lunes, 5 de marzo de 2012

32 años del PT

Por Raul Pont (*)

Hacen 32 años, aquel inolvidable 10 de febrero de 1980, en el Colegio Sion, en San Pablo, delegaciones de 17 estados brasileños fundaron el Partido de los Trabajadores.
Por ironía de la historia, el aristocrático barrio de Higienópolis sirvió de cuna para que la nueva vanguardia del movimiento sindical de los años 70 liderara la formación de un partido clasista en el país.

Nacimos en una coyuntura de declinación y crisis del régimen militar de 1964. El autoritarismo de la dictadura y su sistema político bipartidario impuesto no soportaba más el rápido desarrollo industrial y los nuevos actores sociales que el crecimiento económico del “milagro brasileño” producía.

El PT fue una expresión política de aquel momento histórico de Brasil. Crecimos al interior de las grandes huelgas del final de los años 70 en el ABCD y en varias capitales, bajo el liderazgo de los principales dirigentes sindicales que las luchas sociales engendraban en ese período.

La singularidad histórica de aquel momento fue la conjunción de una profunda crisis de dominación del régimen militar, con un ascenso de los movimiento sociales, en especial el sindical, y la reorganización partidaria para superar la falencia representativa del bipartidismo consentido desde 1965.

Desde los primeros pasos del Movimiento Pro-PT en 1978, supimos integrar en esa construcción los más representativos líderes sindicales y la mayor parte de los grupos y personalidades de la izquierda marxista que en los años 60 habían roto con el populismo trabalhista y con las concepciones predominantes de la izquierda en nuestro país. Sabíamos que el heterogéneo frente de resistencia democrático en torno al MDB cerraba su ciclo. La conquista de la reorganización partidaria exigía la osadía de un partido clasista y socialista.

La lucha por la organización partidaria independiente de los trabajadores, herencia de las tentativas buscadas desde las primeras décadas el siglo, se transformó en realidad por la maduración capitalista del Brasil y el surgimiento de una nueva vanguardia anclada en las experiencias y avances teóricos programáticos desenvueltos a partir de los años 60 por sectores de la izquierda brasileña.

A pesar del golpe de 1964 y la traumática consecuencia para el campo popular, la izquierda en la segunda mitad de la década produjo una profunda reinterpretación de la historia del país, de su formación socioeconómica y del comportamiento de las clases sociales y de los partidos.

La presencia de una nueva generación de dirigentes sindicales, crítica de la estructura sometida al Estado que venia del autoritarismo populista de Getúlio Vargas, encontró respaldo en una nueva generación de socialistas, que se forjó en la resistencia al régimen militar, en la crítica al reformismo y en las luchas estudiantiles de los años 60 y 70. A la nueva vanguardia adherían amplios sectores del movimiento eclesiástico de base de la Iglesia progresista. Ese origen tornó al PT inédito, entre otras experiencias de la izquierda internacional.

El PT nació de las luchas sociales de aquella coyuntura y supo hacer la fusión de las vertientes sociales que venían del sindicalismo combativo, de la resistencia de los grupos de la izquierda y de los movimientos comunitarios urbanos. No nacimos adentro del Parlamento – como ley previa y posibilitadora de facilidades – sino de la base, de la libre organización de los movimientos sociales que enfrentaban el régimen militar pero que no se sentían representados por los partidos de elite y en las tradicionales conciliaciones de las clases dominantes brasileñas.

La presencia de figuras históricas y simbólicas en la fundación del partido (Mario Pedrosa, Antônio Cândido, Apolônio de Carvalho, Manuel da Conceiçâo, Herminio Sachetta, Sergio Buarque de Holanda, entre otros) recordaba a las nuevas generaciones de sindicalistas (Jacó Bittar, Henos Amorina, José Ibrahim, Lula, Olivio Dutra, Paulo Skromov, Wagner Benevides y otros) y de jóvenes socialistas y cristianos progresistas que retomábamos, también, fuertes tradiciones de las luchas revolucionarias y anti estalinistas de la izquierda en el Brasil.

En el 1º Congreso, de 1991, el derecho de tendencia fue refirmado, con la adopción de la proporcionalidad en las direcciones ejecutivas, conforme lo aprobado en el VII encuentro y con el reglamento para corrientes al interior del Partido. El 1º Congreso mostró la gran victoria alcanzada por las compañeras mujeres que garantizaron un mínimo del 30 por ciento en todas las instancias directivas del partido.

Esa concepción democrática plural, que no es contradictoria con la unidad partidaria, constituye nuestra mayor virtud orgánica y nuestro principal patrimonio político. La experiencia que garantiza la unidad y el crecimiento a lo largo de estos 32 años de existencia. Esta democracia interna nos posibilita corregir o cambiar rumbos de nuestra propia práctica y experiencia vivida en los parlamento, en las administraciones y en las políticas públicas que desenvolvemos en la sociedad.

Inauguramos una nueva práctica en la política brasileña: control de los electos por el partido, para evitar tentaciones de burocratización y de los privilegios; bancadas en sintonía con el partido y con los compromisos asumidos con los electores, a través de la voluntaria adopción de la fidelidad partidaria, democráticamente construida; y una acción parlamentaria y administrativa que cohíben privilegios, ventajas personales y la histórica visión patrimonialista que los políticos brasileños tienen con relación al Estado y los bienes públicos.

El PT contribuyó, igualmente, a estimular y organizar la acción independiente de los movimientos sociales. La construcción de la Central Única de los Trabajadores (CUT) en 1983 constituyó una referencia en la ruptura con el sindicalismo de Estado practicado en Brasil desde el Estado Novo (1937-1945).
A lo largo de estos 32 años estuvimos en la vanguardia de las grandes jornadas nacionales como la lucha por la Amnistía, por las Elecciones Directas, por la convocatoria a una verdadera Asamblea Nacional Constituyente soberana y exclusiva y por la destitución del Collor de Melo en 1992.

En Rio Grande do Sul, gobernamos durante 16 años la ciudad de Porto Alegre (1989/2004), donde construimos una nueva experiencia de gestión pública que va más allá de la democracia representativa. Mostramos a través del Presupuesto Participativo y de los variados instrumentos de democracia participativa, que la población, cuando tiene el poder de decisión, aprueba más y mejores servicios públicos.

Probamos que autarquías y empresas públicas, cuando están administradas sin corrupción, con transparencia y control democrático de la población, son superavitarias. Y también que son posibles nuevas políticas educacionales, mantener los servicios de salud públicos y gratuitos, innovar y ser creativos en la política de habitación social como un derecho de ciudadanía.

En 1998, llegamos por primera vez al gobierno del Estado, con Olivio Dutra y el Frente Popular. En la primera gestión del PT, a pesar de las dificultades impuestas por el escenario federal y la coyuntura internacional adversa, Río Grande do Sul fue el estado brasileño con mayor crecimiento industrial. Además de eso consiguió avanzar en educación, salud, transporte, turismo, seguridad pública y bienestar de la población, con participación popular a través del Presupuesto Participativo, los consejos sectoriales y los movimientos sociales, sin vender el patrimonio público.

En enero de 2001 vivimos en Porto Alegre un salto de calidad en ese proceso. Para contraponer al 31º Foro Económico Mundial de Davos, un conjunto de instituciones y de movimientos convocó a la capital gaúcha al Primer Foro Social Mundial. Actividad que se transformó en ejemplo de lucha contra el neoliberalismo y que se realizó cinco veces en la ciudad.

Fueron estas experiencias y su efecto demostración – la trayectoria singular de más de tres décadas de una nueva forma de hacer política con democracia, participación popular, transparencia administrativa - que garantizaron la identidad política para llegar al Palacio del Planalto. Es bueno recordar que este proceso tuvo lugar exactamente a contramano de la hegemonía mundial del neoliberalismo. A lo largo de estas décadas por más que avanzara el neoliberalismo en el mundo y en Brasil, el PT resistía y continuaba creciendo.

En 2002, con la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva inauguramos un nuevo período histórico en el país, de inclusión social, desarrollo económico y soberanía nacional como nunca habíamos tenido en nuestra historia. Esta experiencia reciente ha demostrado que la inversión social, la distribución de la renta y el crecimiento son caminos para resolver los problemas estructurales.

En 2010 reelegimos nuestro proyecto nacional con la elección de Dilma Rousseff, la primera mujer presidenta de Brasil. La elección de la compañera Dilma corresponde al nuevo período político, destacado no sólo por la superación del neoliberalismo sino, sobre todo, por la posibilidad de construir una nueva hegemonía en Brasil. Con Dilma queremos construir una alternativa antagónica a los privilegios y a la miseria vergonzosa. Nuestra propuesta se basa en los valores de igualdad social, de inclusión, democracia participativa y pluralidad. La defensa de este proyecto es el tema central y estratégico de nuestro partido y define el conjunto de las acciones gubernamentales.

En Río Grande do Sul, retomamos el gobierno del Estado, con la elección Tarso Genro como gobernador. A lo largo de los últimos años nuestro Estado no había conseguido acompañar el proceso de desarrollo con distribución del ingreso, propuesto por el gobierno de Lula. Además, este período representó para RGS un retroceso en la participación popular y en los principios de una gestión pública republicana. Con Tarso en el gobierno del Estado y Dilma en la presidencia de la República, queremos retomar nuestra política de democracia participativa del Presupuesto Participativo estadual, de implementación del programa de Estadual de Economía Solidaria, de descentralización y democratización de la política cultural, de recuperación de la Universidad Estatal (UERGS) y la expansión de la escuela secundaria y de un proyecto de desarrollo económico y social con distribución del ingreso y con base en el mercado interno y el papel de inductor del Estado.


Recuperación de la identidad programática

Han pasado 32 años y el PT se afirmó como uno de los principales partidos del país. Profundamente democrático, con sus organismos de base, con el derecho de tendencias internas y proporcionalidad de sus representaciones, con igualdad de género en todas las direcciones partidarias y la incorporación a la política de las cuestiones ambientales, la lucha contra el racismo y la defensa de la libre orientación sexual. Estas conquistas fueron consolidadas en el reciente IV Congreso del partido, celebrado en 2011, particularmente la igualdad de género en las direcciones partidarias.

Sin embargo, no pasamos incólumes estos 32 años. Las ventajas y la hegemonía alcanzadas por el despliegue y crecimiento a través de victorias parlamentarias y experiencias administrativas, nos confrontan dialécticamente, con la cooptación y la participación en una poderosa red de un Estado capitalista que pretendemos transformar.

Sabemos que el crecimiento del partido y la ampliación de sus espacios parlamentarios y administrativos tensionan cada vez más esos principios y valores. Vivimos en 2005, después de llegar a la Presidencia de la República, nuestra mayor prueba para mantener nuestra coherencia y los objetivos históricos de esos 32 años de existencia. La crisis vivida por el PT en el período fue el resultado de la ruptura con los principios del partido y su historia, donde nuestras raíces ideológicas y valores socialistas fueron diluidos en prácticas políticas y alianzas partidarias caracterizadas por el pragmatismo, por la visión de que el fin justifica los medios. Muchos cuadros y dirigentes de esa marcha fueron deglutidos por los atajos inmediatistas de los cargos y por intereses personales concretos, siempre presentes en la permanente disputa político-ideológica en una sociedad de clases.

Tenemos la tarea de reconstruir el partido, su estructura organizativa, su programa y sus utopías. Tenemos la convicción y la esperanza de que en estos 32 años enraizamos experiencias suficientemente fuertes como para poder superar las dificultades y obstáculos y consolidar nuestro proyecto de transformación social con la misma determinación con que resistimos a la dictadura militar y enfrentamos los duros años de la avalancha neoliberal.

La misma osadía que nos dio coraje para existir y construir el PT en la adversidad, que construyó ricas experiencias de luchas sociales nos impulsa a nuevos enfrentamientos. Un programa de transición al socialismo nos exige desarrollar, en cada momento, propuestas y luchas que signifiquen saltos de calidad en la práctica y en la conciencia de sus protagonistas.

La utopía, la conquista de una sociedad socialista, que nos impele a seguir luchando, no es y no será fruto de un decreto o de la creencia en un momento mágico en el futuro. La construcción de esta estrategia pasa por las conquistas que sean comprendidas por el nivel de conciencia de las personas, que las estimulen a luchar y las preparen para los nuevos combates.

Democracia y socialismo son indisociables. No hay utopía sin alterar la correlación de fuerzas, sin disputa concreta de relaciones de poder político donde, permanentemente, las clases dominadas hacen su experiencia de organización y conciencia. Esta se construye día a día en las conquistas parciales, en la acumulación de fuerzas, en la construcción partidaria, en la educación política y en la confianza de decenas de millones de personas para quienes somos alternativas.

Las tareas centrales del período que se abre con las elecciones de 2010 son las de consolidar y profundizar el crecimiento económico del país, con expansión del empleo y fuerte distribución del ingreso, equilibrio macroeconómico y reducción de la vulnerabilidad externa y preservación del medio ambiente.
En el centro de estas tareas está la meta de eliminar la pobreza absoluta, objetivo mayor para lograr una efectiva democracia económica y social. El fortalecimiento de ésta, de la que depende en gran medida la democracia política, pasa también por la profundización de las políticas públicas en las áreas de educación, salud y seguridad pública, así como por la institución de un nuevo marco regulatorio de las comunicaciones en Brasil. El país necesita continuar el fortalecimiento de su infraestructura física y energética y la aplicación de una política industrial basada en la innovación tecnológica. Todos estos factores, junto con una correcta política comercial, serán fundamentales para aumentar la competitividad externa. La reducción del costo del crédito y la reforma del sistema tributario son elementos clave para esto.

El fortalecimiento de este nuevo desarrollismo, que Brasil viene implementando en los últimos años, es condición indispensable para garantizar nuestra presencia soberana en el mundo, a través de la continuidad de una política exterior activa y orgullosa que asegure un lugar privilegiado para Brasil y América del Sur en el mundo multipolar en formación. Cabe al PT ser la principal base de apoyo del gobierno de Dilma y de Tarso Genro, pero también le corresponde la tarea de servir como un vínculo con la sociedad, especialmente con las demandas de los trabajadores y de los excluidos.

También compete al PT empeñarse en mejorar nuestro sistema democrático, mediante la realización de una reforma política, que es una condición necesaria para el fortalecimiento de la democracia y del sistema representativo, así como profundizamos el desenvolvimiento de instrumentos de democracia participativa. La reforma política es indispensable para la consolidación de un sistema partidario basado en valores democráticos, republicanos y que consoliden una soberanía popular. La democracia participativa debe ser una estrategia central en nuestra lucha por una sociedad socialista.

Tenemos la tarea de dar continuidad a esta trayectoria militante y combativa. Este es el partido que hemos construido. Esta es la estrategia que reivindicamos. Esta es la utopía que nos mantiene militando.


(*) Diputado brasileño, es presidente del PT/Río Grande del Sur.

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