martes, 12 de julio de 2011

Entrevista a Eric Hobsbawn

Por Beppe Grillo (*)

El blog de Beppe Grillo entrevistó telefónicamente a Eric Hobsbawm el día en que el historiador cumplía 94 años. Hobsbawm estuvo en Roma para la presentación de la traducción al italiano de su último libro How to Change the Word Why rediscover the inheritance of marxismo [1].

 

Eric Hobsbawm: Soy Eric Hobsbawm, un historiador muy viejo. Por casualidad os he llamado en el mismo día en que celebro mi cumpleaños 94. Durante toda mi vida escribí principalmente sobre la historia de los movimientos sociales, la historia general de Europa y del mundo en los Siglos XIX y XX. Pienso que todos mis libros están traducidos al italiano y algunos fueron hasta bastante bien recibidos.


Blog: ¿El marxismo puede ser considerado como un fenómeno post-ideológico?
E.H.: Yo no he usado exactamente la expresión fenómeno post-ideológico para el marxismo, aunque es verdad que, actualmente, el marxismo dejó de ser el principal sistema de ideas asociado a los grandes movimientos políticos de masas en toda Europa. A pesar de eso, pienso que sobreviven algunos pequeños movimientos marxistas. En este sentido, hubo un gran cambio en el papel político que el marxismo desempeña en la política de Europa. Hay otras partes del mundo, por ejemplo América Latina, en que las cosas no pasaron del mismo modo. A consecuencia de aquel cambio, en mi opinión, es que ahora todos podemos concentrarnos más y mejor en los cambios permanentes que el marxismo provocó, en las conquistas permanentes del marxismo.

Esas conquistas permanentes, en mi opinión, son las siguientes. Primero, Marx introdujo algo que fue considerado una novedad y que todavía no se realizó completamente, a saber, la creencia de que el sistema económico que conocemos no es permanente ni destinado a durar eternamente; que es apenas una fase, una etapa en el desenvolvimiento histórico que ocurre de un determinado modo y dejará de existir y convertirse en otra cosa a lo largo del tiempo.

Segundo, pienso que Marx se concentró en el análisis del específico modus operando, de la forma como el sistema funcionó y desarrolló. En particular, se concentró en el curioso y discontinuo modo a través del cual el sistema creció y desarrolló contradicciones, que a su vez producirían grandes crisis.
La principal ventaja del análisis que el marxismo permite hacer es que considera al capitalismo como un sistema que origina periódicamente contradicciones internas que generan crisis de diferentes tipos que, a su vez, tienen que ser superadas mediante una transformación básica o alguna modificación menor del sistema. Se trata de esta discontinuidad, de este asumir que el capitalismo funciona no como sistema que tiende a auto estabilizarse, sino que es siempre inestable y eventualmente, por lo tanto, requiere grandes cambios. Ese es el principal elemento que todavía sobrevive del marxismo.

Tercero, y considero que ahí está la preciosidad de lo que se podría llamar de fenómeno ideológico, el marxismo está basado, para muchos marxistas, en un sentido profundo de la injusticia social, de indignación contra la desigualdad social entre los pobres y los ricos y poderosos.

Cuarto y último, pienso que tal vez se debe considerar un elemento, que Marx tal vez no reconociese pero que estuvo siempre presente en el marxismo: un elemento de utopía. La idea de que, de un modo o de otro, la sociedad llegará a una sociedad mejor, más humana, de lo que es la sociedad en la cual todos vivimos actualmente.


¿Una deriva a la derecha en Europa?

- Blog: En el norte de África y en algunos países europeos España, Grecia e Irlanda algunos movimientos de jóvenes que nacieron en la Internet y usan redes, por ejemplo twitter y facebook, están aproximándose a la política. Son movimientos que exigen más compromisos y cambios radicales en las opciones de las sociedades. Pero al mismo tiempo, España, Hungría y Finlandia giran a la derecha, Dinamarca cierra sus fronteras desconociendo el Acuerdo de Schengen, y en Francia el partido ultranacionalista podría ganar las elecciones presidenciales. ¿No es una contradicción?
- E.H.: No. No lo creo. Pienso que son fenómenos diferentes. Pienso que, en la mayoría de los países occidentales, hoy, los jóvenes son una minoría políticamente activa, sobre todo por la forma en que está estructurado el sistema educativo actual. Por ejemplo, los estudiantes siempre fueron, a lo largo de dos siglos, elementos activistas. Al mismo tiempo, la juventud educada actualmente está mucho más familiarizada con las modernas tecnologías de información, que transformaron la agitación política transnacional y la movilización política transnacional.

Pero hay una diferencia entre a) esos movimientos de jóvenes educados en los países de occidente, donde, en general, toda la juventud es fenómeno de minoría, y b) movimientos similares de jóvenes en países islámicos y en otros lugares, en los que la mayoría de la población tiene entre 25 y 30 años.

En esos países, por lo tanto, mucho más que en Europa, los movimientos de jóvenes son políticamente mucho más masivos y pueden tener un mayor impacto político. El impacto adicional en la radicalización de los movimientos de la juventud ocurre porque los jóvenes hoy, en períodos de crisis económica, son desproporcionadamente afectados por el desempleo, y por consiguiente, están desproporcionadamente insatisfechos. Sin embargo, no se puede adivinar el rumbo que tomarán esos movimientos, Pese a todo, los movimientos de esa juventud educada no son, políticamente hablando, movimientos de la derecha. Pero ellos solos, por sus propios medios, no son capaces de definir el formato de la política nacional y todo el futuro. Creo que, en los próximos dos meses, asistiremos a los desdoblamientos de ese proceso.

Los jóvenes iniciarán grandes revoluciones, pero no serán ellos los que necesariamente decidirán la dirección general por la que andarán esas revoluciones. Cada dirección, claro, depende del país y de la región. Obviamente, las revoluciones serán muy diferentes en los países islámicos, de lo que son en Europa, o por cierto, en Estados Unidos.
Y es verdad que en Europa y probablemente en Estados Unidos puede haber una deriva a la derecha en la política. Pero eso, me parece, será un asunto de la tercera pregunta.


La crisis económica

- Blog: Sí, la pregunta es sobre la crisis económica en que vivimos desde 2008. Las crisis de 1929-1933 llevaron al fascismo al poder. ¿Prevé algún riesgo de que la crisis actual tenga los efectos que tuvieron las crisis de 1928, 1929,1933?
- E.H.: Bien, no hay dudas de que la crisis, la crisis económica que se arrastra desde 2008 tiene mucho que ver con la deriva a la derecha en Europa. Pienso que hoy son cuatro las economías en Europa, en la Unión Europea, que están bajo gobiernos de centro o de izquierda. Algunas de ellas van a perder. España probablemente también se moverá en dirección a la derecha. No pienso que exista ahí algún riesgo de ascenso del fascismo, como en los años 30. El peligro de los años 30 fue causado principalmente por el cambio hacia el fascismo en un país políticamente decisivo, es decir, la Alemania de Hitler.

No hay señal de que algo de eso esté por ocurrir ahora. Ninguno de los países importantes, según me parece, da alguna señal en esa dirección. Ni en los Estados Unidos, donde hay un fuerte movimiento de derecha, se puede concluir que ese movimiento gane poder en las urnas. Ni tampoco en el caso de los movimientos de extrema derecha en los países europeos. A pesar de que son de gran alcance, hasta ahora siempre han sido una minoría poderosa, sin posibilidad de convertirse en mayoría. Aunque sí creo que, en un futuro próximo, prácticamente todos o casi todos los países europeos serán gobernados por gobiernos de derecha, de un tipo o de otro. También debemos tener en cuenta que el efecto a largo plazo de la crisis de los años 30 fue que casi toda Europa se movió hacia los demócratas de la izquierda, lo que nunca antes había sucedido. Pero eso llevó algún tiempo. Por consiguiente, seguramente que hay un riesgo, pero no creo que este riesgo sea tan grave como en los años 30. El mayor riesgo es no ser capaz de hacer lo suficiente para lidiar con los problemas básicos que el capitalismo ha causado en los últimos cuarenta años y que han sido destacados por el despertar del interés por el marxismo.


- Blog: ¿Cómo evalúa la Unión Europea y los resultados logrados hasta ahora? ¿Cree usted que la UE se consolidará o volverá a ser una simple agrupación de Estados?
E.H.: Yo creo que la esperanza de convertir la UE en algo más que una mera alianza de estados y una zona de libre comercio quedará en el olvido. Pienso que lo que ya se ha logrado, por ejemplo, un cierto grado de libre comercio, y lo más importante, un cierto nivel de derecho consuetudinario se mantendrá. En mi opinión la mayor debilidad de la UE, y la razón de su fracaso, es el conflicto entre la economía y la base social de la UE. Es decir, un conflicto que resultó de la idea de prevenir una guerra entre Francia y Alemania, unificando las partes más ricas y desarrolladas de Europa. Ese objetivo fue alcanzado. Pero luego se mezcla con un objetivo político asociado a la Guerra Fría y el desarrollo después del final de la Guerra Fría, que fue el propósito de ampliar las fronteras de Europa para incluir a todo el continente y más allá. De este modo, se dividió Europa en varias secciones que se han vuelto casi imposibles de coordinar.
En términos económicos, hay un mayor riesgo de grandes crisis en los países miembros de la UE desde los años 70, por ejemplo, Grecia, Portugal e Irlanda. Políticamente hablando, las diferencias entre los antiguos países comunistas europeos y no-comunistas debilitaron la capacidad de desarrollo adicional de la propia Europa.
No sé si Europa seguirá siendo como lo es actualmente. Pero no creo que la Unión Europea deje de existir, pienso que continuaremos viviendo en una Europa más coordinada que, digamos, después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, si me lo permite, yo entiendo que usted está haciendo preguntas sobre el futuro a un historiador. Desgraciadamente los historiadores no son mejores que cualquier otra persona para predecir el futuro y por lo tanto mis previsiones no son el resultado de mi calificación especial para predecir el futuro.


Nota: [1] Come cambiare il mondo, en la edición italiana.

(*) Es el decano de la historiografía marxista británica. Acaba de cumplir 94 años. Uno de sus últimos libros es un volumen de memorias autobiográficas: Años interesantes. Gran Bretaña.



La socialdemocracia en tierra de nadie

Por Máximo Díaz-Cano (*)

El director de cine bosnio Danis Tanovic es autor de una comedia dramática en la que un soldado bosnio y otro serbio se ven aislados entre líneas enemigas.

En tierra de nadie plantea la dificultad de sobrevivir fuera del propio medio. Lo que le pasa a la socialdemocracia es eso: está en tierra de nadie y en una situación crítica.

José María Barreda ha afirmado que cuando uno pierde la hegemonía ideológica acaba perdiendo las elecciones. Sí, la socialdemocracia ha perdido la brújula del discurso ideológico y se ha extraviado. Se encuentra en un territorio que no es el natural de la izquierda democrática: haciendo políticas económicas de ajuste al dictado de los mercados, con recortes sociales y con una política fiscal susceptible de mejorar, tanto en su justicia y equidad como en su eficacia. Todo ello, en un clima de desafecto ciudadano respecto a los partidos. La socialdemocracia se ha perdido y los ciudadanos no encuentran en ella respuestas.

Hace tiempo que una parte importante de las clases medias dejó de considerarla una opción útil ante una política fiscal que hace recaer la carga sobre las rentas del trabajo, especialmente sobre las nóminas de empleados públicos y trabajadores asalariados cualificados, sin que estos tengan la percepción de ser beneficiarios de las políticas sociales. Al mismo tiempo, constatan cómo una parte importante del trabajo autónomo escapa al control fiscal, provocando indignación respecto de aquellos que han hecho de las políticas fiscales el centro del concepto de ciudadanía.

En las capas populares, el acceso al trabajo y a los servicios públicos se plantea en términos de competencia con los ciudadanos extranjeros llegados en busca de una vida mejor. Si ya sin crisis la convivencia tiene problemas, cuando se produce en un contexto de agobios económicos se abren las puertas para los discursos populistas y xenófobos. Y la socialdemocracia aparece sin respuestas ante el discurso simplista y demagógico de la derecha.

Mientras, los ciudadanos comprueban que, frente a medidas de ajuste y recortes, no se contraponen otras para acabar con los paraísos fiscales, no se gravan las grandes transacciones bancarias, no se establecen impuestos por el deterioro medioambiental. Y los jóvenes instalados en la precariedad, como describió Díaz-Salazar en este diario, sienten que por primera vez en muchas décadas pueden ser una generación cuyo futuro sea peor que el de sus padres.

La socialdemocracia debe abandonar esa tierra de nadie para volver al lugar que le corresponde. Tony Judt en Algo va mal dice: "La socialdemocracia no representa un futuro ideal; ni siquiera representa un pasado ideal. Pero es la mejor de las opciones que tenemos hoy".

Hay mucho que defender y también hay cosas que corregir. Propongo, al menos, la revisión de dos elementos imprescindibles para revitalizar la socialdemocracia en España: reforma del modelo fiscal con propuesta de gobierno económico europeo y recuperación de la primacía de la política sobre la economía, acompañada de nuevas y mejores fórmulas de participación.

En relación con la reforma fiscal es necesario aflorar la economía sumergida; no solo por una cuestión económica -hablamos de algo más del 20% del PIB-, sino también por pedagogía política. No hay nada más corrosivo socialmente que la cultura del fraude. Y, además, no defiendo una subida de los impuestos sino una mejor distribución de la carga tributaria, más justa y más equitativa. No puede ser que las rentas del trabajo sean las que soporten el peso de los ingresos fiscales. En el gasto, también hay que ser más equitativos. Las ayudas públicas que no discriminan en función del nivel de renta contribuyen a aumentar la brecha social.

La socialdemocracia debe abanderar el fortalecimiento de la Unión Europea en un momento en que aparece la renacionalización de políticas que estaban integradas: Schengen, alertas alimentarias... Hay que defender Europa, simplificar los mecanismos de la UE, acercar Europa a los ciudadanos.

Para recuperar su espacio, la socialdemocracia debe apostar por ampliar la participación ciudadana en los asuntos públicos. No pienso solo en listas abiertas, sino también en consultas populares, limitación de mandatos de cargos públicos, transparencia en las retribuciones y en las contrataciones públicas, incompatibilidades más rigurosas...

Debemos volver a la primacía de la política sobre la economía. Los ciudadanos deben saber que, cuando se toma una decisión que les afecta, la toman sus representantes, y no poderes que escapan al control democrático. Hay que contar más con los ciudadanos, es ahí donde reside la fuerza de la política.

Decía Felipe González que un líder se forja, en primer lugar, cuando tiene empatía con sus conciudadanos, siente con ellos, sufre con ellos; en segundo lugar, cuando es capaz de trasladar que tiene capacidad para modificar el estado de las cosas, para pasar del pesimismo al optimismo; y, por último, cuando se tienen "las espaldas anchas" para soportar toda crítica. Para volver a su territorio natural, la socialdemocracia tiene que hacer algo parecido: estar con los que necesitan de la política porque es imprescindible para mejorar su vida, y recuperar un discurso y una acción que la haga reconocible. Debe salir de la tierra de nadie.


(*) Miembro del Comité Regional del PSOE de Castilla-La Mancha y delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha

Dos caminos para enfrentar la crisis

Por Guillermo Almería (*)

La deuda externa de Grecia supera 150 por ciento del producto interno bruto (PIB) de ese país y los intereses de las ayudas que le conceden a Atenas la hacen aún más claramente impagable.

Francia y Alemania, cuyos bancos son los principales acreedores, prestan el dinero, en realidad, para pagar a esos bancos y no para ayudar a la recuperación de la economía griega que ellos y el estadunidense banco J.P. Morgan, con la activa colaboración del anterior gobierno de la derecha helénica.

El actual gobierno socialdemócrata griego, encabezado por Giorgios Papandreou, está tratando de renegociar esa deuda, que acepta en bloque como válida sin diferenciar entre la deuda legítima, la ilegítima y la usurera, pues para esos socialistas hay que respetar a los buitres del capital financiero internacional y las leyes del capitalismo, que serían tan naturales como la ley de gravedad o el inexorable movimiento de la Tierra.

El pueblo griego, en cambio, realiza continuas huelgas generales y manifestaciones de rechazo a esa aceptación por el gobierno de los diktats franco-alemanes, pues los trabajadores se niegan a aumentar aún más una desocupación que ronda 20 por ciento (las cifras oficiales hablan de 16, pero no incluyen a todos los realmente desocupados) y a rebajar ulteriormente los salarios reales que van en picada. La protesta social es enorme y va in crescendo, porque el capital financiero se ensañó con Grecia inmediatamente después de un gran movimiento que arrojó a la basura al gobierno derechista y lo sustituyó por el de Papandreou, en el que tenía grandes esperanzas de cambio.

Como sucediera anteriormente en el caso argentino otro país pequeño, no estratégico y relativamente marginal en la economía mundial , el reflejo particular de la crisis mundial del capitalismo sobre Grecia fue utilizado por las finanzas para dar un terrible ejemplo a otras economías más importantes, como la italiana o la española, y para golpear un sector secundario pero politizado de los trabajadores europeos y favorecer la anulación de las conquistas sociales, a partir de Grecia, en todo el continente, y la rebaja de los salarios reales no sólo helénicos sino también de toda Europa.

El sector más importante de la burguesía nacional griega (los financistas, los armadores y los importadores-exportadores) ha enlazado sus intereses con los del gran capital internacional, sobre todo franco-alemán, y es su socio menor en los Balcanes; por su parte, los obreros griegos, con su gloriosa tradición de organización de clase y de radicalismo, con la resistencia contra los nazifascistas, con la insurrección contra la monarquía y el imperialismo británico, son un sector radical del proletariado europeo que el capitalismo mundial, tras desmembrar la ex Yugoslavia y dominar los restos de la misma, intenta aplastar en los Balcanes para poder explotar mejor a los trabajadores del viejo continente. De ahí la importancia política de la lucha que se libra en todas las ciudades griegas.

Argentina, hace diez años, declaró la suspensión de pagos, devaluó su moneda y renegoció favorablemente, con importantes rebajas, su deuda externa. Desde entonces, y pese a la crisis, ha tenido un importante crecimiento de su economía.

Las diferencias con Grecia son muchas en primer lugar, Argentina puede utilizar el aumento del precio de las materias primas agrícolas que produce en cantidades inmensas, cosa que Grecia no puede hacer y ésta enfrentaría dificultades mucho mayores si declarase el default; pero en vez de condenar varias generaciones de griegos a apretarse el cinturón para sostener a los bancos franceses y alemanes, podría declarar nula una deuda que ni el pueblo ni el actual gobierno contrajeron.

Eso obligaría al país a salir del euro y de la Unión Europea, a reconquistar la independencia monetaria para pagar los sueldos y el funcionamiento inmediato de la economía (como en Argentina, tras la devaluación del peso-dólar, cuando hubo que recurrir a la invención de cuasimonedas locales), pero permitiría mantener la independencia económica del país y otorgaría un papel mayor al sector estatal. Las presiones serían enormes, porque la banca francesa y la alemana perderían grandes sumas y los gobiernos respectivos se verían obligados a salvarlas nuevamente, pero Grecia contaría con el apoyo de los trabajadores de todo el mundo y, en particular, ayudaría a resistir a los de Portugal, los de España y, mañana, a los italianos.

Está también ahí el ejemplo de Islandia, pequeño país nórdico de 317 mil habitantes que tenía una deuda equivalente a 15 veces su PIB, que se negó a pagar a los usureros británicos y holandeses que habían prestado dinero irresponsablemente a banqueros aventureros de la isla. El gobierno, al principio, resolvió pagar la deuda externa y condenar al país, por siglos, a la esclavitud financiera (habría debido pagar su deuda en 15 años al 5.5 de interés).

Pero el presidente, un ex comunista, rechazó esa posición, lo cual llevó a un referéndum, organizado por la presión popular mediante movilizaciones y asambleas, el cual declaró que dicha deuda era impagable y, en vez de premiar a los banqueros ladrones, los metió presos y nacionalizó los bancos. Islandia sigue en la Asociación Europea de Libre Comercio y los banqueros extranjeros tuvieron que contentarse con el dinero que consiguieron de sus gobiernos.

Ahora, el país logró un acuerdo de pagos mucho más favorable (40 mil millones de euros en 37 años con el 3 por ciento de interés, a partir de 2016, lo cual representa, de todos modos, cerca de 100 euros por día, por cabeza de habitante, durante 10 mil 950 días) cuyo pago también rechaza. Islandia, con un gobierno socialdemócrata y rojiverde, pelea siempre para entrar en la Unión Europea y contra la presión del FMI y de sus acreedores y no ha perdido su independencia.


(*) Periodista.

jueves, 7 de julio de 2011

Desarrollo y migración: la vinculación necesaria

El discurso del Presidente Obama en El Paso el 10 de mayo logró reinstalar el tema de migración en la agenda nacional. Al reafirmar su compromiso con una reforma integral, trató de reposicionar el debate que ha sido dominado por un enfoque en la seguridad en la última década.

Obama comenzó señalando la razón principal que explica la presencia de millones de trabajadores no documentados en el país:

"…La vasta mayoría de estas personas sólo están buscando ganar la vida y sostener a sus familias." Dijo que la reforma migratoria es "un imperativo económico", pieza clave en un esfuerzo nacional por eliminar el mercado clandestino de trabajo y proteger los salarios de la clase media.

Aunque el intento de Obama de cambiar el terreno del debate migratorio logró mover la discusión hacia la economía, el presidente omitió cualquier explicación estructural de los factores que expulsan a las personas migrantes en un mundo globalizado. Presentó a las empresas estadounidenses que contratan a migrantes no documentados como casos aislados de infractores y, simultáneamente reconoció a las personas migrantes como contribuidores importantes a la sociedad y economía de EU mientras señaló que son personas que "rompieron las reglas."

A pesar de querer rescatar el debate de la falsa obsesión con el control fronterizo, no mencionó ni una sola vez las raíces de la migración.

¿Cuales son las condiciones que empujan a miles de personas al año a arriesgar la vida en el viaje hacia el norte "para sostener a sus familias"? ¿Qué responsabilidad tienen las actuales políticas de desarrollo? ¿Se podría modificar y coordinar políticas económicas entre países de origen y países de destino para crear empleo digno, que evite la necesidad de migrar y hacer de ella una opción libre?

El desarrollo desvinculado

Tanto en EEUU como en México, hoy en día la atención se concentra en las campañas presidenciales de 2012; el tema del papel de las políticas de desarrollo en la migración se aleja aún más de la agenda nacional. Para revertir esta tendencia y avanzar en el tema, un grupo de expertos de EEUU y México se reunieron en abril para pensar cómo y por qué enfocar el desarrollo y su relación a la migración en esta coyuntura política.

Analistas políticos, dirigentes migrantes, organizaciones no-gubernamentales, organizaciones de campesinos, sindicalistas y financiadores se juntaron en el evento organizado por el Woodrow Wilson Centro Internacional para discutir la crisis y explorar posibles alternativas y reformas. El diálogo fue sobre la relación entre Estados Unidos y México, ya que 60% de migrantes no documentados en EEUU son de origen mexicano. Por su alto nivel de integración y la fuerte problemática de la migración, la relación binacional es un excelente punto de enfoque para entender las oportunidades y obstáculos que presentan la movilidad laboral contemporánea.

La premisa inicial parece evidente: no se puede ver a la migración aparte de los mercados laborales nacionales e internacionales, el desarrollo y las políticas públicas. Sin embargo, a pesar de ser obvio la realidad es que en el gobierno y en el discurso es común separar a la migración de sus raíces en lo que Jonathan Fox de la Universidad de California, Santa Cruz nombra "la persistente falta de vínculos entre la agenda migratoria y una agenda para el desarrollo que va más allá de la infraestructura local."

Cuando tomamos en cuenta la falta de vinculación entre países de origen y de destino, entre los tres niveles de gobierno y entre las prioridades de seguridad nacional y derechos humanos, es entendible que el debate migratorio se haya estancado en un pantano de medias-verdades y oportunismo político.

La migración entre México y EEUU sirve de ejemplo clásico de la confusión en torno al tema. Aun cuando el discurso político menciona la pobreza y la falta de desarrollo como factores de expulsión, este discurso no se ha convertido en políticas de Estado coherentes, sobre todo en el área fundamental del empleo, en México y menos en la relación binacional.

Rodolfo Zamora de la Universidad de Zacatecas señala que la insistencia en ver a la migración como un fenómeno aparte del desarrollo no es accidental o solamente un problema de omisión. Tanto los gobiernos de México como de EEUU no quieren ver las causas económicas de la migración —entre ellas, el modelo de integración regional, la concentración de la riqueza y la desigualdad, y la dualidad en los mercados laborales. Existen intereses muy poderosos que se beneficien de la situación actual. Cuando se generan contradicciones, estos responden criminalizando a las personas migrantes que en realidad son víctimas de un sistema injusto. Debido a que el sistema refuerza estructuras de poder, hacer los vínculos necesarios para lograr soluciones de largo plazo requiere una estrategia política y organizativa que fortalezca y movilice nuevos sujetos sociales, particularmente migrantes.

Una de las tareas principales en la definición de mejores políticas es llevar el debate sobre la relación entre desarrollo y migración a la agenda nacional a los medios de comunicación, a la opinión pública y a los políticos. El discurso de Obama en El Paso muestra una vez más que existe un tabú en EEUU respecto a la cuestión de porqué migra la gente. Hay un consenso general entre los expertos en que hacen falta políticas integrales, sin embargo el grupo reunido en la Ciudad de México reconoció que existen serios obstáculos para romper con el tabú y enfrentar las complejidades de un debate ampliado.

Asumir responsabilidad binacional por las razones detrás de la decisión de migrar implicaría humanizar a un actor social importante que ha sido relegado al estatus sub-humano de "ilegal" en el marco de migración como asunto de seguridad nacional, confrontaría los muros burocráticos construidos entre las políticas de desarrollo y migración, y abriría nuevas áreas de participación.

El contexto

La falta de vinculación entre migración y desarrollo no siempre ha existido. Fox recuerda que en los noventa los promotores del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sostenían que bajo la apertura comercial la inversión extranjera llevaría a un descenso en el número de migrantes a EEUU. Debido a la omisión del tema de la integración de mercados de trabajo en el modelo y la falta de cualquier mecanismo de compensación para México, se dio un incremento notable en la migración basado en la demanda preferencial por mano de obra indocumentada en EEUU y el alto desempleo en México.

Cuando resultó totalmente falso este pronóstico, la crisis evidente en la situación migratoria no llevó un nuevo balance y análisis de los enlaces entre la política económica y la migratoria y los impactos del libre comercio. Al contrario, los neoliberales cerraron filas en defensa del modelo y empezaron a argumentar que el modelo económico y la migración no tenían nada que ver entre sí.

Clemente Ruiz Durán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) describe la crisis que ha resultado. La economía mexicana ha crecido a una tasa promedio de sólo 2.7 por ciento desde que entrara en vigencia el TLCAN, con una marcada inestabilidad y dependencia a la economía de EEUU. La expansión de la población económicamente activa combinada con la falta de generación de empleos ha llevado a altas tasas de desempleo, sub-empleo y una erosión en las condiciones de trabajo. La economía se caracteriza por el crecimiento del sector informal (29% de los empleos), bajos salarios, desigualdad, especulación, y poca inversión productiva. Ruiz resume la situación así: México ahora tiene  "una economía que crece poco, invierte poco y tiene el salario castigado".

El desafío de pronosticar y manejar los flujos laborales entre dos países normalmente se basa en calcular la demanda y la oferta de mano de obra. Raúl Hinojosa de la Universidad de California en Los Ángeles explicó que la política migratoria de EEUU genera una demanda de mano de obra migrante de bajo costo que carece de protecciones y prestaciones básicas. Hinojosa dijo que los trabajadores migrantes ganan 15-20% menos que los trabajadores nativos, creando una demanda artificialmente alta en los Estados Unidos, a la vez que rehúsa cualquier responsabilidad en torno a la necesidad de incorporar a la ley la mano de obra extranjera que importa.

Los costos elevados del envío de remesas crea otra barrera a los esfuerzos por potenciar las ganancias de las personas migrantes en el desarrollo. Estos costos inflados generan una serie de problemas para el país de origen al contribuir a la inflación, bajar la productividad, aumentar la desigualdad y crear más dependencia en la migración, entre otros.

Quedó claro que las políticas de Estado que no toman en cuenta estos problemas acaban agravándolos. Fox señala que una investigación reciente demuestra que el gasto del presupuesto público dirigido al campo contribuye a la emigración. El primer problema es que las políticas rurales no ponen énfasis en el empleo y muchos subsidios agrícolas están dirigidas a financiar actividades que crean pocos trabajos y de hecho desplazan trabajos existentes. Desde la entrada en vigencia del TLCAN, el empleo en el sector agrícola ha caído de 10.7 millones en 1991 a 8.6 millones en 2007.

A pesar de que el gasto público en el campo se duplicó entre 2000 y 2009, la mayor parte de este gasto va a los estados del norte, una región en donde predomina el modelo de agricultura industrial que compite en el mercado global con más eficiencia debido a las condiciones climáticas, de la tierra y el acceso a grandes insumos químicos y agua. Esta forma de agricultura beneficia a las empresas agrícolas de gran escala y transnacionales y genera poco empleo. La producción de pequeños productores concentrado en el sur del país que da empelo a una gran parte de la población rural ha sido prácticamente abandonada por el Estado con excepción de programas asistenciales. Las importaciones subsidiadas de EEUU ha llevado al desplazamiento masivo de campesinos mexicanos.

Otro factor que inhibe construir mayor vinculación efectiva entre el desarrollo y la migración es la educación. En esta área, la investigación parece haber arrojado más preguntas que respuestas. Silvia Giorguli del Colegio de México explica que México ha avanzado en la expansión de la cobertura a nivel de primaria, pero dentro de este logro se ven unas brechas preocupantes entre las distintas regiones y no se ha llegado a la cobertura universal. En zonas de alta expulsión, el impacto de la migración en la educación muestra características un tanto contradictorias. Por un lado, un 40% de migrantes se van antes de cumplir los 20 años, así que muchos salen del sistema educativo para migrar. Por otro lado, existen indicadores de que muchas familias utilizan las remesas para financiar la educación de sus hijos. Hacen falta políticas publicas que buscan disminuir las presiones  que llevan a los estudiantes de migrar antes de terminar sus estudios, mejorar la cobertura y la equidad de acceso a la educación y ayudar a los migrantes y sus hijos a integrarse en el sistema educativo de EEUU.

Otras preguntas tienen que ver con la falta de vínculos entre el currículo escolar y el empleo, aunque varios participantes señalaron que debido a la estructura del mercado laboral de EEUU. Una mejor educación no es ninguna garantía de obtener trabajo calificado para los mexicanos y las mexicanas.

Mientras la mayor parte de las discusiones se dieron en torno a las políticas mexicanas, Marc Rosenblum de Migration Policy Institute ofreció un análisis de las políticas de los Estados Unidos en desarrollo y migración, haciendo notar que no existe ningún diálogo entre las instancias, instituciones y actores de los dos áreas de política migratoria y asistencia extranjera/desarrollo internacional. Las lógicas y las estructuras institucionales son muy diferentes lo cual conlleva una incapacidad de entenderse, forjar metas comunes o coordinarse entre si.

Óscar Chacón, director de la Alianza Nacional de Comunidades Latinas y del Caribe (NALACC), secundó el punto y observó que ha sido difícil trabajar con la legislatura los temas porque en el Congreso de Estados Unidos los comités sobre política migratoria y desarrollo internacional no interactúan.

Añadió que desde el punto de vista de las organizaciones de migrantes en el país, hablar de desarrollo en sus países de origen o de destino es hablar de salud, educación, identidades y democracia, además de empleo. Es necesario tomar esta perspectiva integral, dijo, aunque reconoció que hablar sobre las múltiples causas de la migración puede parecer demasiado complicado para el público.

Su observación llevó a identificar otro reto en entender y dar a entender las intersecciones entre desarrollo y migración —la necesidad de encontrar maneras efectivas de comunicar los conceptos. Una estrategia y concepto integral implica ampliar el abanico de temas, sin embargo, es necesario presentar esta visión en términos sencillos y claros porque es la única manera de comprender las dinámicas de fondo y desarrollar soluciones justas, efectivas y de largo plazo.

Remesas y más allá de remesas

Para llevar el debate a áreas específicas en donde sería posible avanzar, algunas de las grandes preguntas fueron dejadas para futuras discusiones, como ¿Qué queremos decir con "desarrollo"? ¿México tiene un Plan Nacional de Desarrollo que realmente abarca los retos? ¿Cuáles son los obstáculos y limitaciones estructurales y políticas a la tarea de vincular desarrollo y migración? Enseguida, el grupo abrió otro nivel de discusión en torno a experiencias concretas del pasado y propuestas específicas respecto a ciertas estrategias en el futuro.

Existe mucha literatura dedicada a los miles de millones de dólares que recibe México en remesas de los Estados Unidos. Los debates en torno al uso de las remesas y su potencial como motor de desarrollo en comunidades de origen a menudo se enfocan en su papel en la economía familiar, y si es posible utilizarlos de manera sistemática para efectos de desarrollo, obras y proyectos públicos, el costo de la transferencia y los servicios financieros.

El Programa 3×1 en México funciona a través de fondos proporcionados por asociaciones de migrantes, y los tres niveles de gobierno –federal, estatal y municipal. Después de una década de experiencia con el programa, la investigadora Xóchitl Bada ha analizado varios estudios de evaluación. Un tema central en las evaluaciones es si se puede canalizar las remesas hacia fines de desarrollo. Bada concluye que los resultados de esfuerzos en este sentido son desiguales. La mayoría de los proyectos 3×1 son de construcción de infraestructura local, que producen pocos empleos permanentes. El programa ha logrado ejecutar proyectos en comunidades fuera de la cabecera municipal que tradicionalmente reciben poco financiamiento, pero no ha tenido el mismo éxito en canalizar recursos a las comunidades que tienen las tasas más altas de marginación y expulsión, y 59% de los proyectos se concentran en sólo tres estados de la república: Michoacán, Zacatecas y Jalisco. Entre las recomendaciones destacan reorientar el programa para incluir más iniciativas y participación de las comunidades de origen en México, agilizar los trámites burocráticos y modificar las reglas de aplicación para que el programa tenga mejor transparencia y rendición de cuentas.

En conclusión se puede decir que la tarea de aplicar remesas a proyectos de desarrollo ha avanzado poco, ya que los proyectos productivos constituyen sólo el 3.5% de los proyectos aprobados y cerca de la mitad fracasan en la etapa de comercialización. Algunas áreas que parecen tener resultados positivos para el programa y que se deben considerar para expansión son la inversión en capital humano ofreciendo becas y oportunidades educativas, y proyectos productivos orientados al mercado interno.

Raúl Hinojosa y Paule Cruz presentaron su trabajo en torno a maneras efectivas para reducir el costo de envío de las remesas entre Estados Unidos y México y la capacidad de contribuir al desarrollo que implica el ahorro y el uso de servicios financieros adecuados a las necesidades de los migrantes y sus familias. El Centro para la Integración y Desarrollo de la UCLA ha desarrollado un proyecto de mapeo de los grandes corredores transnacionales de transmisión de remesas para identificar las necesidades, volúmenes y rutas. Desgraciadamente, en México, un obstáculo muy grande a este trabajo es la falta de acceso a información confiable.

Las nuevas tecnologías, como son las transferencias por teléfono móvil, ofrecen grandes posibilidades para reducir los costos de enviar remesas, hasta en un 75%. Estas tecnologías puede formar parte de otros procesos de bancarización de remesas, cono la creación de uniones de crédito o el uso de tiendas u oficinas de correo en lugares donde no hay bancos. Así podrían ofrecer opciones a los sectores pobres a las que por lo general sólo acceden los ricos. La Ciudad de Oakland, CA ha desarrollado un proyecto que da una tarjeta de débito a migrantes que puede servir para el envío de remesas.

En la misma línea, Isabel Cruz de la Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector Social (AMUCSS) dijo, "No vamos a poder incidir en el desarrollo si no hay acceso masivo a servicios financieros". Afirmó que las remesas familiares sirven para reducir la vulnerabilidad y pueden dirigirse a objetivos de desarrollo siempre y cuando se conviertan en "ahorro migrante" a través de acceso a bancos y uniones de crédito comunitarios. Mecanismos para promover el ahorro en las comunidades rurales crean círculos virtuosos de ahorro y reinversión en la comunidad, además de proporcionar más estabilidad y seguridad económica a las familias migrantes. La agenda de la política pública debe incluir la creación de microbancos y bancos comunitarios, y la eliminación de las barreras que aun existen en el sistema financiero transnacional.

Migrantes, los nuevos sujetos sociales

La carencia de liderazgos capacitados y la falta de planes de desarrollo nacionales y regionales son dos factores que han impedido el progreso en construir vínculos analíticos y prácticos entre el desarrollo y la migración, según Chacón. Para tener más incidencia en la políticas del Estado las organizaciones de migrantes deben buscar alianzas con otros sectores de la sociedad civil mexicana y lograr ser reconocidos como sujetos sociales. Criticó que el gobierno de México suele ver a sus migrantes en los Estados Unidos como un sector atendible por la Secretaría de Relaciones Exteriores, lo cual implica que reciben ciertos programas de apoyo y servicios pero no están tomados en cuenta como ciudadanos con plenos derechos y actores políticos y económicos con intereses propios y válidos.

En el largo camino de construir este sujeto social migrante, los foros globales han sido pieza clave. Zamora describió los esfuerzos internacionales para avanzar el debate en torno al desarrollo y migración hasta la fecha. Las Naciones Unidas ha organizado cuatro Foros Globales de Migración y Desarrollo y la creación de la Red Internacional de Migración y Desarrollo. El año pasado la reunión de la Acción Global de los Pueblos sobre Migración, Desarrollo y Derechos Humanos se llevó a cabo en la Ciudad de México. Todas estas experiencias han apoyado al proceso de fortalecer las voces de migrantes en debates sobre acciones y políticas y hacer alianzas, intercambiar experiencias y compartir ideas y estrategias de desarrollo en las comunidades de origen. Sin embargo, los temas siguen siendo marginados en el debate migratorio, con enormes brechas entre los procesos organizativos de los países de origen y de destino.

Para fortalecer los procesos, las organizaciones de migrantes han trabajado para abrir el debate y asegurar que los avances alcanzados en los foros internacionales lleguen a las bases. Por ejemplo, después del Foro de Acción de los Pueblos y el Foro Global de 2011, NALACC organizó una serie de eventos públicos en Chicago y en otras ciudades para difundir los avances y crear conciencia de la relación entre desarrollo y migración.

En México, la falta de políticas para el desarrollo coherentes, equitativas y con el enfoque de derechos humanos impide avances en consolidar una visión y acciones concretas que integren los objetivos de desarrollo y migración. Con frecuencia, el Congreso arguye la escasez de recursos públicos como la razón de no apoyar acciones en comunidades de alta expulsión y marginación, pero al analizar el presupuesto se ve que el problema a fondo es de prioridades y no montos absolutos, además de las grandes pérdidas causadas por la corrupción, la ineficiencia, y el desperdicio. Zamora propone como solución el establecimiento de mecanismos para la participación ciudadana en el presupuesto público, como en Brasil. Repetidamente en las discusiones, la construcción de una verdadera democracia inclusiva surge como parte de la agenda de desarrollo y migración.

Efraín Jiménez, dirigente migrante de Zacatecas en los EEUU, señala la necesidad de tener comunidades fuertes y organizadas y la batalla permanente contra la corrupción. Dice que a pesar del trabajo académico sobre la vinculación entre desarrollo y migración, los migrantes han tenido poca influencia en los gobiernos y carecen de formas de representación. La Federación de Clubes Zacatecanos ha trabajado para desarrollar proyectos, identificar donde hacen falta reformas legales y modificar programas existentes. También luchan por una reforma migratoria integral en EEUU. Los latinos en EEUU constituyen una población grande, dice, pero hay que desarrollar fuerzas para exigir nuevas estrategias de desarrollo y no los tratados de libre comercio injustos que tenemos.

Jorge Romero de la Red Internacional de migración y desarrollo puso sobre la mesa la pregunta de cómo sería un modelo de desarrollo integral. A pesar de que las organizaciones han logrado identificar el enfoque correcto al vincular el desarrollo y la migración en un marco integral, no hay suficiente concentración en las tareas concretas para aterrizar los conceptos. Y falta claridad sobre cómo vincular el debate desarrollo-migración con asuntos urgentes de derechos humanos. En los foros oficiales, los temas siguen siendo fragmentados. Sin embargo, se han logrado avances importantes en dar a la población migrante un lugar en el debate como sujeto social y actor clave en los niveles nacional e internacional.

La relación entre migrantes y comunidades de origen se basa en compartir una meta más allá de mejorar las condiciones de vida y trabajo. Esto es la defensa del derecho de quedarse. La migración internacional tienen costos y beneficios, pero lo que no se puede negar es que la migración forzada —por razones económicas u otras— es una violación de los derechos humanos.

Aunque no son contradictorios, existe cierta tensión en las discusiones sobre desarrollo y migración con respecto a si es más efectivo construir proyectos de base desde abajo o presionar a los gobiernos para hacer cambios. Iván Polanco de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras (ANEC) afirma que el desarrollo es la responsabilidad del Estado. Critica el hecho de que en México "Los pobres están generando desarrollo sobre su salario, y los ricos sacando sus capitales y llevándose los subsidios". En el mismo sentido, Chacón añadió que las políticas gubernamentales benefician a un elite económico irresponsable en los EEUU también.

Polanco expone que las prioridades equivocadas del Estado demuestran la urgencia de construir un nuevo pacto nacional, y no sólo buscar pequeñas reformas al modelo actual. La Ley de Soberanía Alimentaria presentado al Congreso mexicano busca reorientar las políticas para promover la producción de alimentos para los mercados locales y apoyar a los pequeños y medianos productores. Otras cambios deben enfocarse a la producción de alimentos básicos, con énfasis en apoyar a los jóvenes, las mujeres y los indígenas.

Sería imposible resumir estas discusiones en una conclusión única y cerrada, debido a la gran diversidad de recomendaciones, conceptos, experiencias y exigencias que existen bajo el rubro de Desarrollo y Migración. Por si fuera poco, a veces las propuestas se contradicen o están en una etapa muy inicial en su elaboración. Aun la tarea de "juntos visualizar la agenda y las sendas que nos van a llevar" según Chacón, queda lejos de cumplirse. En resumir parte del debate, afirmó comparten la convicción que la migración está en el centro del desarrollo y viceversa, y que los y las migrantes deben jugar u papel activo en todos las instancias políticas.

Gaspar Salgado-Rivera del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB) explicó que las organizaciones de migrantes en EEUU han propuesto la formación de una red amplia para incidir en políticas públicas y definir agendas comunes. Entre los enfoques serán el papel de las políticas estatales, la transparencia y los derechos humanos.

El desarrollo debe ser la responsabilidad de los gobiernos tradicionalmente. La generación de empleos debe ser el resultado de una economía sana. La economía mexicana dista mucho de ser sana en este sentido. El Banco Mundial declaró hace poco "México es un país estrella en el área de la macroeconomía pero el gran misterio es porque no logra generar más crecimiento." El porqué no genera empleo ha de ser un misterio aun más grande para el Banco Mundial. La visión neoliberal del desarrollo deja fuera las muchas contradicciones y los fracasos del modelo. El diálogo sobre desarrollo y migración insiste en que los vínculos existen, no son "misterios" y que el desafío es entenderlos y cambiar las políticas contraproducentes.

En los dos lados de la frontera la presión aumenta en demanda de este tipo de cambios políticos. ¿Qué se puede hacer a nivel binacional para resolver los problemas inmediatos? Polanco contesta: "Nosotros pedimos a nuestros compañeros en los Estados Unidos hablar de cómo están las cosas aquí. Queremos unirnos para exigir la renegociación del TLCAN."

Es un ejemplo entre muchos de los áreas de cooperación. América del Norte es la región más integrada del mundo, y no se puede desvincular procesos que están intrínsicamente y causalmente unidos como son el desarrollo y la migración en la región. La red informal de investigadores y organizadores trabajando en estos temas ha logrado acumular amplios recursos en capacidades, ideas, experiencias y herramientas. La mayor parte se ha hecho desde abajo, a pesar de y no gracias a sus respectivos gobiernos. Las personas migrantes construyen nuevas comunidades y luchan por mantener sus comunidades de origen, luchan para conservar la identidad cultural y lograr el sustento económica. La iniciativa para aplicar estas lecciones y habilidades al desarrollo en México esta en una etapa naciente. Hace falta mucho trabajo y seguramente muchos más foros como el de la Ciudad de México para avanzar hacia las soluciones integrales los cambios políticos que se necesitan. Y esto pasa por incrementar el liderazgo y la capacidad de incidencia de las personas migrantes y sus familiares, donde estén.

Laura Carlsen es Directora del Programa de las Américas del Center for International Policy en la Ciudad de México, www.cipamericas.org




Los 90 años del PCCh

Las calles de Pekín llevan semanas adornadas con el número 90, que son los años que este mes cumple el Partido Comunista de China (PCCh), la institución política más poderosa del planeta. Con más de 80 millones de miembros (la misma población que tiene Alemania), el PCCh controla las empresas más poderosas de la segunda economía del mundo y lidera el país más poblado del globo. En sus manos ya no está sólo el destino de la nación china, sino de todo el planeta.

Sin embargo, a pesar de los logros económicos de las últimas décadas, el Partido Comunista de China está rodeado de incertidumbres. Si bien desde fuera el país podría considerarse una superpotencia capaz de sortear todas las crisis (la última de ellas la de 2008), desde dentro el Gobierno es cada vez más consciente de los nuevos retos a los que se enfrenta en el siglo XXI. La vitalidad de Internet, el surgimiento de nuevos poderes económicos, la falta de una ideología capaz de seducir a los ciudadanos, el estancamiento del actual modelo de desarrollo y la próxima sucesión en el poder en 2012-2013 han creado una gran inseguridad en el seno del Partido.

Para empezar, la fuente de su actual legitimidad, que reside en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, se ha puesto en duda en los últimos meses. Aunque el Producto Interior Bruto no ha dejado de crecer de forma espectacular, la inflación, el disparatado precio de la vivienda y las diferencias entre ricos y pobres están generando un descontento entre la población que en los últimos meses ha explotado en varias regiones. Si el PCCh no consigue frenar la corrupción en sus filas y reducir las desigualdades, el sentimiento de frustración seguirá creciendo entre la mayoría de ciudadanos que no puede alcanzar el sueño chino que ve por televisión.

Por encima de estas consideraciones económicas, muchos en China piensan que las instituciones gubernamentales se han quedado obsoletas en el mundo moderno. Internet y la globalización han cambiado el planeta y al gigante asiático, y al igual que ha pasado en muchos países árabes o incluso europeos, existe cada vez una mayor brecha entre gobierno y ciudadanos. El propio presidente chino, Hu Jintao, hizo énfasis en su discurso conmemorativo del nonagésimo aniversario en que las raíces de muchos de los errores del Partido habían estado en su falta de conexión con la realidad. El actual inmovilismo del PCCh no encaja demasiado bien con el dinamismo de la sociedad china.


Aunque no se habla abiertamente de una democratización (actualmente fuera de la agenda política), diferentes intelectuales, periodistas e incluso políticos de primer orden (entre ellos el primer ministro Wen Jiabao), han defendido en los últimos años una mayor apertura del régimen. Uno de los académicos que con más ahínco pide reformas es Yu Jianrong, un investigador de la Academia de Ciencias Sociales que no deja de defender un mayor control sobre el gobierno y el respeto a la ley para acabar con la corrupción y defender a los más desfavorecidos, especialmente a los campesinos.

Muchos expertos también piensan que son necesarios cambios estructurales para que el país pueda seguir avanzando económicamente. El gran reto de China es abandonar el actual modelo de crecimiento basado en las exportaciones y la mano de obra barata para conseguir una economía con mayor valor añadido y empresas competitivas a escala global. O, como se suele decir, pasar del made in China al invented in China. Hu Shuli, una de las periodistas económicas más famosas del país, no deja de repetir en su nuevo grupo mediático, Caixin, que sin cambios estructurales (políticos, culturales, legales, etc.) el país se puede quedar atrapado en su actual nivel de desarrollo.

Todas estas dudas que se ciercen sobre el PCCh se han intensificado debido a la falta de un sostén ideológico que aglutine a la población. Desde que en 1978 el Partido comenzara a abandonar en la práctica las teorías marxistas, éste se ha quedado desnudo sin un armazón de principios que pueda convencer a la población. La reciente solución ha sido promover un nacionalismo chino que el Partido Comunista pueda liderar, y aunque esto se ha conseguido parcialmente, también se ha convertido en un arma de doble filo que podría volverse contra el PCCh.  

Para llenar el actual vacío ideológico, otro grupo de políticos ha defendido en los últimos años una especie de vuelta sentimental al maoísmo. Entre los líderes más destacados de esta tendencia está Bo Xilai, hijo del histórico dirigente Bo Yibo y actual secretario de Chongqing, quien ha organizado campañas multitudinarias para recuperar las canciones y películas rojas de los 50 y 60. A esta tendencia se han sumado también otros hijos de revolucionarios chinos, que forman un influyente grupo dentro del PCCh y podrían buscar una vuelta a los principios marxistas del Partido. Aunque es probable que estos movimientos sólo sean intentos populistas por ascender en el poder, la previsible llegada en 2013 a la presidencia de Xi Jinping, que forma parte de esta misma facción, podría provocar una vuelta a los valores comunistas como solución para llenar el actual vacío moral del Partido.

A sus 90 años, el PCCh se ve una vez más en la obligación de transformarse. En todo este tiempo,  el Partido Comunista de China ha pasado de promover la revolución y la igualdad social a defender la estabilidad, el estatus quo y el desarrollo económico. Si en sus orígenes atacó a burgueses y empresarios, en la actualidad éstos son sus principales defensores. Aunque conquistó el poder gracias al apoyo del campo, hoy en día su sostén está en las ciudades más ricas. En los actuales tiempos de confusión y redes sociales, el PCCh tendrá que transformarse una vez más si quiere sobrevivir.



miércoles, 6 de julio de 2011

El lobby proisraelí en la era Obama

El lobby o el grupo de presión es un instrumento esencial, amén de tradicional, en el engranaje de la política y del poder en Estados Unidos. Sin embargo, y aunque es un mito muy extendido entre la opinión pública internacional, el lobby proisraelí no tiene tanto poder e influencia en la toma de decisiones políticas en la Administración y en las Cámaras Legislativas de EE UU. Así al menos lo afirma Dan Flesher, escritor y crítico de la línea de actuación del AIPAC,y autor del libro Transformando el lobby israelí-americano (Potomac Books, Washington, 2009).

La capacidad del lobby proisraelí –que no es un organismo unitario y centralizado, sino que opera en varias organizaciones con distintos objetivos e ideología– se basa en la presión social y en el ruido que provoca en el mainstream estadounidense. Y he aquí su gran éxito: haber conseguido que el apoyo a Israel en EE UU sea algo políticamente correcto a diferencia de lo que ocurre en Europa.

El Comité Judío-Americano (AJC, en sus siglas en inglés) tiene un alcance y una estrategia distinta a la que posee el AIPAC. Como reza su eslogan Global Jewish Advocacy, extiende su influencia y presión política no solo a EE UU, sino a América Latina, y en un siguiente escalón a todo el mundo, pasando por Europa –con su importante trabajo en la extinta Unión Soviética- y en Oriente Medio. Y no sólo tiene más alcance geográfico, sino que también se ocupa de un abanico de temas bastante prolífico –a diferencia del AIPAC que únicamente se centra en todo lo concerniente a Israel y en sus relaciones con EE UU– como los derechos humanos, la integración de los inmigrantes en EE UU, la caridad hacia los más necesitados…siendo siempre, los pilares de su trabajo, el apoyo y la defensa del Estado de Israel y la lucha contra el antisemitismo.

Aun así, la fuerza del AJC se dejó sentir durante la Convención Anual celebrada el pasado abril. En ella se pudo palpar la competencia con el AIPAC. De hecho, David Harris, el director ejecutivo del AJC, en una reunión privada con la sección Latinoamericana afirmó, hablando sobre el trabajo de las lobbies judíos y proisraelíes en EE UU, que "solo el AJC puede traer a líderes políticos de todo el mundo, y sólo el AJC puede conseguir que el presidente de Panamá ordene a su embajador en la ONU de forma tan tajante que apoye a Israel".

Durante las sesiones de trabajo y las conferencias de la Convención Anual, es de reseñar la asistencia, por ejemplo, del movimiento pacifista israelí Paz Ahora, esbozando el perfil más moderado que luce el AJC ante el conflicto en Oriente Medio.

De este perfil se ha hecho eco un nuevo lobby, llamado J Street, que se autocalifica, en palabras de su presidente, Jeremi Ben Ami, y en su declaración de principios, como proisraelí y a favor de la paz. J Street ha surgido, principalmente, para hacer contrapeso a la influencia del AIPAC y recogiendo el testigo de una cantidad nada desdeñable de judíos progresistas –el 80 % de los judíos estadounidenses vota al Partido Demócrata– que aborrecen del acercamiento a posturas más conservadoras del lobby proisraelí.

Aún así, estos lobbies más críticos con Israel no sólo tendrán que trabajar contra el AIPAC, sino también con las demás organizaciones proisraelíes que siguen sus mismos postulados, como The Israel Project o la Conferencia de Presidentes y contra think tanks en la misma línea como Middle East Forum, Center for Security Policy o Hudson Institute, por citar algunos ejemplos significativos.

Ciertamente, la Administración Obama no ha querido desaprovechar esta oportunidad de medrar la influencia del AIPAC, que se sitúa frontalmente en contra de la nueva política de la Casa Blanca en Oriente Medio, y acoger e impulsar grupos de presión como J Street. De hecho, al primer congreso de J Street fue como gran invitado y en representación del Gobierno estadounidense el general Jim Jones, que también es asesor de Seguridad Nacional, y que está de acuerdo con que desde el Despacho Oval se le den tirones de orejas a Israel por su política de asentamientos en Cisjordania. Sin obviar que la mano tendida que acaba de ofrecer el presidente estadounidense a los cambios producidos en la primavera árabe tendrá más acogida en el mundo árabe si Barack Obama se muestra decidido a solucionar la situación del pueblo palestino.

Sin embargo, la posición de la Casa Blanca no se ha inclinado totalmente hacia ejercer más presión sobre Israel que sobre los palestinos. Justo después de haber mencionado en el discurso sobre Oriente Medio a toda la nación –en un horario acomodado para que los países de la zona fueran la audiencia principal– y haber afirmado que el status quo del conflicto no va a traer ninguna solución y que el acuerdo de paz futuro debe basarse en las fronteras de 1967, asistió a la Policy Conference del AIPAC y matizó, ante aplausos, que dicho límite debe servir como referencia para acuerdos mutuos entre las dos partes. Y, además, tras una tensa reunión con Benjamin Netanyahu –después de la cual y en sendos discursos ante el AIPAC y ante los congresistas estadounidenses el premier israelí advirtió que las fronteras de 1967 son indefendibles– afirmó que el compromiso de EE UU con Israel es de acero.

Todo esto ha dejado latente que, al fin y al cabo, Estados Unidos e Israel tienen diferencias, pero son aliados unidos por un nexo por ahora inquebrantable. No sólo debido a cuestiones estratégicas e ideológicas, sino también a un compromiso en valores y principios comunes que profesional y limpiamente se han encargado los grupos de presión proisraelíes en recalcar. Sean lobbies muy firmes en su defensa del Estado de Israel como  AIPAC o The Israel Project o de posturas críticas como J Street.

Sin ser el lobby más poderoso de EE UU, el proisraelí y todos los grupos que lo conforman poseen una influencia en la sociedad estadounidense más voluminosa que otros con más poder real como el armamentístico o el petrolífero. De cara al futuro, este eco en la sociedad seguirá intacto –al menos ninguna de las organizaciones que conforman el lobby tiene idea de menguarlo. Sin embargo, el Gobierno de Barack Obama y las nuevas corrientes judías más pacifistas respecto al conflicto entre israelíes y palestinos, capitaneadas por ahora por un J Street en plena ebullición, van a intentar instaurar en la opinión pública y en los escaños del Congreso y Senado estadounidenses otra estrategia distinta de cara a Israel y a Oriente Medio.




Los últimos magnates rusos

Espoleado por la exigencia popular de combatir la corrupción, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha sido en los últimos años un hombre con una misión en mente. Emprendió acciones contra Vladímir Gusinski por presunto desfalco. Intenta extraditar al magnate Borís Berezovski, exiliado en Londres, bajo la acusación de fraude. Pero la cruzada más notoria del presidente ruso ha sido contra la compañía petrolera Yukos, gestionada por el multimillonario Mijaíl Jodorkovski. A finales de 2004, el Gobierno confiscó los activos de la empresa. Su antiguo consejero delegado fue condenado por fraude y evasión de impuestos en un juicio irregular y arbitrario, y en la actualidad cumple una sentencia de ocho años en un campo de trabajo en Siberia.

 

Jodorkovski es el miembro más prominente de los nuevos oligarcas, la clase de empresarios rusos que amasaron grandes fortunas y acumularon un enorme poder después del colapso de la Unión Soviética. A mediados de los 90, el Gobierno subastó activos estatales clave entre una serie de empresarios con buenos contactos. Estos jóvenes capitalistas asumieron el reto de transformar un puñado de chimeneas soviéticas casi moribundas en industrias modelo. Las empresas crecieron aprovechándose de un sistema legal débil que no defendía el derecho a la propiedad ni obligaba a cumplir los contratos. En breve, los nuevos magnates cosecharon un éxito que superó todas las expectativas, amasando auténticas fortunas. Y puesto que tenían escasa fe en la capacidad del sistema legal ruso para proteger sus propiedades, suscribieron su propia versión de pólizas de seguros: untaron a políticos, jueces y otras autoridades. El ascenso de estos empresarios coloca a Rusia ante un dilema. El Gobierno necesita salvaguardar a los generadores del impulso económico sin precedentes que vive el país. El PIB ruso ha crecido una media del 7% anual desde 1999, y las compañías petroleras propiedad de los oligarcas han incrementado su producción a un ritmo aún mayor. Al mismo tiempo, las operaciones opacas en el mundo de las grandes empresas nunca son deseables, ya que pueden enmascarar una corrupción rampante y vulnerabilidades económicas. Pero parece que para Putin no existe dilema alguno. Ha elegido llevar a cabo una cruzada contra los oligarcas bajo un estandarte moral que promete arrancar de raíz la corrupción entre los ricos.

               

Ésta es la forma equivocada de abordar el problema y no tiene en cuenta los intereses prioritarios de Rusia. La celosa persecución de Putin está motivada por un cálculo político: el disgusto populista que provocan los ricos, junto con el deseo de empresarios emergentes y algunas autoridades de apoderarse de los activos de los caídos en desgracia. Asimismo, el líder ruso quiere mantener el fuerte control sobre la política del país. En su día, Jodorkovski abrigó grandes ambiciones políticas, y Gusinski y Berezovski eran dueños de medios de comunicación que criticaban abiertamente al líder del Kremlin. Aquellos que no han sido víctimas de la campaña de Putin es porque han sido lo bastante astutos como para alcanzar un acuerdo. Por ejemplo, el multimillonario ruso y magnate petrolero Román Abramovich habría firmado con el presidente un pacto propio de Fausto, al vender su compañía petrolera Sibneft a la empresa estatal Gazprom en otoño de 2005 por 13.000 millones de dólares, unos 11.000 millones de euros (además, prometió financiar un nuevo estadio de fútbol nacional, entregó al Kremlin sus acciones en una compañía de televisión y se deshizo de grandes participaciones en Aeroflot y en la empresa de aluminio Rusal). Un mes después, Putin le confirmó como gobernador de Chukotka, la región más nororiental de Rusia, pese a que Abramovich vive en Londres. Por supuesto, la corrupción debe combatirse. Pero los oligarcas no son tan malvados como Putin quiere que crean sus compatriotas. Su aparición es una consecuencia natural de las condiciones económicas, legales y políticas de la Rusia actual. Las industrias petrolera y metalúrgica crecen a un ritmo sin precedentes gracias a los empresarios locales, a quienes se ofreció la oportunidad de reflotarlas. Es natural que unos pocos se hayan hecho ricos, algunos de ellos inmensamente ricos. Es difícil pensar cómo podría introducirse la economía de mercado en estas condiciones sin generar una clase de supermillonarios. ¿Aceptamos a los muy ricos o no? En última instancia, es una cuestión de ideología. La historia muestra que el capitalismo maduro les acepta, algo que no ocurre con otros sistemas.

               

LOS 'BARONES LADRONES'

Los oligarcas no son privativos de Rusia, pero quizá la comparación más ilustrativa con su proliferación puede encontrarse en el pasado de Estados Unidos. Los hombres ricos que construyeron los grandes imperios industriales y de transporte americanos a finales del siglo XIX podrían ser los equivalentes de los multimillonarios rusos de hoy. De hecho, las condiciones económicas que permitieron el ascenso de los barones ladrones de América, como se les llamaba, son similares a la situación de Rusia en los 90. El Gobierno alentó la propiedad privada de grandes empresas. En ciertas industrias, sobre todo en la metalurgia, el petróleo y el ferrocarril, brotaron grandes economías de escala. Tal concentración de riqueza sólo puede surgir en países con grandes mercados, como EE UU y Rusia.

 

La mayoría de los barones ladrones americanos hicieron su fortuna en el ferrocarril. Otros se centraron en los recursos naturales. La ascendiente clase empresarial rusa ha tenido también una fuerte participación en los mercados del crudo y de los metales de su país. De los 26 multimillonarios rusos que Forbes identificó en 2005, 12 hicieron su fortuna en los metales, 9 en el petróleo y 2 en el carbón (en la actualidad, Rusia ocupa el tercer lugar, después de EE UU y Alemania, en la clasificación de países con más multimillonarios). Los créditos baratos y la libre distribución de activos estatales, tales como terrenos alrededor del tendido del ferrocarril, ayudaron a los barones ladrones a lanzar sus empresas y a llenarse los bolsillos. De igual manera, la venta a bajo precio de los activos de la era soviética, bien mediante la privatización directa o en el mercado secundario, hizo a hombres como Jodorkovski fabulosamente ricos en tan sólo unos pocos años.

 

EL 'BLUES' DEL MULTIMILLONARIO

Al igual que los capitanes de la industria americana de antaño, los oligarcas rusos generan una gran controversia. Por supuesto, la queja más popular es su excesiva riqueza o, para ser más precisos, la percepción pública de que ganan mucho dinero en un momento en que crece la brecha entre ricos y pobres en Rusia. Es un error. Según el Banco Mundial, la desigualdad en Rusia es similar a la de EE UU y muy inferior a la media de Latinoamérica. La pobreza disminuye gracias al fuerte crecimiento del país, que se obtiene, en parte, a través de las empresas de los oligarcas. En los círculos políticos, las críticas contra estos magnates se basan en que su riqueza procede de ganancias ilícitas. Se han escrito muchas páginas sobre la privatización de préstamos por acciones de 1995, cuando los oligarcas prestaron dinero al Gobierno ruso a cambio de acciones en las compañías más valiosas del país. La creencia generalizada es que estos empresarios hicieron su fortuna con estas privatizaciones. En realidad, ya eran ricos. La mayoría de estas empresas, sobre todo Yukos y Sibneft, fueron muy bien, lo que condujo al resurgimiento de la industria petrolera rusa. En 2000, Yukos estaba pagando una factura anual de 5.000 millones de dólares en impuestos, una cantidad que equivalía a lo que cualquiera habría pagado por ella en 1995. En términos económicos, la privatización de préstamos por acciones fue un éxito absoluto para Moscú y para el pueblo.

                                                                                                 

Otra acusación es que los oligarcas son parásitos. En realidad, están entre la espada y la pared: cuanto más productivos son, más impopulares parecen hacerse. La opinión pública se tornó más negativa en 2000, tras la crisis financiera y después de que varios magnates decidieran pasar a una esfera totalmente legal y legítima, pagar impuestos y destinar cantidades sustanciales a obras caritativas. Paradójicamente, el auténtico problema parece ser la transparencia. La gente no clama contra los ricos cuando miles de millones de dólares desaparecen como por arte de magia de las arcas del Estado porque esto no sucede ante sus ojos. Detestan más las privatizaciones que el robo. Estos empresarios son blanco de las críticas en mucha mayor medida, incluso pese a que ya no roban sino que producen, porque el público ve sus fábricas, trenes y camiones, y extrae sus conclusiones sobre su riqueza personal. Cuanto más oscuras son sus maquinaciones para hacer dinero, más a salvo se encuentran de la condena pública. Cuantos más impuestos pagan, más expuestos están.

 

Nadie dice que tengan las manos limpias. Los primeros años de la Rusia poscomunista fueron un mundo hobbesiano para las empresas: un entorno hostil y salvaje donde la fuerza bruta jugó un papel tan importante en la toma de decisiones como el dinero. En este clima, estos magnates sobornaban a representantes del Gobierno, robaban propiedades y cometían toda clase de delitos. Y, cuando podían, utilizaban sus conexiones políticas para extraer más recursos estatales y minar los derechos de propiedad de otros. Pero el problema subyacente en la sociedad poscomunista era su anarquía, no la gente que se aprovechó del repliegue del Gobierno. Es más, encarcelar a quienes han hecho operaciones opacas no es el proceso estándar para encarrilar un país cuando la corrupción es tan omnipresente como en Rusia. De hecho, la Administración pública es tan corrupta que los puestos ministeriales y los cargos de gobernador se compran por múltiplos de 10 millones de dólares. Se necesitan unas normas claras, ciertas y fiables para regular el comportamiento empresarial. Y, en este sentido, la principal exigencia de los oligarcas -que se defiendan sus derechos sobre las propiedades recién adquiridas- es respetable.

 

Hoy día, el principal enemigo del liberalismo ruso ya no es el socialismo, sino el populismo mal informado. Ningún orden capitalista sólido puede desarrollarse sin respeto a la propiedad privada. Cuando Putin encarceló a Jodorkovski y castigó a Yukos con impuestos y multas arbitrarias, recibió el aplauso popular. Pero, como resultado, se han puesto en peligro importantes reformas fiscales y judiciales, y la credibilidad de derechos a la propiedad se ha minado aún más. Incluso si Jodorkovski hubiera sido culpable (que no lo era), los métodos y medios extrajudiciales que empleó Putin pusieron al país en peligro. Ciertamente, los orígenes de la propiedad privada en Occidente no son limpios. Pero el capitalismo ha triunfado allí y casi en ningún otro lugar, porque sólo Occidente garantiza la propiedad privada.

 

Entonces, ¿qué debe hacer Moscú? Predicar el capitalismo. Si el Estado quiere cambiar el estatus de los oligarcas, puede presentarles exigencias razonables o alterar el entorno económico, legal y político en el que operan. Pero primero Rusia tiene que establecer un fuerte compromiso político con los principios de la libertad económica. Esto significa el derecho a la propiedad privada para todos, incluidos los multimillonarios. Desde un punto de vista práctico, Putin tiene que encontrar una manera de subir a los oligarcas a bordo. El Gobierno podría incentivarles para que hicieran un pago fiscal sustancial de una sola tacada a las arcas del Estado. A cambio, deberían garantizarse sus derechos de propiedad. Además, Moscú podría ofrecerles una amnistía por pasadas infracciones en el proceso de privatización. En una reunión con empresarios rusos a comienzos de 2005, Putin apuntó la posibilidad de un estatuto de limitaciones de tres años por demandas relacionadas con las privatizaciones, así que es probable que aún quiera avenirse a la idea. Un acuerdo de esa naturaleza permitiría al Estado recaudar fuertes ingresos que darían al líder del Kremlin sólidos argumentos frente al público. Lo peor que podría hacer Putin sería mantener su campaña contra los oligarcas. El caso Yukos costó casi 10.000 millones de dólares en producción petrolífera perdida tan sólo en 2005, algo que no puede permitirse de nuevo.

 

El ascenso de los oligarcas es una fase natural de un avance capitalista decisivo en un país de gran tamaño con grandes fábricas y un sistema legal débil. La saludable aparición de muchos de ellos en Rusia sugiere que está en la ruta hacia un capitalismo sólido. Pero es probable que echar leña al fuego populista sofoque tanto la economía de libre mercado como la democracia. Al final, ninguna política será firme si no se apoya en un amplio y fuerte compromiso ideológico con una economía libre. Por mucho resentimiento que Putin y los rusos alberguen hacia los oligarcas, son los precursores de un futuro mejor.



lunes, 4 de julio de 2011

El futuro de Grecia, sin la UE

Por Randall Wray (*)

Para quienes entienden la Teoría Monetaria Moderna (TMM) resultó siempre obvio que el lanzamiento de la Unión Monetaria Europea cometió yerros fatales. Sabíamos que a la primera crisis financiera y económica seria, se vería amenazada su misma existencia.

En cierto sentido, ha pasado desde el principio como en los EEUU de 1929, en vísperas de la Gran Depresión: un fraude crediticio excesivo, una excesiva deuda de las familias y de las empresas, y un boom económico que duró demasiado tiempo. Cualquier cosa podría haber disparado la crisis que siguió, pero fue el descubrimiento de que Grecia había estado cocinando su contabilidad lo que selló el destino de Eurolandia. Y como en los EEUU posteriores a 1929, Eurolandia pugna por comprender y por lidiar con la crisis. Ahora se desliza hacia otra gran depresión.

Muchos economistas y muchos responsables políticos incluso algunos suficientemente ortodoxos empiezan a reconocer que el obstáculo atravesado en el camino es la incapacidad para armar una respuesta en términos de política fiscal efectiva. Esa incapacidad nace de la ausencia de una autoridad fiscal a escala europea. De aquí las semimedidas tomadas por el BCE y otras autoridades para poner parches al problema de la deuda.

Ello es que hay un conflicto entre las distintas autoridades respecto de la solución al problema, como no podía ser de otra manera, dada la ausencia de una autoridad fiscal. Muchos desean imponer una austeridad equivalente a las sangrías "terapéuticas" medievales. Sostienen que el problema real es la falta de autodisciplina en los países periféricos. Y no puede dejar de observarse que esa idea es ampliamente compartida por las elites de esos mismos países.

Esas elites se sentirían felices arrojando a sus propios países al abismo de la depresión, a fin de desbaratar toda resistencia a los recortes salariales y de llevarse por delante todos los programas sociales a favor de la población trabajadora. Esa es siempre la solución preferida por las elites ignaras. Con este método se pretende rebajar los costos salariales en las naciones periféricas y hacer más competitiva la producción.

Esa es también, huelga decirlo, la posición de los miembros más poderosos de la UE. La prudente Alemania ha mantenido a raya los salarios durante la pasada década, disparando la productividad. Consiguió así convertirse en el país con producción de menos coste en Europa, y pasito a pasito, podría llegar a poder competir hasta con Asia. No, desde luego, en la producción fundadada en trabajo intensivo barato, sino en la producción que de verdad cuenta, en el sector exportador de alto valor añadido.

Y esa es también la perspectiva más común también entre las clases trabajadoras en los países centrales, que comparten el prejuicio de unas poblaciones periféricas tan holgazanas como exageradamente remuneradas. Más asombroso aún que la falsedad de esa actitud, es el hecho de que si la sangría fiscal y el recorte de los salarios se pusieran efectivamente por obra en los países periféricos, no tardarían las fábricas en comenzar a salir de Alemania buscando trabajadores menos costosos.

En otras palabras, el éxito de la periferia sería a costa de los trabajadores alemanes, que tendrían que aceptar salarios más reducidos para poder competir. Lo que de todos modos ocurrirá, espoleado por la pérdida de puestos de trabajo, si Alemania no puede encontrar ventas para sus productos fuera de la UE, en donde la demanda caerá indefectiblemente a medida que las naciones periféricas se hundan más en la depresión. El resultado será una bonita carrera hacia el abismo, de la que sólo puede beneficiarse la elite europea. Muy bonito.

Para decirlo todo, yo no creo que la UE pueda llegar a chupar suficiente sangre de los griegos (y españoles e italianos e irlandeses y portugueses) para que eso pueda funcionar. Harto más razonable sería ahora un aumento salarial en Alemania para conseguir competitividad dentro de la UE por la vía de elevar el nivel general.

Pero tampoco eso parece nada probable, habida cuenta de que Alemania mira hacia más allá de las fronteras europeas, sobre todo en dirección al Este. Por consiguiente, seguirá empeñada en recortar sus propios costes laborales, y las naciones periféricas nunca conseguirán atrapar a Alemania en el común despeñadero.

Eso deja sólo dos alternativas. La primera es una reestructuración continua de la deuda, con compras del BCE por la puerta trasera (permitiendo a los bancos centrales comprar la deuda), y con garantías y préstamos del propio BCE. Todo en la esperanza de que las instituciones financieras tenedoras de toda la deuda pública periférica puedan, o bien sacarla de su contabilidad, o bien servirse del método norteamericano de ir proponiendo el ajuste a la baja de sus balances alargando indefinidamente el proceso de ajuste para no reconocer su insolvencia.

El problema es que casi todos los datos económicos de las últimas semanas son malos en prácticamente todo el mundo , lo que hace más probable que se produzca algún tropezón en algún sitio y que se propague a través de los mercados financieros tan rápidamente como lo hizo en la Crisis Financiera Global de 2007.

Muchos bancos europeos quedarán con las nalgas al aires como insolventes sin remedio, y la deuda pública de los PIIGs será un problema añadido. Además, el BCE está legítimamente preocupado por los "precedentes" y los "efectos de incentivos". No se trata de las normas reguladoras de lo que el BCE puede o no hacer: tiene tanta licencia como la Reserva Federal para intervenir en una crisis y comprar o prestar a cambio de prácticamente cualquier tipo de activo.

Se trata de lo que el BCE entiende que es su independencia. Los mercados verían un rescate de estilo norteamericano del sistema financiero europeo (con garantía de la deuda pública de la distintas naciones, por añadidura) como una pérdida de independencia. Lo cierto es que el BCE ya la ha entregado, pero se agarra a la esperanza de poder recuperar de algún modo la virginidad perdida.

Eso deja sólo una tercera posibilidad: crear la necesaria autoridad fiscal. Eso permitiría al BCE limitarse a la política monetaria, cediendo al Tesoro europeo las riendas para lidiar con la crisis. Yo he venido sosteniendo desde 1996 que este es el único camino para hacer viable el proyecto de la UE.

La teoría económica subyacente a ese punto de vista es sencilla, y es la que vale por doquiera en todos los países desarrollados. En efecto: los EEUU son en realidad una Unión Monetaria Norteamericana (UMN), pero una unión monetaria bien constituida, que dispone de un Banco Central y de un Tesoro. Sin embargo, por razones políticas, eso no va a ocurrir en la UME. Estamos ahora más lejos de ello aún que en 1996, porque la crisis ha hecho crecer la hostilidad entre sus miembros. Nadie quiere ceder poderes al centro.

Así pues, nada de todo eso va a suceder. ¿Qué queda? Salir de la unión.


(*) Uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos.

El gran juego Afgano

Por Txente Rekondo (*)

El anuncio de Obama es una nueva pieza que se suma al complejo puzzle en Afganistán. Las declaraciones de Karzai, la respuesta de la resistencia y el papel de los protagonistas regionales, son parte también de ese escenario sobre el que la figura del Gran Juego vuelve a planear con fuerza.

En los próximos meses se irá desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte del pueblo afgano, la reconciliación entrará en una nueva fase y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y perdón». Y Obama es consciente de que cualquier reducción de tropas pasa por un acuerdo global.

Tras su anunciada reducción de tropas a partir de finales de año, el presidente de EEUU ha puesto sobre la mesa su intención de apostar por una nueva estrategia en Afganistán (otra más, dicen algunos con ironía). Obama es consciente de que en los próximos meses la política de EEUU va a estar dominada por la larga campaña electoral a la Presidencia, y a día de hoy buena parte del electorado está cansado del coste que supone la ocupación de Afganistán, ya que sus principales preocupaciones son la economía, el desempleo y el déficit.

Tras diez años de guerra, parece haber llegado el momento de pasar a otros la «patata caliente», y hay quien ve en las palabras de Obama un reconocimiento implícito de la imposibilidad de ganar la guerra, al tiempo que estaría abriendo la puerta a un diálogo para una posible solución. No obstante, algunos analistas remarcan las carencias del discurso presidencial, al no mencionar nada sobre el futuro de Karzai y su Gobierno, la fortaleza de la resistencia, la corrupción o el papel regional. Para ellos, el nuevo plan muestra la apuesta decidida por favorecer a largo plazo «las operaciones de inteligencia, las fuerzas especiales, los ataques desde aviones no tripulados y la presencia reducida de tropas».

La resistencia se presenta como la gran ganadora al hilo de estos acontecimientos. El reconocimiento de que cualquier salida negociada debe contar con la participación de todos los actores se deja entrever en el nuevo escenario. Los intentos de criminalizar cualquier movimiento opositor, la apuesta por incentivar divisiones en la resistencia, sobre todo entre los diferentes grupos que conforman el mundo talibán, o la victoria militar, han fracasado uno tras otro.

A día de hoy, la estrategia de la resistencia se manifiesta en amplias zonas del país, buena parte de ellas bajo su control. La combinación de diferentes tácticas está dándoles frutos. Los ataques contra posiciones aisladas y remotas de las fuerzas extranjeras, unidos a la infiltración en las nuevas fuerzas afganas, están logrando importantes efectos psicológicos y al mismo tiempo muestran su fortaleza.

Paralelamente, desde hace semanas se ha intensificado la campaña contra los «colaboradores» de la ocupación, con importantes figuras del nuevo entramado institucional afgano como víctimas, lo que reduce las posibilidades de la coalición ocupante de poder contar con aliados locales. Junto a ello, las operaciones de dicha coalición son una fuente inagotable de razones para que la población local le vuelva la espalda y para que la resistencia articule una campaña propagandística.

Tampoco hay que olvidar la capacidad que viene mostrando la resistencia para mantener un sistema de Justicia paralelo que, a juicio de algunos observadores, «funciona relativamente bien», sobre todo a la vista de la «ausencia generalizada» del Estado en la mayor parte del país.

La figura del actual presidente afgano, Hamid Karzai, también ha ocupado cierta centralidad estas semanas. Su anuncio de que EEUU estaría negociando con los talibanes ha podido sorprender a quien no conoce la realidad afgana. Sin embargo, esta maniobra de Karzai hay que enmarcarla en su propia estrategia. El presidente afgano, conocedor del escaso apoyo con que cuenta y de que su distancia respecto a Washington es cada día más evidente, se está dirigiendo a su pueblo con esas maniobras, intentando dar muestras de un alejamiento de la política de EEUU.

Aquí se enmarcan sus «amenazas» a la OTAN, su afirmación de que los estadounidenses están en el país en defensa de sus intereses, o su advertencia de que la historia muestra cómo tratan los afganos a los ocupantes. Con esa dialéctica intenta ligar el fracaso y la corrupción a las fuerzas ocupantes, tratando de convencer al pueblo afgano de que EEUU es la causa de todos los males.

Pero al mismo tiempo, Karzai es consciente de que su futuro político está estrechamente ligado a la presencia de los militares estadounidenses y por ello quiere que la Casa Blanca siga apoyándole, pues de lo contrario «Afganistán caería en manos talibanes», con lo que ello supondría para los intereses de EEUU.

En este contexto nadie sabe con seguridad cuál puede ser el futuro político de Karzai, pero todo parece indicar que si EEUU logra encontrar un aliado más firme en Afganistán, como dice la canción «los días que le quedan son una cuenta atrás».

Las potencias regionales también mueven ficha dentro del tablero de este Gran Juego. Pakistán sigue manteniendo un difícil equilibrio, la capacidad, o su falta, para hacer frente a la militancia islamista dentro de sus fronteras y la relación de amor/odio hacia EEUU son factores a tener en cuenta. Casi nadie duda de que la participación de Islamabad en cualquier solución negociada es necesaria, ya que su marginación del teatro afgano le daría luz verde para lanzar operaciones de desestabilización en la región. Esta recuperación de protagonismo de Pakistán es directamente proporcional a su pérdida por parte de India, que hasta ahora había apostado fuerte por desplazar a Islamabad del centro de poder afgano.

Irán también se está moviendo ante la irrupción de un nuevo escenario, buscando nuevas alianzas en la región. Rusia sigue de cerca los acontecimientos, consciente de la influencia afgana en Asia Central («su patio trasero») y, sobre todo, deseando presentar un futuro Afganistán que signifique la derrota de EEUU, situándolo en el mismo nivel que la sufrida por Moscú en los años 80. China, de confirmarse el auge del protagonismo paquistaní, aumentará los lazos/dependencia con Islamabad, consciente también de que la inestabilidad afgana tiene sus consecuencias en la región, e intentando asegurar una estabilidad transfronteriza.

En los próximos meses se irá desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte del pueblo afgano, la reconciliación entrará en esa nueva fase, y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y perdón». Obama es consciente que cualquier reducción de tropas pasa por un acuerdo global, en el que tomen parte la mayor parte, si no todos, de los actores mencionados, incluida la resistencia afgana.

En esa clave se situarían, además, el eventual encuentro que Alemania estaría organizando en Berlín para el próximo mes de diciembre, donde la presencia talibán podría estar asegurada, y el anuncio de Barack Obama de la posible celebración de una conferencia internacional en mayo del 2012 en Chicago, en la que participarían únicamente EEUU y sus aliados y que habría que interpretar en clave electoral de cara a la reelección presidencial.


(*) Miembro de Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El enigma hindú

En mayo, el Gobierno indio anunció que iba a entregar 5.000 millones de dólares de ayuda a los países africanos con el propósito de contribuir a que cumplan con sus objetivos de desarrollo. "Nosotros no tenemos todas las respuestas", afirmó el primer ministro Manmohan Singh, "pero sí tenemos cierta experiencia en el proceso de construcción nacional que estamos felices de compartir".

Se puede perdonar a los británicos por sentirse molestos con la generosidad de Singh. Después de todo, Gran Bretaña da actualmente más de 450 millones de dólares anuales en ayudas a India y tiene planes de continuar haciéndolo al menos durante los próximos años. Mientras que la economía inglesa va a trompicones entrando y saliendo de la recesión, el producto interior bruto de India está creciendo a un ritmo de más de un 8% al año. Esto ha situado al Gobierno británico en la posición, bastante extraña, de tener que vender bonos para poder donar dinero a la segunda economía que más rápido crece de Asia, a pesar de que ésta esté adentrándose a su vez en el mundo de la filantropía.

Esta política no goza de gran popularidad en la mayoría de la prensa británica, que argumenta que, puesto que India tiene un programa espacial y algunos multimillonarios extravagantes, no necesita ayuda —especialmente en un momento en el que Gran Bretaña no puede permitírselo—. (Cuando el Gobierno laborista perdió las elecciones generales el año pasado y tuvo que abandonar el poder, el ministro de Finanzas Liam Byrne dejó en su mesa una nota de una línea para su sucesor antes de marcharse: "Me temo que no queda dinero". Era un chiste. Pero también era verdad). No obstante, el país todavía se considera a sí misma como una nación donante, con todas las obligaciones y el prestigio internacional que eso conlleva. Esto proviene, en parte, de cierto sentido de culpa postcolonial: el primer ministro David Cameron se refirió recientemente al "sentido del deber de ayudar a los demás" y a los "potentes argumentos morales" a favor de proporcionar ayuda.

Esta situación ilustra con precisión lo drásticamente que el auge económico de Asia ha revertido siglos de experiencia, y las expectativas de que Occidente vaya a conservar la hegemonía de la que ha gozado los últimos 400 años. Se está volviendo cada vez más difícil determinar si una nación es rica o pobre, y términos como el Sur Global o el Tercer Mundo tienen que matizarse mucho para tener en cuenta el hecho de que grandes sectores de la población en países como China, Brasil e India ahora cuentan con un poder de compra que se equipara al de la gente de Occidente.

En 1951, el diplomático estadounidense Bill Bullitt describió la condición de India en la revista Life: "Un inmenso país que contiene 357 millones de personas", escribió, "con enormes recursos naturales y combatientes extraordinarios, pero no puede ni alimentarse a sí misma ni defenderse contra ataques serios. Un habitante de India vive, de media, 27 años. Sus ingresos anuales son de unos 50 dólares. Aproximadamente el 90% de los indios no saben leer ni escribir. Subsisten en la miseria y bajo la amenaza de hambre". "Hoy sería difícil pronunciar una afirmación tan categórica sobre India. La pobreza desde luego sigue siendo un problema crónico, pero coexiste junto a reductos de importante riqueza. La esperanza de vida de un indio en el momento de su nacimiento se sitúa ahora en los 67 años y continúa elevándose. Quizá sea necesario pensar de manera diferente, y percatarse de que un país como este, al igual que el gato de Schrödinger, puede existir en al menos dos formas simultáneamente: rica y pobre".

El cambio más importante ocurrido en las dos últimas décadas, desde el comienzo de la liberación económica, ha sido la transformación de las aspiraciones de la clase media india. Aunque los anquilosados días de la economía controlada y la burocracia —en los que las decisiones importantes dependían de la autorización de un burócrata— tenían una estabilidad propia, también asfixiaban las oportunidades y el talento individual. Los miembros de la clase media profesional a menudo preferían buscar fortuna en el extranjero en sociedades más basadas en la meritocracia.
La moderna clase media india tiene una nueva oportunidad de configurar su propio destino de un modo que antes no era posible. Uno puede mudarse a su propia casa usando un préstamo para vivienda y dejar de vivir con varias generaciones de su familia; puede comprar un coche que no sea un Ambassador o un Fiat; viajar al extranjero y ver cómo vive la gente en otros países; tiene la posibilidad de contemplar a los políticos aceptando sobornos o bailando con prostitutas en la televisión —en los programas de los medios locales que se dedican a intentar pillarlos con las manos en la masa— mientras se cambia de canal en busca de Mujeres desesperadas o Kaun Banega Crorepati, la adaptación india de ¿Quién quiere ser millonario? Los ejecutivos que han logrado el éxito en el extranjero por sus propios medios, como la consejera delegada de PepsiCo Indra Nooyi, son presentados como héroes nacionales.

En el siglo XX las fortunas personales del mundo se concentraban en manos estadounidenses, europeas, árabes y, ocasionalmente, del Este de Asia. Para 2008, cuatro de las ocho personas vivas más ricas del mundo eran indias, y 2011 es el primer año en el que ha habido más multimillonarios del grupo de los BRIC —Brasil, Rusia, India y China— que de Europa. En épocas pasadas, los indios ricos eran gobernantes aristocráticos o miembros de extensas familias de empresarios que habían construido su fortuna en el sector textil o de las manufacturas. Los industriales se dedicaban a acumular capital y existían limitadas expectativas de intentar superar a los vecinos en términos de burda ostentación. Desde la liberalización, muchos integrantes de la nueva hornada de multimillonarios que han levantado sus fortunas en áreas como la construcción, las propiedades inmobiliarias, el acero y la tecnología no son ya descendientes de familias bien conectadas. Una nueva élite social sin ataduras ha crecido con extraordinaria rapidez.

En algunos momentos esta nueva riqueza ha provocado un intenso resentimiento. En Bombay, el industrial Mukesh Ambani construyó recientemente la residencia privada más cara del mundo, una creación de 27 plantas que albergaban tres pisos de jardines, piscinas, una sala fría (que, cumpliendo el sueño definitivo del Himalaya, hace volar ráfagas de nieve falsa), tres helipuertos, un parking de seis plantas y varias habitaciones para el séquito (porque ¿quién viaja sin uno?). El magnate del acero Lakshmi Mittal, que vive en Londres y es actualmente la persona más rica de Gran Bretaña, es hoy el único indio más rico que Ambani. En 2006, la OPA hostil de Mittal Steel por la mayor empresa de acero de Europa, Arcelor, fue recibida con consternación en el continente. El responsable de esta última firma, Guy Dollé, afirmó lleno de pesar que la compañía depredadora estaba "llena de indios" y su propia empresa, con sede en Luxemburgo, no tenía necesidad de "monnaie de singe" —una expresión que significa "dinero sin valor", pero cuya desafortunada traducción directa es "calderilla de mono"—. Lakshmi Mittal ganó la batalla, Dollé fue expulsado, y Arcelor Mittal es ahora la compañía de acero más grande del mundo.

Durante este giro financiero global, aproximadamente un cuarto de la población de India hasta el momento no ha ganado prácticamente nada con la transformación económica del país. Aquellos que viven al margen de la economía monetaria, en colinas y junglas y en tierras que cada vez son más codiciadas por sus recursos naturales, no han compartido en absoluto los beneficios del crecimiento nacional. El periodista Mark Tully, que lleva informando sobre India casi 50 años, dijo una vez que las lágrimas de cocodrilo derramadas por los pobres de India harían desbordarse al Ganges.

Hoy, a medida que crecen las desigualdades y algunos indios se hacen extremadamente ricos, las discusiones sobre la pobreza del país —su grado y profundidad y los mejores medios para aliviarla— son más feroces que nunca. Surjit Bhalla, que dirige una empresa de investigación económica y gestión de activos en Nueva Delhi, ha asegurado que la cifra de los menos afortunados de India está enormemente exagerada. En su análisis, un cálculo conservador sugiere que el nivel de pobreza en India en 1999 estaba por debajo del 12%, y seguramente es incluso más bajo hoy día. Pero alguien que viaje a India por primera vez percibirá rápido que muchas personas allí son extremadamente pobres y que la sugerencia de que su número es escasamente el de 1 de cada 10 habitantes—o menor— es absurda.

Aquellos a los que no les gustan las políticas económicas liberales y los efectos de la globalización también usan estadísticas dudosas. Es una afirmación extendida el que el 77% de los indios vive con menos de 20 rupias (medio dólar) al día. Esta cifra tiene una procedencia interesante y se hizo pública por primera vez en un informe publicado en 2007 por el economista de izquierdas Arjun Sengupta, quien afirmaba que se basaba en datos de la Organización Nacional de Encuestas (NSSO) de India, un organismo oficial. Un examen más atento, hubiera mostrado que Sengupta usó el gasto mensual medio per cápita por consumidor en 2004-05, que resultaba en 559 rupias para la India rural y 1.052 rupias para la urbana. Pero lo que los analistas que hacen circular estos datos por todas partes no señalan es que las cifras de gastos de consumo recogidos por la NSSO han sido sistemáticamente bajas —es posible que a causa de una deficiente recogida de información— y son muy difíciles de cuadrar con el hecho de que otras medidas del consumo en el país han crecido de forma continuada durante los últimos años.

Usando datos más actuales, la Comisión de Planificación del Gobierno indio anunció hace unas semanas que de hecho el 41,8% de la población rural y el 25,7% de la urbana vive ahora a diario con 20 rupias o menos —lo que sugiere que o bien la pobreza ha sido más que reducida a la mitad en sólo seis años, o que (más probablemente) la cifra original de Sengupta estaba equivocada y nunca debería haber sido publicitada sin añadir extensas matizaciones. Pero obtener datos precisos sobre la pobreza e interpretarlos de forma razonables es una tarea difícil. Un problema adicional es que el Gobierno estatal indio de manera sistemática calcula por arriba sus niveles de pobreza con el fin de obtener más dinero de Nueva Delhi.

En cualquier caso, incluso las cifras más prudentes sugieren que una parte sustancial de la población de India sigue siendo desesperadamente pobre. El debate básico sobre si la liberalización económica ha sido buena o mala para el país se está llevando hoy a cabo en su mayor parte fuera de allí. En la propia India, el debate se acabó por sí solo a finales de los 90, cuando se hizo evidente que los índices de crecimiento eran más altos incluso de lo que los reformadores habían esperado. Todos los grandes partidos políticos están ahora de acuerdo en que en general sería un error regresar a la planificación socialista centralizada; después de todo, allá por la década de los 70 el PIB per cápita estaba creciendo más lentamente que en ningún otro momento de los cien años previos. La pregunta crucial ahora es cómo estrechar la brecha entre ricos y pobres. El Gobierno indio ha hecho algunos avances con programas sociales en años recientes, pero se está moviendo de forma interminablemente lenta y la corrupción y la mala gobernanza que alberga en su interior siguen siendo un problema acuciante. A corto plazo no hay nada de malo en que países como Gran Bretaña continúen con sus proyectos de ayuda, pero India tiene el dinero necesario para financiar sus propios programas de alivio de la pobreza. Si decidirá o no hacerlo es otra cuestión.