lunes, 22 de agosto de 2011

La recesión que se viene

Por Carlos Garramón (*)

En el primer trimestre del año, el FMI y los analistas más optimistas intentaron convencer al mundo de que la economía global había iniciado una senda de crecimiento y recuperación. Datos sobre confianza del consumidor, desempleo y estancamiento del sector inmobiliario en EEUU reflejados en el crecimiento del producto durante el segundo trimestre del año: 1.3%, conformaron un cuadro de pesimismo agudo y desataron los temores de que la economía ingresaba en una faz de contracción.

Como estocada final, S&P recalificó la deuda del Gobierno de EE.UU. de AAA a AA+, rompiendo de esta forma setenta años de reconocimiento mundial hacia sus bonos soberanos y poniendo un velo de desconfianza sobre el principal activo de reserva de que disponía el sistema financiero internacional.

Este escenario se oscureció aún más con el agravamiento de la crisis financiera y política en Europa, fundamentalmente como consecuencia de la crisis fiscal en Italia, que se ha visto forzada a implementar un plan de austeridad fiscal con recortes de 40.000 millones de euros, para recibir, junto a España, compras de sus bonos soberanos por 35.000 millones de dólares.

Los mercados reaccionaron con pánico y altísima volatilidad ante el temor de que las advertencias de una segunda recesión se hiciesen realidad, o que en el mejor de los escenarios los países centrales ingresasen en un prolongado período de languidez , confirmado por Ben Bernanake al declarar que se mantendrán las tasas de interés a nivel de casi cero en EE.UU. hasta el 2013.

El pánico se disipó en parte la semana pasada pero el vértigo de la caída y la generalización del derrumbe a todos los valores -con excepción del oro, las commodities alimentarias y los bonos soberanos de EE.UU, alertaron sobre la instantaneidad con la que la globalización del mercado de capitales, generaliza el contagio a todas las bolsas del mundo.

Alertaron también qué sucederá globalmente si el pánico se transforma en realidad y como predijo Nouriel Roubini, la economía global ingresa en recesión en el segundo semestre del 2011. Su último artículo en el Financial Times del 7 de agosto se titula Mission impossible: Stop another recession

Ahora bien, ¿dónde estamos parados, mas allá de las oscilaciones bipolares del mercado de capitales, y qué debemos esperar que suceda en los próximos meses?

Responder a la primera interrogante - la caracterización del estado de situación de la crisis a agosto del 2011- requiere una aclaración: felizmente no podemos dar una respuesta global. En el transcurso de la crisis, la economía mundial ha afianzado su multipolaridad. En un esfuerzo simplificador hoy encontramos al menos seis realidades económicas que muestran situaciones y comportamientos diversos: EE.UU.; Europa; Asia; las economías emergentes; los países en vías de desarrollo; y el mundo subdesarrollado.

Sin lugar a dudas el peso específico de cada una de ellas sobre el producto mundial es marcadamente distinto, y en consecuencia el impacto de lo que suceda en cada una de ellas sobre la economía global será significativamente diferente. En el contexto de esta aclaración, lo que sucede en EE.UU. y Europa es determinante a nivel global, aunque cada día con un impacto relativamente menor sobre los países que integran las restantes categorías.

A medida que la crisis avanza y se profundiza, las economías emergentes y los países en vías de desarrollo productores de commodities blindan sus economías del contagio de nuevos deterioros en los países centrales. En consecuencia, ni la caracterización, ni las predicciones futuras son directamente extrapolables de EE.UU. y Europa, a los BRIC ni a América Latina, ni a muchos países de Asia, como lo eran cuatro años atrás cuando la recesión mostraba sus primeras evidencias.

Por lo tanto, iniciemos este difícil ejercicio de síntesis sobre la caracterización de la situación HOY, por el centro del sistema que representa el 40% del producto y el 50% del consumo. Mediante guerras, estímulos y salvatajes, que han insumido casi tres trillones de dólares, los EE.UU. se encuentran en una crisis fiscal y de endeudamiento sin precedentes. Su deuda soberana igualó el producto y su déficit fiscal alcanzó el 9% del mismo.

Pero más grave aún, su restricción fiscal se enfrenta a un desempleo del 9.1% y a una desaceleración pronunciada de su economía. Desempleo y contracción en el plano socioeconómico, y debilitamiento del liderazgo presidencial en el plano político, conspiran para que el liderazgo mundial de EE.UU. y su perfil de potencia global se vean seriamente debilitados. Europa, aún sin cerrar el telón sobre la tragedia griega, enfrenta nuevos desafíos, últimamente desde países cuya incidencia en la Zona Euro es relevante: España, Italia e incluso Francia.

El endeudamiento soberano, y el de su sistema financiero privado, no soportaron las irresponsabilidades fiscales y de adquisición de riesgo, que sustentaron artificialmente una inversión y un consumo disociado del nivel de productividad correspondiente a la pertenencia a una moneda única: el Euro - cuyo valor real se sustenta en la eficiencia productiva de Alemania -.
En síntesis, endeudamiento, severa restricción fiscal, debilitamiento del sector financiero, austeridad, depresión económica, desempleo y crisis política, conforman el sombrío paisaje en el centro del sistema económico capitalista mundial.

Como contrapartida, las economías emergentes se han caracterizado a partir del 2009 por una expansión económica sostenida, estructurada en torno a un flujo creciente de inversión extranjera directa. Crece el valor se sus exportaciones, el consumo interno y disminuye el desempleo y la pobreza.

Sin embargo, este alentador escenario ha evidenciado problemas en otras facetas de la economía: inflación y reevaluación de sus monedas, como consecuencia del flujo de capitales que huye de las economías avanzadas y busca oportunidades en China, Brasil, India, Rusia, y otros países ricos en recursos naturales y productores de materias primas. El resto de las economías en vías de desarrollo, o subdesarrolladas, se dividen en aquellas que disfrutan del viento a favor que les genera ser productoras de materias primas, o el hambre que se generaliza como resultado de la sostenida suba del precio de los alimentos, en aquellos países que deben importarlos.

Ante este panorama de crisis global, pero de realidades fragmentadas, observamos reacciones diversas. Los países centrales tratan de calmar desesperadamente sus agentes económicos: EE.UU. aumenta el techo de su endeudamiento y como en un mundo de fantasía intenta desprestigiar a S&P porque desdibujó el monto de la deuda en 2 billones. Obama, inicia una gira en el bus one para recuperar liderazgo, y dar un código de austeridad (?).

Sin embargo, la realidad es hoy, a partir del debate en el Congreso por el techo de la deuda, más clara que nunca: el monto de la deuda es enorme, cancelarlo trasciende generaciones y los recortes fiscales debilitarán inexorablemente los programas sociales y la capacidad de defensa militar, situación que atenta contra el núcleo psicológico de la sociedad norteamericana: el miedo a lo no-norteamericano, agudizado por el terrorismo musulmán. Europa intenta calmar a los inversores y defender al agonizante Euro.

¿Qué sucederá en los próximos meses?: un período de anemia económica en las economías centrales, como consecuencia de una austeridad generalizada que puede rápida y sorpresivamente transformarse en recesión.

Si sucediese, el contagio al resto de los países será inevitable, como lo fue en 2008, a pesar de que tres años después la mayoría de las economías - al menos Latinoamérica y Asia - estén en una posición más sólida, fundamentalmente en cuanto a nivel de endeudamiento y situación fiscal se refiere.

Para América Latina el impacto dependerá de cual sea la proporción del precio de las commodities que se explica por factores especulativos, y no por las fuerzas de la oferta y la demanda, la cual a nuestro juicio es sólida, aunque puede sufrir un debilitamiento en la medida en que China reduzca su pauta de crecimiento que en julio decreció al 7.6% anualizada.

El impacto del debilitamiento o la recesión será menor aún en los países productores de commodities alimentarias, lo cual nos lleva a concluir que el MERCOSUR tiene una formidable oportunidad en los próximos años ya que el flujo de inversiones y capitales acompañará esta suerte de desacople de la crisis global.


(*) Ingeniero Agrónomo de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, Master en Economía Agraria de la Universidad Católica de Chile, PHD(C) en Economía Agraria de la Universidad de California, Campus Berkeley. Funcionario y consultor en OEA, ONU, FAO, FIDA, BID y Banco Mundial.

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