jueves, 21 de enero de 2010

Haiti: el largo camino después de la tragedia

El impacto devastador producido por el terremoto que el pasado 12 de enero sacudió la isla de Haití, ha puesto en evidencia la debilidad del país a la hora de afrontar catástrofes de este tipo. Para la Organización de las Naciones Unidas, presente de forma sólida en el país con una misión de paz igualmente asestada, es necesario recapacitar sobre su disposición de preparación y asistencia. La reconstrucción del país comenzará desde dicha toma de consciencia.

Haití parece no tener arreglo, ni salvación. Heredera de una historia de revoluciones y pobreza, la primera República negra del continente americano trataba de recuperarse de los ciclones que en el verano de 2008 devastaron el país (pérdidas económicas en torno al 60% sólo en el sector agrícola, retroceso de 5 años en los índices del PIB y un millón de personas afectadas de las cuales 800 murieron) cuando el fuerte terremoto de magnitud 7,3 en la escala de Richter se abalanzó sobre la capital de Puerto Príncipe y las zonas circundantes.

El impacto del terremoto

Aún es pronto para cualquier balance pero ya se divisan las consecuencias que el seísmo causará sobre la sociedad y la economía del país. Los datos publicados por la ONU (actualizados el 19 de enero) estiman entre 50.000 y 70.000 el número de muertos y unos tres millones de personas afectadas por la catástrofe. Tanto es así, que la misma inseguridad sobre los datos disponibles es síntoma del caos que reina en la capital. Por ese motivo, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el pasado 18 de abril el envio de 3.500 militares adicionales procedentes de las Fuerzas de paz de la ONU (cascos azules) y UN Police.

La ciudad está destruida, en algunas zonas los porcentajes son del 90% (como Leogane al suroeste de Puesto Principe). Todos los esfuerzos de las organizaciones humanitarias y de la cooperación internacional se movilizan en torno al rescate del mayor número de supervivientes que permanecen bajo los escombros y a la asistencia de numerosos heridos. Después se movilizarán rápidamente para restablecer las necesidades básicas, entre las cuales se encuentran la protección, la salud y la alimentación. Pero delante de las dimensiones de la catástrofe catalogada por el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, entre las más importantes de la historia américana, es sin duda el incidente más grave que ha tenido lugar durante los doscientos años de indepencia haitiana, y es por eso que las miradas ya están puestas en el futuro. ¿Será capaz, el país más pobre del hemisferio occidental, desde hace años inmerso en una grave crisis social e inestable, de recuperarse de esta terrible tragedia?

Recuperación lenta y difícil

Además de la población como primera víctima de la tragedia, hospitales, ministerios y escuelas (pilares sobre los que se funda un estado) han sufrido todo tipo de daños. Muchos de estos edificios se han llevado con ellos la vida de numerosos médicos, maestros y especialistas de cada género. Para un país que antes de la catástrofe contaba, como principal desventaja para el desarrollo, con escasos recursos humanos y una frágil capacidad de gobernación, la consecuencia es hipotecar el futuro de su país.

Bajo estas circunstancias, la recuperación será lenta y más aún si nos referimos a una situación de estabilidad. La capacidad del gobierno (donde los principales exponentes como el presidente René Préval y el primer ministro Jean-Max Bellerive, son refugiados en la base militar de la ONU, situada en las cercanías del aeropuerto) se encuentra dominada por la falta de comunicación, electricidad y de los inhabitables edificios del gobierno. Se estima que pueden hacer falta meses e incluso años para restaurar el sistema de educación superior, comenzando por la reconstrucción de las tres universidades de Puerto Príncipe, dato que complica aún más cualquier tipo de proyección.

Durante una conferencia organizada por las Naciones Unidas el pasado mes de abril, la comunidad internacional se comprometió a donar 400 millones de dólares para ayudar a Haití a salir del subdesarrollo. Aunque la misma organización mundial ha salido profundamente perjudicada del terremoto, después del derrumbamiento del Cristopher, antiguo hotel donde la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) había establecido en 2004 su propio cuartel general. La mayor parte de los edificios pertenecientes al resto de las organizaciones, han sido destruidos o inaccesibles. El movimiento sísmico encontró terreno fértil en la frágil estructura de la ciudad. Construida sobre una ladera de la montaña en frente de la Bahía de Puerto Príncipe, a causa de la probeza imperante, la antigua "Perla de las Antillas" había presenciado en los últimos 20 años un aumento exponencial de su población, asentada en poblaciones y construcciones de lo más abusivas e inseguras.

Pero si esto es cierto, los límites de preparación y respuesta de las Naciones Unidas manifestadas de inmediatamente después del desastre (con una presencia de 9000 hombres, de los cuales dos tercios era personal militar) pueden contabilizarse como nuevos responsables. Ya que el riesgo de terremoto estaba bien documentado según las fuentes de la misma organización.
 

Naciones Unidas: reconstruir de nuevo y mejor

Por dichas razones surgen dudas sobre el futuro de la ONU en Haití, sobre todo cuando, con el tiempo, las operaciones de emergencia dejen espacio a la reconstrucción. Antes del impacto devastador, las Naciones Unidas, de forma justa, compartieron con el gobierno haitiano las riendas del país, sosteniéndolo antes las acciones aprobados con destino al desarrollo. El papel agregado a la MINUSTAH no era más que el de asegurar la estabilidad y la seguridad del país. Los días siguientes al desastre, el pueblo haitiano demostró tener valores y ser solidarios, puesto que la falta de comida, agua y otras privaciones, así como los riesgos de epidemias podrían convertir la situación aún más dramática en un futuro próximo. Una vez sofocadas estas dos consecuencias, la presencia de una misión de paz, privada de su jefe, el tunecino Heidi Annabi, fallecido en los derrumbamientos del Cristopher, podría desencadenar la reconsideración del papel de la orgnización en Haití. Sin embargo esta no es la perspectiva más probable. Al fenómeno en el que Haití fue el escenario de la primera catástrofe natural en la historia, que perjudica a la ONU en un país donde ya se habían instalado los "cascos azules", hay que sumarle el hecho, de que la reacción del comando militar bajo dirección brasileña fue demasiado lenta e ineficaz. Por este motivo el poder podría haber sido cedido a Europa y los Estados Unidos, puesto que Washington desplegó rápidamente 10.000 marines. Los cuales, a su llegada a la isla el 18 de abril, fueron avisados de que Brasilia no iba a derjarles dirigir la misión (en la que forman parte numerosos contingentes de Latino América).Dichos síntomas de críticas no quieren decir que la ONU no sea necesaria, al contrario, ya que las operaciones humanitarias dirigidas al desarrollo no podrían concebirse sin las diferentes agencias especializadas del organismo mundial. Numerosos países se han comprometido ya en enviar grandes ayudas para la recuperación del país caribeño. Además a principios de abril tendrá que celebrarse una nueva conferencia para asegurar que las atenciones internacionales no se desvanecen al concluir la crisis. Al respecto, hay dudas sobre las capacidades que tienen las instituciones haitianas para actuar ante tales cantidades de finanziamientos. Pero para los haitianos, las heridas no han sido sólo físicas y no cicatrizarán rápido. Los abundantes esfuerzos realizados los últimos años para intentar sacar el país de la inestabilidad y la pobreza, pueden ayudar a conseguir la recuperación.

El terremoto del 12 de enero no ha perdonado a nadie y ha sacudido indiferentemente a ricos y a pobres, a instituciones nacionales e internacionales. La solución se verá basada en la intención, la cooperación y la solidaridad. Sin embargo, son necesarias dos condiciones, por un lado la obligación no sólo importante si no también contínua y coordinada proveniente de la Cooperación Internacional. Al mismo tiempo, que los dirigentes haitianos, que han ocupado durante un largo periodo los últimos puestos en el ranking mundial de transparencia, tomen consciencia de la responsabilidad en la que están inmersos.

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