miércoles, 25 de agosto de 2010

Un plan para atacar a Irán

Por Rafael Bielsa (*)

¿En qué preciso instante la escalada de un conflicto llega a poner en riesgo la supervivencia de una nación y la de sus aliados? Hay respuestas para todos los gustos.

A comienzos de agosto, el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, almirante Michael Mullen, declaró que las fuerzas militares estadounidenses tienen un plan para atacar a Irán debido a que es inaceptable correr el riesgo de que los persas construyan un arma nuclear. “Las opciones militares han estado en la mesa y seguirán ahí”, dijo Mullen. Añadió que era “una de las opciones que tiene el presidente”.

Con la debida premura, el subjefe de la Guardia Revolucionaria iraní, Yadolá Javani, dijo que Teherán responderá con firmeza en caso de que Washington emprenda acciones militares. Por si había quedado alguna duda, subrayó: la seguridad en el Golfo Pérsico quedará en jaque “si los estadounidenses cometen el más leve error”. Para tener una idea de la importancia de esa extensión, baste con señalar que humedece las costas de Irán, Iraq, Kuwait, Arabia Saudita, Bahréin, Qatar, Emiratos Arabes Unidos y Omán. Los titulares poco originales y las conflagraciones diplomáticas, furtivas y temerarias no alcanzan para disimular que existe un conflicto militar merodeando el suroeste de Asia.

A comienzos de junio, Israel deslizó a la prensa que tenía autorización de Arabia Saudita para utilizar su espacio aéreo si decidía atacar a Irán. Luego del trágico incidente con el barco humanitario turco Mavi Marmara, que fue abordado en aguas internacionales por comandos israelíes con un saldo de nueve pasajeros muertos, se discontinuaron los acuerdos con Turquía, que entre otros aspectos incluían la formación de pilotos israelíes, debido a que su terreno es muy parecido a determinadas zonas de Irán. El 13 de junio, fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí desmintieron las informaciones según las cuales Riad habría autorizado a Israel a utilizar su espacio aéreo para hacer una incursión y bombardear las instalaciones nucleares de Irán. El reino de Arabia Saudí (que no tiene ninguna relación con “la autoridad de la ocupación israelí”), reiteró su postura “de firme censura y rechazo a cualquier violación de su soberanía y al uso de su espacio aéreo o de su territorio por parte de cualquiera que pretenda atacar a cualquier país”. Que arroje la primera piedra quien sea capaz de privarse del regodeo de imprimir semejante noticia si suena verosímil, independientemente de que sea verdadera.

En lo que sí coinciden diversos analistas es en afirmar que la República de Georgia ha consentido que en su territorio Estados Unidos e Israel almacenen pertrechos militares, y en que se ha detectado la presencia de unidades de inteligencia del mismo origen en Azerbaiján. Georgia está enfrentada con Rusia porque acepta la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia; Georgia y Azerbaijan han sido acusadas de haberse convertido en “protectorados” de Washington.

La declaración de Mullen tiene como trasfondo ciertos presupuestos. Israel carece de la posibilidad de abalanzarse sobre Irán –excepto por un tortuoso vuelo de 4500 millas en cada sentido de la ruta, o el uso de capacidades limitadas de sus submarinos nucleares armados en la costa persa, según el especialista Gordon Duff– sin bases avanzadas en Georgia, Azerbaiyán o Kazajstán. Esto es consistente con el desplazamiento de buques de guerra y submarinos norteamericanos a la región. Diversas fuentes confirmaron que una flota de 12 buques de guerra pasó promediando julio por el Canal de Suez y la agencia Stratfor afirma que los portaaviones estadounidenses USS Harry Truman y USS Eisenhower están esperando “pacientemente al lado de Irán”.
The Washington Post publicó los análisis de varias personalidades sobre el probable plan del Pentágono para atacar a Irán. La primera opción parece ser el uso de bombarderos estratégicos invisibles B-2 y misiles cruceros. Los misiles cruceros podrían lanzarse desde buques de guerra, submarinos y bombarderos B-2 en el aire, sobre las instalaciones antiaéreas y nucleares de Irán.

En el pasado, Rusia vendió a Irán misiles antiaéreos Tor-M1, que tienen un alcance de 12 kilómetros (seis en altura). A finales de 2007, ambos países firmaron un contrato para la venta de cinco grupos de sistemas antimisiles S-300PMU-1 (capaces de abatir aviones enemigos a una distancia de 150 km y a una altura de 27 km). Si bien existe una discusión al interior del Consejo de Seguridad de la ONU acerca de si las sanciones a Irán incluyen o no la prohibición de venderle este armamento, lo cierto es que durante el pasado julio Serguei Chemezov, jefe de la corporación estatal de altas tecnologías Rostejnologuii, informó que Moscú y Teherán no han rescindido el contrato, y que la agencia iraní Fars difundió que su país ya cuenta con cuatro misiles para los sistemas de defensa aérea S-300, dos de ellos adquiridos a Bielorrusia, y los dos restantes a un país anónimo.

Tiempo atrás, en una entrevista con el diario italiano Corriere della Sera, el ex secretario de Estado Henry Kissinger advirtió que no se opone a pensar en una acción militar, pero que es algo que debe considerarse con sumo cuidado. “Claro, no lo recomiendo, pero es muy grave tolerar un mundo con múltiples centros de armamento nuclear ilimitado. No recomiendo la acción militar, pero tampoco su exclusión”, agregó. Sumados la trayectoria del paradójico Premio Nobel de la Paz con el recuerdo de Osirak (el 7 de junio de 1981, el reactor nuclear iraquí de Osirak fue bombardeado por la aviación israelí), todo parecería indicar que hay que prestar atención a la última parte de la frase.

¿En qué preciso instante la escalada de un conflicto llega a poner en riesgo la supervivencia de una nación y la de sus aliados? Hay respuestas para todos los gustos, pero una es irrefutable: cuando el oponente dispone de medios de destrucción masiva como podría serlo una cabeza nuclear, está en condiciones técnicas de hacerla detonar y tiene la resolución para tomar una decisión semejante. Y además, como lo demostró el caso de Irak, para determinadas concepciones geopolíticas, no es necesaria la certeza: con una sospecha alcanza y sobra.

(*) Ex canciller del gobierno argentino.

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