jueves, 7 de octubre de 2010

Fred Kaplan y Robert Gates

En una entrevista exclusiva, Robert Gates, el primer secretario de Defensa estadounidense que ha trabajado a las órdenes de un presidente republicano y de otro demócrata, asegura a Fred Kaplan, periodista y escritor especializado en asuntos militares, que espera dejar el cargo el año que viene, tal vez en enero [de 2011], pero con seguridad a finales de 2011. “Sería un error esperar hasta enero de 2012”, dice. “Éste no es el tipo de trabajo que uno quiere asumir a comienzos de un año electoral”.
     
Fred Kaplan: Tal vez recuerde la última vez que estuve aquí, a finales de 2007. Usted tenía uno de esos cronómetros de cuenta regresiva. Y en aquel momento le pregunté, le dije: “¿Sabe?  Hay algunas personas en [Capitol] Hill [el Congreso de EE UU] que querrían que usted se quedara toda la próxima legislatura, dure lo que dure”. Y su respuesta fue muy citada. Usted dijo: “Bueno, nunca digas nunca jamás, pero las circunstancias que tendrían que darse para que eso ocurra son inconcebibles para mí”.  “Inconcebible” es una palabra bastante rotunda. ¿Qué pasó? ¿Por qué está usted... aquí? ¿Por qué se quedó?

Robert Gates: Una vez que empezó a rumorearse que me iban a pedir que me quedara, ganara quien ganase, confieso que comencé lo que acabó siendo una operación encubierta de ocho o nueve meses de duración. Y consistió en intentar decir alto y claro que no quería quedarme para que nadie me lo pidiera.

FK: (Risas) Bueno, “inconcebible” iba bastante en ese sentido.

RG: Y yo, ¿sabe?, lo repetí durante mucho tiempo porque de verdad no quería que me lo pidieran, a sabiendas de que si lo hacían diría que sí.  Por la misma razón, no tenía dudas, [en esta ocasión] (ya sabe, pasé un par de semanas rumiando si aceptar o no aceptar el puesto [de director nacional de Inteligencia] en enero de 2005). En el preciso instante en el que [el asesor de Seguridad Nacional] Stephen Hadley me llamó ofreciéndome este trabajo [en referencia al puesto de secretario de Defensa, que asumió en diciembre de 2006], dije que sí. Simplemente, en medio de dos guerras, con los chicos resultando heridos y muriendo ahí fuera, no podía decir “no”.

Y en 2008, la cosa pintaba igual: sentía que si alguien me lo pedía, me preocuparía mucho dejar la batuta en una transición entre Administraciones. Sabía que si el presidente, fuera quien fuera elegido, me pedía que permaneciera, aceptaría. Pero tenía una idea más bien vaga sobre el plazo: seis meses, un año, sólo para asegurar una transición fluida y esas cosas. Terminó siendo más tiempo.

FK: Pero aquí está. El conflicto de Afganistán es ahora su guerra mucho más de lo que lo fue nunca la de Irak. Tiene algunas iniciativas presupuestarias, que me imagino están en una etapa muy inicial. No sería raro que sigan en marcha durante un par de años más. Quiero decir que parece que usted podría estar aquí durante bastante tiempo. Si el Presidente le dijera: “¿Podría quedarse hasta el final del mandato?” ¿Sería eso diferente? ¿Hay alguna diferencia entre: ‘Le ruego que se una a mi Administración’ y ‘Le ruego que se quede un poco más de tiempo?

RG: Bueno, en primer lugar, creo firmemente en la vieja frase de que los cementerios están llenos de hombres indispensables. Y ¿sabe?, la verdad es que esta iniciativa  presupuestaria obtuvo el impulso adecuado hace un año cuando salí a principios de abril y anuncié algo así como 33 cambios de programa o recortes o límites. Y logramos que se aprobaran 31 de los 33 en [Capitol] Hill, y voy a intentarlo ahora con los otros dos.

Así que lo que emprendo ahora se construye sobre aquello. Los programas recibieron el impulso suficiente en abril de 2009. Así que hubo tiempo para que maduraran. La próxima etapa refleja la situación económica del país y constituye un esfuerzo para evitar que los militares acaben disgustados,  como ha ocurrido después de cada conflicto. Y entonces, la idea es mantener los ingresos brutos convenidos -que yo he convenido con el Presidente.

Pero [tiene que ser] dentro de ese presupuesto, porque se necesita un crecimiento real de un 2% o un 3% para mantener la estructura de las fuerzas y más inversiones futuras para localizar eficiencias en los gastos generales, gastos generales innecesarios donde podamos aumentar las capacidades de apoyo en el combate entre un 2% y un 3% del crecimiento. Y esto más o menos es lo que pretende esta serie de iniciativas que comenzaron con el discurso en la Biblioteca Eisenhower.

Y, francamente, ya sabe, estas cosas son… Voy a atacar pronto. Voy a anunciar un montón de cosas. Ya sabe, lidiado con la burocracia durante suficiente tiempo para conocer la estrategia de agotar mi paciencia. A decir  verdad, esa sería una estrategia válida si yo fuera a permanecer en el cargo cuatro u ocho años más. Así que me propongo empezar de golpe y con bastantes decisiones importantes para dejar claro que no van a agotar mi paciencia, que esto va a llevarse a cabo.

Lo importante de todo esto es que creo que para el próximo año estaré en condiciones de, ya sabe, de que conozcamos si la estrategia está funcionando en Afganistán. Hemos completado el refuerzo de tropas. Habremos terminado la evaluación en diciembre. Y parece que algún momento de 2011 será la oportunidad lógica para dejar paso a otros.

Creo que sería un error esperar hasta enero de 2012. En primer lugar, creo que podríamos tener problemas para conseguir el perfil que quieren, de existir la posibilidad de que sólo ocupara el cargo durante un año. ¡Quién sabe cuáles serán  entonces las perspectivas para las elecciones! Pero también creo que este no es un puesto que uno quiera asumir a comienzos de [un año de] elecciones presidenciales. Así que creo que 2011 suena bastante bien.

FK: Volveré en invierno para recordarle esta afirmación. Otra cosa: ya en los primeros momentos de la Administración Obama, usted era reticente a enviar más tropas a Afganistán. Creo que observaba el problema a través del prisma de su propia experiencia en Afganistán, que fue ver cómo se desmoronaba el imperio soviético allí. [Usted] declaró en el Congreso que no es bueno tener una excesiva presencia. Puede verse como una ocupación, etc. ¿Qué le hizo cambiar de opinión y cuándo?

RG: Bueno, primero yo diría que tenía en mente cuatro cuestiones que le planteé al presidente Bush cuando me entrevisté con él para este cargo. La primera fue Irak; la segunda, Afganistán; la tercera fue que el Ejército y la Infantería de Marina no tuvieran el tamaño suficiente para llevar a cabo las tareas que se les habían encomendado. El cuarto fue la Guardia Nacional. Pero Afganistán era una de ellas; y yo sentía que Afganistán se estaba descuidando. Fui allí en diciembre nada más ser confirmado o nada más jurar el cargo, y en la primavera de 2007 amplié una brigada y añadí otra brigada a Afganistán.

Antes del final de la Administración Bush, habíamos aumentado..., es decir, creo que cuando llegué al cargo, había aproximadamente 17.000 soldados estadounidenses en Afganistán. Y el presidente Bush había autorizado que añadiéramos efectivos hasta tener unos 40.000, por ahí más o menos. Así, a medida que localizábamos las tropas, las íbamos enviando, pero obviamente debido al estrés de Irak, no había muchos soldados disponibles. Por lo tanto, aumentamos efectivos de forma bastante constante...enviando tantos como podíamos. No fue suficiente.

Aún me sentía como usted dice. Y diría que hay dos cosas que me animaron a cambiar de opinión. La primera fue que durante la Revisión de Afganistán-Pakistán. La gente me envió un montón de artículos y cosas, además de las toneladas de documentos informativos que se habían preparado. Leí un montón de artículos. Y uno de ellos -y no puedo ni recordar quién lo escribió [más tarde recordó que fue el historiador militar Frederick Kagan]- me impactó mucho porque me recordó la experiencia de la Unión Soviética de una forma que yo no había… -que yo había olvidado: que aquello fue una invasión extranjera, mataron a millones de afganos, obligaron a cinco millones de personas a convertirse en refugiados; básicamente, destruyeron el país y trataron de imponer una ideología extranjera. Y está claro que eso no -ninguna de esas cosas-,  nada de eso es lo que estamos haciendo en Afganistán. La manera en la que estábamos llevando a cabo la guerra era muy diferente.

Otro [factor] complementario fue el análisis y la evaluación del  [general Stanley] McChrystal. Cuando me hablaba -y esto ligado a su deseo de reducir drásticamente las bajas civiles, porque yo sentía todo el tiempo (y esto era la base de mi punto de vista anterior) que una vez que los afganos te ven como un ocupante, estás acabado. Y todo el planteamiento de McChrystal era evitar eso. ¿Cómo se puede…cómo puedes demostrar a los afganos que estás allí como [su] socio y libertador y no como un opresor? Y su estrategia para hacerlo me pareció realmente convincente. Así que esas dos cosas en concreto, y algunas otras cosas que he leído, pienso que fueron muy importantes para mí.

FK: Puede que sea una pregunta estúpida, pero ¿cómo cree que va la cosa?

RG: Creo que tenemos la estrategia adecuada. Me ha sorprendido que los europeos -ya sabe, nadie criticó a los europeos más de lo que yo lo hice en 2007 y 2008 al respecto  de Afganistán-, pero la verdad es que nuestros socios extranjeros tenían unos 17.000 soldados en Afganistán cuando llegué al cargo, quizás algo menos, y ahora tienen casi 50.000. Cuando hubo una reunión de ministros de Defensa en Bruselas y se les informó -la última vez lo hizo McChrystal-, había unos 40 ministros de Defensa que salieron de allí pensando que esto podía funcionar.

FK: Los primeros ministros podrían no creerlo así. Ahí está el problema.

RG: Bueno, los primeros ministros, ya sabe, hay un montón de gobiernos de coalición y así la situación es frágil. Pero lo asombroso es que, dada la fragilidad de ciertos gobiernos, se han atenido [a la estrategia]. Y yo diría que ésta es una batalla difícil, pero creo que en diciembre, el [general David] Petraeus será capaz de demostrar que ésta es la estrategia adecuada y que estamos avanzando. Y como todo el mundo ha dicho, no lo estamos viendo a través de cristales rosas.

Ésta es una lucha muy dura. Vamos a perder un montón de chicos. Pero también los afganos están perdiendo un montón de chavales. Están en esta lucha. No es que nosotros estemos combatiendo por ellos. Y, no es de extrañar, discrepo de algunas de las descripciones que aseguran que no tenemos una estrategia clara y ese tipo de cosas. Creo que la estrategia está bastante clara, y consiste en estabilizar Afganistán y construir su capacidad interna para que puedan evitar que regresen los talibanes y Al Qaeda. No necesitamos convertirlo en un Estado-nación moderno o cualquier otra cosa.

Y todo el mundo -todas nuestras naciones socias,  y creo que todos en este Gobierno- coinciden en que son fundamentales dos cosas para el éxito. Una de ellas es construir las Fuerzas de Seguridad Nacional afganas, lo cual va bastante bien, y la gobernabilidad, que va, pero no tan bien. Se sigue moviendo en la dirección correcta, pero mucho más lentamente de lo que quisiéramos.

FK: [El experto] en contrainsurgencia David Kilcullen, creo, cita a Bernard Fall sobre Vietnam [quien dice] que los insurgentes no nos están venciendo en el campo de batalla, [sino] que nos están superando en el ámbito del gobierno. Tienen un sistema; tienen todas esas otras cosas…

RG: La diferencia es que, bueno, sin establecer una comparación con Vietnam... el pueblo afgano odia a los talibanes. Han estado allí, han hecho [lo que han hecho], y no les gustó. Todas las encuestas que tenemos muestran un 10% de apoyo popular a los talibanes. Así que se trata de intimidación y control de la población. No de popularidad.

FK: ¿Y qué espera dejar como legado en todo esto? O sea, ¿la gente recordará la era Gates o…?
 
RG: Bueno, como historiador, me inclino a dejar eso a los historiadores. O a los escritores.

FK: Un momento, acaba de contradecirse. Si es historiador… es decir, eso le hace perfectamente capaz de comentar esto.

RG: (Risas) Sí, pero desde cierta distancia. ¿Recuerda lo que respondió el antiguo [líder chino Zhou Enlai] cuando le preguntaron por la Revolución Francesa?

FK: Demasiado pronto (*).

RG: Bueno, en primer lugar, yo nunca olvido que la principal tarea que me fue encomendada cuando asumí este puesto era mejorar Irak. Y la nación ha estado inmersa en dos guerras todos los días desde que soy secretario. Por tanto, el resultado de esas dos guerras serán elementos importantes que la gente observará. Y, por cierto, si me quedo hasta enero…

FK: ¿Enero de qué?

RG: De 2011.

FK: Oh…

RG: Un buen intento (Risas.) Si me quedo hasta enero de 2011, habré ocupado este puesto… soy el 22 secretario de Defensa, y habré ocupado este cargo durante más tiempo que cualquiera de mis predecesores salvo cuatro. Y estos cuatro son: Robert McNamara, Donald Rumsfeld, Caspar Weinberger y Charles E. Wilson (Risas).

Creo que lo más difícil de la vida pública es saber cuándo salir de escena. E irse cuando la gente dice: “Ojalá no se fuera tan pronto”, en lugar de: “¿Cómo demonios sacamos a ese tío de ahí?”. Y el otro aspecto es que, como ya he dicho, [bregar] con dos guerras diferentes cada día desde que asumí el cargo ha sido agotador. Y llega un momento en que uno se queda sin energía.

[También están] este reajuste y todas estas iniciativas con respecto al presupuesto, para tratar de deshacerme de los programas que no dan la talla, no se necesitan o al menos reducirlos en términos de cifras. Y me imagino que un tercer [elemento] sería -y en realidad yo no lo tenía en mente cuando llegué aquí- un riguroso refuerzo del principio de responsabilidad. Es muy raro que un senior sea despedido en esta ciudad, y yo he hecho bastante.

FK: La última vez que hablamos sobre el refuerzo en Irak [para mi artículo en The New York Times], creo que hablamos y luego le hice un seguimiento en noviembre o diciembre de 2007; el refuerzo había comenzado, pero no estaba claro. He echado un vistazo a aquel texto -creo que no mencioné Afganistán en ningún momento- [y] una de las cosas que tocamos mucho fue el miedo a quedarnos atrapados en Irak durante mucho, mucho tiempo. Y usted quería que hubiese una presencia sostenible, pero con muchas retiradas de tropas para que a la gente le apeteciera enrolarse en el Ejército de nuevo…

RG: Lo que más me preocupaba era lo mismo que le preocupaba al [secretario de Estado Henry] Kissinger sobre Vietnam: que un fracaso rotundo de EE UU en Irak tendría consecuencias estratégicas catastróficas para nosotros en la región y de forma global -básicamente lo que me preocupaba era tirar la toalla, abandonar el país de forma precipitada.

FK: Pero usted pensaba que tenía que haber algunos soldados… Hablaba usted del refuerzo como el preludio de las reducciones de tropas de forma que pudieran quedar allí algunas fuerzas durante un largo período. ¿Ve el refuerzo de Afganistán de la misma forma o es una dinámica distinta?

RG: Creo que lo que el aumento nos permite hacer en Afganistán, o nos da la oportunidad de hacer, es revertir el impulso de los talibanes y erosionar su capacidad. Y con un poco de suerte, eso ocurrirá durante un período de tiempo durante el cual las fuerzas afganas perfeccionarán sus capacidades, en parte porque son socios nuestros.

Y para que podamos comenzar, en julio de 2011, a adelgazar nuestras fuerzas, como dijo el Presidente, de forma gradual dependiendo de las condiciones sobre el terreno, pero que permita que el potencial afgano siga creciendo a medida que nuestros aliados reducen la cantidad de efectivos que tenemos allí.

Esto ofrece… es decir, veo que el proceso de transición en Afganistán es similar al de Irak: primero nosotros estamos al frente, luego estamos colaborando, más tarde ellos están al mando, y luego sólo realizamos tareas de supervisión táctica y luego supervisión estratégica, que es esencialmente cómo se hizo en Irak. Y eso llevará algún tiempo, pero por la misma razón, lo que he dejado claro a todos es que no voy a apoyar una estrategia que nos lleve a un estancamiento. Que si no hay avances, aunque sean lentos…

FK: Incluso si se trata de esta estrategia, la que está en curso.

RG: Sí.

FK: Y si en diciembre la evaluación dice que nos encontramos en una especie de parálisis, que no estamos donde…

RG: Si no estamos avanzando, entonces creo que tenemos que hacer ajustes.

FK: Pero, ¿qué significa eso? ¿Irnos?

RG: Bueno, no sé. Pero no vamos a seguir con la misma estrategia si está claro que no está funcionando. Y mi opinión es que creo que vamos a ser capaces de demostrar que está funcionando y que estamos avanzando, incluso si es más duro y más lento de lo que  pensábamos.

FK: Hace tiempo, hacia el primer año de la Administración Obama, una cosa que sorprendió a mucha gente fue que parecía haber unas relaciones bastante armoniosas entre todos los departamentos. Quiero decir que no había estos... ya sabe a qué me refiero, esas peleas devastadoras, luchas a muerte, entre el Departamento de Estado y el Pentágono o entre el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Todo el mundo parecía estar en el mismo [barco]. Algunos pensaron que cuando Afganistán echara a andar podría haber desacuerdos, y los hubo. Pero ¿es grave? Quiero decir: ¿hay focos que se resisten a todo el asunto y esperan que se modifique la estrategia cuando la oportunidad lo permita?

RG: Quizá a niveles inferiores.

FK: Pero, ¿nada verdaderamente grave?

RG: A nivel de directores no. Y todo el mundo es favorable a la estrategia.  Es decir,  tuve una muy buena relación con [los ex funcionarios de la Administración Bush] Steve Hadley y Condi Rice. Tengo una muy buena relación con la secretaria Clinton, [el consejero de Seguridad Nacional] Jim Jones. En parte simplemente porque no soy una persona que marque las distancias. Nunca lo he sido.

[Cuando estaba en el Consejo de Seguridad Nacional,] recuerdo una reunión que presidía yo en la que dije en un momento dado: “Vaya, no sé qué me ha pasado por un momento. Pensé que todos trabajábamos para el mismo presidente”. (Risas.) Y siempre he pensado que algunas de estas peleas eran bastante… consumen mucha energía y producen una gran cantidad de calor, pero no consiguen gran cosa.

FK: ¿En qué se diferenciaron [de ese ambiente] -si es que se diferenciaron-las alrededor de ocho o nueve reuniones, o las que fueran, de la Revisión [de la Estrategia] Afgana? Lo que he escuchado a otras personas es que fueron debates bastante fuertes, que se pusieron cuestiones reales encima de la mesa, y [se habló de] qué tenía que hacerse antes de la próxima reunión, etc.

Pero una vez -también me dijo que cuando usted hacía reuniones con representantes su regla era: una hora, y una decisión sobre una acción al final de la reunión. Y [el ex asesor de Seguridad Nacional Brent Scowcroft] me dijo que usted  y él sabían cómo iba a concluir la reunión, de todas formas. (Risas).

RG: Sabíamos cómo iba a terminar antes de que comenzara.

FK: Eso es lo que quiero decir, sí. Pero su objetivo era que pareciera que todos los demás…

RG: Y entonces preguntar al Presidente. (Risas).

FK: Pero esto [la Revisión sobre Afganistán] era un proceso muy diferente.

RG: En primer lugar, las reuniones no fueron interminables. Duraban en general una hora, hora y media, ocasionalmente dos horas. Estaban muy centradas en un tema -había muchas preguntas complicadas. Y creo que todos los que estábamos en la sala aprendíamos sobre la marcha. Como usted puede imaginar, marcar como fecha tope julio de 2011 fue un escollo difícil de superar porque siempre tenía en frente los plazos de Irak. Pero me convencí de que algo como aquello era necesario para dar un toque de atención al Gobierno afgano, que tenía que hacerse cargo de este asunto... E identifiqué los riesgos. Y hay riesgos asociados con ello. Hay riesgos asociados con todo, en la guerra.

Fue mucho tiempo, pero no creo que se malgastara, durante aquellas reuniones; había un intercambio real. Y se hacían preguntas difíciles, incisivas, y había diferencias de opinión importantes. Pero todo el mundo quería ir en la dirección correcta.

FK: Creo que no ha habido ningún secretario de Defensa que haya pasado no ya de un presidente a otro, sino de una Administración a otra de otro partido. Hay algunas cosas que no es necesario decir sobre el estilo analítico de un presidente con respecto al otro. Pero el punto es que me parece interesante que usted, ya sabe, en su último año con Bush, pronunció todos aquellos discursos sobre lo que su sucesor debía hacer y luego, usted se convierte en el sucesor  y se dispone a hacer todo aquello. ¿Qué sabe usted?

RG: Creo que la expresión es que le pasé la pelota a mi sucesor, y luego descubrí que era yo mismo.

FK: (Risas) Pero, ¿en qué se diferenciaba el ambiente de las dos Administraciones? ¿Su trabajo es distinto en algún aspecto fundamental?

RG: No lo creo.

FK: Quiero decir… recuerdo que usted frecuentaba la Casa Blanca, y lo odiaba. Creo que lo hacía sobre todo para asegurarse de que [el entonces Vicepresidente Dick Cheney] no la cagaba a sus espaldas.

RG: No, eso no es cierto.

FK: Pero no le gustaba. Me da la sensación de que no son tan desagradables esas transferencias de…

RG: No. Creo que eso no es justo. Tuvimos un montón de buenas reuniones en la Administración Bush en cuestiones muy difíciles, muchas de las mismas cuestiones [que en la de Obama]. En cierto modo, una de las razones por las que no he cambiado mi modo de hacer las cosas es que los problemas son iguales, quiero decir, muy duros: la guerra, Irán, Corea del Norte, cómo hacer frente a los rusos y a los chinos. La agenda es esencialmente la misma: el terrorismo. Y, ya sabe, esta Administración, si acaso, ha sido más agresiva en la persecución de los terroristas.

Una de las cosas de las que avisé a los que permanecían [tras un cambio de Administración], cuando estuve en el Gobierno con anterioridad, era que lo último que una nueva Administración quiere oír es: “Eso ya lo hemos probado y no funciona”. Y cómo lo digas se convierte en un asunto de estilo. Yo digo: “Ha sido una opción. La última Administración lo intentó por ese camino no funcionó”. Pero hay más de una manera, quizás, de hacer esto. Sólo hay que… uno de los peligros de los repetidores es que hablan demasiado. Yo he intentado evitarlo, y espero haber tenido éxito. (Risas).
--

No hay comentarios:

Publicar un comentario