jueves, 7 de octubre de 2010

¿El ocaso del chavismo?

Por Susanne Gratius

Las elecciones parlamentarias han señalado una vez más el declive del chavismo. Todos los trucos y tejemanejes jurídicos no han servido para tapar la lenta pero irrefrenable disminución del apoyo popular. El presidente venezolano no cantó victoria ni salió al balcón a saludar a sus adeptos. Fracasó su meta de crear una “Asamblea roja, rojita”. La oposición ha resultado fortalecida y de no haber existido una nueva ley electoral que distorsiona los resultados, habría ganado la mayoría de votos. De hecho, chavismo y oficialismo empataron en Caracas y en la elección del Parlamento Latinoamericano.

El lema “reconciliación y unidad” de la oposición ha contrastado con el discurso belicista y polarizante de Chávez, que pronosticó un knock out de los “escuálidos”. Una vez más, su Revolución Bolivariana prometió pero no cumplió. El Gobierno obtiene las peores notas en seguridad ciudadana. Un 90% de los venezolanos considera la violencia como el principal problema del país. Sólo Ciudad Juárez es más peligrosa que Caracas y la tasa de homicidios en Venezuela supera con creces las de Colombia y México. También hay un suspenso en política económica: la inflación llega a un récord regional, Venezuela es el único país latinoamericano que no crece este año y la comida podrida simboliza la ineficacia de un Gobierno que importa un 80% de los alimentos. A medio y largo plazo, ello terminará por eliminar los logros sociales.

¿Estamos viendo el ocaso del chavismo? Probablemente sí, pero salvo sorpresas, será un proceso lento. Encuestas recientes confirman la pérdida de apoyo popular del Presidente que fue mayoritario en 2009 y se redujo al 42% actual. Según la empresa Hinterlaces, un 64% de los encuestados está a favor de que Chávez deje el poder en 2012. Como estos comicios han sido la última gran consulta electoral antes de las presidenciales, Chávez la ha convertido en un nuevo plebiscito. No le salieron las cuentas: a partir de ahora tendrá que compartir la Asamblea con 67 diputados de la oposición y discutir con ellos la aprobación de leyes habilitantes y leyes orgánicas.

Sin embargo, es poco probable que el Parlamento se convierta en un foro de debate y reconciliación. Hasta ahora, ninguno de los dos grupos ha sido demasiado proclive al diálogo y Chávez ha hecho todo para debilitar a la oposición. Esta vez, le quedan dos opciones: o inhabilitar a la Asamblea a través de la creación de un Parlamento Comunal o convocar una Constituyente para reformar las instituciones. Aunque los adversarios de Chávez han recuperado espacio político, esto no significa necesariamente más democracia. El verdadero desafío de oficialismo y oposición consiste en recuperar este centro político que representan los “ni-ni”, hartos de la polarización y politización de su vida cotidiana. Otro desafío a los que se enfrenta tanto el Gobierno como la oposición es ofrecer soluciones económicas y de seguridad pública para evitar un desenlace fatal del conflicto político venezolano.

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