lunes, 19 de octubre de 2009

Oriente Medio y Occidente

El contraste entre Irán y Occidente en lo que se refiere al programa nuclear de Teherán se ha intensificado recientemente y de nuevo existe el riesgo de un choque militar. Los efectivos y el equipamiento de una posible coalición occidental parecen imponentes, liderados por el aparato militar de EE.UU, que es el más consistente de la región. Sin embargo, no todas las fuerzas están realmente disponibles y por lo tanto es improbable que, en caso de conflicto, tal contingente pueda utilizarse en operaciones que no sean prevalentemente aeronavales y de bombardeo.

Las recientes evoluciones en el programa nuclear iraní han vuelto a poner en riesgo un nuevo conflicto armado en la región. La revelación de la existencia de un lugar para el enriquecimiento del uranio en Qom ha confirmado la ambigüedad de las declaraciones del líder de Teherán sobre el mismo programa de investigación, aumentando el ansia de la comunidad internacional en lo que se refiere a ese tema. En concreto Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia han asumido una actitud más firme; además de amenazar con sanciones más fuertes en caso de que Irán siga sin colaborar, han planteado la posibilidad del recurso a la fuerza en caso de que las otras opciones se agoten. Aunque esta posibilidad parezca remota, hay que tener en cuenta la presencia militar occidental y filo-occidental en la región para comprender las características de un posible choque bélico contra Teherán, excluyendo a las Fuerzas Armadas israelíes.

Las fuerzas occidentales
El principal dispositivo militar en Oriente Medio es el estadounidense. Actualmente alrededor de 124.000 soldados se encuentran aún en Iraq, repartidos en 14 bases de diferentes dimensiones desde la gran base aérea de Balad, al norte de Bagdad, a las pequeñas bases en la frontera con Irán. En Afganistán son alrededor de 65.000 los soldados de la misión de la ISAF (que desde enero de 2006 también engloba la OEF). Sin embargo, hay que tener presente que los efectivos presentes en las dos áreas de operaciones se encuentran en continuo movimiento, con una tendencia al aumento en Asia Central y una progresiva reducción en Iraq, según la evolución de la estrategia de EE.UU. En el Golfo Pérsico, sin embargo, queda formada la 5ª Flota con base en Bahrein, tradicional fuerza aeronaval desplegada en la zona desde la época de la Guerra Fría. Ésta, está formada por uno o más grupos de ataque con portaaviones que, con cazas y cazabombarderos embarcados, forman la principal fuerza ofensiva de EE.UU. Éstas son las unidades de convoy (con la tarea de protección antiaérea, anti-naval y antisubmarinos) mientras que completan la flota los grupos navales de ataque constituídos por embarcaciones dotadas misiles de crucero y grupos anfibios que, con batallones de marines embarcados, aportan una posible fuerza de desembarco. El número de unidades efectivas en la zona se encuentra en continua evolución: los simples navíos a veces son designados a tareas de fuerza y las nuevas formaciones son enviadas y retiradas de las operaciones según las necesidades. En los dos últimos periodos de mayor despliegue de la 5ª Flota, en 2003 y en 2007, los servicios de inteligencia indicaban la presencia de cinco portaaviones, nucleares (CVN) y no (CV). Para terminar, están las bases aéreas terrestres, como la de la isla de Diego García en el Océano Índico, que acoge bombarderos B-52 y B-2. El largo alcance de estas aeronaves permite que también sean utilizados en el Golfo Pérsico, a pesar de la gran distancia. Además, Estados Unidos también tiene desplegados numerosos grupos de asesores e instructores militares en varios países árabes de la región, los cuales proporcionan un apoyo que va más allá de la simple presencia en primera persona.

La presencia británica en la región ha visto un progresivo debilitamiento, causado principalmente por el cierre de la base principal en Basora. El principal contingente británico que queda es el Afganistán, con alrededor de 9.000 efectivos. De todas formas, Londres mantiene una cierta presencia en el Golfo con 8-10 navíos, y unidades de apoyo operativas entre el Golfo Pérsico y la península arábica, además de unidades de los Marines Reales. Por el contrario, la presencia francesa se encuentra en aumento sobre todo tras la apertura de una base aeronaval en los Emiratos Árabes Unidos, en mayo de este año. Ésto permite una mayor presencia y proyección de París en Oriente Medio, reduciendo el tradicional recurso a las estructuras logísticas de sus aliados. De todas formas, la base es de reducidas dimensiones, alojando apenas 400-500 soldados, entre la marina, la aviación y el ejército. A esta lista hay que añadir las fuerzas militares bajo el mando de la OTAN, actualmente operativas en Afganistán y el Líbano. Sin embargo, su mandato es por lo general muy restrictivo y no operativo fuera de los escenarios operativos actuales.

Las fuerzas árabes filo-occidentales
Los Estados árabes moderados, en los últimos años han mostrado su preocupación con respecto a la expansión de la influencia iraní en la región y su programa nuclear, firmando acuerdos con Washington acerca del abastecimiento de armas y equipamiento para modernizar sus fuerzas armadas. De hecho, la calidad de las tropas varía notablemente según los casos. Si por un lado Jordania posee un pequeño ejército bien adiestrado, considerado entre los mejores de la zona gracias al constante apoyo británico y estadounidense desde los años 30 del pasado siglo, por el otro, Arabia Saudí puede beneficiarse sólo de la eficiencia de las modernas brigadas mecanizadas de la Guardia Real. Más allá del adiestramiento y la preparación, parece improbable pensar en un empleo de éstos contingentes más allá de sus fronteras. Es necesario que las tropas se queden en sus respectivos países para mantener el control del territorio, proteger las infraestructuras y, en el caso de Arabia Saudí, asegurar que no se extienda la cercana guerra civil de Yemen, entre los chiítas rebeldes y el gobierno sunita. En este aspecto, sus acciones no son vistas como opuestas a los deseos occidentales. Garantizar un territorio interior seguro es de vital importancia para EE.UU y sus aliados, que necesitan de estabilidad para una constante afluencia de abastecimiento a las bases y así poder garantizar la seguridad, además de proteger las instalaciones petrolíferas y de gas natural de la zona. Un objetivo similar tienen las reducidas fuerzas navales locales, principalmente compuestas por navíos de reducido tonelaje y más adaptados a la vigilancia de las costas que a la intervención en verdaderos conflictos.

Desde el punto de vista aéreo se observan números relevantes, con más de 300 aeronaves sobre la mesa. Sin embargo, también en este caso sólo una parte es constituída por aparatos modernos. A pesar de ésto, EE.UU parece considerar que ésta es la única arma verdaderamente importante para hacer frente a Irán. En Arabia Saudí, la mayor parte de los 20.000 millones de dólares en armamento es destinada al abastecimiento de munición avanzada via satélite, misiles aire-aire y modernas aeronaves. De hecho, los Emiratos Árabes Unidos tienen un contrato para la compra de sesenta modernos cazabombarderos por parte de Francia. Parece clara la intención de mejorar la eficacia de la aviación como primera línea de defensa y como principal fuerza de reacción e intervención.

Fuerzas aparentes contra fuerzas reales
Incluso teniendo en cuenta sólo las tropas occidentales, el aparato militar descrito anteriormente parece enorme, y ésto contribuye a reforzar el sentimiento de acorralamiento percibido por Teherán. Sin embargo, no todas estas fuerzas pueden ser realmente empleadas contra Irán. Ante todo, es necesario recordar que las tropas terrestres desplegadas actualmente en Afganistán ya se encuentran empeñadas en combatir a los talibanes y a las milicias tribales rebeldes, tarea que les ocupa por completo. De igual manera, las formaciones en Iraq se encuentran ocupadas en un proceso de retirada progresiva del país, que terminará en 2012. Además, incluso en el peor de los casos, generalmente se descarta una acción terrestre contra Irán. Los motivos son muchos: ante todo, la invasión necesitaría una cantidad de efectivos bastante superior a la disponible en la zona, tanto por las dimensiones del país como por la capacidad del ejército iraní, el perfil orográfico que presenta numerosos obstáculos fácilmente defendibles y la necesidad de mantener y defender largas líneas de abastecimiento que deberían articularse en Arabia Saudí. La hipótesis de un ataque anfibio también crearía numerosos problemas de defensa para el desembarco y abastecimiento de las tropas. Además, la opción terrestre no tendría ventajas relevantes en la óptica de destrucción del programa nuclear: los lugares conocidos ya pueden ser golpeados y resultarían evacuados, mientras que los escondidos aún deberían ser localizados entre las montañas. La experiencia afgana ha mostrado la dificultad de tales acciones. Las pérdidas resultarían excesivas y se produciría un resentimiento excesivo, también en la población local que ahora se opone al gobierno de los Ayatolá. Todo esto hace que se descarte la presencia de las fuerzas terrestres en un posible conflicto contra Teherán.

Sin embargo, queda abierta la posiblidad aeronaval. Las fuerzas en la zona, que pueden ser reforzadas fácilmente sin necesidad de quitarle recursos a otras áreas, dispondrían de los elementos necesarios para organizar una ataque de bombardeos. Estarían disponibles bases sobre las que apoyarse, líneas de refuerzo relativamente seguras a través del mar y de los países árabes, bombarderos y naves lanzamisiles para golpear a los objetivos, cazas para abastecer el convoy. Es evidente que ésto también podría incluir el empleo de fuerzas especiales por tierra para individualizar los objetivos y recuperar los pilotos caídos.

No basta con tener un ejército imponente para ser capaz de llevar a cabo cualquier tipo de operación en la región, ante todo hay que tener un sistema de infraestructuras, bases, líneas de comunicación y un abastecimiento adecuado para permitirles actuar. En el caso de llegar a un conflicto con Irán, por el momento, sólo con la marina y la aviación sería suficiente y por lo tanto sólo la opción de los bombardos aeronavales parece viable, apoyada por acciones de comando. Sin embargo, cualquier operación debe enfrentarse a las dificultades de la individualización de los objetivos, la resistencia de los defensores y su capacidad de reacción.

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