martes, 12 de abril de 2011

No se puede borrar la historia

Por Robert Reich (*)

El gobenador de Maine, Paul LePage, ordenó a trabajadores públicos que retiraran del vestíbulo del Departamento de Trabajo de ese Estado un mural de 11 metros que describe la huelga de 1937 en Auburn y Lewiston.

También recoge la imagen icónica de Rosie la Soldadora, quien en la vida real trabajó en Bath Iron Works (uno de los mayores astilleros de EEUU, situado en Maine). Un panel del mismo mural muestra a uno de mis antecesores en el Departamento de Trabajo de EEUU, Frances Perkins, quien fue enterrada en Newcastle, Maine. La Administración LePage también se encuentra en el proceso de rebautizar salones que han llevado los nombres de líderes históricos del movimiento obrero, como lo fue la exsecretaria Perkins.

El portavoz del gobernador ha explicado que el mural y los nombres de las salas de conferencias “no se ajustan a los objetivos del Departamento en favor de los negocios”.

¿Estamos en Estados Unidos? Frances Perkins fue la primera mujer que llegó al Gobierno federal en la historia de Estados Unidos. Ella fue también uno de los mejores miembros del gabinete en la historia del país. Ella y su jefe, Franklin Delano Roosevelt, llegaron al poder en un momento en que los trabajadores medios necesitaban ayuda. Y Perkins y Roosevelt estaban decididos a proporcionársela. Juntos crearon la Seguridad Social, el seguro de desempleo, el derecho de los trabajadores a sindicalizarse, el salario mínimo y la semana laboral de 40 horas.

Los grandes empresarios y Wall Street pensaron que Perkins y Roosevelt no estaban manteniendo los objetivos en favor de los negocios. Entonces ellos y sus marionetas republicanas en el Congreso y en los estados se vengaron mediante un asalto político al New Deal. Roosevelt no se arrugó. En un discurso pronunciado en octubre de 1936, condenó “el monopolio empresarial y financiero, la especulación, la banca despiadada, el antagonismo de clases y el enriquecimiento con las guerras”. Las grandes compañías y Wall Street, dijo, “han comenzado a considerar el Gobierno de Estados Unidos como un mero apéndice de sus intereses particulares”. Y añadió: “Sabemos que el gobierno del capital organizado es tan peligroso como el gobierno de la turba organizada. Nunca antes en nuestra historia esas fuerzas han estado tan unidas contra un candidato como lo están hoy. Ellos mantienen unanimidad en su odio hacia mí, y yo doy la bienvenida a su odio”.

Avancemos 75 años.

Las grandes compañías y Wall Street han emergido de la Gran Recesión con los bolsillos abultados. Beneficios y bonus son tan elevados como lo eran antes de la caída. Y ellos están gastando como locos en lobbys y en políticos. Después de la desgraciada decisión de la Corte Suprema en el caso de Citizens United, ya no existen límites. (El fallo, de 2010, eliminó cualquier barrera para que las grandes corporaciones inviertan en campañas electorales).

Los objetivos en favor de los negocios lo están rompiendo todo. Gobernadores a lo largo y ancho de EEUU están metiéndoles tajos a los impuestos de las corporaciones y están haciendo lo mismo con los presupuestos estatales. Los republicanos de la Cámara de Representantes y del Senado están dispuestos a desregularizar, privatizar, cortar el gasto y reducir impuestos con el fin de que sus patrones de las corporaciones y Wall Street tengan cada vez mejores resultados.

Pero la mayoría de los estadounidenses están aún en un problema desesperado. Pocas ganancias económicas, por no decir ninguna, están goteando hacia abajo. Por ese motivo, el actual asalto republicano contra los trabajadores –a sus derechos para formar sindicatos, al seguro de desempleo y la Seguridad Social, a los empleados públicos e incluso (cortesía del gobernador LePage) a nuestra memoria común– resulta tan despreciable. Y esa es la razón por la que necesitamos un presidente que luche por los trabajadores contra este asalto, tal como hicieron en su día Perkins y Roosevelt.

A propósito, el gobernador LePage podría tener la curiosidad de saber que el edificio que alberga el Departamento de Trabajo de EEUU en Washington se llama Edificio Frances Perkins. Podemos encontrar el retrato de ella colgado en un sitio prominente. También podemos ver retratos y murales de grandes líderes del mundo del trabajo estadounidense.

Una breve caminata a través del pasaje llevará al gobernador LePage a un impresionante memorial de Franklin D. Roosevelt, por si el gobernador quisiera visitarlo. Gobernador, usted tal vez pueda borrar algo de la memoria de Maine, pero lo tendrá muy difícil para borrar la memoria de este país, incluso aunque no se ajuste a sus objetivos en favor de los negocios.

(*) Exsecretario de Trabajo de EEUU. Catedrático de Políticas Públicas en la Universidad de Berkeley.

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