miércoles, 2 de febrero de 2011

Nuevas revelaciones sobre el Mossad

A unos treinta kilómetros de la prisión de Beer-Sheva –donde los participantes de la “flotilla hacia Gaza” fueron brevemente detenidos tras el asalto sangriento del 31 de mayo pasado–, en dirección a la Franja de Gaza, se encuentra la instalación de espionaje más importante de Israel.

Esta base, jamás revelada hasta ahora, está constituida por líneas de antenas satelitales que interceptan secretamente llamados telefónicos, correos electrónicos y otros tipos de comunicaciones de Medio Oriente, de Europa, de África y de Asia.

El poder del Estado hebreo en la región está a menudo asociado a sus fuerzas armadas, a su arsenal nuclear y a sus servicios de acción clandestina (el Mossad). Pero sus capacidades de recolección electrónica de información parecen igual de importantes, ya se trate de vigilar gobiernos, organizaciones internacionales, sociedades extranjeras, organizaciones políticas o individuos. La mayor parte de este espionaje se desarrolla desde esta instalación en los bordes del desierto del Neguev.

La base está situada a unos dos kilómetros al norte del kibutz de Urim. Nuestros informantes trabajaron en los círculos de la información israelí, y conocen esta base de primera mano. Describen líneas de antenas satelitales de distintos tamaños, y edificios y barracas situados a uno y otro lado de la ruta 2333, que conduce a la base. Altos alambrados, barreras y perros protegen el terreno. Como cualquiera puede constatar en internet, las imágenes satelitales de este lugar no han sido interferidas. El ojo atento distingue allí sin esfuerzo todos los elementos característicos de un puesto de vigilancia electrónica. Un gran círculo en los campos indica la ubicación de una antena direccional (HF/DF), destinada a la observación marítima.

La base de Urim fue establecida hace décadas con el fin de vigilar las comunicaciones internacionales que transitan por la red satelital Intelsat, un importante repetidor telefónico entre diferentes países. Su actividad se extendió a las conexiones marítimas (Inmarsat), y luego creció rápidamente apuntando hacia satélites regionales cada vez más numerosos. Así, esta base es “similar –confirma el especialista en inteligencia Duncan Campbell– a las estaciones terrestres de intercepción satelital del pacto Echelon”. Echelon es la red mundial de estaciones de vigilancia que integran Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, revelada en 1996 (1). Los teléfonos satelitales utilizados sobre los barcos que navegaban hacia Gaza eran blancos fáciles para esos equipos de alta tecnología.

Nuestras fuentes israelíes describen cómo las computadoras están “programadas para distinguir palabras y números de teléfono interesantes” en el seno de llamados, correos electrónicos y datos captados. Los mensajes interceptados son transferidos a la sede de la Unidad 8200 –la central de inteligencia israelí–, en la ciudad de Herzliya, al norte de Tel Aviv. Allí, son traducidos y transmitidos a las otras agencias, entre las que se cuentan el ejército y el Mossad.


Al igual que sus equivalentes británico (Government Communications Headquarters, GCHQ) y estadounidense (National Security Agency, NSA), la Unidad 8200 es mucho menos famosa que la agencia de inteligencia exterior y de operaciones especiales del país (respectivamente el MI6, la CIA y el Mossad). Las primeras son, sin embargo, más importantes en términos de presupuesto y de personal.

La base de Urim apunta a muchas naciones, amigas como enemigas. Una antigua analista, afectada durante su servicio militar a la central de la Unidad 8200, afirma que trabajaba a tiempo completo traduciendo al hebreo llamadas y correos ingleses y franceses. Una tarea “interesante”, dice, que consistía en desentrañar numerosas correspondencias de rutina para descubrir pepitas. Su sección escuchaba sobre todo “el tráfico diplomático y otras señales offshore [internacionales]”. Pasaba mucho tiempo también explorando sitios de internet públicos (2).

Para completar el cuadro, la base de Urim se encarga de intervenir los cables submarinos (especialmente los cables mediterráneos que unen Israel a Europa vía Sicilia) y dispone de estaciones clandestinas en los edificios de las representaciones de Israel en el extranjero, como las embajadas. La Unidad 8200, que depende oficialmente del ejército, tiene enlaces secretos en los territorios palestinos y hace volar aviones Gulfstream repletos de equipamiento electrónico.

Si se excluyen los satélites de televisión –objetivos improbables para una estación de vigilancia–, la mayoría de los emisores situados en un arco que se extiende desde el Atlántico hasta el Océano Índico son blancos potenciales: además de Intelsat e Inmarsat, los objetivos son rusos, árabes, europeos o asiáticos. Las imágenes de la base revelan una treintena de antenas de vigilancia, que hacen de Urim una de las más grandes estaciones de espionaje del planeta. La única estación comparable en tamaño es la estructura estadounidense instalada en Menwith Hill, en el Yorkshire (Inglaterra).

Otras estaciones de escuchas son conocidas desde los años 1980: en las proximidades de la ciudad alemana de Bad Aibling se encuentra una gran base de la NSA. Otra estación estadounidense está situada sobre la isla de Diego Garcia, en el Océano Índico, al lado de una pista de aterrizaje donde se perfilan bombarderos B-52. En cuanto a la principal base británica, sus veinte antenas se dejan ver en lo alto de los acantilados de Cornualles, en Morwenstow. La Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE) de Francia no se queda atrás con “Frenchelon”, una red que incluye varias bases en el país y en los territorios de ultramar.

La estación israelí de Urim, había logrado permanecer oculta al público durante décadas.


1 Nicky Hager, Secret power. New Zealands’s Role in the International Spy Network, Craig Potton Publishing, Nelson, 1996. Véase también Philippe Rivière, “Le système Echelon”, Manière de voir, París, nº 46, julio-agosto de 1999.
2 Thomas Keenan y Eyal Weizman, “Israel y la tercera amenaza”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2010.

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