lunes, 29 de noviembre de 2010

Las cuentas de la muerte

Por Josep Fontana (*)

Mientras Estados Unidos da por acabada su actuación en Irak, se ha agudizado el debate acerca de las víctimas causadas por estos años de guerra.
La estimación más citada es la de una organización llamada Iraq Body Count (IBC) que, sumando los datos que aparecen en la prensa iraquí en lengua inglesa, ha ido publicando cálculos que llegan actualmente a unos 100.000 (más exactamente, a una cifra entre 98.691 y 107.708).

Como en los documentos publicados por WikiLeaks en octubre pasado aparecían unos 15.000 muertos que no figuraban en la base de datos de IBC, se dijo que la organización aceptaba redondear a 150.000; pero, como puede ver cualquiera que consulte su web, sigue manteniendo en la actualidad su estimación de 100.000. Dado que el procedimiento adoptado por IBC no es muy fiable, parece claro que la única razón de que se le otorgue tanto crédito es que permite minimizar el problema.

Porque hay otro procedimiento más serio de hacer estas cuentas, que es el que emplean los epidemiólogos, interrogando a las familias que habitan en una amplia muestra de hogares. Este es el que siguió un equipo de la Bloomberg School of Public Health de la Universidad Johns Hopkins, colaborando con la Universidad Al-Mustansiriya de Bagdad. El resultado, que se publicó en la revista médica The Lancet, concluía que entre marzo de 2003 y julio de 2006 había habido en Irak 654.965 muertes de más (esto es, que no se habrían producido de no haber ocurrido la guerra), de las que el 91,8% habían sido violentas. La investigación se basaba en un método que estos epidemiólogos habían aplicado también al Congo y a Darfur, cuyos resultados fueron generalmente aceptados. No ocurrió lo mismo con los referidos a Irak, que fueron recibidos con una oleada de críticas que van desde el desprecio del presidente Bush a una serie de objeciones de técnica estadística. Un año más tarde, Opinion Research Business, una empresa británica de encuestas sin ninguna connotación política, realizó una investigación semejante que, tras una segunda etapa de entrevistas adicionales, le permitió publicar en enero de 2008 una estimación de 1.033.000 muertos. En esta ocasión las cifras no se criticaron, simlemente se silenciaron.

Uno de los problemas que se presentan para aceptar las estimaciones de IBC es que no concuerdan con el número de viudas que hay en Irak. Si, según The New England Journal of Medicine, el número de los varones muertos, una vez descontados las mujeres y los niños, es de unos 56.000, ¿cómo explicarse que haya 744.000 viudas? La solución que se ha encontrado consiste en suponer que la mayoría serían esposas de soldados muertos en la guerra contra Irán de los años ochenta. Lo cual resulta improbable, puesto que la situación de estas mujeres, de las que sólo unas 120.000 reciben una magra ayuda del Gobierno, es dramática, abocadas como están a la mendicidad o, como sabemos que sucede también en Afganistán, al suicidio. ¿De verdad se puede creer que tengan una supervivencia de 25 a 30 años tras haber enviudado? Pero es que aceptar que un número considerable de ellas lo sean desde 2003 obliga a elevar la cifra de los soldados muertos. Según los cálculos del MIT Center for International Studies, si la mitad de estas mujeres han enviudado en la guerra actual, el cálculo de los varones muertos se elevaría a más de 555.000, a los que habría que añadir las mujeres y los niños fallecidos como consecuencia de las privaciones o de la violencia directa.

Y ya que hemos hablado de privaciones, bueno será recordar que antes de 2003 Irak sufrió ya 12 años de sanciones en lo que H. C. von Sponeck, coordinador humanitario de las Naciones Unidas en Irak, ha calificado como una forma de guerra diferente . Interpretando de un modo restrictivo la prohibición de comprar materiales que pudieran utilizarse para la guerra, se impidió a los iraquíes adquirir ambulancias y medicamentos o reparar los sistemas de depuración del agua, con unas consecuencias gravísimas para la salud y la vida de sus habitantes y en especial de los niños, que se vieron privados de vacunas contra la hepatitis infantil, el tétano y la difteria, con el argumento de que contenían cultivos vivos que podían usarse para desarrollar armas bacteriológicas. Según una estimación que UNICEF publicó en 1999, las sanciones fueron responsables de que, desde el fin de la primera guerra del Golfo, hubiese cada mes 5.000 muertes de niños menores de cinco años que habrían podido evitarse con una atención médica adecuada. La tasa de mortalidad infantil, que en 1990 era en Irak del 50 por mil, llegó en 1998 a 125 por mil, más del doble. El profesor Richard Garfield, de la Universidad de Columbia, calculó que las sanciones podrían haber causado medio millón de muertes.

Ante una realidad semejante, ¿cómo se puede aceptar que se siga manteniendo la ficción de los cien mil muertos? Si a unas cifras más realistas añadimos el aspecto cualitativo que nos da la documentación recientemente publicada que habla de torturas practicadas con la plena tolerancia de Estados Unidos, cuando no con su colaboración , tendríamos que llegar a la conclusión de que lo que ha habido en Irak no ha sido una guerra, sino una de las peores matanzas de la historia: un genocidio cuyos responsables deberían ser llevados ante los tribunales.


(*) Historiador. España
--

El fracaso del G20

Por Alejandro Nadal (*)

La reunión del G-20 en Corea concluyó en un estrepitoso fracaso. El superficial comunicado está plagado de errores y promesas falsas. Es mal presagio de lo que vendrá.
Para empezar, no se alcanzó ningún acuerdo sobre los problemas más importantes que aquejan a la economía mundial, ni siquiera en lo que se refiere a la llamada guerra de divisas. En su comunicado final los líderes del G-20 acordaron fortalecer la flexibilidad en los tipos de cambio para que reflejen de manera más precisa los rasgos fundamentales de las economías, y dejaron claro que buscarán que las fuerzas del mercado determinen las paridades.

Hay dos problemas con estas ideas. Primero, los flujos de capital y las políticas de esterilización hacen que la idea de un mercado en el que se fija de manera más certera la paridad cambiaria sea una quimera. No existe tal mercado en el que se llega a determinar algo así como un tipo de cambio de equilibrio. Lo que sí existe es un espacio económico apto para dar rienda suelta a la especulación.

Segundo, la flexibilidad cambiaria no sirve como indicador sobre el estado de salud de una economía. Muestra de eso es precisamente la economía mexicana, en la que los flujos de capital han permitido mantener un peso fuerte en el contexto de una economía enferma. La razón es que con una liberalización financiera absoluta, los flujos de capital responden más a los diferenciales de rendimientos reales entre economías que a otra cosa. Su preferencia por la nuestra no es más que un reflejo de los bajísimos (o nulos) rendimientos reales en otros países.

La verdad es que aquellas líneas fueron insertadas en el comunicado final a insistencia de Estados Unidos y estaban dirigidas a China, país que regularmente interviene para mantener su moneda subvaluada. Pero Pekín insiste en que su política cambiaria se orienta en el sentido indicado por el comunicado final.

Por otro lado, los líderes del G-20 condenaron solemnemente llevar a cabo devaluaciones competitivas de sus divisas. Este pasaje se incluyó para recordarle a Estados Unidos que muchos países no ven con buenos ojos su política monetaria hiperflexible y, en especial, la inyección de liquidez recientemente anunciada por la Reserva federal. Se dice que la delegación estadunidense quiso cambiar la palabra devaluación por subvaluación. Eso era algo más que un refinamiento semántico, pues lo que buscaba era revirarle la carga del mensaje a Pekín.

La realidad es que casi la única medida constructiva para contrarrestar la recesión es precisamente la flexibilización cuantitativa de la Fed. Quizás no es lo mejor en el contexto actual en Estados Unidos, pero como dicen muchos experimentados analistas (incluyendo a Nouriel Roubini y Chris Whalen) en vista de que no habrá otro estímulo fiscal, es ya casi lo único que se puede intentar.

Claro, la flexibilización cuantitativa hace que se reduzca el valor del dólar y se aprecien el euro y el yuan. Y en el G-20 se dejó notar el malestar. Sin embargo, las cosas empeorarían si la economía estadunidense se contrajera todavía más, porque las exportaciones del resto del mundo sufrirían. Ni hablar, no se puede dejar contento a todo mundo al mismo tiempo.

Antes de la reunión el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, publicó un artículo en primera plana del Financial Times haciendo un llamado para introducir un nuevo sistema monetario mundial basado en un patrón oro modificado y un papel menos importante para el dólar. En este artículo reconoce que el sistema monetario que emergió de la conferencia de Bretton Woods dejó de ser viable. El nuevo sistema monetario estaría basado en relaciones de cooperación y debería incorporar al euro, el yen, la libra esterlina y el yuan, junto con el dólar, como las monedas de reserva internacional. Las reglas del nuevo orden seguirían estando basadas en la liberalización financiera y el oro sería la referencia para las expectativas sobre inflación y deflación, así como para la paridad real de esas monedas.

Zoellick argumenta que su propuesta está basada en el reconocimiento del papel de las potencias emergentes y de los rivales del dólar en la economía mundial. Pero no dice nada sobre las verdaderas causas de la decadencia del dólar como la principal o dominante moneda de reserva internacional. En especial, no toma en cuenta el hecho fundamental de que la utilización de estas unidades como referentes de las transacciones y pagos internacionales es una forma de perpetuar la contradicción que conlleva usar monedas nacionales como reserva internacional. Es lo que el G-20 no puede reconocer.

La verdad es que asistimos a la desintegración de un sistema monetario mundial. La experiencia histórica nos dice que las transiciones a nuevos sistemas monetarios internacionales han estado asociados con guerras de grandes dimensiones. El fracaso del G-20 está en su incapacidad para reconocer la necesidad de transitar de manera pacífica un nuevo esquema de relaciones monetarias internacionales.


(*) Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso

--

El declive de Occidente

Por Roberto Savio (*)

El último G20 ha demostrado que estamos lejos de una gobernabilidad global. Es evidente que los intereses nacionales, aunque interdependientes, tienen prioridades diferentes y que ya pasó la era en que Occidente podía imponer su voluntad a los países emergentes.

Más bien habría que reflexionar sobre una paradoja: la globalización puede reducir el peso de Occidente más de lo previsto.

Los gobiernos tienen un cierto control sobre la economía real. En cambio las finanzas, tanto a nivel local como global, nadie las controla. El símbolo de esta situación bien puede ser el presidente estadounidense Barack Obama.

Obama lo pasó mal en Seúl. No logró un acuerdo de libre comercio con Corea del Sur, porque no puede hacer ninguna concesión sabiendo que el nuevo Congreso no aceptará nada que no represente un triunfo para Estados Unidos.

El G20 ignoró su pedido para un acuerdo sobre un equilibrio entre exportaciones e importaciones a nivel global. Más aun, ha tenido que escuchar un coro de críticas a la decisión del Banco de Reserva Federal de una expansión monetaria de 600.000 millones de dólares.

Esta revuelta no tiene precedentes. El mundo estaba acostumbrado a que EEUU, cada vez que tenía una crisis, la solucionaba imprimiendo moneda. Como resultado, hoy hay 22 dólares en el mundo por cada dólar en Estados Unidos. No obstante, acabado el equilibrio de la guerra fría y la amenaza roja , el líder del mundo ha quedado desamparado. EEUU no puede pensar en solucionar sus serios problemas económicos exportándolos.

Hoy los electores quieren bajos impuestos, uno de los motivos de esta gran aglutinación heterogénea que es el Tea Party, que ha juntado ciudadanos blancos de todo EEUU, ansiosos por mantener el American Dream.

Lo que no está en el debate, es que Washington -así como algunos países de la Unión Europea- no puede seguir viviendo más allá de sus recursos.

Como resultado, la deuda federal, que era de 41% hace dos años, según la Oficina del Presupuesto del Congreso llegará a 90% del PNB en 2020. Solo los intereses de la deuda sumarán 900.000 millones de dólares por año.

Los países occidentales están viviendo por encima de sus recursos, sin que a nadie le preocupe. La novedad es que desde Ronald Reagan y pasando por Bill Clinton, se han ido desmantelando las reglas impuestas por Franklin Delano Roosevelt tras el crack de Wall Street en 1929. En consecuencia, el mundo está siendo atravesado por un enorme flujo de capitales especulativos, que no tienen ningún control real.

Basta señalar que el total de las transacciones bursátiles es diez veces superior al volumen de toda la producción de la economía real de bienes y servicios, cuyo objetivo es producir y vender. Las finanzas, en cambio, tienen por objetivo ganar lo máximo posible en el menor tiempo posible.

El mundo financiero está convencido de que el euro es frágil, porque Europa esta paralizada en su gobernabilidad y por su falta de una visión común. Grecia, que ha presentado presupuestos falsos durante varios años, para gozar de los subsidios europeos, ha sido el primer blanco de la especulación. Una gigantesca maniobra europea la ha salvado de la quiebra. Pero la búsqueda de la especulación sigue, y va a tener bajo control todos los países, en particular España, Portugal e Irlanda.

El lema de fondo es cortar al déficit fiscal. Nadie se preocupa del déficit social, que está llevando EEUU a situaciones centroamericanas. En uno por ciento de los norteamericanos más ricos se concentra casi 24% del ingreso nacional, contra 9% en 1976. En 1980, un administrador de una gran empresa ganaba 43 veces más que un empleado medio. En 2001, esta diferencia se multiplicaba por 531 y ahora estamos en cerca de 800 veces.

¿Por qué una parte importante de las victimas del déficit social defiende los privilegios de este uno por ciento? Por la misma razón por la cual quieren eliminar la reforma de la salud. El Estado no debe inmiscuirse en la vida de los ciudadanos, en un país construido con el trabajo individual y no con la ayuda estatal. EEUU no es Europa, que es socialista . El capitalismo puro le devolverá la gloria del siglo pasado.

En esta fuga de la realidad, las voces de la razón son vanas. Thomas Friedman, desde The New York Times, pedía que se entendiera que si EEUU no vuelve al esfuerzo de educación y de investigación que le era propio, no podrá mantener su puesto en el mundo.

En Europa, la fuga de la realidad ha tomado el camino de la xenofobia y de la caza al inmigrante. Según la ONU, Europa necesita por lo menos 20 millones de inmigrantes para mantener competitividad internacional y poder financiar las jubilaciones de sus propios ciudadanos.

Sin embargo, los partidos xenófobos han condicionado la política en algunas naciones nórdicas, símbolos de la tolerancia y del civismo, y están en el gobierno en países tan variados como Italia y Holanda.

Jean-Claude Juncker, primer ministro y ministro de Finanzas de Luxemburgo, dijo algo muy revelador: Sabemos todo lo que tenemos que hacer, pero si lo hacemos perdemos las próximas elecciones .

Lo que habría que hacer es eliminar la especulación, para que los países logren gradualmente llevar los ciudadanos a una economía más justa, que reduzca los consumos y modifique el estilo de vida. Sobre esto, no se ha levantado ni una sola voz.

Indira Ghandi decía que un optimista es un pesimista sin todos los datos. Con estos datos, es tiempo que se empiece a discutir como reducir el déficit social, abriendo un debate sobre una sociedad mas justa, con consumos equilibrados, en lugar de cabalgar las angustias de los ciudadanos, diciéndoles la verdad: no podemos seguir como antes.

Occidente ya no puede pagar sus déficits gracias a la explotación de las otras regiones del mundo. Esto ha funcionado por cinco siglos. Pero ahora, ya no funciona más.


(*) Periodista, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).
--

El suicidio del Tigre Celta

Por Mike Whitney (*)

Irlanda podría ser el próximo Lehman Brothers. Eso es lo que ha inquietado a los mercados.
Si los dirigentes irlandeses se niegan a aceptar el rescate del nuevo instituto de estabilidad financiera (EFSF, por sus siglas en inglés) de la Unión Europea, entonces los tenedores de bonos no se verán obligados a aceptar recortes en los rendimientos de sus inversiones, lo que llevará a los bancos alemanes y franceses a quedarse cortos de capital. Los réditos de los bonos crecerán rápidamente, lo que ralentizará la actividad en los mercados crediticios.

Una quiebra irlandesa movería centenares de miles de millones de dólares en los mercados de derivados financieros de impagos crediticios (CDS, por sus siglas en inglés), lo que llevaría a sus contrapartes a la quiebra y a un efecto dominó a través del sistema financiero. El contagio se difundiría por Portugal, Grecia, España e Italia, ampliando el diferencial de réditos de los bonos y obligando a los gobiernos a incrementar el volumen de sus empréstitos solicitados al Banco Central Europeo (BCE). La actividad empresarial estornudaría, el desempleo crecería y encogería el crecimiento. Estaríamos en puertas de un segundo desplome financiero.

Pero nadie cree que eso vaya a ocurrir. La mayoría cree que Irlanda se "tragará el medicamento", ahorrando toda pérdida a los tenedores de bonos. Los dirigentes irlandeses prefieren aceptar una década de medidas austeridad impuestas por la UE y la consiguiente pérdida de soberanía, antes que abandonar el euro y empezar de cero y sin imposiciones. Resulta decepcionante. El euro no está concebido para subvenir a las necesidades de los países más pequeños y menos industrializados, como Irlanda. Esos países necesitan su propia moneda, más flexible y capaz de mitigar los efectos de los ciclos bajos. Pero los dirigentes irlandeses son prisioneros de la idea de una Europa unida. Así que trocarán la independencia por la que lucharon durante siglos por un castillo en el aire y la elusiva promesa de prosperidad.

El Estado irlandés ha hecho suyas las deudas tóxicas de sus principales bancos privados. Desgraciadamente, esas deudas sobrepasan holgadamente los ingresos del Estado. De acuerdo con Robert Preston, de la BBC, los pasivos son "equivalentes a un opresivo 700% del PIB, si sumamos la deuda del sector privado y la del sector público". Hasta ahora, el BCE ha contribuido a mantener operativos los bancos irlandeses suministrando 130 mil millones de euros de liquidez de emergencia. Pero los mercados mayoristas ya no aceptan la deuda irlandesa como colateral, y los réditos de los bonos se disparan. Los políticos irlandeses dicen tener todavía fondos suficientes hasta mediados del próximo año, pero eso no incluye la financiación de los bancos. Lo cierto es que, si el BCE dejara hoy mismo de prestar a los bancos, el sistema se vendría debajo de la noche a la mañana.

De modo que la situación se hace más tensa a cada día que pasa. Aun así, todo el mundo espera que el ministro de finanzas, Brian Lenihan, ceda y acepte un rescate. Eso significa trasladar todas las pérdidas al contribuyente irlandés.

Pero ¿qué ocurriría si Lenihan se plantara y decidiera reestructurar la deuda, en vez de tomar dinero prestado del EFSF? El periodista de la BBC antes mencionado, Rober Preston, fantasea con esa posibilidad en un artículo recientemente publicado por la cadena británica. He aquí un extracto:
"La banca angloirlandesa y los bancos irlandeses a ella asociados tendrían probablemente que declararse insolventes. Y ( ) muchos miles de millones de euros que los contribuyentes irlandeses han inyectado ya en esos bancos quedarían de todo punto depreciados

"Eso movería entonces enormes cantidades dinero cobradero por los suscriptores de los derivados financieros de impagos crediticios (CDS), los contratos de seguro contra deudas hechos por prestamistas y especuladores. Esos dineros generarían ingentes pérdidas en las instituciones financieras, incluidos los bancos, que suministran la cobertura de los CDS

"Incluso sin el multiplicador de pérdidas que son los mercados CDS, el impacto de los recortes en la deuda resultarían dolorosos para la banca británica e internacional. De acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales, el préstamo total de los bancos no irlandeses a los bancos irlandeses ronda los 170 mil millones de dólares, de los cuales los bancos británicos proporcionaron 42 mil, los bancos alemanes, 46 mil, los bancos estadounidenses, 25 mil y los bancos franceses, 21 mil." ["Ireland: How much punishment for British and international banks?", Robert Peston, BBC.]

Si Irlanda abandona el euro, se abrirán las puertas del infierno. El Estado irlandés tendrá que emitir una nueva moneda, a sabiendas de que sus deudas seguirán denominadas en euros de valor mucho más alto. Eso aumentará su carga deudora. Y se verá bloqueado en la captación de capital por los mercados de bonos hasta que se haya puesto al corriente con las viejas deudas. En el mejor de los casos, le tomaría una década o más salir del pozo y restaurar su credibilidad ante los mercados. Por otra parte, se habría librado de la camisa de fuerza del euro y habría logrado reestablecer su soberanía. Eso no es moco de pavo, ¿pero vale realmente la pena?

El periodista Peter Osborne echa un vistazo al asunto de la soberanía en un artículo recientemente publicado en el Telegraph. Va un extracto:

"No puede negarse que Irlanda ha perdido su estatuto de nación soberana. Gracias a su desastroso enmarañamiento en el euro, ha perdido toda independencia en política interior, exterior y, sobre todo, económica. La nación irlandesa es la criatura de Bruselas y del Banco Central Europeo. El primer ministro irlandés se ha convertido en un procónsul destinado por Bruselas en Dublín. Brian Lenihan, el ministro de finanzas, es como el gestor ultramarino de una filial de Bruselas. Para quienes amamos Irlanda, esto es miserable y deprimente, pero hay que recordar que análogo destino aguarda a muchos otros países europeos. Grecia ya está haciendo lo que le dictan el FMI y el BCE; pronto ocurrirá lo mismo en Portugal y, a su debido tiempo, en España." ["Ireland has lost its sovereignty and is now the creature of Brussels thanks to the euro", Peter Oborne, Telegraph.]

No está solo Osborne en la idea de que Irlanda comete un error permaneciendo en la Unión Europea. El columnista del Telegraph Ed West ve las cosas de la misma manera, pero describe la alianza UE/Irlanda en términos todavía más sombríos, como un "pacto suicida":

"Irlanda siente una atracción histórica hacia Europa continental como liberadora del yugo británico, pero el vínculo es tal vez aún más profundo, remontándose a los monjes que preservaron la civilización occidental durante las épocas obscuras. Irlanda, más que la mayoría de países, se siente profundamente europea, y su catolicismo fue siempre una parte de eso. No es pura coincidencia que cuando el catolicismo comenzó a declinar, Irlanda adoptara una ideología substitutiva, el sueño de Bruselas. O el pacto suicida más enorme del mundo, como creo yo

"¿A qué empeñarse durante 800 años en sacudirse el yugo británico para terminar bajo la espada de la UE? Dicho esto, nadie en Irlanda va tan lejos en la oposición a la UE como el UKIP [Partido por la Independencia del Reino Unido] o muchos conservadores tories

"El proyecto europeo era una idea utópica fundada, no en la lógica práctica, sino en una visión idealista, y tenía un solo propósito en mente: la unión política total. En el camino hacia ella, sus arquitectos han mentido repetidamente a la opinión pública, particularmente en el proceso de creación de una sola moneda, cosa para la que la lógica más elemental sugiere la necesidad de una unificación política previa."Ireland's smug, Euro-loving elite has led their country to ruins 'Little Englanders' saved ours", Ed West, Telegraph.

La crisis financiera se ha llevado por delante buena parte del simulacro que rodeaba a la UE de los 16 países. Ninguno de ellos sigue ya chachareando sobre el final de las guerras y sobre un presente y un futuro de prosperidad compartida. El foco se ha desplazado hacia la necesidad de que los trabajadores se aprieten el cinturón y hacia la habilitación de paracaídas de oro para banqueros y tenedores de bonos. En otras palabras, las elites están librando la implacable guerra de clases de siempre, sólo que, esta vez, parapetados tras la fachada de la unidad europea. ¿De verdad quiere Irlanda ser parte en esa farsa?

Es hora de que Irlanda abandone la UE y dé plantón al Superestado mal nacido. Debería haberlo hecho hace muchos años.


(*) Es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.
--

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ecos de la guerra de las drogas

Christina Larson es  profesora en la cátedra Bernard L. Schwartz de la New America Foundation.

Mi hotel en las afueras de Puebla, una ciudad de 1,3 millones de habitantes en el centro de México, mira a un ondulado campo de golf bordeado por palmeras y, tras él, una transitada autopista flanqueada por concesionarios de Mazda y Mercedes. El centro histórico tiene arquitectura colonial española. Las áreas más nuevas de la ciudad presumen de subdivisiones cercadas, outlets de la cadena de productos de bricolaje Home Depot y centros comerciales. Yo he llegado para asistir a una conferencia sobre tecnología, "Ciudad de las Ideas”, ahora en su tercer año, que cuenta con lumbreras internacionales de la talla de Malcolm Gladwell y Chris Anderson como oradores. Éste es el México del primer mundo, tan refinado y cosmopolita como cualquier otro lugar de Estados Unidos o Europa. Esta parte de la élite de la sociedad mexicana presente en la conferencia luce iPhones y bolsos de Chanel, bebe café de Starbucks, y, tras escuchar que yo soy estadounidense, habla sin parar sobre sus vacaciones en Miami y San Diego.

En otras palabras, no estoy en el México de los periódicos, el México que ha sufrido de una manera tan obvia los estragos producidos por la brutal guerra del narcotráfico en el país durante la última media década. Las clase intelectual está alejada no sólo geográficamente sino, según parece, psicológicamente, de las horribles imágenes que hemos podido ver en las noticias este año, en su mayoría del norte del país: 13 jóvenes asesinados en una fiesta de cumpleaños en la ciudad fronteriza de Juárez; adolescentes reclutados por los cárteles de la droga que blanden sus machetes en vídeos caseros de torturas; cuerpos decapitados abandonados sobre la blanca arena de las playas de Acapulco; los cadáveres cosidos a balazos y con los ojos vendados de seis ex camellos pudriéndose junto a una carretera de la costa con notas escritas a mano por los asesinos (una táctica para intimidar a los miembros de las bandas rivales). Se calcula que, desde 2006, unas 30.000 personas han muerto por la violencia que emana de la actividad de los cada vez más poderosos cárteles de la droga de México. “No es sólo la cantidad de violencia lo que es terrible, es la naturaleza espectacular de esta violencia, el elaborado estilo de las ejecuciones”, dice el periodista mexicano Sergio Sarmiento. Es el mayor estallido de violencia desde la revolución mexicana hace 100 años, tantos los nuevos miembros de las bandas como las víctimas parecen volverse cada vez más jóvenes –lo que ha dado lugar a que se comience a hablar de una “generación perdida”.

Aproximadamente el 90% de la violencia se ha producido en un puñado de condados del norte, muy lejos de las piscinas y las villas protegidas por rejas de Puebla. Sin embargo, estos dos Méxicos –el privilegiado y el desesperado– no están tan separados como pudiera parecer. La violencia del narcotráfico no llega muy a menudo a Puebla, pero los líderes de los carteles de la droga –como otros empresarios mexicanos de éxito— sí lo hacen. En septiembre, uno de los más famosos jefes de un cártel del país, Sergio “El Grande" Villarreal Barragán, fue arrestado en Puebla por 30 soldados. “Se percibe a Puebla como un lugar que está en gran medida libre de violencia –lo que seguramente debe de ser tan atractivo para un señor de la droga como lo es para mí–”, escribió en el New York Times Pedro Ángel Palou, novelista residente en esta ciudad. No obstante esa percepción está cambiando: “En cierto sentido, nosotros también estamos atrapados en Puebla. En mi barrio, donde las carreteras están todavía sin asfaltar, vivimos tras altos muros y vallas electrificadas o alambradas… cualesquiera que sean los extremos a los que estemos dispuestos a llegar para preservar nuestra tranquilidad, al final la violencia traspasa”.

En México D. F., hablé con Gabriella Gomez-Mont, artista y senior fellow del programa TED, que explicó así los ecos culturales de la violencia del narcotráfico: “Ver muerte y violencia cada día en la televisión y los periódicos, ¿crees que eso no afecta a la gente? Algunos se sienten directamente amenazados, pero para otros simplemente abre un imaginario de violencia. Hay una sensación de impunidad que sienten los ciudadanos. Incluso los crímenes no relacionados con la droga… se están volviendo más violentos”.

Yo no vine a México para informar sobre las guerras de la droga. Pero hoy es imposible visitar cualquier parte de este país, incluso Puebla, y no reconocer cómo el miedo y la desesperación han permeado todos los aspectos y niveles de la vida mexicana.

"Gracias por venir. No muchos estadounidenses vienen a vernos estos días”, dice Luis Echarte, presidente de la Fundación Azteca América y antiguo director financiero de TV Azteca, una de las principales cadenas de televisión del país. Estábamos sentados en una sala de conferencias en las oficinas principales de TV Azteca en México D. F., justo tras acabar de hacer una visita a los alegres estudios de un popular programa matinal en el que mujeres de largas melenas y ensayado entusiasmo hablaban exaltadas sobre cómo organizar la mejor despedida de soltera. Yo no había mencionado las guerras de la droga, pero fue, implícitamente, el primer tema de conversación. “La situación no es tan mala como parece en las noticias, pero estamos teniendo algunos problemas graves en algunas ciudades”, afirmó Echarte. “Gracias de nuevo”, dijo mientras me marchaba. “Es muy difícil conseguir que los estadounidenses bajen hasta aquí”.

Nadie entiende del todo cómo las cosas pasaron a ponerse tan mal, tan rápidamente, o por qué la violencia es mucho más espectacular y truculenta que aquella también relacionada con las drogas en lugares como Colombia. Entre los políticos con los que hablé, algunos dicen que el perfil alto de la campaña de “guerra contra las drogas” que desde 2006 ha llevado a cabo el presidente, Felipe Calderón, contra los jefes mexicanos del narcotráfico como Villarreal Barragán sólo ha servido para disparar la violencia, porque eliminar a los líderes de los cárteles simplemente aviva la rivalidad entre los aspirantes a sucederles y las bandas de la competencia. Otros sostienen que la violencia habría aumentado independientemente de las políticas del Presidente, debido a la existencia estimada de unos 7 millones de “ni nis” –jóvenes que ni trabajan ni estudian y tienen pocas oportunidades de ganar dinero al margen de los cárteles— víctimas tanto de la floja situación de la economía como de los depredadores jefes del narcotráfico.

Algunos dicen que detener la demanda de las drogas ilegales que entran de contrabando en EE UU, por ejemplo legalizando la marihuana, ayudaría a contener el problema. Otros sostienen que si no fueran las drogas sería otra cosa (los cárteles mexicanos solían traficar con hachís e incluso electrodomésticos) –en otras palabras, el problema no es tanto las drogas como el crimen organizado.

Y respecto a qué sucederá a partir de ahora, a algunos les preocupan las implicaciones en materia de derechos humanos de la noción popular de que esto es “el 11-S de México”, una tragedia nacional que justifica que se aumente el poder de la policía (a las fuerzas de lucha contra el crimen de México ya se les ha otorgado una mayor flexibilidad para detener a sospechosos y para hacer uso de pruebas obtenidas mediante escuchas telefónicas en los tribunales). Otros dicen que la histórica debilidad de las instituciones mexicanas y de la sociedad civil crearon las condiciones iniciales para que floreciera la ilegalidad.

Tomemos como ejemplo a Juárez, ahora tristemente célebre como la ciudad más violenta del país. Se trata de una población fronteriza del norte situada en una muy importante ruta del narcotráfico. Y quizá igualmente significativo es el hecho de que fuera una de las ciudades más afectadas por las transformaciones económicas que comenzaron en México en los 60 y 70, y que se aceleraron tras la entrada en vigor del NAFTA en 1994. Los trabajadores se trasladaron desde el sur y el centro de México a Juárez, donde encontraron empleos para los que apenas se requería formación en las recién abiertas maquiladoras, fábricas que pagaban sueldos muy bajos y manufacturaban productos para exportar al norte de la frontera. Los hijos de estos emigrantes internos –contemporáneos de los líderes de los cárteles de la droga de hoy— crecieron sin modelos a imitar y con muy poco que los vinculara a la comunidad.

“En Juárez, pensaron que lo único que importaba era tener un trabajo. Pero uno no puede ver la verdadera dimensión de la pobreza tomando en consideración sólo el empleo”, explica Cecilia Balli, profesora adjunta de Antropología en la Universidad de Texas en Austin (EE UU) que ha pasado tiempo en Juárez entrevistando a funcionarios locales y a víctimas de la violencia relacionada con las bandas. “Lugares de México como éste nunca desarrollaron el imperio de la ley; [este tipo de ciudades] no incorporaron a los pobres a ninguna clase de proceso democrático. Hay sencillamente capas y capas de dejadez: social, psicológica, abandono económico”. Su investigación le ha llevado a creer que los jóvenes y los desempleados de México están incluso más desconectados de la sociedad que sus equivalentes por todo el mundo. Juárez es un caso que sobresale especialmente, pero otras ciudades maquiladoras del norte han estado también entre las más susceptibles a la captación por parte de los cárteles y a una violencia terrible.

Este año, México conmemoró el 200 aniversario de su independencia. Pero las celebraciones se estropearon. En Juárez, poco después del desfile de celebración, un fotógrafo de un periódico local –supuestamente amigo del hijo de un investigador local de temas de derechos humanos— fue abatido a tiros en mitad de la tarde. Incluso al margen de la reciente violencia relacionada con las drogas, hay un elemento de pesimismo que reina en la narrativa nacional y que inmediatamente llama la atención al visitante. “Nosotros en cierto momento fuimos un país muy rico”, en palabras del periodista Sarmiento. “Cuando Estados Unidos estaba construyendo cabañas de madera, nosotros en México teníamos enormes y resplandecientes ciudades. Entonces comenzaron a suceder cosas; comenzamos a cometer errores, comenzamos a vivir por debajo de nuestro potencial… Todavía no hemos averiguado qué es lo que hicimos mal en los últimos 200 años, qué es exactamente lo que no marcha en México”.

Sentada en el interior de la fuertemente custodiada residencia presidencial de Los Pinos, en México D.F, esperando para hablar con uno de los asesores de Calderón, examiné los retratos de los bigotudos héroes nacionales que me miraban desde lo alto de sus marcos dorados. ¿Cómo contestarían ellos a la pregunta de Sarmiento? El palacio transmitía una sensación de búnker, pero no porque las guerras de la droga se parezcan a “una insurgencia”, como dijo en septiembre la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, –ya que es claro que la mayor parte de la violencia está dirigida hacia las bandas rivales no al Estado. Pero está también claro que la guerra contra el narcotráfico de México no puede ser considerada únicamente como una cuestión de seguridad pública; afecta al conjunto de la sociedad. Y se debe implicar a la sociedad entera si se pretende acabar con esta guerra alguna vez.
--

Los tesoros culturales más extravagantes

Max Strasser y Mohammad Sagha son investigadores de FP

¿Son elementos vitales del Patrimonio de la Humanidad el queso brie y las baguettes, el chile y la tortilla de maíz? Recientemente, la Unesco, la organización de la ONU dedicada a la cultura, añadió la experiencia gastronómica francesa y mexicana a la lista mundial de tesoros intangibles. Estos son 10 de los fichajes más chocantes de la lista.

Festival de lucha de Kirkpinar
País: Turquía

¿De qué va? Una vez al año, los hombres turcos se reúnen en la ciudad de Edirne, en el oeste del país, se ponen sus mejores pantalones de piel de búfalo resistente al agua, se embadurnan de aceite de oliva y pelean sobre la hierba. El ganador del torneo, que se celebra cada verano desde hace casi 650 años, es declarado baspehlivan  o luchador líder. Pero no se trata sólo de forcejeo y manchas de césped. Acuden miles de personas de todas partes de Turquía para disfrutar de la música, la poesía y los desfiles, además de asistir a este antiguo y grasiento espectáculo deportivo.

La resolución de la Unesco dice que el festival está “fuertemente enraizado en la comunidad como un símbolo de la identidad y la continuidad, el cual enaltece las virtudes de la generosidad y la honestidad y fortalece los vínculos de sus integrantes con la tradición y la costumbre, contribuyendo a la cohesión social y la armonía”. Pero desde fuera da bastante grima.

La procesión de danzantes de Echternach
País: Luxemburgo

¿De qué va? En toda Europa, el martes después de Pentecostés está señalado de muchas formas, incluso con reuniones de oración y servicios religiosos especiales. Pero en la ciudad de Echternach, cerca de la frontera de Luxemburgo con Alemania, lo que hacen es bailar. Los orígenes de la procesión danzada son confusos -puede que fuera una adaptación de las tradiciones paganas-, pero el caso es que se realiza desde el año 1.100. Alrededor de 8.000 danzantes, divididos en 45 grupos (el clero al frente, seguido por los jóvenes y finalizando con los más mayores) salen de la plaza central de Echternach, ejecutan sus pasos por las calles de la ciudad y terminan con una ceremonia en la basílica. Una banda de música acompaña en directo a los danzantes, tocando una giga (baile antiguo que se ejecutaba en compás de seis por ocho, con aire acelerado).

Según la Unesco, la procesión de danzantes proporciona a los participantes y observadores “un sentido de continuidad e identidad”. O un latigazo en la espalda.

La danza de las tijeras
País: Perú

¿De qué va? Puede sonar a accidente seguro, pero los peruanos bailan con tijeras desde el siglo XVI, cuando unos indígenas empezaron a realizar una competición de baile acrobático con estos instrumentos cortantes en las manos, mientras estaban supuestamente poseídos por los espíritus.

Hoy, esta tradición ha emigrado con los indígenas peruanos de los pueblos de los Andes a las zonas urbanas. Los grupos de danzantes, conocidos como cuadrillas, llevan trajes de colores y saltan por el aire con dos tijeras, acompañados por música de arpa y violín. Aunque los sacerdotes españoles les acusaron de estar poseídos por el diablo, la representación es ahora una ceremonia habitual en las fiestas católicas.


La tecnología de los juncos chinos
País: China

¿De qué va? El gigante asiático ha sido famoso por sus astilleros desde la dinastía Han, en concreto, sus juncos (embarcaciones pequeñas usadas en las Indias Orientales). Estas barcas, que empezaron a construirse en la provincia de Fujian, revolucionaron la construcción naval, en gran parte gracias a sus mamparos estancos, que evitaban que se viniera abajo todo el barco si se inundaban algunas secciones del casco. El mamparo estanco sigue siendo un elemento importante de la seguridad de los buques de hoy, desde los cruceros a los veleros.

Los artesanos chinos siguen fabricando juncos de madera, empleando alcanfor, abeto y técnicas tradicionales, pero los barcos de acero dominan el mercado, amenazando con dejar obsoleto un trabajo artesanal que ahora se reconoce.

Torres humanas
País: España

¿De qué va? Entre los encierros y las tomatinas (peleas de tomates en toda una ciudad), España es famosa por varias  actividades colectivas un tanto excéntricas. La tradición de la construcción de torres humanas, sin embargo, es la que más interesa a la Unesco. El castell es una antigua tradición de las fiestas catalanas. Tan importante es que fue presentada en la muestra española de la Exposición Universal de Shanghai 2010.

Los catalanes compiten por formar la torre humana más alta, trepando los miembros de cada equipo sobre los hombros de sus compañeros. Los conjuntos practican durante meses a la espera de que lleguen las principales festividades de Cataluña. A veces, los castells pueden tener una altura de 10 pisos, coronados con frecuencia por niños. La Unesco considera estos arriesgados juegos de yenga humano [o de Torre de Babel] una "parte integrante" de la identidad catalana.

Desfile de campanilleros de Kastav
País: Croacia

¿De qué va? Esta tradición se celebra durante el carnaval que precede la Cuaresma, y tiene un claro carácter pagano. Vestidos como plantas y animales (incluido un oso bromista),  los hombres del área que rodea la pequeña ciudad de Kastav, en el noroeste de Croacia, merodean por el bosque, queman basura, tocan campanillas y chocan entre sí.
 
Cuando uno de estos proyectos de teatro itinerante llega a un pueblo, los participantes hacen sonar sus campanillas con fuerza en el centro de la ciudad hasta que los vecinos salen y les dan de comer. Es un poco como el “truco o trato” estadounidense pero para los adultos y con una destrucción sin sentido añadida. Sin embargo, la Unesco lo considera una “manera de fortalecer los lazos dentro de la comunidad”.

Teatro de marionetas siciliano
País: Italia

¿De qué va? Los sicilianos se toman en serio sus títeres. Los teatrillos de marionetas, que a menudo funcionan como negocios familiares, surgieron en el siglo XIX. En la representación habitual, se representan historias basadas en la literatura medieval, la poesía del Renacimiento y la vida de los santos. La verdad, no son cosas que gusten a todos los niños. Un teatro de marionetas es lo que ocurría, para los medios de comunicación italianos, antes de de que el primer ministro, Silvio Berlusconi, fuera el dueño de la mayor parte de ellos.

Como ocurre con muchas formas tradicionales de arte, “el turismo ha contribuido a reducir la calidad de las interpretaciones”, según la Unesco. Un momento: ¿resulta que es culpa de los turistas que los títeres hayan perdido popularidad?


Procesión de gigantes y dragones
Países: Bélgica y Francia

¿De qué va? Los cuentos de hadas cobran vida en Bélgica y Francia. Desde el siglo XIV, las celebraciones de estos países cuentan, a menudo, con figuras enormes (de hasta más de 2,5 metros de altura) que representan a personajes históricos, bíblicos y, a veces, contemporáneos. Y dragones. Los vecinos pasan meses construyendo las efigies en previsión de los grandes festivales. Hacen falta hasta nueve personas para llevar las figuras. Se han visto gigantes bailando valses por las calles.
 
Aunque la Unesco asegura que los gigantes no están en peligro de extinción, sí “sufren de una serie de presiones, tales como cambios importantes en los centros urbanos y el incremento del turismo”. Parece que Bruselas aún no se desenvuelve bien con los códigos de accesibilidad para gigantes y dragones.


La lengua de silbidos de La Gomera
País: España

¿De qué va? Estos canarios no son aves, pero se comunican por silbidos. Los habitantes de la pequeña isla de La Gomera se habla entre sí con un encadenamiento de silbidos. Para un extraño, probablemente suene como una melodía ininteligible o el canto de un pájaro, pero el silbo gomero, como se conoce este lenguaje, se basa en diferencias mínimas de tono y continuidad. E incluso se enseña en las escuelas de la isla. Escuche una muestra aquí.
 
La Unesco sostiene que esta lengua es una “contribución especial para el patrimonio cultural” de las Islas Canarias. Para los aficionados a los piropos callejeros ofensivos de las ciudades: ya es hora de que mejoréis vuestro pasatiempo. 

Sanké Mon
País: Malí

¿De qué va? Los habitantes de la ciudad de San pasan cada segundo jueves del séptimo mes lunar metidos hasta la cintura en el pantano de la ciudad. En una ceremonia que celebra la fundación de su ciudad, la gente de San dedica más de quince horas a caminar por el estanque con redes de malla y a capturar peces. Esta celebración de la pesca se inicia tras el sacrificio de cabras y gallos para los espíritus del estanque y, como en cualquier fiesta de este tipo que se precie, después llegan las canciones y los bailes.

Por desgracia, según la Unesco, las jóvenes generaciones de Malí no están tan interesadas como sus antepasados en el rito de la pesca. Además, factores ambientales como la escasez de precipitaciones y el desarrollo urbano pone en peligro los pantanos locales. Podría pensarse que tener a toda la ciudad revolcándose en ellos durante quince horas tampoco debe de ayudar mucho.
--

Afganistán pasa por Cachemira

Ahmed Rashid es periodista paquistaní y su obra más reciente es Descent Into Chaos: The U.S. and the Disaster in Pakistan, Afghanistan, and Central Asia.

El presidente estadounidense, Barack Obama, intentó con todas sus fuerzas evitar decir esa palabra que empieza por P –Pakistán– en su reciente viaje a India. No mencionó este país ni una sola vez durante sus breves comentarios en conmemoración de los atentados de Bombay de 2008, para disgusto de los expertos indios. Anduvo con pies de plomo en lo que respecta a este tema durante un encuentro, con formato de preguntas y respuestas, que mantuvo con estudiantes. Y en su discurso ante el Parlamento de India dos días más tarde recibió escasos aplausos cuando desafío a los legisladores del país a apoyar a un Pakistán “que es estable, próspero y democrático”.

Por mucho que todos los comentaristas indios puedan sentir que Estados Unidos está totalmente predispuesto favorablemente hacia su vecino del noroeste, están pasando por alto un hecho clave: a medida que el desenlace en Afganistán se aproxima, las relaciones entre Washington e Islamabad han descendido a sus peores niveles desde 2001. En el corazón de esta crisis hay años de abandono y deriva por parte de EE UU -y la determinación del Ejército paquistaní de resistir a la presión estadounidense destinada a poner fin a sus lazos con los talibanes afganos.

Durante casi una década, no ha habido avances en el propósito estadounidense de mejorar las relaciones entre Nueva Delhi e Islamabad, o en sus intentos para persuadir al Ejército paquistaní de que trate a todos los grupos terroristas como si fueran igualmente culpables. La dirección de los Servicios de Inteligencia (ISI) del Ejército todavía permite a los grupos terroristas afganos y de Asia Central operar desde suelo paquistaní y se niega a poner freno a las organizaciones terroristas antiindias que operan desde la provincia de Punjab, incluyendo a Lashkar e Taiba, que lanzó los ataques de Bombay en 2008. Las Fuerzas Armadas paquistaníes admiten que no ha perseguido a Al Qaeda en Pakistán desde 2006.

Este dañino abandono ha permitido a los militantes extranjeros radicalizar a las tribus pastunes de Pakistán, que ahora han unido fuerzas con los grupos militantes de Punjab -con el propósito de derrocar al Estado paquistaní. No obstante, los estrategas del país todavía creen que pueden aplastar a los militantes que se desarrollan en su territorio a la vez que mantienen a los talibanes afganos como una fuerza que usar desde la distancia para un acuerdo final en Afganistán.

Si eso suena ilusorio, lo mismo sucede con el fracaso estadounidense a la hora de abordar la crisis con sinceridad. Durante siete largos años, el presidente George W. Bush trató al ex líder paquistaní Pervez Musharraf como un aliado y un héroe, cuando lo que se necesitaba era una política mucho más calibrada y realista. Estados Unidos también negó las demandas públicas paquistaníes de democracia.

El sucesor de Bush reconoce totalmente el problema, pero tiene todavía que dirigir a Pakistán en una dirección más razonable. El libro de Bob Woodward Obama's Wars demuestra cómo, desde muy pronto, el presidente estadounidense vio un “cáncer” en Pakistán que estaba llevando al fracaso de EE UU en Afganistán. Pero sus asesores estaban enfrentados entre sí sobre qué hacer al respecto. Tras dos años de presidencia de Obama, las ideas de Washington sobre Pakistán siguen siendo tan confusas como antes, a pesar de los miles de millones de dólares en nuevas ayudas y una nueva determinación para reconocer los problemas más abiertamente.

El mayor error de Estados Unidos es no reconocer la casi fatal obsesión de Islamabad con India. El general Ashfaq Parvez Kayani, jefe del Estado Mayor de Pakistán, y sus comandantes están más ocupados con la supuesta expansión india en la región que cualquiera de sus predecesores. Kayani ha expresado frecuentemente su filosofía “indiocéntrica” en materia de seguridad. Se ha negado a lanzar una ofensiva en Waziristán del Norte, donde residen la mayoría de los líderes talibanes afganos, bajo la excusa de no querer mermar la fuerza del Ejército paquistaní en el frente indio. Señalar hacia la amenaza que supone el país vecino es conveniente para Kayani: le permite explicar por qué no puede hacer más en la frontera afgana y le ayuda a conservar la lealtad de los oficiales de baja -y media- graduación, que están cada vez más enojados por verse obligados a luchar la guerra de Estados Unidos. Pero sus temores sobre India están además profundamente arraigados en la mentalidad de las Fuerzas Armadas paquistaníes, lo que exigirá que se produzcan importantes avances por parte de Nueva Delhi antes de que ésta pueda cambiar.

Antes de ser elegido, Obama sugirió que intentaría resolver la rivalidad indiopaquistaní, y la disputa en Cachemira que la alimenta, declarando en la revista Time que era una de las “tareas cruciales” de su presidencia. No hace falta decir que eso no ha sucedido -y no mencionó la palabra que empieza por “C” ni una sola vez durante su discurso en el Parlamento. Mientras EE UU permanecía callado sobre Cachemira, ha estallado una nueva rivalidad indiopaquistaní: la batalla por la influencia en el panorama posterior a la retirada de Estados Unidos, que se ha manifestado ya en los ataques terroristas dirigidos a diplomáticos indios y a los obreros de las carreteras en Afganistán y, según asegura Pakistán, en los disturbios en Baluchistán patrocinados por Nueva Delhi.

Obama no puede permitirse seguir ignorando esta enemistad mortal. Alguna declaración pública rotunda, no únicamente cautelosos mensajes privados o retórica estándar sobre la mejora de las relaciones entre estos dos vecinos, podría servir como llamada de atención. No puede haber paz en Afganistán a menos que Nueva Delhi e Islamabad se sienten a hablar sobre un enfoque común tanto hacia la cuestión de Kabul como a la de Cachemira, en vez de negociar librando una guerra mediante intermediarios.

El verdadero cambio real en la región sólo podrá producirse, sin embargo, cuando Estados Unidos ofrezca su pleno apoyo a las negociaciones entre el Gobierno afgano y los talibanes. Facilitar simplemente las conversaciones no es suficiente –sólo Estados Unidos tiene el poder para hacer cumplir un acuerdo– pero los generales estadounidenses se resisten a una mayor implicación. Hay que debilitar primero a los talibanes, argumentan los generales. El peligro es que esta estrategia, incluso si funcionara, haría emerger una cúpula talibán mucho más implacable y radicalizada con vínculos más estrechos con Al Qaeda, haciendo las negociaciones prácticamente imposibles.

Pakistán intentará dominar cualquier futuro acuerdo. Sin embargo, en el transcurso de lo que es muy probable que sean largos y penosos debates, Islamabad se verá sometido a una enorme presión para suavizar sus demandas -lo cual, dada la debilidad del Estado paquistaní, y si se uniera a un planteamiento más realista por parte del Ejército y a un mayor diálogo con India, es muy probable que haga.

El problema es el Pentágono. Si los generales de Obama se salen con la suya -y en un inquietante paralelismo con cómo funcionan las cosas en Islamabad, cada vez llevan más la voz cantante en la relación- la guerra en Afganistán podría prolongarse indefinidamente. Pakistán se mantendrá en sus trece, al igual que lo harán otras potencias de la región. Los ataques talibanes se multiplicarán, y el Ejército estadounidense y la CIA intensificarán sus acciones a lo largo (y quizá incluso al otro lado) de la frontera paquistaní. Nos encontramos en la encrucijada entre una paz más amplia en la región o un caos cada vez mayor. La decisión es de Obama.
--

Cancun, otra decepción

Bill McKibben es autor, ecologista y activista. En 1988 escribió The End of Nature, el primer libro para el gran público sobre el calentamiento global. Es cofundador de 350.org, una campaña internacional que se ocupa del clima

Copenhague, al menos en invierno, tiene un aire sombrío; recuerdo que la noria de los jardines de Tívoli estuvo funcionando durante toda la cumbre del clima del pasado mes de diciembre, pero el frío y el viento no animaban a subirse a ella. En plena época de refugiarse en casa, el decepcionante resultado de la reunión estuvo a tono con la atmósfera. Cancún, donde comenzará  la próxima cumbre de la ONU sobre el clima el 29 de noviembre, tiene un estilo ligeramente distinto –“¡Una margarita para el delegado de Dinamarca, señora!” –, pero las copas y el sol no bastarán para levantar los ánimos.

Los observadores atentos recordarán tal vez que la reunión del año pasado se vio ahogada por el hecho de que el Senado de Estados Unidos no había sacado adelante un proyecto de ley sobre el cambio climático. El presidente Barack Obama prometió unas reducciones de carbono muy modestas –un 4% respecto a 1990 para 2020– y se negó a sumarse a otras propuestas mejores que procedían de Europa y algunos países en vías de desarrollo con la excusa de que, si los objetivos eran muy estrictos, se hundirían sin remedio al llegar al Senado. “Tenemos muy en cuenta la importancia de nuestra legislación nacional”, dijo entonces su negociador jefe, Todd Stern. “Ése es un principio fundamental para mí y para todos los demás que trabajan en esto. No podemos poner eso en peligro”.

O quizá sí. Al final, el Presidente decidió no arriesgar ningún capital político en la ley sobre el clima, así que el proyecto sufrió una muerte indigna en el Senado estadounidense a mediados de verano; el líder de la mayoría demócrata, Harry Reid, no quiso ni someterlo a votación por lo malas que eran las perspectivas. Es decir: Copenhague fracasó porque la Administración Obama esperó al senado y éste decidió no actuar, y ahora esta cámara tiene muchos más republicanos y un demócrata (Joe Manchin de Virginia Occidental) cuya campaña le mostraba disparando contra el proyecto de ley sobre el clima con un fusil de cazar ciervos. No creo que Obama vaya a acudir a la reunión de este año.

Es más, sospecho que este mes de diciembre, en México, habrá mucha espera y pocos resultados. El problema fundamental que ha lastrado siempre estas cumbres –un norte rico que no está dispuesto a renunciar a su adicción a los combustibles fósiles y un sur pobre que no puede renunciar a su esperanza de desarrollarse gracias a ellos– se ha agravado, sobre todo porque el norte ha decidido considerarse también pobre o, por lo menos, incapaz de dedicar dinero a cambiar el rumbo del clima.

Es posible –ha sido posible desde el principio– que esta brecha fundamental impida actuar para reducir las emisiones de gas de efecto invernadero hasta el nivel que exigen la física y la química antes de que sea demasiado tarde para invertir los efectos del cambio climático. No existe más que un modo de cerrar esa brecha, y es emplear montones de dinero. En teoría, los países ricos se comprometieron en Copenhague a aportar 30.000 millones de dólares (unos 22.500 millones de euros) de financiación rápida para ayudar a los países pobres a establecer energías renovables. Hasta el momento, según el recuento detallado del World Resources Institute, hay 28.340 millones de euros sobre la mesa, más de la mitad procedente de Japón. Por desgracia, gran parte de ese dinero no es “nuevo y adicional”, sino sacado de otras ayudas al desarrollo. Todo esto no aumenta la confianza de que se hagan realidad los 100.000 millones de dólares anuales que, según proyectó la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, en Copenhague, deberían estar listos para 2020, sobre todo porque lo único que se ha sabido este año sobre su procedencia es que no vendrán de “fondos públicos”.

En Cancún, la exigencia de Estados Unidos y otros países será la transparencia a cambio del acceso a ese dinero rápido: si alguien quiere financiación tiene que ofrecer reducciones cuantificables y comprobables de las emisiones. El sur está tan desesperado por mantener las negociaciones que seguramente presentará al menos ciertos avances en cuestiones relacionadas de información, vigilancia y verificación, y quizá haya también algún progreso en deforestación. El principal esfuerzo diplomático se centrará en conseguir que el proceso siga avanzando, a trancas y barrancas, hacia el cónclave del próximo año en Suráfrica: todos confían en que, si eso se consigue, surja alguna nueva apertura. Pero, si el verano de 2010 –19 países con un calor sin precedentes, Rusia en llamas y Pakistán inundado– no ha puesto nerviosos a los líderes, no está claro qué va a poder conseguirlo.

Mientras tanto, recordemos el Acuerdo de Copenhagen, el compromiso que permitió, sobre todo a Obama, salvar la cara y calificar la reunión del año pasado como algo ligeramente mejor que un fracaso total. El acuerdo exigía a los países que fijaran objetivos voluntarios sobre el carbono y que informaran de sus avances, una especie de alcohólicos anónimos internacional en el que nadie se compromete a nada  pero, por lo menos, tiene que levantarse en una reunión y contar cómo le van las cosas. Lo malo es que nadie se levanta para prometer que va a dejar de beber. Por ahora, sumando todos los compromisos relacionados con el Acuerdo de Copenhague de los distintos países y suponiendo que cumplan su palabra, la cantidad de carbono en la atmósfera seguirá aumentando a más del doble, y la temperatura de la Tierra superará con creces cualquier definición de segura. Como dijo hace poco Tom Athanasiou, el incansable activista que dirige la Red de Derechos al Desarrollo con Emisiones Responsables de Gases de Efecto Invernadero (GDR, en inglés): el proceso de compromisos y revisiones es un pacto de “suicidio colectivo”.

Una pregunta que hay que hacerse es: ¿Podría ser mejor para el mundo –en otras palabras, podría estar más cerca un marco internacional– si se ignorase por completo a Estados Unidos? Es verdad que este país representa una parte enorme de las emisiones de carbono del planeta. Pero ha utilizado su poder, primero en Kioto y luego en Copenhague, para defender unos objetivos menos ambiciosos (que, en el caso de Kioto, de todas formas no quiso firmar). Existen razones para intentar alcanzar un pacto que parezca científicamente razonable y poner manos a la obra, con la esperanza de que Washington acabe por sentir vergüenza y se una (o, cosa más creíble, se dé cuenta de que está perdiéndose la próxima revolución económica, la transformación a la energía verde). Desde luego, no hay ningún ámbito en el que la falta de liderazgo de EE UU y las disfunciones del sistema político de Washington hagan tanto daño como en el del cambio climático. Ahora bien, si se dejara fuera a Estados Unidos, no hay garantías de que el proceso fuera a ser mucho mejor.

Los científicos ya han hecho su trabajo. El planeta está calentándose precisamente como ellos predijeron, sólo que más deprisa. El volumen de dióxido de carbono en la atmósfera ha superado las 390 partes por millón (ppm) en los meses posteriores a Copenhague, muy por encima de las 350 ppm que los investigadores sitúan como límite superior para que el planeta funcione como estamos acostumbrados. La sociedad civil está reaccionando: 350.org, la campaña internacional para luchar contra el cambio climático de la que soy cofundador, organizó la actuación política coordinada más extensa que jamás se ha visto en el mundo el pasado mes de octubre, con 7.400 “fiestas de trabajo” (grupos de ciudadanos que emprendieron acciones desde el aislamiento de edificios escolares en Londres hasta la conversión de páramos en huertos en Nueva Zelanda, pasando por la instalación de paneles solares en Kenia) en 188 países.  Tarde o temprano, los políticos de todo el mundo tendrán que responder, pero por ahora parece que será más bien tarde. Creen que están negociando unos con otros, pero en realidad están regateando con la química y la física. Y están perdiéndolo todo.
--

El final del la Dinastía Kim

William Tobey, Investigador senior del Harvard Kennedy School's Belfer Center.

Las revelaciones de que Corea del Norte tiene, como se sospechaba desde hace mucho tiempo, un programa ilícito de enriquecimiento de uranio, la construcción de un nuevo reactor nuclear más grande y su ataque de artillería sin provocaciones previas contra territorio surcoreano agravan una situación ya peligrosa. Ha llegado el momento de ejercer un pensamiento estratégico, no meramente táctico, y de mostrarse decisivos, no apaciguadores.

El régimen oscurantista de Corea del Norte es corrupto, brutal, incompetente y violentamente agresivo. La dimensión de sus crímenes contra su pueblo puede verse incluso desde el espacio, de noche, cuando se observa una franja negra de pobreza que atraviesa la península, rodeada de las luces brillantes de la prosperidad que resplandecen desde China y Corea del Sur. Es muy probable que durante los 90 murieran más de un millón de norcoreanos, debido a las dos políticas fundamentales de Pyongyang, la fidelidad al ideario del Juche (la autodependencia) y la obligación de satisfacer ante todo las necesidades militares. Los presos políticos están encerrados en  campos repartidos por todo el país, pero la verdad es que casi todos sus ciudadanos son prisioneros del Estado.

Este régimen no podría existir sin el apoyo de China. Pekín proporciona el comercio, la ayuda y el respaldo político necesarios para impedir que este Estado fallido se desmorone por completo. La razón que le mueve a actuar así es evitar la avalancha de refugiados o una inestabilidad política que podría extenderse al gigante asiático. Además, esta trágica situación se vuelve peligrosa por el comportamiento de Corea del Norte en el extranjero.

En los 80, los agentes norcoreanos cometieron actos terroristas, entre ellos la explosión de un avión de pasajeros y el intento de asesinar al presidente de Corea del Sur durante una visita a Birmania. Pyongyang secuestró a docenas de ciudadanos japoneses y surcoreanos para que sus servicios de inteligencia obtuvieran información de ellos. El reino ermitaño es el principal exportador de misiles balísticos a regímenes peligrosos, seguramente fue el origen de parte del material enviado al programa nuclear de Libia y ayudó a Siria a construir un reactor clandestino de producción de plutonio, que habría podido servir para fabricar armas nucleares si aviones israelíes no lo hubieran destruido en septiembre de 2007. En dos ocasiones recientes, Corea del Norte ha llevado a cabo ataques militares contra su vecino del sur. Todas estas acciones son incompatibles con la paz y la seguridad internacional.

El programa de enriquecimiento de uranio recién desvelado es un factor especialmente peligroso. Ofrece a Pyongyang otra vía para construir material fisible destinado a fabricar armas nucleares y puede convertirse en una nueva fuente de ingresos procedentes de ventas ilícitas. No es creíble que este programa haya alcanzado su dimensión actual –al parecer, 2.000 centrifugadoras en unas instalaciones modernas y “asombrosas”– en los meses transcurridos entre la salida de los inspectores estadounidenses e internacionales, en la primavera de 2009, y la actualidad. Es mucho más probable que las instalaciones que se han conocido ahora sean fruto de un programa cuya existencia se sospecha desde hace mucho tiempo y que infringe numerosos acuerdos internacionales.

Es tentador abordar la situación en términos tácticos, preguntar qué podemos hacer para apagar la crisis. Es un impulso razonable; evitar una guerra es un objetivo loable. Sin embargo, también son importantes las consideraciones estratégicas. Como corresponde a sus intereses prioritarios de evitar la inestabilidad política y la avalancha de refugiados, China estará deseando calmar la situación. EE UU y sus aliados deben hacer comprender a Pekín que la estabilidad a largo plazo en la península coreana no puede garantizarse más que poniendo un auténtico fin a la Guerra de Corea. Al final, la dinastía de Kim –como todas– se acabará. Por consiguiente, el gigante asiático tiene que escoger entre continuar las medidas extraordinarias para mantener a un paciente terminal y, de esa forma, prolongar la miseria del pueblo norcoreano y las amenazas que supone la situación para la seguridad internacional, o preparar y trabajar en el proyecto de lograr una Península de Corea pacífica, estable, democrática y unida. El hecho de que China aceptara la sucesión dinástica en Pyongyang fue una equivocación. Después de los últimos acontecimientos, Pekín tiene la oportunidad de corregir ese error, y Washington dispone de argumentos más enérgicos para convencer a China de que lo haga.



--

Semana política



Síntesis GALMA


24 de noviembre, 2010
 
¡Hola!  Adjuntamos los sucesos más interesantes de esta semana.

  1. La izquierda caníbal.
  2. Operación cicatriz.     
  3. Silverio Cavazos: especulación y manejo político.    


La izquierda caníbal. Beneficiar a Peña Nieto es la menor de las preocupaciones de López Obrador al oponerse abiertamente a una alianza PRD-PAN en la elección en el Estado de México y destapar a la Senadora Yeidckol Polevnsky como posible candidata. Es una realidad que, al día de hoy, los Chuchos no cuentan con un candidato viable que unifique al partido y, mucho menos, a éste con el PAN. Esta situación –preocupante para los Chuchos– se presenta como una oportunidad que López Obrador está sabiendo explotar. Su rechazo hacia la alianza –a pesar de los recientes casos de éxito en Oaxaca, Puebla y Sinaloa– se funda en la posibilidad de que los Chuchos se fortalezcan y él pierda control sobre el partido. Para que lo anterior no suceda, López Obrador podría estar utilizando a Polevnsky para canalizar las críticas hacia ella y, al mismo tiempo, negociar un candidato que elimine la posibilidad de alianza con el PAN y con ello cualquier posibilidad de victoria de los Chuchos. Y mientras se desarrolla la batalla, López Obrador continuaría su esfuerzo de posicionamiento como la opción de la izquierda hacia el futuro. Además, López Obrador no es el único factor que juega en contra de una alianza exitosa en el Estado de México. A diferencia de lo que ocurrió en Oaxaca y Puebla, donde existía una clara ruptura de la élite seguido de un sentido de urgencia de cambio, en el Estado de México la promesa de victoria de Enrique Peña Nieto para el 2012 es tan fuerte que las élites se encuentran alineadas y enfrentan poca oposición real. López Obrador reconoce que las posibilidades de ganar las elecciones mexiquenses son mínimas, y por esa razón asume que no pierde nada al radicalizar su postura. Al final, su apuesta es amarrar la hegemonía de la izquierda y, en esa contienda, su principal enemigo son los Chuchos, no Peña Nieto.

Operación cicatriz. A unos días de definirse quién será el sucesor de Cesar Nava en la Presidencia del Partido Acción Nacional (PAN) dos hechos de la contienda son observables: el conflicto entre candidaturas rebasó los niveles esperados y, ante esto, la dirigencia actual hace esfuerzos por presentar un frente unido ante la opinión pública una vez que los consejeros panistas elijan a su próximo líder en el Consejo Nacional del 4 de diciembre. La aversión por parte de los distintos grupos al interior del PAN, no sólo de la figura de Roberto Gil como candidato, sino de los personajes con los que se le relaciona (Patricia Flores, Rafael Jiménez, Alonso Lujambio, Germán Martínez y Fernando Gómez Mont), así como su corta trayectoria en el partido, parece haber generado un consenso en su contra. De ser así, las probabilidades de que el Senador Gustavo Madero, segundo en las preferencias de la mayoría de los consejeros, gane la contienda se incrementan. Si el Senador Madero es elegido finalmente, la estrategia presidencial –o bien escenario de competencia– de presentarse dos candidatos cercanos al Presidente, uno controvertido y otro más moderado que representara una opción intermedia para los consejeros panistas, habría dado resultado. Ello permitiría posicionar a una figura cercana al Presidente Calderón a la cabeza del PAN y por ende, tener mayor margen de maniobra durante el proceso de negociación de las reglas para elegir al candidato a la Presidencia de la República. Con este escenario en el horizonte es que la dirigencia actual buscaría operar para procesar internamente los conflictos entre candidatos y no públicamente en la recta final de las campañas, permitiendo a la nueva dirigencia iniciar su gestión sin mayores sobresaltos.

 
Silverio Cavazos: especulación y manejo político.
La muerte del exgobernador de Colima, Silverio Cavazos, es un crimen que debe rechazarse y esclarecerse, al igual que el resto de los miles de asesinatos que ocurren en el país. Ni los reflectores ni las especulaciones sin evidencia que concurren en este caso, como tampoco el manejo político que pretende darse a la investigación debieran distraer de ese hecho. Sería necio sugerir que el carácter de exmandatario estatal de la víctima, como el de virtual gobernador electo de Rodolfo Torre Cantú en Tamaulipas, no introducen un ángulo político. De hecho, en las contradicciones del Gobernador de Colima y el Procurador estatal, lo mismo que en la expectativa de que la Procuraduría General de la República atrajera de inmediato el caso –y la reticencia del Gobierno Federal a hacerlo– se aprecia claramente la necesidad de darle un sentido político al evento, se justifique o no, pero también de transferir las responsabilidades a alguien más, lo que sí es injustificable. La indiferencia con la que la opinión pública nacional recibió la muerte de Cavazos puede atribuirse al hecho de que las autoridades han encontrado una salida fácil en el viejo refrán, convertido en cliché, de que "el que nada debe nada teme" y que la oposición/gobierno del PRI y el PRD se han dedicado a culpar de todo lo que pasa al Gobierno Federal, minimizando la responsabilidad que pudieran tener. Finalmente, es el propio PRI el que con una mano señala que es necesario cambiar la estrategia de seguridad y con la otra minimiza el asesinato de sus militantes-mientras el PRD recicla un discurso de guerra sucia.

Find us on Facebook      Watch our highlights on YouTube   




 

Una mirada al sur: las amenazas a la Seguridad regional

A lo largo del siglo XX el planeamiento militar se realizó en base a las llamadas hipótesis de conflicto, que podían derivar en crisis y que de acuerdo a las circunstancias podían terminar en un enfrentamiento armado, transformándose en hipótesis de guerra. 

Con la caída del muro, este tipo de terminología se fue modificando. En la doctrina militar de EEUU pasó a utilizarse más bien el termino amenazas, mientras en la doctrina europea comenzó a utilizarse el de riesgos, que quizás sea más preciso y a la vez abarcativo.  

Pero mientras se va modificando la terminología de la doctrina, también va cambiando la situación.  

Tomando como ejemplo Brasil, es claro que en los años noventa el concepto de riesgo o amenaza estaba enfocado con prioridad sobre la Amazonia y la posibilidad de que en algún momento se produjera algún tipo de ocupación internacional que afectara la soberanía brasileña en ese gran espacio geográfico.  

Por esta razón, en los años noventa se redesplegaba el Ejército hacia el Amazonia y se demoraba el proyecto del submarino nuclear. En cambio ahora, transformándose Brasil en potencia energética y encontrándose en el litoral marítimo su riqueza en este campo, toma impulso el proyecto del submarino nuclear para proteger la soberanía energética del país.  

Con la Argentina sucede otro tanto. A fines de los setenta podía considerarse que la Patagonia, un gran espacio poco poblado y con recursos naturales, podía tener un riesgo de internacionalización que afectara la soberanía del país. En ese tiempo, la Patagonia con menos del 5% de la población del país, tenía el 25% de las unidades operativas del Ejército. 

En cambio ahora surgen nuevos riesgos, como en lo inmediato la exploración y eventual explotación de hidrocarburos en el Atlántico Sur.  

Pero mirando hacia el largo plazo, quizás el interés más importante esté en el futuro de la Antártida y la explotación de sus recursos naturales.  

Lo que está sucediendo en el Ártico con ellos, bien puede anticipar lo que puede suceder con la Antártida en el largo plazo, dado que contiene muchas más riquezas que el Ártico.  

Si bien es cierto que el llamado continente blanco está internacionalizado, también es cierto que países como Gran Bretaña, Argentina y Chile siguen reivindicando soberanía sobre estos territorios y que potencias extra-continentales, como Rusia y China, intensifican su presencia permanente. Además, el Tratado la internacionaliza tiene fecha de vencimiento. 

Desde esta perspectiva, así como Brasil para defender sus intereses avanza con el proyecto de un submarino nuclear, a lo mejor la Argentina podría proponerse tener un rompehielos a propulsión nuclear, como los que ha botado recientemente Rusia.  

Las amenazas y los riesgos para la seguridad se definen por los intereses de un país y si bien la Antártida no es el único, es un ejemplo útil de cómo debe articularse un pensamiento estratégico de largo plazo.



domingo, 21 de noviembre de 2010

La cumbre del G20

Suvendrini Kakuchi (*)

La llamada guerra de divisas ocupó los titulares durante la cumbre de dos días del Grupo de los 20 (G-20) países industrializados y emergentes, pero la gran noticia es cómo las naciones del Sur han ganado una voz más fuerte en la mesa de negociaciones internacionales.

Esto quedó reflejado en el comunicado divulgado este viernes, al término de la cumbre en Seúl, informando que los países miembro habían acordado dar pasos para detener la "devaluación competitiva" de sus monedas, pero no especificaban metas definidas, que por lo general suponen una gran presión sobre las naciones en desarrollo.

En la cumbre fracasó una moción de Estados Unidos para fijar un techo al superávit comercial, sobre todo ante el rechazo de China, con un superávit de 27,1 millones de dólares.

Los países del G-20 se comprometieron a adoptar "directrices compuestas por una amplia gama de indicadores" que faciliten "la identificación oportuna de grandes desequilibrios (económicos) que requieran de acciones preventivas y correctivas".

Aunque subrayaron la importancia de "sistemas de tipos de cambio determinados por el mercado" y flexibles, los líderes no especificaron ningún mecanismo.

En cambio, afirmaron que la cumbre de 2011, con la ayuda del Fondo Monetario Internacional, será destinada a evaluar los eventuales desequilibrios.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, informó haberle dicho a su par de China, Hu Jintao, que "las economías emergentes debían dar lugar a monedas determinadas por el mercado", y que Washington seguiría de cerca la apreciación del yuan, que Beijing ha permitido pero por un muy pequeño y cauteloso margen en los últimos meses.

Otros países en desarrollo, como Brasil y Tailandia, han visto sus monedas apreciarse a los máximos niveles en 15 años respecto del dólar, lo que llevó a sus bancos centrales a intervenir.

La cumbre del G-20 se desarrolló en un contexto especial: países emergentes, como China e India, juegan un papel cada vez mayor como motores de la economía mundial, mientras que potencias tradicionales como Estados Unidos y Japón se ve afectadas por un lento crecimiento.

La reunión de "Seúl demostró cómo un nuevo tipo de regateo acompaña a las demandas de las potencias emergentes en los acuerdos finales", dijo el analista Kenzaburo Ikeda, jefe del Instituto de Investigación Taijyu, en Tokio.

"Lo que pueden hacer las economías industrializadas ahora es dar pasos de largo alcance y actuar de forma responsable, como estimulando sus propias economías invirtiendo en naciones en desarrollo", añadió.

Ikeda, quien además ha seguido reuniones del Grupo de los Siete (G-7) países industrializados como miembro de las delegaciones japonesas, dijo que las naciones ricas ya no podían jugar el papel de benevolentes, simplemente destinando fondos a países pobres.

De hecho, en la cumbre, el presidente surcoreano Lee Myung-bak impulsó el rol de su país como puente entre las naciones industrializadas y las emergentes, gracias a su experiencia de primera mano en el desarrollo económico y sus conocimientos de los desafíos que afronta el Sur.

Pero aún hay un fuerte sentimiento entre las economías emergentes de que existe un desequilibrio en la mesa de negociaciones, sostuvo el economista Kensuke Kubo, del Instituto de Economías en Desarrollo y experto en India.

A pesar de sus altas tasas de crecimiento, que han atraído capital especulativo de los países ricos y por tanto causado una apreciación de sus monedas, las naciones en desarrollo afrontan una mezcla de nuevos problemas.

En India, por ejemplo, hay falta de capital para nueva infraestructura, mientras que en China existe un creciente descontento laboral. Además, se amplía la brecha entre la población pobre y la rica en esas naciones.

El Norte eludió en el G-20 adoptar rígidos controles que pudieran frenar el crecimiento de China, de la que necesita para estimular la economía mundial, a pesar de las críticas de Estados Unidos sobre su protección al yuan.

"Naturalmente, las naciones emergentes temen que metas (fijadas por el G-20) puedan reducir su expansión interna", señaló Kubo. "Esto es algo que no sólo los países en desarrollo, sino también los ricos, quieren evitar".

El crecimiento de China, de más de nueve por ciento anual por más de una década, la convirtió a la segunda economía mundial, reemplazando a Japón, cuya expansión ha sido de menos de tres por ciento.

Mientras, India ha estado creciendo a un ritmo de nueve por ciento. Nueva Delhi y Tokio firmaron la semana pasada un acuerdo de asociación económica.

En contraste, Estados Unidos, aunque sigue siendo la mayor economía, sufre un déficit comercial y de cuenta corriente que disparó el desempleo a ocho por ciento, y la tasa de crecimiento se redujo a dos por ciento anual.

Aparte de guerra de divisas y de sus intereses contrapuestos, los miembros del G-20 también intentaron impulsar la liberalización comercial, aunque sin mucho éxito.

La cumbre de esta semana tuvo como telón de fondo un fracasado acuerdo de libre comercio entre Seúl y Washington, con el que el gobierno de Obama esperaba impulsar su economía estimulando la creación de empleos.

Formado en 1999, el G-20 está integrado por Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea.


(*) Periodista.
--