martes, 29 de septiembre de 2009

Afganistán: fraude electoral y nueva estratégica estadounidense

Las acusaciones de Gerry Mandering debilitan la victoria de Karzai mientras que la Comisión de Quejas Electorales busca una solución. Mientras tanto, Estados Unidos, trabaja en una nueva estrategia que no le conduzca al fracaso de la misión.

Según los primeros resultados definitivos de las elecciones afganas, Karzai, el Presidente saliente, ha resultado ganador otra vez con el 54,6% de los votos, seguido por el 27,7% de su adversario Abdullah Abdullah. Desafortunadamente, durante los primeros días de escrutinio ya llegaron las primeras acusaciones de fraude contra varios candidatos. Cuando la victoria de Karzai empezó a delinearse como casi segura, las denuncias de manipulación de votos aumentaron, incluso por parte de los organismos internacionales. Se acusó a sus simpatizantes de haber incluido votos ficticios en varias mesas electorales (parece que hubo papeletas que ni se abrieron); ha habido acusaciones de votos por poderes, de votos de menores de edad, de votos múltiples y de invalidaciones de votos de los rivales políticos. La Comisión de Quejas Electorales, apoyada por la ONU, ha ordenado el recuento de al menos un 10% de los votos. Si tras el recuento, el resultado que obtenga Karzai bajase del 50%, habría que recurrir a una segunda vuelta entre el Presidente y su rival Abdullah. En este caso, sin embargo, habría un problema añadido; pronto caerá sobre el país el gélido invierno y hará imposible el proceso electoral por lo que, para llevarlo a cabo, habría que esperar hasta la próxima primavera, dejando al país en una situación de gran inestabilidad política. También es cierto que el resultado actual no es muy creíble y podría no corresponder a la voluntad de los electores. Pero como la historia no se construye con hipótesis, muchas veces las elites políticas gestionan sus irregularidades de forma que presentan hechos consumados a la sociedad civil, sin que nadie tenga la opción de protestar. Karzai ha declarado en una entrevista a Le Figaro que “si hubo fraude en 2004, lo habrá hoy y lo habrá también mañana”. En conclusión, el Presidente ha afirmado que es inútil combatir contra uno de los problemas más importantes del gobierno y que la población tendrá que conformarse. Así que no hay que sorprenderse de que sólo el 38% de los ciudadanos con derecho a voto hayan acudido a las urnas, así como no hay que escandalizarse si la población pierde la confianza en sus propias instituciones o peor aún, se vuelve hacia otras “autoridades”, como los talibán, después de haber constatado que en cinco años de gobierno no se han construido hospitales, escuelas o diques. Estados Unidos, de momento, se mantiene en silencio. El hombre que habían elegido se encuentra en una posición crítica y los funcionarios estadounidenses tienen que lidiar con un gobierno que, por un motivo u otro, se considerará ilegítimo. En el caso de ir a una segunda vuelta, el esperar hasta la primavera significaría permitir que un gobierno que no ha sido reelegido permanezca en el poder durante un periodo superior al consentido, lo que indudablemente favorecería la inestabilidad política. Por otro lado, teniendo en cuenta que ha habido tantos ciudadanos que han visto falsificar votos delante suyo o incluso que se les ha negado su derecho al voto, sin poder reaccionar, si se logra mantener la situación bajo contro durante estos meses, se podría ofrecer a la población una nueva posibilidad para decidir. En cualquier caso, continúa siendo una situación de ilegitimidad. ¿Ilegitimidad durante siete meses o durante cinco años más? En este memento es difícil establecer si Karzai es, efectivamente, la verdadera elección del pueblo afgano. En una perspectiva a largo plazo, hay que asegurarse de que el resultado electoral se acerque lo más posible a la voluntad popular y que consiga tener, al menos, un cierto grado de legitimidad. Las perspectivas de una espera tan larga para obtener un resultado definitivo es muy peligrosa porque se corre el riesgo de que el país caiga en el caos. No obstante, hay que tratar de pensar a largo plazo, cinco años de un gobierno que no ha sido reelegido verdaderamente no hará otra cosa que dirigir a la población hacia las fuerzas no gobernativas, lo que haría aún más complicado el trabajo de las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán. Pensar a largo plazo podría ayudar tanto a la población afgana como a las tropas extranjeras.

Las dificultades de Estados Unidos

Sin embargo Estados Unidos, aunque esté decidido y presente militarmente, no puede hacerlo todo solo. En un momento en el que hay que reflexionar cuidadosamente sobre la estrategia a adoptar, Washington no puede contrarrestar a la guerrilla sin que el gobierno afgano acepte al mismo tiempo apoyar a los civiles, promoviendo su sustento y protección. Como ya hemos dicho, Washington no se ha pronunciado oficialmente todavía sobre el giro que están tomando los resultados electorales. Hay que tomar muchas decisiones y decisivas. El General McChrystal, comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, ha enviado un informe hace poco a Defensa donde destaca la necesidad de concentrar más tropas en el país. Según el general, si las fuerzas estadounidenses no aumentan, la guerra en Afganistán será un fracaso. Es una decisión difícil para el Presidente Obama que ya tiene que lidiar con las voces escépticas dentro del Partido Demócrata. La situación se complica aún más con las acusaciones de tráfico de estupefacientes que recaen sobre el probable futuro vicepresidente afgano, Fahim, mano derecha de Karzai en la campaña electoral. El gobierno que ha apoyado Estados Unidos los pasados años está sufriendo críticas muy duras debido a las acusaciones de tráfico ilícito y corrupción. Lo suficiente como para llevar al país a las elecciones. El problema es como afrontar los meses que precedan al nuevo proceso electoral, ya que las fuerzas estadounidenses y de la OTAN están en una situación bastante crítica. El Presidente Obama destaca por ahora que no tomará ninguna decisión precipitada y tratará de volver a elaborar una nueva estrategia lo antes posible, tratando de entender cuáles son las prioridades. En efecto, una decisión impulsiva podría hacer que todo se precipite en el caos, tal y como lo demostraron las decisiones del gobierno Bush. Sin embargo, cualquier cosa podría poner fin a esto de inmediato; se podrían adoptar las medidas que el general McChrystal se empeña en destacar, como la reducción de las pérdidas civiles a través de la disminución de los ataques aéreos, tratar de prevenir los errores de las fuerzas ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) que provocan estas pérdidas, concentrarse en el entrenamiento de las fuerzas afganas y en el programa contra la corrupción. En resumen, protección para los civiles y credibilidad para las fuerzas afganas y el gobierno. El problema es que algunos miembros del Partido Demócrata, y la opinión pública estadounidense en general, creen que todavía hay alguna forma de evitar la inversión de más fuerzas y más capital en Afganistán, pero no es verdad. El único camino posible es la reconstrucción del país: la legitimidad del gobierno, el entrenamiento del ejército, la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, la construcción de infraestructuras y la protección de los civiles. Para desarrollar todo esto es necesario dinero y cuanto antes entienda Estados Unidos que ésta es la única alternativa posible, primero se podrán poner en marcha las nuevas estrategias para la realización de este inmenso proyecto y el consiguiente éxito de la misión.

Conclusiones

A menudo, y en muchas ocasiones con razón, el mundo ha acusado de uniteralismo a Estados Unidos. En este momento sería útil adoptar un comportamiento coherente y mantener a las tropas estadounidenses de forma eficaz, promoviendo, no sólo las acciones militares, sino también la reconstrucción del país y la protección de los civiles. El gobierno afgano, sea el que sea, mientras tanto, deberá esforzarse en apoyar al aliado estadounidense en este proyecto, porque, al igual que Estados Unidos, no tiene otra alternativa, a menos que quiera devolver el poder a los talibán. Si tienen lugar otras elecciones, se podría comenzar a evitar los episodios de gerrymandering y fraude que ya han decepcionado lo suficiente a la población afgana.
 

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