya estabilidad parece ligada inevitablemente, al desarrollo de buenas relaciones con Moscú. Un factor, este último, que toca también a Europa, interesada en la estabilidad política y económica de Ucrania, de la que dependen los intereses energéticos de Bruselas.

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