lunes, 11 de enero de 2010

Rusia: evolución de la relación con los Estados Unidos

Las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos sufrieron un rápido enfriamento durante el segundo mandato presidencial de George W. Bush. La elección de Obama y su entrada en la Casa Blanca pueden dar lugar a la hipótesis sobre la mejora de las relaciones entre los dos países. Ha habido señales de un nuevo acercamiento, el último relacionado con el desarme, pero todavía existen diversas discrepancias, ligadas a dos visiones estratégicas que concuerdan en cierto punto.

La herencia de George W. Bush
En 2001, el día siguiente del atentado a las Torres Gemelas, se estableció la consolidación de las relaciones entre los Estados Unidos y Rusia. El entonces presidente Putin expresa una tremenda solidaridad a los EEUU aceptando la guerra contra el terrorismo de la administración Bush. La posición rusa fue dictada principalmente por exigencias internas. La lucha contra el terrorismo, según el Kremlin, coincidía con el separatismo checheno. Entre 2001 y 2004 Moscú manifestó un duro ataque contra el separatismo en Chechenia, confirmando el objetivo político de Putin, al menos durante el primer mandato, de resolver las cuestiones internas y consolidar un estado muy debilitado por el derrumbamiento de la URSS, presupuesto para el reposicionamiento ruso en la zona de operaciones internacional. Dicha actitud ha encontrado la confirmación en la regla política de Medvédev. Sin embargo el idilio con los Estados Unidos tuvo una breve duración y a partir de 2003 comenzaron a surgir los primeros elementos de fricción entre los dos países. Hay que examinar minuciosamente los principales acontecimientos procedentes de la presidencia Bush, útiles para comprender la complejidad actual de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. El primer elemento de fractura fue determinante en el área externa más cercana a Rusia, específicamente en Georgia, Ucrania y Kirguizistán, por la sublevación de la revolución colorada, indirectamente apoyada por Washington. Esto, junto al proyecto de prolongación de la OTAN, ha hecho resurgir en la cultura política rusa el histórico temor de la constatación.Hay otros elementos a tener en cuenta, el primero corresponde a las cuestiones de la independencia de Kosovo. A pesar de que Rusia siempre ha sido el aliado histórico de la Serbia Ortodoxa, se opuso firmemente a la independencia de esta región autónoma, pero al final tuvo que aceptar la prevalencia de la linea estadounidense. Entre tanta controversia han determinado desarrollar en Polonia y República Checa un sistema de defensa antimisiles. Sin menospreciar la importante guerra en Georgia en agosto de 2008, que ha llevado al reconocimiento ruso, la independencia de las regiones de Abjasia y de Osetia del Sur. La guerra en Georgia es relevante desde el punto de vista simbólico porque ha demostrado como Rusia sigue siendo un actor capaz de interpretar a nivel internacional, incluso sobre el plano militar.

Obama, ¿un nuevo inicio?
En el transcurso del 2008 la relación entre Estados Unidos y Rusia aparecía muy deteriorada y había causado una parálisis de las posiciones en ambas partes. La elección de Obama ha sido acogida por un lado de manera positiva en Rusia, donde el presidente Medvédev como el actual primer ministro Putin han visto la posibilidad de mejorar las relaciones entre los dos países, y por otro lado, la oportunidad de conseguir los intereses rusos en relación con los territorios colindantes. El mismo Kremlin y algunos analistas internacionales ven a Obama como a un Gorbachov americano sin fuerza política. En la rutina política recientemente encauzada, Obama parece tener intención de cambiar las relaciones actuales con Rusia, mostrando un mayor pragmatismo respecto a las anteriores administraciones. La voluntad del cambio americano es dictada por algunas exigencias prioritarias a la agenda política externa. Rusia representa al socio de primera importancia puesto que concierne a algunos problemas cruciales en las relaciones internacionales. El apoyo ruso podría convertirse en el más importante ante la gestión del dosier iraní, para estabilizar al país vecino y dirigir los conflictos congelados, principalmente concentrados en la región caucásica. Además Rusia permanece como un socio imprescindible para mantener el orden y la seguridad europea. La nueva adminstración se dirige al desarrollo de una relación de colaboración sobre determinadas temáticas buscando una propuesta innovativa ya sea respecto a la política adoptada por la presindencia Clinton con Eltsin, con la cual América pudo explotar su posición de poder en calidad de superpotencia, como la de George W. Bush, a partir de 2004, donde prevaleció la lógica competitiva. La actual secretaria de estado Hillary R. Clinton destacó las nuevas directrices de la política externa amerciana durante su discurso a la Comisión Externa del Senado, en enero de 2009, haciendo explícito su referencia al denominado smart power, concepto teórico elaborado por una comisión del CSIS guiada por Joseph Nye, padre del soft power, y de Richard Armitage, uno de los principales inspiradores del movimiento neocon. El análisis del CSIS sugería una mayor racionalidad y equilibrio ante el uso de los dos principales instrumentos de política externa: hard power (instrumentos militares o sanciones económicas) y soft power, la capacidad de un país para realizar sus propios intereses nacionales haciendo palanca sobre el poder "atractivo". La presidencia de Obama parece estar decidida a usar dicho instrumento teórico para señalar el antes y el después de la era Bush. Esto permitiría a los Estados Unidos destacar un planteamineto concentrado en la seguridad para aceptar una propuesta más realista basada, en el caso ruso, sobre un análisis comparado a los respectivos intereses nacionales. La tentativa de trazar un nuevo curso en las relaciones con Rusia apareció de forma evidente los primeros meses de la presidencia Obama y, en particular, ante el encuentro entre Clinton y el ministro de exteriores ruso, Sergey Lavrov en Ginebra (marzo de 3009). Durante el vértice, los jefes de las respectivas diplomacias, destacaron la voluntad de reconstruir una relación bilateral en cuanto a las determinadas áreas reconociendo que la colaboración recíproca sería útil para ambos países. Dicha cooperación recíproca debería comenzar con el respeto de los intereses relativos nacionales. La voluntad americana, por su parte, parecía invalidada por haber heredado una situación demasiado compleja. El dosier adjunto al ensachamiento de la OTAN, junto al conflicto en Georgia, representaban una pesada hipoteca en el desarrollo de la relaciones entre los dos países. No es casualidad que Rogozin, el representante ruso de la OTAN, el día después del encuentro en Ginebra, destacara como la palabra debería promover hechos concretos. Durante su primer año, la administración Obama modificó, al menos parcialmente, algunas de las decisiones políticas de George W. Bush enviando un claro mensaje a Rusia de querer respetar sus intereses vitales. La ampliación de la OTAN a Georgia y Ucrania no es, de hecho, una prioridad para los EEUU y, sin embargo permanecen en su declaración de intentos, pero dicha expansión no es cuestionable en un breve periodo de tiempo. La política Obama, además, ha frenado el proyecto de creación de un sistema de defensa de misiles en Europa del Este corriendo un tupido velo de incertidumbre alrededor de su futuro.

El nuevo tratado START
Una vez activo el personal de Obama en el conflicto con Rusia, han hecho posible que exista un clima de colaboración dentro del cual se incluye la posibilidad de negociar un nuevo Strategic Arms Reduction Treaty, puesto que prescribía el 5 de diciembre de 2009. El desarme representa una prioridad de la política de Obama y podría llevar a una serie de consecuencias a nivel internacional. La conclusión de dicho acuerdo podría constituir un incentivo para la cooperación con Rusia en relación a la no proliferación que en los últimos años ha ocupado de manera creciente la agenda política internacional. Un nuevo clima entre Estados Unidos y Rusia, sellado en el nuevo tratado START, que debería estar preparado en enero, podría dar lugar a una acción política en el conflicto de Irán y Corea del Norte respecto al tema nuclear. Por el momento sobre el trasfondo político permanecen dos sugerencias estratégicas diferentes y para la comprensión de esto último será la base para conseguir el éxito negociado. El desarme y un eficaz control de los arsenales nucleares forman parte tanto en el interés ruso como en el estadounidense. Para los primeros, parte de una condición diferente, para Rusia, el disuasivo atómico representa una conditio sine qua non para la arquitectura de su seguridad y no puede hacerse de menos. Al contrario, los Estados Unidos mueven desde otra posición las negociaciones en las cuales el arsenal nuclear tiene una importancia relevante menor ya que poseen una ventaja absoluta, en términos tecnológicos y logísticos, en cuanto a lo que concierne a las armas convencionales por el cual el desarme nuclear comporta costes minoritarios en términos de seguridad.

Las relaciones con Rusia continuan representando un pilar imprescindible de la política externa estadounidense. Las recientes evoluciones parecen confirmar una mejora respecto al pasado. Por el momento, no es posible trazar una evolución predeterminada de las relaciones entre los dos países, pero está claro que serán objeto de numerosas oscilaciones. Las propuestas seguidas por Obama, en relación a algunas temáticas precedentes y relacionadas con el tratado START, tienen un importante significado general. La actual administración parece estar orientada a restablecer las relaciones con Rusia. El suceso de la política americana en los conflictos con la Federación rusa será directamente correlativo al grado de pragmatismo y a la capacidad de poner en consideración el análisis de Henry Kissinger desarrollado en el volumen "Diplomacia" y recientemente retomada en algunos editoriales. Como la marginación de Rusia en la zona de operaciones internacional que no podía ser más que un hecho transitorio, aunque dificilmente, en un futuro próximo, Moscú podrá obtener el papel de gran potencia. Moscú aparece todavía inmerso en el papel de potencia regional y reviste, por ese motivo, una importancia fundamental para los Estados Unidos que son conscientes de que los beneficios no serán unilaterales. También Rusia necesita el apoyo occidental sobre todo a nivel financiero, una necesidad fuertemente agudizada por la etapa actual de crisis económica global.

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