lunes, 30 de mayo de 2011

Educación, una causa colectiva

Por Bernardo Kliksberg (*)

América Latina está haciendo importantes esfuerzos en educación, y producto de ellos ha sido que más del 95% de los niños ingresa en la primaria, y que han aumentado fuertemente los niveles de alfabetización.

Pero los logros no deben dar lugar a triunfalismos. Los desafíos pendientes son exigentes, y lo que se juega es el futuro de los países, porque la educación será cada vez más el factor definidor, en un mundo basado en el conocimiento.

Según los datos de la CEPAL (Panorama Social 2010) el 51% de los jóvenes hombres, y el 45% de las mujeres no termina el secundario.

Sin secundaria completa no hay empleabilidad en el mercado de trabajo formal.

Tanto en el sector público como el privado, se requiere contar con ese nivel mínimo para ser candidato real a obtener trabajos.

La situación es totalmente diferente en los diversos estratos sociales. En el 20% más rico de la población finalizan el secundario el 86% de las mujeres, y el 81% de los hombres. En el 20% más pobre sólo el 26% de las mujeres y el 23% de los hombres. En las poblaciones indígenas rurales sólo la terminan el 20% de las mujeres y el 22% de los hombres.

En la Universidad las cifras son mucho peores. Sólo un 8.3% de los jóvenes de 25 a 29 años de edad ha logrado concluir los cinco años típicos de una carrera universitaria. La brecha es abismal. Por cada 27 jóvenes del 20% más rico, hay sólo uno del 20% más pobre que los completa.

El tema no son sólo los años de escolaridad sino que se aprende. Ello varía según las diferentes calidades de las escuelas, a que tienen acceso los diversos estratos. Al medir los resultados de estudiantes de 15 años en ciencias, en el 50% de menores ingresos, son inferiores a las competencias básicas para desempeñarse. En los países de la OCDE en todos los estratos la gran mayoría logra ese nivel de competencias.

Otro factor de gran peso que la familia. Cuanto más articulada, con mayor capital educativo previo, y con mayor seguimiento y apoyo a los estudios de los hijos mejor será el rendimiento. En las familias desfavorecidas, hay niveles educativos limitados, y un esfuerzo enorme por ganarse la vida diariamente, que dificulta apoyar de cerca los estudios de los niños.

Una expresión dramática de los problemas es la carencia de una vivienda con las condiciones mínimas. 120 millones de latinoamericanos viven en tugurios (diversas formas de Villa Miseria). Cuando a los niños la maestra les pide hacer los deberes, ¿dónde pueden hacerlos?. En sus viviendas hacinadas, no hay espacio físico, para concentrarse.

Se debe adicionar a los problemas el desafío enorme que significa la brecha digital, que exacerba aún más las anteriores.

La agenda de la educación, debe ser asumida a fondo por todos los sectores de la sociedad. Los Gobiernos tienen una responsabilidad fundamental en este campo, pero se requiere que haya una gran concertación nacional en la región y el país, entre políticas públicas activas, responsabilidad social de la empresa privada, y movilización de la sociedad civil.

Priorizar la educación no es una opción. En el siglo XXI, es un derecho que se debe asegurar a todos los ciudadanos en una democracia, y es decisivo para el crecimiento, y la inclusión social. No hay más tiempo para esperar, urge integrar esfuerzos colectivos para convertir este derecho muchas veces retórico, en hechos concretos.


(*) Asesor especial de la ONU/PNUD-BDP.
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