lunes, 29 de agosto de 2011

Las Américas serán la capital mundial de la energía

Por Amy Myers Jaffe (*)

Durante medio siglo, el centro de gravedad mundial del suministro de energía ha sido Oriente Medio. Este hecho ha tenido enormes consecuencias para el mundo en el que vivimos y esto está a punto de cambiar.

En la década de 2020, la capital de la energía se habrá desplazado muy probablemente hacia el hemisferio occidental, donde estaba antes del ascenso de megasuministradores de Oriente Medio como Arabia Saudí y Kuwait, en los años 60. Las causas de este cambio son en parte tecnológicas y en parte políticas. Los geólogos saben hace mucho que las Américas albergan grandes cantidades de hidrocarburos atrapados en depósitos offshore (en el subsuelo marítimo) de difícil acceso, rocas de pizarra bituminosa en tierra firme, arenas petrolíferas y formaciones de crudo pesado. EE UU posee petróleo no convencional en cantidades que superan los dos billones de barriles, con otros 2,4 billones en Canadá y más de 2 billones en América del Sur, mientras que las existencias de petróleo convencional de Oriente Medio y Norte de África ascienden a 1,2 billones. El problema ha sido siempre cómo desbloquearlas desde el punto de vista económico.

Sin embargo, desde principios de 2000, la industria energética ha resuelto gran parte de ese problema. Con la ayuda de la perforación horizontal y otras innovaciones, la producción de gas bituminoso de Estados Unidos se ha disparado, en menos de una década, desde prácticamente cero a entre un 15% y un 20% del suministro nacional de gas natural. En 2040, podría representar más de la mitad. Este enorme incremento de volumen ha dado un giro radical a las conversaciones en la industria estadounidense de gas natural; si antes EEUU se las veía y se las deseaba para satisfacer las necesidades de gas natural del país, ahora le preocupa encontrar compradores potenciales para el superávit.

Mientras tanto la producción de petróleo en tierra firme en EE UU, condenada por los analistas a una inexorable decadencia durante dos décadas, está a punto de protagonizar una recuperación inesperada. La producción de petróleo de pizarra bituminosa, un proceso técnicamente complejo que implica extraer hidrocarburos de los depósitos sedimentarios, sólo está comenzando, pero los analistas prevén una producción de hasta 1,5 millones de barriles diarios en los próximos años, contando solo los yacimientos de las Grandes Llanuras y Texas, lo que equivale a un 8% del consumo actual de EE UU. Este avance hace que nos preguntemos qué más podría lograr la industria de energía de Estados Unidos si los precios permanecen altos y la tecnología sigue avanzando. Un aumento de la tasa de recuperación en antiguos pozos, por ejemplo, podría también frenar los declives anteriores. Además de todo esto, los analistas esperan entre 1 y 2 millones de barriles adicionales diarios provenientes del Golfo de México ahora que se está reanudando la perforación. ¿Pico del petróleo? No en un futuro próximo.                               
El panorama en el resto de las Américas es igualmente prometedor. Se cree que Brasil tiene capacidad para extraer 2 millones de barriles diarios a partir de yacimientos de aguas profundas de capas presaladas, depósitos de crudo encontrados a más de una milla bajo la superficie del Océano Atlántico que hasta hace un par de años eran tecnológicamente inaccesibles. Avances similares van a producirse en las arenas bituminosas de Canadá, donde se obtiene petróleo en minas a cielo abierto a partir de arenas alquitranadas y sería posible producir, tal vez, entre 3 millones y 7 millones de barriles diarios adicionales si el crudo pesado o el kerógeno, disponible in situ en EEUU pudiera producirse de forma comercial, un proceso que supone calentar la roca para conseguir bombear petróleo en forma líquida. No cabe duda de que estos adelantos tienen que superar obstáculos medioambientales y la industria está empezando a darse cuenta de que debe encontrar la forma de vencerlos, invirtiendo en fluidos de perforación que no sean tóxicos, técnicas menos invasivas de fracturación hidráulica y nuevos procesos de reciclaje del agua, entre otras tecnologías, con la esperanza de reducir el impacto medioambiental de las perforaciones. Además, al igual que la industria petrolera de Estados Unidos, una China sedienta de petróleo ha reconocido también el potencial energético de las Américas, invirtiendo miles de millones en Canadá, EE UU  y América Latina.

Mientras, Oriente Medio y África del Norte, sacudidas por las revoluciones, pronto se enfrentará a una verdad incómoda sobre su legado de combustibles fósiles. Los cambios de Gobierno en la región han provocado históricamente bruscos y duraderos descensos en la producción de petróleo. La producción petrolífera de Libia nunca ha recuperado los 3,5 millones de barriles diarios que generaba cuando el Coronel Muammar Al Gadafi derrocó al rey Idris en 1969; al contrario, lleva tres décadas estancada  en los 2 millones diarios y ahora se acerca a cero. Irán producía más de 6 millones de barriles diarios en los tiempos del Sha, pero la cifra cayó estrepitosamente por debajo de los 2 millones de barriles diarios a raíz de la Revolución Islámica de 1979. No pudo recuperarse de forma significativa durante la década de 1980 y sólo ha escalado hasta los 4 millones en los últimos años. La producción de Irak también ha sufrido durante sus muchos años de agitación y ahora se sitúa en 2,7 millones de barriles diarios, por debajo de los 3,5 millones que extraía antes de que Sadam Husein llegara al poder.

La primavera árabe va a complicar más aún las cosas: una interrupción al estilo de 1979 en las exportaciones de petróleo de Oriente Medio no puede descartarse fácilmente, ni los paros o huelgas de trabajadores petroleros involucrados en el zeitgeist [espíritu de la época] político de la región. En total, más de 21 millones de barriles diarios de petróleo están en juego: una cuarta parte de la demanda mundial. El auge en las Américas, mientras tanto, debería llevar a reflexionar a los autócratas de Oriente Medio; Tal vez no puedan contar con un constante aumento de los precios del petróleo para calmar a sus inquietas poblaciones.

Esta reordenación de la geopolítica impulsada por los hidrocarburos ya está ocurriendo. El petropoder de Irán, Rusia y Venezuela ha retrocedido  ante las abundantes provisiones de gas natural de América: el superávit de recursos en las Américas está obligando a los otros proveedores extranjeros a buscar compradores en Europa y Asia, haciendo más difícil que esos exportadores se afirmen mediante la dureza de una “diplomacia” energética. La industria de la energía de Estados Unidos también podría proporcionar a Europa y China la ayuda técnica necesaria para aprovechar sus recursos no convencionales, aliviando su necesidad de plegarse a Moscú o al Golfo Pérsico. Así que vigile esta área: EE UU puede volver a tomar las riendas el sector energético.

Directora del Foro Energético del Instituto Baker de la Universidad de Rice y coautora de Oil, Dollars, Debt, and Crises: The Global Curse of Black Gold (Petróleo, dólares, deuda y crisis: la maldición Mundial de oro negro).

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