lunes, 27 de septiembre de 2010

Objetivos del Milenio, ¿para este siglo?

Por Hedelberto López Blanch (*)

Con un documento preliminar de 27 páginas, la sede central de Naciones Unidas en Nueva York esta preparada para recibir desde este lunes 20 hasta el miércoles 22 a sus 192 miembros para discutir cómo se podrán cumplir los Objetivos del Milenio que prácticamente están en el limbo desde que fueron aprobados en el 2000.

Aunque el borrador no ofrece recomendaciones o nuevas posiciones políticas que hagan cambiar las actuales actitudes económicas y sociales de muchos gobiernos, indica que las Metas son alcanzables pese a la crisis económica-financiera mundial.

Numerosos analistas e investigadores del orbe se preguntan si estas promesas son reales o virtuales, o si la ONU no comprende lo difícil que será lograr esos resultados en un mundo donde impera una globalización neoliberal deshumanizada y de libre comercio que ha provocado una enorme asimetría entre ricos y pobres a nivel planetario.

Claro que si en 2000 se pronosticaba como poco probable cumplir en 2015 esas metas, al cabo de diez años y a solo cinco de finalizar el tiempo, los objetivos resultan inalcanzables para la gran mayoría de las naciones en desarrollo.

A los altos índices de analfabetismo, miseria, desempleo, hambre, malas condiciones sanitarias, poco acceso a los servicios de salud, de agua potable y vivienda existentes en 2000, se le une ahora la profunda crisis económica, financiera, ecológica y ambiental que comenzó en Estados Unidos y se ha extendido como pólvora por Europa y otros continentes, la cual amenaza con empeorar la precaria situación de cientos de millones de habitantes.

Los ocho Objetivos de Desarrollo que trazó la Asamblea General para el Milenio son: reducir a la mitad el porcentaje de hambrientos y de quienes solo tengan ingresos de un dólar al día; disminuir en dos tercios la mortalidad de menores de cinco años y en tres cuartas partes la materna en relación con las de 1990; que los niños puedan concluir la enseñanza primaria.

Los restantes proyectos consisten en mejorar la vida de millones de seres que viven en tugurios; detener y reducir la propagación del VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades graves; bajar a la mitad el porcentaje de personas que carecen de agua potable; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; adoptar políticas de desarrollo sostenible y fomentar la asociación mundial para el desarrollo.

En noviembre de 2006, ante la Asamblea General, el entonces secretario de ONU, Kofi Annan, fue directo al problema cuando señaló: “aún estamos muy lejos de donde debemos. Hemos establecido los fundamentos para el desarrollo, pero nada más que eso, pues ninguna zona del mundo esta hoy en camino de alcanzar todas las Metas del Milenio”.

Cinco años después de la Cumbre fundacional para el Desarrollo del Milenio, los jefes de Estado y Gobierno se volvieron a reunir en la sede neoyorquina para analizar cómo marchaba el cumplimiento de las metas.

Inmersos en las guerras de ocupación en Afganistán e Iraq, Washington y la mayoría de sus aliados de los países ricos que participaban en esa llamada coalición bloquearon por todos los medios las discusiones y las posibles ayudas que se le podían entregar a las naciones más atrasadas del planeta.

En esa ocasión, el delegado cubano y presidente del Parlamento de la Isla, Ricardo Alarcón de Quesada, expresó ante en el Plenario que pese a ser convocados para analizar los avances o dificultades para poder cumplir los objetivos, la reunión tomó otros rumbos.

“Estamos ante un fraude imperdonable. El objetivo de esta reunión fue secuestrado en medio de tortuosas manipulaciones. Quienes se imaginan dueños del planeta no quieren siquiera recordar aquellas promesas que fueron proclamadas” denunció.

El presidente venezolano Hugo Chávez también alzó su voz en la Asamblea, al expresar que “el propósito original de esta reunión ha sido desvirtuado totalmente. Se nos ha impuesto como centro del debate un mal llamado proceso de reformas, que relega a un segundo plano lo más urgente, como lo es la adopción de medidas para enfrentar los verdaderos problemas que obstaculizan e impiden los esfuerzos de nuestros países por el desarrollo y por la vida”.

En 1972, durante la III Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), los países ricos se comprometieron a ofrecer el 0,7 % de su Producto Interno Bruto (PIB) para ayudar a las naciones en desarrollo.

El compromiso, que nunca llegó a materializarse en su totalidad, ha ido bajando considerablemente y en 2009 se situó por debajo del 0,2 %.

Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) afirma con euforia que el número de pobres en el mundo ha disminuido considerablemente sobre todo en Asia y en América Latina.

Lo irracional de estos datos es que, si se eliminan los esfuerzos que en ese sentido han hecho China y las naciones de sudeste asiático en ese continente, y Brasil, Argentina y Venezuela en Latinoamérica, las demás naciones, o sea, la inmensa mayoría, no han tenido avances.

La CEPAL cita a Perú entre los países que han obtenido logros en bajar la pobreza, pero otros informes lo desmienten, como los del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) del Perú y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

INEI y OIT aseguran que 3,3 millones de niños y adolescentes, entre los 5 y 17 años, trabajan en Perú, principalmente en el sector agrícola o en oficios considerados como peligrosos, colocando a la nación andina con la mayor tasa de trabajo infantil de Latinoamérica, lo que equivale al 42 % de la población nacional en esa edad (que asciende a 7,9 millones).

Decididamente, nadie que se respete quisiera tener esos “logros” para su país.

A fines de 2009 de pobreza en América Latina afectaba a 230 millones de personas, es decir, el 45,2 % de toda la región. De estas, unos 105 millones (19,8 % de la población) se hallaban en situación de pobreza extrema o indigencia, pues sobrevivían con menos de un dólar al día. Al parecer, la CEPAL realizó cálculos con una varita mágica.

Un estudio de las Naciones Unidas de 2008 aseguraba que el 1 % de las personas más ricas del mundo poseían el 40 % de la riqueza global, y la mitad más pobre solo era dueña del 1%.

Para agregar números peyorativos, varios organismos internacionales aseguran que más de 1.000 millones de personas en el planeta sobreviven con menos de un dólar al día, y otros 2.700 millones con menos de dos dólares diarios, a la par que 11 millones de niños mueren cada año a causa de enfermedades completamente prevenibles, como malaria, diarrea o neumonía.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, significó que una de cada tres personas que viven en el mundo en condiciones de pobreza extrema se encuentra radicada en África subsahariana y, de mantenerse esa tendencia, para el 2015 la proporción se elevará al 50 %.

No vale la pena continuar acumulando cifras. Lo fundamental en el próximo cónclave de ONU sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio será que los jefes de delegaciones de las naciones del Sur reclamen un nuevo orden económico y político mundial y exijan sus derechos a los países ricos que durante siglos de saqueo contribuyeron a empobrecerlos.


(*) Analista.
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