lunes, 9 de agosto de 2010

La vergonzosa gestión del secretario general que impuso Bush

Por Carlos Enrique Bayo (*)

Poco después de llegar a secretario general de la ONU (porque Bush impuso a un títere al frente del organismo) Ban Ki-moon se presentó en el Jerusalén árabe, bajo ocupación militar desde 1967, y les dijo a sus estupefactos anfitriones palestinos que estaba "encantado de estar en Israel".

Pero todavía más anonadados quedarían dos años más tarde, cuando no se dignó a interrumpir sus vacaciones durante las dos primeras semanas de devastación militar de Gaza, mientras los bombardeos indiscriminados daban muerte a más de un millar de civiles, cientos de ellos niños. Sólo reapareció cuando el Tsahal regó con fósforo blanco y bombas de racimo los cuarteles generales de la ONU en la Franja. Se declaró "afligido" por la matanza, y regresó a su despacho en el piso 34º de magníficas vistas sobre el río Hudson.

Ban permaneció impertérrito durante la invasión rusa de Georgia y las matanzas de Darfur, Somalia y Zimbabue. Después, se le ocurrió encargar al ruandés Kagame, sospechoso de crímenes de guerra, de verificar los Objetivos del Milenio (y puso en un brete a Zapatero). Hace sólo diez días, la auditora anticorrupción de la ONU, Inga-Britt Ahlenius, denunció que la gestión de Ban no sólo ha sido "deplorable", sino "una vergüenza".

Como vergonzoso es que designe al colombiano Uribe, bajo cuyos mandatos fueron asesinados por el Ejército miles de campesinos -y espiados por su servicio secreto jueces, diputados y magistrados-, para investigar el mortífero asalto israelí a la Flotilla de la Libertad. Lo único que no sorprende es que Israel lo aplauda.


(*) Redactor-jefe de sección internacional de "Público" de Madrid. Ha sido corresponsal en Moscú (1987-1992) y en Washington (1992-1996).

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