lunes, 26 de octubre de 2009

Yemen o la encrucijada geopolítica


Desde el punto de vista geopolítico Yemen es uno de los países más importantes del mundo gracias a su posición geográfica. El Estrecho de Bab el Mandeb, de 18 millas de longitud, es de paso obligatorio para los barcos que salen del Mar Rojo y los que se dirigen al Estrecho de Suez, y que separa la Península Arábiga del cuerno de África. Sin embargo, a pesar de su posición, Yemen es un país atrasado que no es capaz de diversificar su economía. Además, en el transporte de hidrocarburos via mar, constantemente sufre el ataque de la piratería. La lucha interna iniciada en 1994 y recientemente retomada entre el Gobierno de Ali Abdullah Saleh y los secesionistas del clan Zaydi hacen que el país no sea seguro. El peligro para el gobierno central llega también desde el Sur, y tanto Al Qaeda como Teherán podrían favorecer el desequilibrio. La presencia estadounidense, en forma de colaboración con el gobierno central, es y seguirá siendo indispensable para Ali Abdullah Saleh.

Continúa la inestabilidad política y económica
La República de Yemen, creada el 22 de mayo de 1990 tras la unificación de Yemen del Norte y Yemen del Sur, es el país más pobre de los Estados árabes. Afectado por una serie de problemas estructurales, entre los que se encuentra una alta deuda pública, elevados niveles de desempleo e inflación, corrupción en los órganos de gobierno, un rápido agotamiento de las reservas de hidrocarburos y la escasez de agua. Pero Ali Abdullah Saleh, Presidente de la República de Yemen desde 1990 y Presidente de Yemen del Norte desde 1978 a 1990, debe afrontar difíciles problemas políticos y económicos para salvaguardar la unidad del país, y debe mantener el orden en la lucha contra los rebeldes. Desde el punto de vista interno las protestas de la oposición son alimentadas por la incapacidad del gobierno para gestionar la economía, por discriminaciones en la distribución de los recursos y por la difundida corrupción. Sin embargo, el movimiento antigubernamental, estructurado de forma tribal, aún no tiene un representante que pueda llevarlo a la independencia. La próximas elecciones tendrán lugar en 2013, pero aún no se ha asignado la persona que se enfrentará a Ali Abdullah Saleh en la carrera hacia la presidencia. También hay que descartar un golpe de Estado ya que, aunque son numerosas las críticas sobre la colaboración con Estados Unidos, además de a la gestión económica del país, el gobierno no parece temer a otra cosa que no sean las organizaciones rebeldes.

Para el gobierno yemení aún es más importante la cuestión de la lucha armada contra los secesionistas. De hecho, en agosto de 2009, la zona comprendida entre las fronteras del norte con Arabia Saudí y la capital Saná fue zona de desequilibrios. El conflicto, iniciado en 2004, vió la formación de las tropas del gobierno y sus aliados tribales contra las tribus fieles a la Familia Houti, un clan del norte de inspiración chiíta perteneciente a la secta Zaydi que ha reinado durante siglos sobre las montañas de aquel territorio. Siendo eficaz la respuesta armada del Presidente Ali Abdullah Saleh contra los rebeldes en los meses de septiembre a octubre de 2009, no parece que su permanencia en el poder, al menos a corto plazo, se vea alterada. La defensa del territorio es eficaz y probablemente sea la supremacía militar la que marque la diferencia. Se descarta una victoria militar de los secesionistas a corto plazo, pero se prevé una larga guerrilla armada que llevará a un desgaste de ambas partes.

El Gobierno y los rebeldes entre acuerdos y desencuentros
Los grupos antigubernamentales se encuentran activos tanto en el Norte como en el Sur del país y la constante presión que ejercen en las áreas periféricas hace más débil la presencia del poder central. Además, recientemente se han unido las células de Al Qaeda, con diferentes acercamientos a la guerrilla contra el gobierno central. En el Norte de la provincia de Saná se encuentran activas, sobre todo, las fuerzas de la secta Zaydi, lideradas por Abd al-Maliki (Houti), con las que el Presidente Saleh ha intentado tanto la vía del acuerdo como la dura represión, pero con escasos resultados. En el Sur de las provincias de Adan y Abyan se encuentra la franja secesionista, que pretende el regreso a la República Popular de Yemen, de rasgos socialistas, donde está muy difundido un descontento popular que se expresa en manifestaciones, a menudo reprimidas con violencia. La franja secesionista del Sur acusa al gobierno central de una desigualdad de tratamiento a la población. La presión del gobierno central se remonta a 1994, año en el que terminó la guerra civil. Desde entonces, el gobierno de Saná habría mantenido una política discriminatoria excluyendo del sistema institucional a los funcionarios y oficiales del Sur, para sustituírlos por otros del Norte. Las injusticias también comprenderían forzadas expropiaciones de terrenos y propiedades posteriormente otorgadas a oficiales del Norte leales al Presidente Saleh.

A esta situación también se añade la presencia en el territorio de actividades de Al Qaeda. Su presencia también se explica por la estructura tribal de la sociedad yemení, que favorece fuertes poderes regionales y conectados por sólidas relaciones tribales, separadas del gobierno central. Entre las acciones de Al Qaeda se encuentra el atentado del 2000 contra el barco estadounidense USS Cole y los ataques contra la embajada estadounidense en Saná en septiembre de 2008.

El Presidente Saleh, empujado por la presión del Norte a la que recientemente se ha añadido la apertura del frente del Sur, ha manifestado la necesidad de recurrir a medidas drásticas para acabar definitivamente con la resistencia chiíta. De todas formas, no han faltado en el pasado intentos de acuerdos que resultaron con breves ceses al fuego , pero que posteriormente se romperían por la reavivación de los conflictos. El primero tuvo lugar en 2007, cuando se logró una tregua por mediación de Qatar. Este acuerdo se rompió poco tiempo después, pero su estructura se utilizó como base de las sucesivas negociaciones. El esfuerzo del gobierno, que puede ser uno de los interlocutores más preparados para enfrentarse a los rebeldes de las tribus, no parece ser eficaz. Entre las recientes peticiones del gobierno está la retirada de todas las provincias ocupadas, el fin del bandolerismo en las montañas, la entrega de las armas y la liberación de los rehenes. Las excesivas condiciones no parecen adaptadas para mantenerse un margen de tiempo suficiente que garantice un diálogo entre las partes, sobre todo en lo que respecta a la liberación de prisioneros extranjeros, ajenos al conflicto, y que a menudo son asesinados tras ser secuestrados.

En este sentido las fiestas religiosas representan un buen momento para intentar calmar la situación. En septiembre de 2009 se anunció un cese al fuego durante las fiestas de fin del Ramandán, pero se rompió poco tiempo después. La relación con Al Qaeda es particularmente compleja porque aparece en escena un protagonista clave y determinante, Estados Unidos. Precisamente en Yemen, Al Qaeda encontraría un lugar para instalarse, sobre todo tras las medidas adoptadas por Arabia Saudí contra los terroristas que, expulsados del país, se refugiarían más allá de sus fronteras. El gobierno yemení también ha alcanzado acuerdos de no agresión con Al Qaeda para mantener provisionalmente el orden, pero las exigencias dictadas por la lucha contra el terrorismo y las ingentes ayudas económicas ofrecidas por Estados Unidos han provocado la inclinación por la opción opuesta.

Ante una política de intransigencia quizás el gobierno yemení habría preferido una mayor diplomacia, pero ésto no sería necesariamente una garantía de mayor éxito. El resultado a la intransigencia, de todas formas, ha sido el ataque terrorista de septiembre de 2008 contra la embajada estadounidense en Saná. Esta difícil, pero aparentemente obligada, inclinación hacia la protección estadounidense hace que el gobierno central pueda mantenerse amparado, al menos a corto plazo, de manifestaciones de fuerza de los rebeldes, encontrando un enemigo común (Al Qaeda) que sirva de unión entre Saná y Washington. Hasta que la organización de los rebeldes no sea lo suficientemente estructurada, y por lo tanto capaz de contraponer a sus adversarios una red cada vez más impenetrable y eficaz, el gobierno de Ali Abdullah Saleh encontrará la protección occidental. Pero la situación sería aún más ventajosa para Saleh si se pudiera demostar que el verdadero peligro en la zona es Al Qaeda, más que los rebeldes. De este modo Ali Abdullah Saleh podría beneficiarse de una situación contraria, en la que sería él quien apoyara a Estados Unidos contra Al Qaeda, mientras que las amenazas quedarían en segundo plano. Ésto le permitiría beneficiarse de la presencia estadounidense y de las ayudas económicas, respondiendo con más contundencia a las sospechas de filo-occidentalismo procedentes de la oposición interna. De cualquier manera, sea cual sea la amenaza predominante, Ali Abdullah Saleh no renunciará a su amistad con Estados Unidos, no podrá derrotar a los enemigos a corto plazo, ni tampoco podrá desvincularse de los conflictos internos.

¿Se encuentra Al Qaeda o Irán tras la acción de los rebeldes?
El gobierno central acusa a los rebeldes de tener como objetivo la instauración del poder bajo la secta Zaydi y su credo chiíta, pero éstos se defienden de las acusaciones declarando que están viviendo un problema político y quieren más autonomía de Saná. Además, el goberno yemení acusa a Irán de ayudar a los rebeldes. Si todo ésto fuera cierto, la situación podría complicarse bastante para el gobierno de Saleh, en caso de que el clan de los Houti estuviera dotado de armas similares a las de Hezbolá en el Líbano. En todo caso, que los motivos de los rebeldes sean exclusivamente religiosos o no, el apoyo dado por Teherán tiene un objetivo mucho más claro, que es el derrocamiento del gobierno para controlar el Golfo de Adén. Irán ha tenido buenas relaciones con Yemen en los últimos años. Los intercambios diplomáticos han sido frecuentes y también han abarcado el tema de la seguridad de Adén, para salvaguardar el transporte iraní del peligro de la piratería.

El apoyo a los Houti podría ser abastecido, teniendo en cuenta las acusaciones del gobierno yemení y de Estados Unidos, tanto por Teherán como por Al Qaeda. Pero la presencia de Al Qaeda en Yemen no es reciente. Las bases de Al Qaeda en el territorio ya existían en el 2000 cuando se reivindicó el ataque contra el USS Cole. Además, numerosos militantes en Iraq y Afganistán son ciudadanos yemeníes reclutados en las zonas pobres del país.
La colaboración entre Yemen y Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo ha conllevado duras acusaciones contra los dirigentes políticos. Saleh ha sido acusado de sumisión a Estados Unidos y, sometiendo el país a Occidente, habría favorecido indirectamente la intensificación de las células terroristas en el territorio.

El apoyo de Estados Unidos y de Arabia Saudí al gobierno yemení, podría no ser suficiente si se produjera un ataque de los rebeldes, coordinado y proveniente de numerosos frentes. Perder el control del país, significaría una grave derrota en la lucha contra el terrorismo. En primer lugar, el país, en el caso en el que se produjera un descontrol en el gobierno central, se transformaría en un fácil camino de entrada y salida para los terroristas. Desde el punto de vista geopolítico, el desenlace es esencial, y Estados Unidos no puede permitirse dejar el control en manos de Al Qaeda. A nivel regional, además, ocasionarían fuertes repercusiones negativas sobre la seguridad del Golfo de Adén. Recientemente, han aumentado las operaciones navales americanas en el Golfo de Adén y en el Océano Índico. Asimismo, el hecho de que las tensiones se hayan agudizado, hacen que Arabia Saudí deba intervenir contra la guerrilla de los Houti, en las fronteras meridionales. Sin embargo, no parece que detrás de la tipología de los ataques y del comportamiento adquirido tras los secuestros de los rehenes, exista una estrategia de conducta unitaria. Por lo tanto, los grupos rebeldes del norte y del sur, no tendrían que estar necesariamente coordinados, y Al Qaeda, podría conducir una maniobra disonante. Esta falta de coordinación, podría ser el elemento que mantuviera sostenible, todavía por un poco más de tiempo, el choque con el legítimo gobierno.

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