martes, 7 de julio de 2009

Larga y próspera crisis

Por David Martínez

El nuevo año se nos presenta marcado por dos temas principales: la recesión económica y la inseguridad producto del narco. Otros analistas agregan a estos fenómenos las elecciones intermedias, pero olvidan que – por ahora – ese escenario es más claro que cualquier otro. .

La economía pinta mal, fatal habría que decir. Basta observar los paros técnicos en las plantas automotrices del país y cómo Wal Mart ha subido los precios. No se trata sólo de que se ejerza un importante gasto en infraestructura, de construir carreteras, escuelas u hospitales. Va más allá: hay que tener en cuenta que los gobiernos panistas, el de Fox y este, no se han distinguido por su capacidad para generar proyectos de obra pública. Es más, se diría que ni creen en ello. De modo que a pesar de que existan recursos es improbable que se ejerzan. Además, hay que tomar en cuenta que las grandes empresas no confían en el gobierno, tal cual se demostró al principio, con la hiperrápida compra de dólares y la caída de nuestro poderoso peso. Nunca antes, como ahora, es tan cierto eso de que el gobierno está a la defensiva y en una posición frágil. La economía es un tema central, quizá el que más acerca la política a la gente. Maquiavelo recomendó a César Borgia dos cosas con respecto a sus súbditos: no tocar su familia (respetar a la mujer del adversario, es el término que utilizó) y respetar su patrimonio. En palabras modernas cabría decir: sin dinero en la cartera, no hay votos.

Sobre la inseguridad, ya lo hemos dicho aquí en otra ocasión: el gobierno, de seguir con su óptica militar, no tiene forma – ni humana, ni económica ni estratégica – de ganar la batalla contra la inseguridad. El narco acabará comprando también al ejército y a la marina. A los panistas parece no gustarles el sentido estético de la política, el significado y su sentido mítico. Pero habría que recordarles que no es Aquiles, el mejor guerrero, el más fiero, quien toma Troya, si no Odiseo, el más astuto entre los astutos, el más inteligente de los príncipes. Es el momento de que el gobierno federal rediseñe todo el aparato de seguridad pública; reubique las instancias de persecución del delito bajo la conducción de la política interior e incorpore a los astutos, a los más inteligentes príncipes. Los cuerpos de seguridad – policías, procuradurías y fuerzas armadas – ya han demostrado no ser confiables. Y sobre todo, dada la ideología del gobierno, no hay que olvidar aquella cuestión sobre la seguridad que señaló el gran Vasili Grossman en Vida y Destino, la novela que explica la primera mitad del siglo XX: la aspiración innata del hombre a la libertad es invencible; puede ser aplastada pero no aniquilada. El Estado no puede renunciar a la violencia. Si lo hiciera, perecería. La eterna, interrumpida violencia, directa o enmascarada, es la base del Estado. El hombre no renuncia a la libertad por voluntad propia. Entonces, ¿cómo ganar una batalla que ya sabemos perdida? Lo dicho: Hómero. Sólo queda la inteligencia, la astucia, esconderse dentro de un caballo para quemar y saquear Troya. Nunca tanto como ahora, el país necesita de servicios de inteligencia eficaces.

Es inevitable que el fracaso del gobierno se convierta en activo electoral de sus opositores, ese es el juego político. Serán meses de recriminaciones mutuas, todo con vista a lo que el PRI gane más escaños y Manlio más poder, a que el PRD termine por desbarrancarse y el gobierno acabe por echar el cajón, tal y como hizo Fox después de Atenco. ¿Qué nos queda? Eso. Una próspera y larga crisis.

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