lunes, 20 de junio de 2011

Un viejo debate

Por Niko Schvarz (*)

En la edición de BITÁCORA del 29 de mayo Esteban Valenti lanza truenos y centellas contra El Estado y la Revolución , considerando esta obra de Lenin responsable de muchos de los desastres ulteriores que llegan hasta nuestros días.

Creo que su enfoque es sesgado, y parcializado en dos sentidos: porque en el libro (o folleto) mencionado, además del tema de la dictadura del proletariado, se aborda también el tema de la democracia de una manera novedosa y profunda, tomando en cuenta las experiencias de la Comuna de París y los análisis de Marx al respecto; y porque no toma en cuenta las elaboraciones y los debates sobre el tema en los últimos 15 ó 20 años, en el mundo y en nuestro país.

Aquí quiero evocar particularmente los aportes de José Luis Massera, que ya no está entre nosotros. El tema es más actual de lo que puede parecer a primera vista, máxime porque el artículo en cuestión lo refiere desde su título ( El marxismo-leninismo, grave enfermedad del socialismo ) a la concepción en su conjunto.

Primera precisión: en El Estado y la Revolución hay, además de la mención a la dictadura del proletariado, una valoración sustancial de la democracia. (Veremos más adelante cómo la mención de la dictadura del proletariado fue magnificada, exacerbada y multiplicada en el prefacio de la edición soviética de las obras de Lenin). La democracia escribe el líder de la revolución rusa- tiene magna importancia en la lucha de la clase obrera por su liberación, contra los capitalistas. ( ) La democracia implica el reconocimiento formal de la igualdad entre los ciudadanos, el derecho igual de todos a determinar la estructura del Estado y a gobernarlo. Y esto cohesiona contra el capitalismo a la clase revolucionaria, el proletariado .

Previamente, siguiendo los trabajos de Marx sobre la Comuna de París, que fueron reunidos en el libro La guerra civil en Francia y contiene los manifiestos del Consejo General de la Iª Internacional sobre la guerra franco-prusiana, Lenin escribía que la Comuna representa la democracia hecha realidad del modo más completo y consecuente que pueda imaginarse y agregaba que se llega al interesante límite en que la democracia consecuente, por una parte, se transforma en socialismo y, por otra, reclama el socialismo .

Tal era el resumen extraído por Marx de las medidas adoptadas por la Comuna en sus 71 días de gobierno: disolución del ejército permanente, reemplazado por el pueblo en armas; elección por sufragio universal de todos los consejeros municipales, responsables y revocables en todo momento, y que percibían el salario de un obrero; la Comuna era una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo; la policía fue puesta a su servicio, igualmente con carácter revocable, lo mismo que los funcionarios de las diversas ramas de la administración.

A ello se agregaron: la separación de la iglesia del Estado, la supresión de todas las partidas presupuestales para fines religiosos, la supresión del trabajo nocturno en las panaderías, la eliminación de los montes de piedad, la entrega a los obreros organizados en cooperativas de las fábricas clausuradas por los patronos.

Los extranjeros elegidos por la Comuna fueron confirmados en sus cargos porque la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial y la Columna Vendôme, símbolo del chauvinismo, fue demolida. Engels se maravilla de la cantidad de cosas justas hechas por la Comuna a pesar del grueso error político de detenerse ante el Banco de Francia. Marx destaca que la Comuna era esencialmente un gobierno de la clase obrera que retomando los términos del Manifiesto- aspiraba a la expropiación de los expropiadores y representaba un Gobierno del pueblo por el pueblo . En el último prólogo al Manifiesto Comunista que firmaron juntos (a la edición alemana de 1872) Marx y Engels señalan que la Comuna de París eleva por primera vez al proletariado, durante dos meses al poder político .

Este contenido de la democracia, su vinculación y enlace con el socialismo, las relaciones recíprocas entre ambos es lo que Lenin valora altamente en el trabajo que comentamos. Antes, en La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación , había escrito: De la misma manera que es imposible un socialismo triunfante que no implante la democracia completa, es imposible también que se prepare para la victoria sobre la burguesía un proletariado que no sostenga una lucha múltiple, consecuente y revolucionaria por la democracia .

Éste es, a mi juicio, el problema fundamental del mundo de hoy: la afirmación de la democracia, su extensión y profundización, la creación de nuevas formas de democracia con amplia participación del pueblo que abra camino a una sociedad más justa con igualdad de posibilidades para todos, y que tienda al socialismo.

No voy a volver a citar, por conocida, la frase de Arismendi en su testamento político, de que la consolidación y la defensa de la democracia y su profundización es la tarea central de la hora, incluso para conquistar y construir un día una sociedad socialista. Sí cabe agregar que los mejores ejemplos en este sentido los está abriendo hoy la nueva América Latina que amanece con el nuevo siglo y milenio, y a la cual acaba de dotar de nuevo impulso la victoria electoral de Ollanta Humala en Perú.

Otra acotación al artículo comentado se relaciona con el espíritu polémico de Lenin, abierto y franco en todas las circunstancias. Allí se menciona el debate de alto nivel con Rosa Luxemburgo. Lenin reclamó que esa polémica se publicara por entero (no sé si esto se cumplió). Incluso con Trotzky, y sus actitudes inconsultas y peligrosas para la subsistencia del débil estado soviético cercado por 14 potencias en la paz de Brest-Litovsk, Lenin sostenía su derecho a defender sus posiciones en el seno del Partido, reclamando eso sí el cumplimiento de las resoluciones adoptadas, pero sin poner cortapisas a la lucha ideológica, que él mismo desplegó con vigor y pasión. Establecer algún mínimo paralelo entre esta actitud y los escritos y las prácticas de Stalin es un agravio no ya a la inteligencia, sino al sentido común.

Aludí más arriba a los comentarios de las ediciones oficiales soviéticas sobre la obra de Lenin que comentamos, que se reproducen en otras como La revolución proletaria y el renegado Kautsky . Todas están coladas en el mismo molde.

En el Prefacio a El Estado y la Revolución redactada por la editorial soviética al tomo 33 de las Obras Completas de Lenin en 56 volúmenes, el término dictadura del proletariado figura 30 veces en las 9 primeras páginas, y ocho veces en una misma página (la XIV). Lo mismo se hace con las obras de Marx y Engels que Lenin menciona (como La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 , El 18 Brumario de Luis Bonaparte , La guerra civil en Francia ), aunque en ellas el término no aparezca ni por asomo. He examinado este tema en el apéndice a mi ponencia sobre Democracia y socialismo presentada en el Encuentro efectuado en 1998 en París en el 150º aniversario del Manifiesto Comunista, al que concurrimos junto con Juan Grompone y Daniel Olesker.

Cabe agregar que en el dificilísimo proceso revolucionario, a poco andar Lenin abrió paso a la Nueva Política Económica (NEP), en la que lo fundamental no era la labor de represión sino iniciar la construcción de la sociedad socialista.

Decía también que el análisis del tema no puede prescindir de las elaboraciones y debates desde fines de siglo, destacando el aporte de Massera. En noviembre de 1996, después de participar el año anterior en París en una reunión internacional titulada Marx Actual, organizamos un Encuentro sobre vigencia y renovación del marxismo en el Cabildo y la Facultad de Ciencias Sociales, cuyas ponencias están recogidas en el libro Marx hoy .

Las ideas allí expuestas por Massera ameritan la síntesis que sigue. Para avanzar en el curso de la fase de transición del capitalismo al comunismo será necesario un cierto tipo de estructura social-estatal para enfrentar tareas enormes y extremadamente difíciles. Pero ahora, 120 años después de la Crítica del Programa de Gotha (de 1875, en que Marx retoma el concepto de dictadura del proletariado que había utilizado por única vez en su carta a Joseph Weydemeyer del 5 de marzo de 1852, carta que Lenin no conocía cuando publicó la primera edición de El Estado y la Revolución en enero de 1918) resulta claro que en el cuadro de los enormes cambios sobrevenidos en las bases materiales, económicas y sociales del mundo, la caracterización de un tal Estado como dictadura del proletariado es totalmente obsoleta e incongruente.

Las variantes introducidas por Engels y por Lenin (por Lenin, subrayo) señalan la necesidad de otra designación, a ser mejor elaborada en el futuro, susceptible de expresar de modo más preciso los nuevos rasgos esenciales, y particularmente dos: la democracia, en el sentido más amplio del término, en tanto metodología de relacionamientos flexibles, respetuosos y abiertos en el seno de la sociedad civil; y el carácter cada vez más policlasista de sus sectores avanzados.

En una conferencia previa en el Instituto Siglo XXI, en mayo del mismo año 1996, Massera se refería a las propuestas de Lenin al comienzo de los años 20, en particular a la NEP, y decía: Creo que en una concepción prospectiva Lenin tenía la idea básica de desarrollar un proceso democrático policlasista para poder seguir adelante. Lamentablemente murió y el proceso abortó, dando paso la formulación esquemática, cuadrada, granítica, de Stalin, que tantos desastres ha causado desde el punto de vista humano y social, pero también desde el punto de vista teórico .

En el trabajo que me permití citar examino la evolución del concepto democracia en América Latina, particularmente a raíz de las elaboraciones de sucesivas encuentros del Foro de Sâo Paulo (FSP) y concluyo que en nuestro continente, asolado durante más de un siglo por dictaduras militares, la palabra dictadura sólo puede suscitar un sentimiento de absoluto y profundo rechazo; y que la cuestión no es sólo semántica.


(*) Periodista.
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