lunes, 19 de diciembre de 2011

Ajuste fiscal y rigidez monetaria

Por Carlos Garramón (*)

La solución emergente la semana pasada en la Cumbre de Bruselas no constituye solamente un trabajoso acuerdo entre los 17 países de la Eurozona más 9 países de la CEE, con excepción de Inglaterra, para enfrentar la crisis de deuda soberana y restablecer la confianza en su moneda única.

Significó, fundamentalmente, el triunfo de un enfrentamiento global en torno a una estrategia, casi ideológica de como gestionar la crisis y por ende enfrentar la contracción y el desempleo. Triunfó la tesis alemana - francesa (la estrategia Merkozy ) que postula que la pérdida de confianza de los mercados en el euro, así como el devastador impacto socioeconómico del nivel de endeudamiento de la Europa mediterránea, se enfrentan restituyendo la disciplina fiscal y limitando la capacidad de respaldo e intervención directa del BCE en el mercado de bonos soberanos y en la capitalización del sistema financiero.

A la crisis se le respondió, al menos en el Acuerdo de Bruselas, con más integración: la cesión de autonomía se acrecentó: a la unión monetaria se adicionó la unión fiscal. Si no hubiese sido por el intento de chantaje y posterior divorcio británico, la solución Merkozy se hubiese impuesto en plenitud, o sea, hubiese involucrado a los 27 países que conforman la CEE.

Crucemos los dedos para que este acuerdo de una Europa dividida y su moneda única sigan en pie, de lo contrario enfrentaremos una catástrofe de consecuencias imprevisibles a nivel global. La ola expansiva de contagio será como un tsunami que llegará a las playas más lejanas del mundo.

Para comprender en profundidad la controversia ideológica que esta postura significa, la reacción de Obama fue de crítica y de decepción. Para el Gobierno de EE.UU. la crisis no se enfrenta con ajuste y contracción, se enfrenta, y así lo hizo el Tesoro y la FED, con una "bazooka" de inyección monetaria, proveyendo toda la liquidez que sea necesaria para compensar la contracción de demanda agregada generada por el congelamiento del crédito, el pánico del consumidor y el desempleo. Obama teme que la recesión en Europa y la crisis de su sistema financiero generen un contagio de impacto global que opaque los signos de recuperación que muestra la economía de EE.UU., justamente en un año en que juega su reelección.

Merkozy responde que la estrategia norteamericana compromete el bienestar de futuras generaciones debido al nivel de endeudamiento y déficit que genera una política monetaria expansiva, además del riesgo inflacionario asociado, en la medida en que la recuperación económica se consolide. Además, el salvataje de gobiernos y bancos vía continuos planes de rescate Planes de Salvataje bancario y EQ s debilitan la capacidad de los beneficiarios de realizar esfuerzos propios para obtener fondeos genuinos.

Clara controversia entre la disciplina y rigidez germana y la respuesta rápida, pragmática y cortoplacista de EEUU. No es la primera vez en el marco de la Cumbre de Bruselas y la posterior reacción de EE.UU., que la visión germana se enfrenta con la anglosajona. Los próximos meses, y quizás los próximos años, serán decisivos para dirimir quién tiene la razón en esta evidente diferencia de enfoque en la gestión de la crisis.

Ahora bien, ¿qué significó esta cumbre para la crisis del euro y cómo queda posicionada Europa hacia el futuro en la economía global?. El punto de partida son las estimaciones de crecimiento dadas a conocer por la OCDE la semana pasada, la cual redujo sus propios pronósticos para el crecimiento de Europa en el 2012, de una tasa del 2.8 % del PBI a una menor a 1%, señalando una recesión técnica para Europa en su conjunto en el último trimestre del 2011 y el primer trimestre del 2012. La recuperación, según la OCDE, se iniciaría en el segundo semestre del 2012 y se mantendría a partir del 2013.

Esta Cumbre deja grandes interrogantes. Reflexionemos sobre algunas de las más relevantes en relación a su impacto sobre Europa, el euro y la economía mundial.

En primer lugar, la Regla de Oro que caracteriza al Acuerdo de Bruselas establece que los 23 países que adhirieron al proyecto Merkozy - Inglaterra se desmarcó y otros tres someterán el acuerdo a la aprobación de sus parlamentos - no podrán tener un déficit primario o estructural (antes del pago de los servicios de la deuda) de más del 0.5% ni un déficit fiscal de más de 3%.

Sus presupuestos anuales deberán ser sometidos a la aprobación de la Comisión y el Consejo de La Unión, y si su déficit fiscal supera los límites establecidos en el acuerdo serán sometidos a sanciones previamente establecidas por la CEE. Surge una gran interrogante: ¿es macroeconómicamente sensato aplicar políticas de ajuste fiscal severas sobre escenarios económicos, sociales y políticos caracterizados por una fuerte contracción y un extendido desempleo como es el caso de Italia y España, dejando de lado la tragedia helénica detonante de la crisis de confianza sobre el euro? ¿Es sensato pensar que puede lograrse una reducción simultánea y sustancial del gasto y la deuda pública en un escenario dominado por la desconfianza y la retracción?

En suma, ¿existe gobernabilidad posible para instrumentar las brutales políticas de ajuste que condicionan el cumplimiento de la Regla de Oro , aprobada en la Cumbre de Bruselas? La crisis europea ya se llevó puestos los Gobiernos de Papandreu, Berlusconi y Zapatero; ¿resistirán políticamente los Gobiernos tecnócratas, impuestos como interventores del BCE, a su vez dominado por el eje Alemania-Francia? Parece difícil controlar los millones de damnificados por la fiesta fiscal. Se multiplican por toda Europa el descontento y la protesta social. ¿Durante cuántos meses o años resistirán los gobiernos tecnócratas esta creciente indignación popular?

En segundo lugar, el proceso de ratificación de un Tratado, limitado a los países que finalmente adhieran a él, y que de antemano sabemos que cuenta con el veto de Inglaterra, es un camino arduo, complejo y que puede requerir de mucho tiempo y desgaste institucional y político. Como la Unión Europea no es un Estado, no es sencillo lograr que la Comisión, el Consejo, el Parlamento Europeo, El Tribunal de Justicia y los Parlamentos Nacionales se pongan de acuerdo. En esta intrincada trama institucional comienza una casuística desbordante contra la que es sumamente fácil estrellarse. En ella también reside la gran dificultad de la CEE para gestionar una crisis de las dimensiones de la crisis actual, agravada por la falta de liderazgo político a nivel continental y de los propios países que conforman La Unión. ¿Cuántos meses tomó reaccionar para evitar el default griego?

En tercer lugar, ¿qué puede suceder con Europa si el acuerdo falla y la contracción se transforma en recesión definitiva o quiebre del euro por el abandono desordenado de la moneda única? Esta situación es altamente no deseable pero no es improbable.

La construcción de la CEE, tal como está planteada, tiene grandes falencias estructurales: muy diferentes productividades de las economías que la integran y una única moneda, lo cual elimina la devaluación como política de recuperación de competitividad y por ende de la cuenta de capitales. Los países con alto endeudamiento, ante la falla o la imposibilidad política de instrumentar el ajuste, pueden verse tentados a abandonar el euro y regresar a su moneda original, devaluar e incrementar su comercio exterior. Crucemos los dedos porque la CEE y el euro continúen en pie.

De lo contrario enfrentaremos una profundización impredecible de la crisis económica y financiera mundial que ya ha cumplido su quinto aniversario. Por ahora el corta fuegos lo constituyen la comunidad internacional en el compromiso por ahora débilmente expresado del FMI y China que han anunciado fondos adicionales por 500 mil millones de euros para engrosar el Fondo de Salvataje cuya vigencia completa se adelantó para mediados del 2012.

Como escribió Borges nos une el horror y esa unión es poderosa. Cae Europa y todos perdemos. Quizás Merkozy lo conoce y en esa intuición se respalda su audaz rigidez ante bancos y gobiernos.



(*) Ingeniero Agrónomo de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, Master en Economía Agraria de la Universidad Católica de Chile, PHD(C) en Economía Agraria de la Universidad de California, Campus Berkeley. Funcionario y consultor en OEA, ONU, FAO, FIDA, BID y Banco Mundial. Actualmente Presidente de Promesur Consulting Group y autor del blog http://carlosgarramon-reflexiones.blogspot.com

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