lunes, 26 de marzo de 2012

Libro de la Semana: Repensar la pobreza

  • Repensar la pobreza. A. V. Banerjee y E. Duflo Taurus. Madrid, 2012. 373 pp.


Este libro es un inteligente replanteamiento de la necesidad del intervencionismo estatal. Los autores, destacados especialistas y profesores en el M.I.T., recurren a la estrategia del centrismo y se presentan como equidistantes de dos extremos: por un lado, las burocracias internacionales, las ONGs y el buenismo progresista antiliberal que asegura que la pobreza se resuelve con más intervencionismo, más gasto público y más ayuda al desarrollo; por otro lado, los liberales que promueven el fin de esa ayuda y el apoyo a la libertad y sus instituciones, como la propiedad privada y el comercio libre. Su centrismo, no obstante, es un espejismo, porque el libro procura apuntalar el intervencionismo, no a socavarlo, aunque esta conclusión va apareciendo a lo largo del texto y no resulta patente al comienzo. En efecto, abundan declaraciones aparentemente neutrales del estilo "el lector no descubrirá en este libro si la ayuda es buena o mala", políticamente incorrectas como "en el sector público las cosas están mucho peor que en el privado", o directamente heréticas, como cuando denuncian el increíble despilfarro de la ayuda oficial o la consigna progresista que nos da la tabarra con las masas crecientes de millones hambrientos: "La mayoría de las personas que viven con menos de 99 centavos al día no parecen comportarse como si tuvieran hambre". Asimismo, presumen de estar alejados de toda ideología: no se guarecen en sus despachos sino que viajan a los países pobres, y estudian la realidad científicamente, caso por caso, e intentan probar sus teorías mediante ensayos controlados aleatorizados. Pero sus conclusiones no son en el fondo diferentes de las convencionales, lo que llama la atención en un volumen subtitulado "un giro radical". No tan radical, desde luego, más bien se trata del discurso habitual que asegura que la libertad está bien mientras no esté mal: "los gobiernos existen para hacerse cargo de problemas que no son capaces de resolver los mercados", "el espacio adecuado para las políticas no es tanto la sustitución de la familia como completar su acción y, algunas veces, protegernos de sus abusos", "existe un margen claro para la acción del gobierno, lo que no significa que tenga que ser el sustituto de un mercado de seguros privado", "en algunos casos sencillamente no se dan las condiciones para que surja un mercado por sí solo", y así siguiendo con la acostumbrada forma de razonar que puede justificar un abanico virtualmente ilimitado de intrusiones políticas y legislativas. Pero su reformulación intervencionista es sutil porque se presenta como moderada: ellos aseveran que no son ni Sachs ni Easterly, aunque en realidad lo son alternativamente: por ejemplo, es bueno que los pobres sean empresarios pero no podrán salir adelante sin intervención pública. Es curioso que no citen a Popper, cuando son un buen ejemplo de lo que él llamó "ingeniería parcial". El Estado es necesario, y antes de que usted levante la mano para preguntar por qué, lo abruman con numerosos y acertados planteamientos sobre cómo puede hacer las cosas mejor, sin grandes cambios ni grandes revoluciones, solo manteniéndose como está pero siendo más eficiente, más legitimado y a la postre más fuerte.


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miércoles, 21 de marzo de 2012

Semana Política







21 de marzo de 2012.


Hola, adjuntamos los sucesos más interesantes de la semana.

  1. Caso Cassez: ¿y las víctimas?

  2. Objetivos del Milenio: estados estancados.

  3. Se acaba el silencio: llega la campaña.

  4. 2012 no es 1985.

CASO CASSEZ: ¿Y LAS VÍCTIMAS? El Ministro Arturo Zaldívar, con sólo dos años como Ministro, que propuso la liberación inmediata de Florence Cassez -acusada de secuestro y delincuencia organizada- , ya ha logrado colocar a la Corte como un verdadero contrapeso ante las actuaciones del Poder Ejecutivo. Primero, responsabilizado a funcionarios del IMSS con el caso "Guardería ABC" y, ahora, evidenciando las violaciones al debido proceso cometidas por la Agencia Federal de Investigación (AFI) durante la detención de Cassez. El caso es muy conocido porque, literalmente, nació en la televisión: la detención de los supuestos criminales fue dada a conocer el 9 de diciembre de 2005 "en directo" en los informativos matutinos más importantes de la televisión mexicana. Pocas semanas después una investigación periodística de la reportera Yuli García revelaría que el operativo policial que todo México vio en la televisión había sido un montaje, que las detenciones de Florence y su novio ocurrieron de manera muy distinta a como lo mostraron las cámaras. De hecho, sucedieron en otro sitio y prácticamente un día antes de lo que las autoridades manifestaron originalmente. También, no hay que olvidar que resulta particularmente controversial en un sexenio que ha hecho la lucha contra el crimen organizado su bandera. A pesar de que la discusión se ha enfocado en la culpabilidad de la francesa, el proyecto de sentencia poco o nada tiene que ver con probar la inocencia de Cassez y, en cambio, se centra en una cuestión trascendental para una democracia: las consecuencias de violar el debido proceso penal. Uno de los principales argumentos para la liberación de Cassez es el que sostiene que el Estado mexicano no ofreció asistencia consular a la detenida. Y esa violación, es un misil al prestigio del país y a la congruencia de la política exterior, ya que México lleva más de una década pugnando para que los derechos consulares de los mexicanos sujetos a un proceso penal en E.E.U.U. sean respetados. Incluso, en 2003, llevo el caso de más de cincuenta mexicanos sentenciados a muerte en Texas a la Corte Internacional de Justicia. Más aún, llevó el caso de José Ernesto Medellín Rojas -sentenciado por los delitos de homicidio, secuestro y violación de dos menores estadounidenses- a la Suprema Corte de aquel país. Lo que los casos de Medellín y Cassez tienen en común es que su culpabilidad o inocencia es irrelevante. Cuando un proceso penal es viciado sucede que el detenido deja de tener recursos efectivos a su alcance para combatir un cargo en su contra y el juzgador pierde la posibilidad de evaluar las circunstancias del delito. Conocer qué pruebas o declaraciones no fueron contaminadas por una violación al proceso es casi tan difícil como verter litros de plomo en un río y después intentar beber las gotas limpias. Por eso la sentencia pierde valor y el proceso debe reponerse. Más allá de la notificación consular, lo que se puso sobre la mesa es la complicidad entre la Procuraduría General de la República y los medios de comunicación. El cabiledeo de los medios, con Televisa al frente, en el ámbiro judicial. El hecho de que la detención de Cassez se haya recreado con el fin de transmitirse en los medios como un hecho "en vivo", y que esa misma escenificación haya quedado asentada como real en los expedientes, invita a pensar que el Estado utiliza estos mecanismos de manera sistemática para legitimar la captura de presuntos narcotraficantes, secuestradores u homicidas a la ciudadanía. La línea, entonces, entre la justicia y la verdad se pone a años luz de distancia. Es jugar con los procesos a los que todo mundo, independientemente de su culpabilidad, tiene derecho. El caso Cassez es: esa mujer fue expuesta repetidamente y en profundidad a un espectáculo que resulta inadmisible en un sistema democrático de derechos y libertades. Dos cosas quedan en claro:

1.- Que los órganos de información sin ser parte en en juicio intervienen indebidamente presionando a la autoridad judicial exhibiéndola en un montaje inflado para vender su publicidad.

2.- El Ministerio Publico sigue cometiendo errores de buena y de mala fe; regularmente, si no es que siempre dejan al ofendido la carga de la prueba, las averiguaciones las hacen sin integrar debidamente los elementos del tipo.

La Corte, en aras de hacer justicia, se enfrenta a la problemática de la interpretación. Queda claro que el país se encuentra indefenso con tantos órganos informativos que interpretan a su modo los asuntos legales y por otra parte un Ministerio Publico que no acaba de independizarse del poder político. Hay quienes no ven el asunto desde la misma perspectiva, como el propio Calderón, Poiré o la candidata a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, Isabel Miranda de Wallace, y que han expuesto su inconformidad con el proyecto y cuestionado dónde quedan las víctimas en todo este embrollo. En el fondo, esa es la pregunta relevante y aquella a la que la Corte renunció a dar jurisprudencia con su estrambótico fallo.

OBJETIVOS DEL MILENIO: ESTADOS ESTANCADOS. Recientemente la oficina en México del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, dio a conocer su informe del Índice de Desarrollo Humano (IDH) por entidad federativa comparando los años 2008 y 2010. Este Índice monitorea el progreso o retroceso en el desarrollo mediante tres dimensiones: Salud, Educación e Ingreso. Cabe señalar que en esta edición se introdujo la nueva metodología establecida para la medición del IDH a nivel mundial, los cambios se presentan en las dimensiones de educación en donde ahora se consideran estadios sobre los años de escolaridad (anteriormente se tomaba la tasa de alfabetismo y la matrícula); y de ingreso donde se calcula el Ingreso Nacional Bruto per cápita (antes se recurría el Producto Interno Bruto per cápita). En el caso del IDH para las entidades, se recurrió a estadísticas preparadas ex profeso por la SEP y se tomó información del la Encuesta de Ingreso-Gasto de los hogares para el cálculo del ingreso. Ahora bien, los resultados presentados muestran que en general el ordenamiento de los estados no ha variado, se tiene que el Distrito Federal y Nuevo León ocupan el primer y segundo lugar respectivamente, mientras que Guerreo, Oaxaca y Chiapas son los tres últimos de la lista, en este sentido la nueva metodología no hace diferencia alguna en los extremos. Con respecto a los demás estados se han registrado algunas variaciones más destacadas como en el caso de Chihuahua que entre 2008 y 2010 cayó 9 posiciones pasando de lugar 8 al 17, el factor que influyó decisivamente en esta caída fue el de ingreso. En sentido contrario Aguascalientes escaló 5 lugares al pasar de la posición 13 a la 8, nuevamente el factor destacado fue la nueva medición del ingreso. De hecho, muchas entidades sufrieron cambios importantes en esta medida, lo que requiere de un análisis más detallado. No obstante, el interés de esta nota se centra en el comportamiento histórico del IDH, que a decir del propio PNUD, se presentará por última vez en virtud de que ya no es comparable con el nuevo informe y los subsecuentes. Si nos ponemos nuestra atención en el ordenamiento de los estados, tenemos que entre 2000 y 2010, no ha habido variaciones significativas el DF es el numero 1, Nuevo León el 2 y Guerreo, Oaxaca y Chiapas los tres últimos. Pero al analizar el valor del IDH de estas tres entidades encontramos que en 10 años si ha habido mejorías a destacar. Chiapas por ejemplo registró un IDH de 0.7078 en 2000 y un valor de 0.7469 en 2010 (con la metodología anterior), ello implica una mejoría de 5.5% en su índice. Es uno de los estados con el mejor aumento promedio anual en su IDH durante el periodo sólo superado por Zacatecas. En contraste, el índice del Distrito Federal mejoró en los 10 años 2.5% al pasar de 0.8967 a 0.9225. Si bien siguen en los extremos, ya que el Distrito Federal continua siendo el número 1 y Chiapas en número 32, es de destacar la mejoría en el nivel de desarrollo humano del estado sureño, pero no le alcanza. Por qué Chiapas no ve reflejada su aumento en el IDH con una mejor posición, como si lo hace por ejemplo Zacatecas, otro de los estados menos favorecidos, que pasó del lugar 26 al 23 en la década. La primera respuesta es muy evidente, por que los demás estados también han mejorado de tal suerte que han mantenido su distancia entre ellos. La segunda es que el atraso de las tres entidades (Guerrero, Oaxaca y Chiapas) es tal que necesitan de un mayor esfuerzo para poder tan siquiera alcanzar el siguiente estado es la lista: Michoacán. El IDH de Michoacán es en promedio 1.06 veces el de Chiapas y 1.03 veces los de Oaxaca y Guerrero, y esta relación se ha mantenido durante la década. El debate es profundo, pero el sentido común nos indica que, para emepzar, cada estado necesitaría trabajar en el desarrollo de sus propias potencialidades y vocaciones productivas y no vivir pendientes de lo que papá gobierno federal otorgue de domingo.

SE ACABA EL SILENCIO: LLEGA LA CAMPAÑA. Todo está listo para las elecciones presidenciales del 1 de julio próximo. Los partidos políticos han resuelto ya quienes serán sus candidatos, y de aquí a fines de mes veremos un fenómeno, si bien no nuevo, si masivo en la política mexicana: el transfuguismo. También es verdad que el próximo sábado empiezan ya los cursos de capacitación a lso ciuddanos que ejercerán de representantes ciudadanos y deberán validar la elección. Lo anterior nos hablaría de una aburrida normalidad democrática salvo que, a diferencia de los procesos vividos cada seis años desde 1994, cuando se contó por primera vez con un aparato electoral independiente del gobierno, esta elección ha sido una en que los aspirantes presidenciales llevan semanas prácticamente mudos, callados en pleno marzo, y más aún imposibilitados por ley para realizar mítines donde se llame por cualquier vía a votar por ellos. La ley electoral, reformada en 2007, acortó las campañas y para esta ocasión quedó un espacio de seis semanas tan sui generis que incluso hubo que inventar un término. Estamos en la "intercampaña", periodo que va de la elección interna de los partidos al arranque formal de las campañas, fechado para el 30 de marzo. Los candidatos no quieren violar la ley que los limita, así que cada uno a su manera ha optado por el bajo perfil, pero no son los únicos: hay medios de comunicación electrónicos que incluso han prohibido a sus periodistas a emitir entrevistas con los aspirantes presidenciales. En México también pueden ser multados los medios, aunque ellos han reaccionado con estupor y han alegado al sacrosanta libertad de expresión. El mes pasado las autoridades electorales encontraron culpable a un peleador de box que promocionó a un partido -llevaba en el calzoncillo el logotipo del PRI-, por lo que deportista, e increíblemente también la televisora que transmitió la pelea que tuvo lugar en Las Vegas, Nevada, fueron multados. Pero qué ha ocurrido en este periodo de silencio, si desde mediados de 2011 ya estaba todo México con el ánimo electoral encendido, ¿de qué se ha llenado el vacío que ha quedado por este mandato de ley? La respuesta: de encuestas . El debate ha sido sobre si están amañadas, hechas a modo, si cuentan con metodología clara, si dan toda la información o sólo la que mejor conviene a sus clientes. La disparidad entre las cifras de diversas casas encuestadoras que publican regularmente sus números, ha resultado casi tan candente como si fueran los propios candidatos los que encendieran el debate. La realidad señala una verdad tristísima: el debate de las ideas ha dado paso al de los números y los puntos porcentuales.

2012 NO ES 1985. En las bocas de muchos chilangos que sintieron el temblor de este martes estaba el gran sismo de 1985. Nada comparable, porque el de hace 27 años dejó decenas de miles de víctimas, mientras que el más reciente ha provocado unos siete heridos. Es lógico: el de 1985 tuvo una magnitud de 4 puntos porcentuales de mayor intensidad a este: 8,1 en la escala de Richter frente a magnitud de 7,8. La tragedia de 1985 ha ayudado a que no se registren graves daños humanos o materiales. Por ejemplo, la "selección natural" arquitectónica que supuso aquel terrible temblor benefició a los ciudadanos del 2012: los edificios que no aguantaron el seísmo quedaron destruidos. Las normas han cambiado e incluso los actores (aquella ciudad era gobernada por el Presidente y su Jefe de Departamento, esta por el Jefe de Gobierno). La gestión, gracias a las redes sociales, se ha transparentado muchísimo y el famoso Manual de Protección Civil de no corro, no grito no empujo ha permeado en la población con gran madurez y naturalidad. Si bien la corrupción en la construcción de vivienda ha seguido siendo una de las papas calientes de todas las administraciones (el Instituto de Vivienda del DF es la dependencia que más recomendaciones ha recibido pro parte del órgano fiscalizador de la Asamblea), su tipología ha variado: no se juega con los materiales, si no se pretende que aquellos beneficiados pasen a engrosar las listas clientelares de los partidos políticos, sobre todo del PRI y del PRD. Es evidente que la Ciudad tiene ya unas normas antisísmicas de vanguardia, que han permitido que los sectores estratégicos de la Ciudad estén en funcionamiento: los de salud, transporte -con la salvedad de la línea A del metro-, comunicaciones y el anillo de fibra óptica. Si bien el tiempo ha pasado, y el paisaje urbano ha ido cambiando y mejorando, no debemos olvidar lo obvio: la composición del suelo de la Ciudad sigue siendo exactamente la misma. El Distrito Federal se ha establecido sobre terrenos muy diferentes que incluyen suelo de relleno para tapar el antiguo lago. Ante ese gran crimen ecológico poco o nada se ha hecho.


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martes, 20 de marzo de 2012

La cultura y sus significaciones

Por Anabella Loy (*)

La cultura, en términos antropológicos, puede ser definida como el producto de la actividad desarrollada por una sociedad a lo largo del tiempo, o como el conjunto de respuestas colectivas con que cada grupo resuelve, junto con las necesidades básicas, los desafíos que le impone el ambiente natural y social.

Se expresa en ámbitos diversos: material, simbólico, artístico, mítico, religioso, económico, social, etc.

Es el patrimonio de todo el grupo y no solamente de sus personajes más notorios. Así, el término culto no debe considerarse como adjetivo exclusivamente aplicable al hombre sabio, al científico, al artista, al profesional, al erudito, al políglota o al cosmopolita. Todo hombre es culto por el hecho de pertenecer a una sociedad, se encuentre ésta en la cúspide del desarrollo económico o en la base de la pirámide.

Un profesional universitario o un intelectual destacado son, antropológicamente hablando, tan cultos como un lustrabotas, un vendedor de diarios o una empleada doméstica. Todos los seres humanos, por el hecho de serlo y vivir en sociedad, somos cultos. Debemos desterrar, por tanto, ese odioso e impropio término de persona inculta , producto de un etnocentrismo trasnochado.

Eso no equivale a afirmar la inexistencia de diferencias entre los bagajes culturales de unos y otros, ni a descartar la presencia de gradaciones entre diversos tipos de culturas.

Los distintos grupos humanos han resuelto, desde sus tempranos orígenes, los mismos problemas alimentación, abrigo, sexo y sociabilidad- aunque de formas extremadamente variadas.

Los individuos son los portadores, actores y autores de la cultura que produce toda sociedad. En efecto, no hay sociedad humana sin cultura ni cultura sin el soporte de una sociedad humana.

Lo específicamente humano es, justamente, la cultura. Ésta trasciende, sin desconocerlos, los factores biológicos para privilegiar los simbólicos, resultantes de la interpretación colectiva de las vivencias existenciales del grupo; estas se generan en contacto íntimo y dialéctico con los elementos derivados del ambiente.

Cada grupo, en cada espacio geográfico y tiempo histórico, da lugar a una cosmovisión, a una concepción genérica del mundo a la cual los grupos menores y los individuos le imprimirán sesgos particulares ya que nadie, individualmente, es capaz de dar cuenta de la totalidad de la cultura en cuestión. Pero además, ésta se va modificando a través del tiempo: las ideologías, las costumbres, las expresiones idiomáticas, la moda, han ido variando a lo largo de las distintas épocas, a partir del paleolítico.

Ni siquiera aquellos colectivos caracterizados por un tradicionalismo extremo permanecen idénticos a sí mismos durante largos períodos: los pueblos sin historia no son más que una infeliz, malintencionada y prejuiciosa denominación signada por relaciones de poder entre el grupo calificador y el calificado. Solamente la humanidad es capaz de hacer, vivir, padecer o celebrar la historia. Ni el animal ni la planta la conocen.

En palabras de Herskovits la cultura se caracteriza por aparentes paradojas.
La primera consiste en que si bien la cultura es universal en la experiencia del hombre, cada manifestación local o regional de aquella es particular e incanjeable. Es así como existe el fenómeno genérico de la música, pero el canto popular uruguayo reviste características propias, producto de aquellos aspectos singulares referidos a la construcción de lo que se conoce como identidad nacional.

Que, además, es diferente a la música y al canto populares argentinos, brasileños o chilenos, para poner solo unos pocos ejemplos. Es en ese contexto propio que las voces de Zitarrosa, Viglietti, Numa Moraes, Los Olimareños, etc., son las representantes de un colectivo uruguayo que es a la vez producto y productor de la noción de nosotros .

De ahí que se pueda hablar de una cultura genérica, la que se escribe con mayúscula, propia del género humano en su totalidad, y de una cultura específica, que se escribe con minúscula. Esta última se configura como una de las respuestas posibles: frente a idénticos desafíos los distintos grupos se darán soluciones diferentes.

La segunda aparente paradoja se vincula con el carácter dual de la cultura: es a la vez estática conservadora- y dinámica innovadora-, estable e inestable, aferrada al pasado y, en distintos grados, abierta al porvenir. Existe así una constante tensión dialéctica entre las generaciones humanas y sus modos de ser, de sentir, de pensar y de hacer. Los ritmos del cambio son lentos o rápidos.

Ello condujo a Lévi-Strauss a afirmar que existían sociedades frías , como las de los aborígenes o pueblos etnográficos, que cambiaban casi imperceptiblemente a lo largo del tiempo al menos hasta la llegada de la globalización-, y sociedades calientes , como la nuestra, capitalista, tecnificada, masificada, urbanizada y mercantilista, en las que el cambio era -y es- consustancial a su estructura.

Finalmente, la tercera aparente paradoja reside en que aunque la cultura determina el curso de nuestras vidas, es raro que su influencia sea consciente. Nuestra vida cotidiana transcurre, mayoritariamente, sin que dichos actos sean objeto de un razonamiento específico en cada caso.

Existe, además, entre los resquicios de la cultura oficial, otra denominada underground , que expresa siempre alguna forma de rechazo contracultural hacia aquélla, como resultado de cierta especie de desagrado que se manifiesta colocándose deliberadamente en contra de las pautas habituales. Es el caso de los hippies, los punk, ciertos grupos ecologistas, veganos, antiglobalización, etc.

Si los antropólogos pretendemos explicarle a un lego qué es la cultura, el burdo ejemplo siguiente nos resultará de utilidad: el cabello con el que nacemos es un producto biológico de la naturaleza pero la manera de acondicionarlo, de limpiarlo, de peinarlo, de ordenarlo, responde al dictado simbólico de la cultura. Y, hoy concretamente, de la cultura del consumo ya que lo deseable es intentar tener la cabellera modélica que nos muestra la televisión; a tal efecto la disponibilidad de productos, cuya necesidad se hace aparecer como acuciante, es ilimitada y perentoria.


Permanencia y cambio
Así como hay culturas predominantemente conservadoras, tradicionalistas, también las hay regidas por el cambio constante. E incluso, en estas sociedades calientes , a menudo coexisten sectores que rigen su conducta por la fuerza de la costumbre, como es el caso de diversas minorías inmigrantes en países altamente tecnificados.

En todos los casos la cultura se aprende por imitación, educación familiar, enseñanza formal y coacción social no explícita, es decir, por endoculturación.

Dentro de nuestro propio contexto occidental esta mirada hacia el pasado es complementada por una tendencia renovadora que se mueve entre las vivencias de un presente modelado por la idea de progreso -herencia de la Modernidad- y un porvenir innovador. Para que haya cambio, creación, salto hacia el futuro, es preciso que exista la enseñanza.

Esta se practica fuera del hogar, en locales específicos, a cargo de un cuerpo de maestros o profesores titulados y se sirve del libro y otros materiales didácticos. La educación saca hacia fuera -esto es lo que significa la voz latina educere- la herencia social internalizada por el niño, el adolescente o el joven. La enseñanza, en cambio, coloca una marca, un signo -eso significa insignare- en el espíritu del alumno, cuya formación está a cargo de un docente que, en más de un sentido, aunque a veces se resista, debe acatar las directivas del poder político y los dictados de la cultura hegemónica emitidos por las clases dominantes o el Estado.

La cultura popular, a menudo, tiene carácter contestatario. En las definiciones de cultura no se menciona, por lo general, el tema del poder. La cultura de los vencidos, de los pobres, de los marginalizados, no cuenta en los episodios de la Gran Historia. Decía Arciniegas que para descubrir lo esencial había que meterse en el fondo de la vida vulgar, jerarquizar al pueblo y no a lo político, priorizar la base humana invisible que es la que hace la historia. (1)

A modo de ejemplo el Renacimiento italiano fue la obra de un reducido grupo de artistas y pensadores al servicio de mecenas presuntuosos, de señores de horca y cuchillo, dueños de vidas y haciendas. La enorme mayoría de la población trabajadora persistió en las modalidades culturales de un campesinado que siguió viviendo en la Edad Media y del pueblo llano de las ciudades que gozaba a pleno los placeres del cuerpo. Rabelais lo ejemplifica con sus personajes Gargantúa y Pantagruel.

Esa morralla social, que estudiosos como Le Goff introducen hoy en la historia de la cultura popular, riquísima por otra parte, fueron la clave de un tiempo profano, que se movía por fuera del poder señorial y religioso. Esta cultura carnavalizó las cuaresmas, hizo bochinches profanos en las iglesias con sus Abades de la Sinrazón, inventó licenciosas y espontáneas formas contestatarias de vida desenfrenada y burlona para enfrentar los poderes castradores de las inquisiciones religiosas y los despiadados atropellos señoriales.

Cuando la historia se mira desde abajo y se humaniza, el mundo se ve más ancho y se hace más comprensible que desde el alocado mirador de las biografías. Lo que pierde en colores lo gana en emoción humana . (2)

Podemos clasificar las culturas en: a) etnográficas o prealfabetas, b) campesinas, eminentemente tradicionales y folklóricas, c) populares de los suburbios y las calles, que constituyen los dominios del pueblo llano, y d) las de las elites urbanas, (auto) denominadas a veces, y sin fundamento, culturas superiores. Esta cultura superior suele ser la que ejerce el poder.

Las sociedades de clase requieren además que esa forma de organización y esa visión compartida del mundo se estructuren de tal manera que se legitime un sistema de explotación. Para ello es preciso mistificar la realidad social y económica. Esa mistificación invade y contamina todas las áreas de la cul¬tura . (3)


Definición y otros bemoles

Klukhohn sostuvo que la cultura es una manera de pensar, sentir, creer. La constituyen los conocimientos del grupo almacenados (en la memoria de los hombres; en libros y objetos) para su uso futuro. Estudiamos los productos de esta actividad mental: la conducta externa, el lenguaje y los gestos y las actividades de la gente, y los resultados tangibles de cosas como las herramientas, las casas, los sembrados de maíz, etc. . (4)

No existe, como se dice descuidadamente, cultura material, sino productos o precipitados materiales de la cultura. Marx expresaba que si desaparecieran todos los puentes del mundo y subsistieran los ingenieros, los puentes se reconstruirían sin dificultad. Es que la idea y la tecnología necesarias para fabricar un puente están en la cabeza de los hombres y no en la realidad de las cosas.

Esteva Fabregat define la cultura como el modo de pensar organizado de los individuos que forman la sociedad con el fin de producir actividades sociales coherentes, tanto materiales como espirituales; es decir que la define como la forma en la que piensa y actúa un grupo social.

A modo de crítica puede señalarse que no todas esas actividades son coherentes, si es que nos remitimos al un proceso cabalmente lógico de la epistemología de Occidente. No obstante, por más disparatadas o incomprensibles que parezcan, antropológicamente son explicables. Vaya un ejemplo: Malinowski cuenta en sus estudios sobre los trobriandeses que estos creen que los espíritus de los muertos flotan en el mar. Si una mujer se baña en sus proximidades el espíritu penetra en su vagina y la fecunda .

La coherencia puede comulgar con el oscurantismo, la ferocidad fundamentalista y el desprecio por la vida humana; entonces las acciones se desarrollan en un contexto que las corrobora aunque no las justifique. De tal modo son coherentes con el Santo Oficio las hogueras de la Inquisición, y el Holocausto impuesto por Hitler a los judíos, gitanos, homosexuales y opositores políticos, con la ideología genocida del nazismo.

Son igualmente coherentes, considerados así, los sacrificios humanos que los aztecas realizaban, ofrendando los corazones de los cautivos a los dioses, porque creían que el funcionamiento cósmico así lo requería.


La sinfonía de la cultura

Una metáfora muy sugerente, fruto del ingenio de un antropólogo de mediados del siglo pasado, Bateson, y una teoría, el interaccionismo simbólico, expresan que la sociedad humana es como una orquesta y la cultura -con minúscula- la música regional o local que dicha orquesta interpreta.

Esas partituras culturales generan una especie de atmósfera sinfónica, y aún polifónica, si nos atenemos al mundo de la sociedad global planetaria. En consecuencia podemos ilustrar la cultura con este símil si nos atenemos al sentido de la mencionada metáfora.

Al dividirse la sociedad en clases surgen varios sistemas de valores que se hallan, frecuentemente, en conflicto entre sí. De hecho, ningún individuo puede estar familiarizado, como ya mencionamos, con toda la cultura de su sociedad. Existen subculturas y aún microculturas. La subcultura lunfarda del antiguo Bajo montevideano y la subcultura elitista del centro de las ciudades rioplatenses de fines del siglo XIX y principios del XX dan fe de tales diferencias. En la primera área cultural citada vivían los compadritos, los tamborileros, los obreros, las empleadas domésticas.

En la segunda residían los comerciantes más o menos acaudalados, la alta burguesía, los gobernantes, los dueños de grandes o medianas fortunas así como los representantes de las clases medias y sus distintas profesiones. Pero a pesar de las variaciones, hay un código preexistente que se expresa en lengua, costumbres, creencias, valores, comunes a todo el grupo; es el núcleo de la cultura. Tal es lo que sucede con la cultura nacional uruguaya contemporánea.

El concepto mismo de cultura, que tiene una larga historia, puede ser reducido a dos significados:

 

    1) la formación del hombre, o sea el desarrollo y perfeccionamiento en lo sensorial, psíquico, intelectual y espiritual, y

 

 

    2) el producto de esa formación traducido en modos de ser y hacer, valores, símbolos y procesos colectivos que preservan las visiones del mundo y de la vida y los valores tradicionales. y a la vez alimentan sus cambios. La dinámica de la cultura, de tal modo, se presenta unida por lazos de identidad simbólica y objetivada.

 



La historia de la cultura
Muchos de los conceptos históricos sobre cultura aún forman parte de la concepción vigente en la antigüedad, al menos en algunos sectores de las sociedades contemporáneas.

Para los griegos la cultura equivalía a paideia (desarrollo y formación); para los romanos era humanitas (educación debida a las bellas artes y a los refinados pensamientos): la poesía, la filosofía, la elocuencia, etc. constituían las disciplinas que formaban al hombre verdadero. Cultura era para ellos la realización que el hombre hace de sí mismo, corroborando así la verdadera naturaleza humana.

Y como tal, como proceso formativo de la humanidad o, mejor, de cierta parte de ella-, excluía lo que se consideraba actividad infrahumana, tales como las prácticas utilitarias y técnicas relacionadas con el tratamiento de la materia. Los trabajos manuales, actividades degradantes, eran considerados propios de los obreros desclasados (banausos) y de los esclavos.

La perspectiva griega, heredada por las elites romanas, era de cuño aristocrático, ya que se circunscribía al ciudadano, esto es, al propietario, al sujeto de derechos civiles que lo convertían en integrante de la ciudad, dejando de lado, como seres inferiores, a la mujer y al esclavo.

Aristóteles decía que la sociedad se dividía en dos sectores: el de los que mandan y el de los que son mandados. El esclavo, agregaba el filósofo, lo es por naturaleza. No se hace, nace. Pero en otro capítulo de su Ética expresa que si los telares trabajaran por sí solos, no serían necesarios los esclavos.

Esa convicción continúa hasta nuestros días en forma de prejuicios o convicciones, tanto positivas (concepto de la ciudadanía occidental, cuyos derechos son más destacados que sus deberes), como negativas (creencia en que existe una población inferior, integrada por quienes, entre otras realizaciones menores, hacen artesanías y no obras de arte superior , las que, por supuesto, son propias de una elite altamente capacitada y talentosa).

La Edad Media conserva el carácter aristocrático de los antiguos pensadores grecolatinos, pero transforma el carácter naturalista de la teoría aristotélica, puesto que la finalidad de la educación es, entonces, preparar al hombre para sus deberes religiosos y para acceder jubilosamente a la vida ultramundana, considerada por entonces como la auténtica.

También se hablaba en el Medioevo de las artes liberales, las que constituyen el merecido patrimonio de los hombres libres, desconocido por las despreciadas bestias de carga, como el aldeano, el villano y el marginal de las nacientes ciudades. La cultura era, entonces, la vía para hacer accesibles al hombre las verdades reveladas por la religión.

Esa concepción de cultura medieval aún subsiste aunque adaptada al aire de nuestro tiempo. Hay grupos de fanáticos que aún hoy creen que una institución religiosa y una supuesta fe mayoritaria de un país deben seguir señalando los contenidos y los límites de la creatividad humana. No siempre se limitan a una declaración moral: a menudo realizan actos que equivalen a una censura abierta o a castigos llevados a cabo por una nueva Inquisición.

Con el Renacimiento y el Humanismo europeos hay un retorno al carácter naturalista; la cultura se entiende como la formación que permite al hombre vivir del modo mejor y más perfecto en un mundo que es suyo. La religión, por lo tanto, es aceptada en tanto instrumento espiritual que facilita el buen vivir en esta vida y no exclusivamente en la ultraterrena. Existe una clara valorización del cuerpo, y no solo en las artes. De todos modos el carácter aristocrático, como sucedía en el Medioevo, se mantiene: la adquisición de la sabiduría, reservada a unos pocos, determina que el sabio se separe de los demás hombres.

Y esa concepción sigue siendo aceptada por pensadores, escritores, funcionarios, artistas, académicos y promotores culturales de hoy en día, para quienes el genio artístico o intelectual viene al mundo con una dotación innata, patrimonio de unos pocos afortunados: el talento. No obstante, nuestra Constitución señala que todos los hombres son iguales ante la ley y que solamente los diferencian sus talentos y virtudes .

De esa visión aristocratizante -o su contracara progresista: el endiosamiento de la cultura popular-, reduccionistas ambas, me ocuparé en futuros artículos. En ellos analizaré las peculiaridades de la cultura que emerge del pueblo, las modalidades que adopta, las estrategias de apropiación y mercantilización a través de las cuales se la manipula a nivel oficial, tanto denigrándola como sacralizándola.

(1) Arciniegas, Germán. Este pueblo de América, FCE, Mex 1945.
(2) Op. Cit.
(3) Margulis, Mario. La cultura popular. http://arpamusicvet.obolog.com/cultura-popular-mario-margulis-594201
(4) Kluckhohn, Clyde. Antropología. FCE, México, 1949.

(*) Investigadora, docente. Uruguay

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La ONU y la política alimentaria nacional

Por Emilio Godoy (*)

La ONU criticó este martes 6 la política alimentaria de México, mes y medio después de que el presidente Felipe Calderón lanzase con gran pompa una alianza de agronegocios para el desarrollo sustentable, aplaudida por las transnacionales de alimentos.

El relator especial de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para el Derecho a la Alimentación, el belga Olivier De Schutter, censuró ante el Consejo de Derechos Humanos, en Ginebra, las ayudas financieras de México a los grandes productores, en detrimento de los pequeños, y las pruebas con siembras transgénicas.

De Schutter presentó en la sede de la ONU en la ciudad suiza su informe anual de 2011, en que recogió los resultados de la visita que realizó a este país en junio de ese año.

La crítica del relator especial se suma a la de las organizaciones no gubernamentales que trabajan en el tema agrícola y contrasta con los aplausos con que los grandes ejecutivos de las transnacionales agroalimentarias saludaron en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, la Alianza Mexicana de Agronegocios para el Crecimiento Sustentable.

La política agrícola "no ve a los pequeños productores como competitivos y la solución para la creciente dependencia de las importaciones" alimenticias, dijo De Schutter en videoconferencia desde Ginebra.

En su informe "Derecho a la alimentación. Informe de Misión a México", de 65 páginas, el académico belga calificó de "muy regresivo" el gasto público agropecuario, al resaltar que "la mayoría de programas agrícolas no tienen a los pobres como destinatarios".

El presupuesto agrícola para 2011 ascendió a unos 5.800 millones de dólares, casi el doble de lo que era en el año 2000.

De Schutter durante su visita oficial el año pasado y el documento conclusivo sobre ella concluyeron que en México existe una crisis alimentaria y ambiental.

La pobreza ya abate a 52 millones de personas, de un total de 112 millones, y 25 por ciento de la población no tiene suficiente para comer, según mediciones del gubernamental Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Además, la sequía golpea desde el centro al norte del país, con fuertes impactos sobre la agricultura, la ganadería y los ingresos de miles de cosechadores.

"La situación se ha agravado. Los programas van encaminados a dar recursos a los que más tienen, a los pequeños productores no les llega nada", señaló Felipe Torres, dirigente del Frente Democrático Campesino del norteño estado de Chihuahua, golpeado por la escasez de lluvias.

"Hay que destinar apoyos al sector agroecológico, especialmente a los pequeños productores en las zonas más desfavorecidas", subrayó el activista a IPS.

En octubre, se aprobó una reforma constitucional que incluyó el derecho humano a la alimentación, pero que aún no se ha materializado, según organizaciones que promueven la soberanía alimentaria.

Ellas plantean medidas como la creación de una reserva alimentaria y la aprobación de una ley de emergencia.

El gobierno mexicano ha defendido su política agrícola, con base en la numerosa cantidad de programas sociales existentes y el presupuesto destinado a ellos.

En ese sentido, el Coneval identificó 273 programas de alcance nacional, superpuestos en varios casos y no del todo transparentes.

"Hubiéramos querido ver un señalamiento sobre las denuncias de violaciones a los derechos alimentario, económico, social y cultural", declaró a IPS la especialista Alicia Carriquiriborde, representante de la sección mexicana de la internacional Red de Acción e Información para la Alimentación.

La Red presentó a De Schutter durante su visita al menos cinco casos de proyectos de infraestructura, como represas, que amenazan el derecho a la alimentación. La reforma constitucional no fue reglamentada y no ha podido entrar en vigor.

Tras aprobarse la reforma, se formó un Frente Parlamentario Contra el Hambre, a instancias de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Ese frente planea presentar este mes una iniciativa de ley de emergencia alimentaria, que difícilmente será aprobada este año, porque el Congreso legislativo bicameral ya entró prácticamente en receso, por las elecciones legislativas y presidenciales de julio. El nuevo parlamento iniciará su periodo sexenal en septiembre.

"No vamos por buen camino. Las medidas son tardías e insuficientes. Hace falta un programa rector que incluya a todos los programas", dijo a IPS el legislador Reginaldo Rivera, miembro del Frente Parlamentario por el opositor Partido Revolucionario Institucional.

De Schutter, quien asumió la relatoría en 2008, sugirió una nueva moratoria a las siembras experimentales de plantas genéticamente modificadas, el aumento de los programas sociales, la evaluación de proyectos a gran escala y la reorientación del gasto público agrícola hacia los pobres.

"Sabemos desde los estudios de 2009 que el maíz genéticamente modificado viaja fácilmente a zonas de maíz nativo y que la contaminación es difícil de evitar. Puede o no llevar a la desaparición gradual de variedades nativas", afirmó.

El relator añadió que "mi mayor preocupación es la gran concentración de compañías biotecnológicas, como es el caso de Monsanto", la transnacional alimentaria estadounidense.

Desde 2009, cuando finalizó la anterior moratoria de una década para los transgénicos, el gobierno ha recibido al menos 110 solicitudes para plantar maíz transgénico en etapa experimental y 11 para ejecución de programaspiloto.

Además, hay avales similares para soja y trigo genéticamente modificados, mientras que el algodón transgénico se siembra en forma comercial desde ese mismo año.

"Es nuestra responsabilidad producir alimentos sanos y no podemos dejarla en manos de empresas transnacionales e importar alimentos", subrayó Torres.

El relator planteó la necesidad de que en el país se produzca un debate abierto entre autoridades, sociedad civil y académicos sobre los organismos genéticamente modificados (OGM), con base en evidencia científica sólida.

En noviembre de 2001, se reveló la contaminación del maíz nativo en el sureño estado de Oaxaca con dos OGM, según concluyó una investigación publicada en la prestigiosa revista científica británica Nature, realizada por los biólogos Ignacio Chapela, de México, y David Quist, de Estados Unidos, que trabajan en la universidad estadounidense de Berkeley.

México no ha ratificado el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que aún no entra en vigor.

Ese instrumento internacional, abierto a firmas de los Estados parte desde 2009, establece un mecanismo para que las personas, grupos o comunidades puedan presentar casos de violación a sus derechos económicos, sociales y culturales ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas.

Este país "no lo ha ratificado por los intereses que existen de las grandes transnacionales y de políticas públicas que no se cumplen", denunció Carriquiriborde.


(*) Periodista IPS
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Pueblo, etnia, nación

Por Daniel Vidart (*)

Un lugar para vivir. Otra acepción de la voz pueblo es de naturaleza geográfica o, si se quiere mayor precisión, de carácter espacial.

La geografía tiene injerencia en el asunto, por cierto. Una rama de esta disciplina, la geografía humana, estudia todo lo que tiene que ver con la actividad paisajística de nuestra especie, cuya labor a lo largo de los milenios quita o agrega elementos materiales a los lugares terrestres donde se asienta.

Según una costumbre generalizada, que tiene que ver con las concentraciones humanas que van de menos a más, se denomina pueblo a un núcleo humano relativamente pequeño el número de habitantes varía según las escalas adoptadas en cada país- existente en un determinado hábitat del planeta Tierra.

Dicho hábitat constituye, a la vez, una objetivación edilicia y estructural de la cultura, una encrucijada económica y un escenario social al mismo tiempo. En tal sentido está constituido por construcciones de diverso tipo: habitaciones familiares, locales públicos, casas de comercio, edificios donde se alojan las instituciones del gobierno local o la administración nacional, vías de comunicación, espacios abiertos para el encuentro y expansión de las gentes a partir de la plaza y el mercado, que muchas veces comparten un mismo ámbito, etc. Existe también un acepción ecológica de hábitat: se llama así el ambiente donde reside una población biótica. Pero volvamos a lo nuestro.

Un pueblo San Juan Bautista, Bella Unión, Valentines- constituye un núcleo de pobladores mayor que una aldea y menor que una ciudad. Pero ¿cuál es el criterio distintivo que caracteriza a cada uno de los núcleos donde se manifiestan los distintos tipos cuantificables de asentamientos humanos?

Bruno Jacovella al referirse a la comunidad folk apunta lo siguiente: "Solo cabe precisar que el folk es solo un tipo de comunidad civilizada, subcivilizada o protocivilizada que se manifiesta con distintos grados de intensidad y extensión entre dos polos de la comunidad pura primitiva (pueblos no civilizados o sin ciudad) y la sociedad-masa de las postrimerías de la civilización.

Tales grados, hoy día históricamente sobrevivientes o residuales, pueden ordenarse de la siguiente forma, desde un punto de vista antropogeográfico: campo (puestos aislados de pastores y recolectores, inclusive agricultores inferiores), aldea (pequeñas aglomeraciones agrarias), villa (pequeña ciudad rural, con comercio y algunas oficinas del Estado), ciudad provinciana o lugareña ("gran aldea") y "ciudad antigua" o gran ciudad autóctona (con pocos extranjeros y poca industria).

Subiendo mucho la apuesta demográfica aparece finalmente la urbe cosmopolita con su fuerte centralización y su estratificación clasista, cuya influencia uniformizadora se extiende rápidamente a las citadas expresiones preexistentes de la vida social"(15).

El estudioso argentino confunde lo cualitativo con lo cuantitativo. La comunidad folk se distingue de la civilizada por sus caracteres intrínsecos y no por los extrínsecos. Una comunidad folk residente en una aldea y la muchedumbre solitaria (Riesman) de una ciudad no se distinguen por lo contable sino por lo cualificable. Y como veremos, las cifras propuestas son contradictorias y varían según los tiempos y lugares.

También yerra al conceptuar como "campo" el lugar donde residen las comunidades indígenas prealfabetas o ágrafas de agricultores inferiores que se bastan a sí mismos, cocinándose en su propio jugo autárquico, donde lo económico y lo cultural dialogan sin interlocutores externos. El campo cobra sentido con relación a la ciudad.

El campo es la trastierra agraria, la aureola productiva trabajada por la gente que se extiende tras los ejidos. El campo existe en función del mercado urbano y los intercambios que allí se realizan. El espacio ocupado por los "primitivos contemporáneos", en cambio, es un sitio, un lugar, una comarca, un bolsón espacial habitado por comunidades que se autoabastecen. Ese espacio neutro no tiene la calidad de campo.

Campus en latín significa llanura, y de ahí derivan las voces españolas campaña, campeador, escampar, acampar, campestre, etc. En la Edad Media fue relacionado con el "campo de batalla", pues la llanura era el sitio apropiado para librar el combate. Pero esta acepción es lateral al asunto que aquí nos concita.

Jacovella no intercala la figura del pueblo entre la aldea y la villa. O lo olvida o no lo considera como un asentamiento humano digno de ser tenido en cuenta, si bien está ampliamente consagrada su razón de ser en la realidad socio geográfica y en la presencia lingüística.

A decir verdad, el problema verdadero se origina con la noción de ciudad. George Chabot, hace ya de esto muchos años, lo cual podría, legítimamente, hacer pensar que los criterios han cambiado, comprobó que si bien la definición cuantitativa de la ciudad, basada en el número de habitantes, es cómoda, existen oscilaciones que de algún modo la ponen en duda. En efecto, en Francia, Alemania, Checoslovaquia y Turquía se consideraba (1948) que había ciudad cada vez que la población agrupada en la cabeza de la comuna sobrepasara los 2.000 habitantes. En cambio los EE.UU. y México elevaban la cifra a 2.500 y Bélgica, Holanda y Grecia a 5.000, en tanto que Irlanda la abatía a 1.500.

Agrega luego que este canon numérico es susceptible de sensibles variaciones. En Hungría, Bulgaria y Sicilia existen aglomeraciones de varios miles de habitantes que son solamente aldeas populosas donde se hacinan campesinos privados de los servicios administrativos, sociales y culturales que caracterizan a ciudades cuyo volumen demótico es inferior al de aquellas (16). Tal es lo que sucede con la presencia del Stadtrat, el Concejo de antiguas ciudades alemanas, vaciadas de su caudal humano por la emigración hacia los grandes centros cívicos.

En consecuencia, donde hay Concejo hay ciudad. Pero a este criterio monovalente se le oponen otros de idéntico tipo: la ciudad tiene alta nupcialidad y baja natalidad (Rümelin); vive del trabajo agrícola de los campos adyacentes (Sombart); constituye un centro industrial (Ratzel); es una encrucijada de intercambio económico y cultural (Sieveking); configura un punto de concentración intensa del comercio (Wagner); etc. (17) Hay definiciones polivalentes de ciudad, que hacen justicia a sus múltiples funciones. Una de las más aceptables es la de Mumford: La ciudad es un plexo geográfico, una organización económica, un proceso institucional, un teatro de acción social y un símbolo estético de unidad colectiva ( 18)

Volvamos al concepto de pueblo como mediana concentración de habitantes ubicada entre la aldea y la villa, esa eterna aspirante a ciudad provinciana de continuo frustrada en su intento de lograrlo por la escasez de su vecindario y la flaqueza de sus instituciones. El pueblo rural, uno de los especímenes magistralmente descritos por Azorín (19) y, rebajando los méritos del autor y la calidad del estilo, interpretado al modo criollo en un libro de mi autoría (20), no tiene en nuestro idioma una definición precisa.

En la última edición del Diccionario de la Lengua redactado por la Real Academia se dice así: "Pueblo. Ciudad o villa. 2. Población de menor categoría". Ninguna de las nociones es precisa. Pero a veces la experiencia de la vida suple estas lagunas conceptuales y cada uno de nosotros conoce, o intuye, las diferencias existentes entre un mero rancherío, un pueblo y una ciudad uruguaya de tierra adentro.


La vertiente étnica
Examinadas y desechadas las anteriores acepciones de la voz tenemos ahora que enfrentarnos con la noción étnica de pueblo.
Comencemos con un ejemplo histórico, que carga con un poderoso fardo teológico. Cuando un conglomerado social se proclama "elegido" por una potencia sobrehumana -Yahvé- para desempeñar una relevante misión en la Tierra, tal cual establece la Vieja Alianza al referirse al Pueblo de Israel, ya nos encontramos ante otro concepto, revelador de una aguda acentuación etnocéntrica.

En este caso particular, aunque no único pues la denominación que a sí mismos se han dado los pueblos arcaizantes del pasado o la actualidad significa "los verdaderos hombres" (innuit, cheyenne, muisca, ainu, chónik, etc.), un pueblo, el judío, que constituía un grupo de familias, comunidades y tribus de antigua data, se sintió llamado por Dios para emprender una cruzada etnocentrista. No para convencer a los otros de la excelencia de su religión y catequizarlos, incorporándolos a ella, sino para, con la ayuda del Dios de las almas y los ejércitos, defender de toda impureza interior y de todo ataque exterior la acendrada conciencia del Nosotros que lo animaba.

Dicho pueblo, en virtud de los padecimientos comunes soportados por todos sus miembros con amor y con ardor, había alcanzado la categoría de Nación, habitara o no el suelo patrio, transformado más de una vez en Tierra Prometida. Los judíos, galvanizados por su vínculo étnico, ya eran nación en Egipto, soportando la esclavitud, y luego, asistidos por el dios del Sinaí, el de la Zarza Ardiente, reafirmaron los lazos sagrados de unión en escaso territorio, antes y después de la conquista romana, y continuaron siendo nación dispersos por el mundo, luego de la Diáspora.

Lo siguen siendo hoy, ya asentados en Eretz Israel, ya repartidos en los países donde se han establecido. Sea cual fuere su residencia allí edifican sus sinagogas y despliegan sus concepciones de la vida y de la muerte, sus ideas acerca del mal y del bien, y sus doctrinas referidas a la misión trascendente del hombre en este hogar terrestre.

En definitiva, los judíos constituyen una nación y poseen una clarísima certidumbre de lo que una nación significa.

Y con esto abrimos otra puerta y entramos en el polisémico recinto donde hierve el caldero de un concepto que puso en marcha en el siglo pasado la máquina infernal del nazismo. Se trata de la nación de hombres llamados a regir el mundo, de lo nacional-socialista, del nacionalismo excluyente, todo un complejo ideológico y militar cuya vertiente satánica se convirtió en un arma de combate, en un azote para el Otro: el descastado, el de sangre sucia , el de raza inferior .

El Holocausto, la Shoá que acabó con seis millones de judíos, a los que debe agregarse un caudal indefinido, pero muy numeroso, de gitanos y homosexuales, arde hoy en la conciencia de la humanidad contemporánea como una llaga viva.

Primitivamente la voz nación -que provine del nasci latino, conjunto de personas nacidas en un mismo lugar- se refería al común origen genético y geográfico de una población determinada. Durante el Medioevo los estudiantes universitarios constituían naciones, en cuanto grupos provenientes de determinados territorios europeos, dotados de cultura específica . El concepto siguió rodando, historia adentro. Los conquistadores españoles del Rio de la Plata denominaban naciones a las diferentes etnias que encontraban a su paso.

La etnia es más que una tribu. La tribu apunta a lo cuantitativo o, mejor, a lo distributivo y a lo territorial. Según la historia- o la leyenda- Rómulo, el fundador de Roma, dividió a la población de la ciudad en tribus partibus, es decir, en tres partes. Pero si nos remitimos a la raíz celta treb cuya filiación indoeuropea es evidente- descubrimos que esa voz significaba ordenar, organizar, distribuir coherentemente las partes que integraban un conjunto. Todo ello se relaciona con lo que Dumézil nos enseñara acerca de la tripartición divina que respondía al ordenamiento social de los indoeuropeos: guerreros, sacerdotes y productores.

Bien. Encarémonos ahora con ese lábil, aunque a veces catastrófico, concepto de nación. En la posterior mentalidad europea se definieron tres concepciones de esta.

Una nación "es un alma, un principio espiritual" decía el francés Ernesto Renán. Podríamos tildar a esta concepción como afectiva, sentimental, propia del anima, como dirían los romanos.

Por otra parte, y fundamentalmente, la nación, según este modo de considerarla, es el producto de un largo proceso de esfuerzos, de sacrificios, de abnegaciones. No se improvisa; no surge súbitamente. Necesita tiempo para madurar. "Tener glorias comunes en el pasado y una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos; querer hacerlas aún: he aquí las condiciones esenciales Se ama en proporción de los sacrificios consentidos, de los males que se han padecido En lo que atañe a los recuerdos nacionales, los lutos valen más que los triunfos porque imponen deberes, porque imponen el esfuerzo común.

Una nación es, pues, una gran solidaridad constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que se está dispuesto a hacer aún. Supone un pasado; se resume, sin embargo, en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida en común. La existencia de una nación es -perdóneseme la metáfora- un plebiscito de todos los días " (21)

Pero, y esto va como advertencia al pasar, no caigamos en la tentación de buscar la etimología de la voz plebiscito para relacionarla con el término pueblo . pues nos saldría al paso la plebs y no el populus.

El anterior concepto de nación responde a la corriente de pensamiento francesa. La tendencia alemana, difiere, digamos que pragmáticamente, de ella, dada la sentida necesidad de unificar la colcha de retazos de los disjecta membra particularistas que conglomeraban en minúsculos fragmentos territoriales los pueblos que portadores de los genes y parte de las costumbres traídas a cuestas por los antiguos invasores germánicos. Dicho modo de concebir la nación y lo nacional se expresaba así en el pensamiento de Herder: La nación no es una idea abstracta; es, ante todo, una comunidad de seres humanos.

Dicha comunidad está consolidada por la sangre y por el hecho de compartir una idéntica cultura, la cual se integra con elementos básicos tales como la religión, la raza y, sobre todo, la lengua. Vista de tal modo la nación supone e implica el predominio del orden social sobre el político, expresado por el Estado .(Filosofía de la historia, 1774). Inspirado en estas ideas Fichte, en el año de 1808, escribió los Discursos a la nación alemana, cuya intensa repercusión política y cultural tuvo su anverso y su reverso. Su anverso se expresó en la unificación de la Vaterland (tierra del padre o, mejor, de los antepasados), es decir la Heimat (patria) donde Volk (pueblo) y Geist (espíritu) iban de la mano.

Su reverso se insinuó con la guerra franco-prusiana del 1870, maduró sus trágicos frutos en la Primera Guerra (1914-1918) y culminó catastróficamente con el hitlerismo y su secuela de horrores durante la Segunda Guerra, ya mundial, que desde 1939 a 1945 cambió la faz, el cuerpo y el alma del mundo.

La alemana conforma una concepción orgánica, podríamos decir, de acuerdo con las posteriores ideas de Spengler desarrolladas en La Decadencia de Occidente, 1919, y de Frobenius, el Lawrence africano, en Paideuma, 1921. En ambos libros se consideraba a las culturas como organismos vivientes, cuyos compartimentos estancos eran impenetrables para las otras Weltanschauugen, o sea cuerpos de costumbres y visiones del mundo.

Finalmente interesa el concepto italiano de nación. Manzini contemplaba el tema desde el ángulo político-jurídico-administrativo (Della nacionalitá come fundamento del diritto delle genti, 1851). Este famoso jurista dijo en el citado libro: la nazione è un soggetto necessario e originario, che non è mai stato creato, non ha avuto un inizio e non avrà una fine; le nazioni costituiscono una dimensione naturale e necessaria della storia umana, la cui vitalità storica dipende tuttavia dalla loro libertà e indipendenza. Non è stata creata su un patto tra gli uomini (origine contrattualistica della nazione). La nazione è sempre esistita, magari anche solo nella coscienza degli uomini; è una componente necessaria; gli uomini hanno bisogno della nazione .


Pueblo y etnia

Descartando los aspectos misionales, comandados por el imperativo teológico, y aún sin alcanzar el rango de nación, un solidario e interrelacionado conglomerado social constituye, en el sentido étnico -la etnia engloba lo somático y lo cultural, la carne y el espíritu, la raíz y el fruto- un grupo de personas que se sienten y se saben allegadas, una comunidad -Gemeinschaft- cuya projimidad anímica es más intensa que su proximidad física.

Se trata de un conglomerado humano que posee un mismo código de comunicación, comparte un mismo cuerpo de costumbres y valores y, por añadidura, es asistido por una clara conciencia de esa condición colectiva y de la voluntad de conformar un todo afectivo, una unanimidad deseada. Saltando sobre la valla de las metáforas Benedict Anderson afirma que la nación es una comunidad imaginada.)

Etnia significaba pueblo o nación en griego. Pero los antropólogos han refinado y depurado el concepto. Dicen Bonte e Izard (Diccionario de Etnología y antropología, 1991) : mientras que en Alemania, los países eslavos y Europa del Norte los derivados de ethnos colocan el acento en el sentimiento de pertenencia a una colectividad, en Francia el criterio determinante de la etnia es la comunidad lingüística .

Y agregan algo muy interesante, que nos remite al criterio de Manzini, inspirado en los tratadistas del mundo grecorromano: del uso antiguo del vocablo race subsiste la idea de que constituye una esencia cuasi natural y por lo tanto inmutable. El esclavo lo es por naturaleza , enseñaba Aristóteles

A esta altura del análisis, resulta claro que este haz de rasgos, conjugados en un sistema de interacciones de toda índole, determina que un pueblo el uruguayo, el japonés, el austríaco-, cualesquiera fuere su espesor cuantitativo, se encuentra en estado de gracia para convertirse en nación.

Para serlo de modo efectivo le harían falta la evocación retrospectiva de un pasado de luchas y sufrimientos comunes y el propósito, plenamente compartido, de conquistar metas largamente acariciadas por una esperanza que a veces es solamente una larga espera- gracias a un sostenido esfuerzo solidario. Memoria acendrada delayer por un lado-tradición- e ideales que impulsen hacia el mañana- proyecto histórico- por el otro: he aquí los ingredientes del sentimiento nacional, ese invisible lazo que liga a una comunidad de conciencias. La nación no constituye un ente material, no se ve, no se palpa: se experimenta o se comprueba mediante una operación del espíritu.


Una aclaración necesaria
Los conceptos de sociedad, pueblo, Estado y nación han sido intensamente discutidos por los juristas, los políticos y los sociólogos. Se han efectuado muchos intentos para clarificar un intríngulis que tiene más de pantano lingüístico que de caos filosófico. A principios de este siglo un autor francés propuso un inteligente esquema que compendia y esclarece las relaciones existentes entre estos cuatro elementos cardinales.

Su razonamiento es el siguiente: "Los términos pueblo y nación designan un grupo cuando es considerado en su estructura. Los términos sociedad y Estado lo designan cuando es considerado desde el punto de vista de su funcionamiento " ( ) "Ahora bien ¿cómo el pueblo se distingue de la nación y la sociedad del Estado? He aquí las diferencias: los términos pueblo y sociedad se emplean cuando se piensa en la multiplicidad de elementos que contiene el grupo, o en los fenómenos que su vida presenta.

Los términos nación y Estado convienen cuando se quiere designar la unidad que vincula estos elementos o que preside estos fenómenos. Una nación es un pueblo ordenado [por una tradición y un proyecto histórico comunes, debe agregarse, a título aclaratorio]: un Estado es una sociedad disciplinada por un gobierno y un conjunto de leyes. La vida es espontánea en la sociedad y plena de obligaciones en el Estado. De idéntica manera el pueblo puede ser una multitud dispersa mientras que la nación es una masa coherente".

Debe entenderse esta última afirmación en sentido moral, afectivo y volitivo a un tiempo, y no en términos de masa: lo nacional brota de una conciencia colectiva, de un Nosotros histórico, no de un mero conjunto físico de hombres o de cosas. Worms redondea su pensamiento de este modo: "En los estadios inferiores de la historia, en la humanidad primitiva o en los tipos atrasados (sic) de la humanidad actual, solamente hay pueblos y sociedades y no se conocen ni naciones ni Estados" (22).

Visto lo anterior, estamos en condiciones de preguntarnos qué es y qué no es la cultura popular.

Referencias
1. 1. Robert Redfield. The Primitive World and its Transformations. Cornell University Press, Ithaca, New York, 1953.
2. Mijail Bajtin. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Alianza Editorial. Madrid, 1987.
3. C. W. E. Bigsby. Approaches to Popular Culture. Edward Arnold, London, 1976.
4. Id. Ibid.
5. La definición clásica de cultura, propuesta por Tylor en 1871 (Primitive Culture, John Murray and Co., London) es la siguiente: That complex whole which includes knowledge, belief, art, morals, law, custom, and any other capabilities and habits acquired by man as a member of society.
6. Leslie White. The science of culture. Grove Press. New York, 1949.
7. Daniel Vidart. El espíritu del carnaval. Editorial Graffiti. Montevideo, 1997.Segunda edición corregida, Editorial Banda Oriental, Montevideo, 2000
8.Ciceron. De Republica, I, 25, 39.
9. León Bloch. Luchas sociales en la antigua Roma. Editorial Claridad, Buenos Aires, s/f.
10. Antonio Gramsci. Literatura y vida nacional. Juan Pablos Editor, México, 1976.
11. Los escritos de Meng-Ke, transformado en Mencio por los occidentales, han sido traducidos fielmente al inglés por James Legge, The Chinesse Classics, Clarendon Press, Oxford, 1895. Puede consultarse una versión española muy prolija en Confucio, Mencio, (Traducción de Joaquín Pérez Arroyo), Alfaguara, Madrid, 1981.
12. Henry Kamen. The Iron Century. Social Change in Europe (1550-1660). Weidenfeld & Nicholson, London, 1971.
13. Manuel Kant. Antropología en sentido pragmático (1798). Revista de Occidente. Madrid, 1935.
14. Id. Ibid.
15. Bruno Jacovella. Los conceptos fundamentales clásicos del Folklore. Análisis y crítica. Cuadernos del Instituto Nacional de Investigaciones Folklóricas Nº 1. Buenos Aires, 1960.
16. George Chabot. Les villes. Aperçu de géographie humaine. Armand Colin. París, 1948.
17. Daniel Vidart. Sociología Rural. Tomo 1º Salvat, Barcelona, 1960.
2. 18. Lewis Mumford. La cultura de las ciudades. Buenos Aires,1945.
19. Azorín (José Martínez Ruiz). Los Pueblos. Ensayos sobre la vida provinciana. Losada. Buenos Aires, 1944.
20. Daniel Vidart. La trama de la identidad nacional. Tomo 2º, El diálogo ciudad-campo. Banda Oriental. Montevideo, 1998.
21. Ernest Renán. ¿Qu est-ce une nation? (1882), in Discours et conferences. C. Lévy. París, 1928.
22. René Worms. Philosophie des sciences sociales. I. Objet des sciences sociales. M. Giard & E. Brière, París, 1913.



(*) Antropólogo, escritor y poeta. Uruguay
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La injusticia agrícola

Por Kerry Kennedy (*)

Hace 46 años, en una sesión de un subcomité del Senado de Estados Unidos sobre trabajadores inmigrantes, el legislador Robert F. Kennedy escuchaba disgustado a un comisario del condado californiano de Kern explicar por qué había detenido a manifestantes pacíficos cediendo a la presión de los hacendados.

"Le sugiero que usted y el fiscal de distrito lean la Constitución de Estados Unidos", respondió entonces el senador Kennedy.

Dos años después, mi padre se tomó un tiempo libre en los días previos al anuncio de su candidatura a la Presidencia, para reunirse con 8.000 trabajadores agrícolas de California que celebraban misa, y allí le entregó la hostia sacramental al líder sindical César Chávez.

Con ese simple gesto simbólico, Chávez puso fin a 25 días de huelga de hambre que, junto con un boicot nacional al consumo de uvas, arrancaron concesiones a los productores y fortalecieron a los trabajadores agrícolas de California, estado del oeste de este país.

Los jornaleros rurales del sudoriental estado de Florida no tuvieron un paladín como Chávez en 1968. Y por eso sus condiciones laborales siguen siendo las mismas que hace 40 años: trabajan entre 10 y 14 horas, siete días a la semana. No tienen derecho a formar un sindicato ni a pedir días libres ni a que les paguen horas extra o pensión por invalidez.

Ese es en parte el legado de las leyes de segregación racial. En 1935, los "Dixiecrats", grupo derechista y sureño escindido del Partido Demócrata, amenazaron con bloquear la Ley Federal de Relaciones Laborales del presidente Franklin Delano Roosevelt si no se excluía de sus beneficios a los trabajadores agrícolas y a las empleadas domésticas, que por entonces eran casi todos afrodescendientes.

Por lo tanto, ninguno de esos grupos de trabajadores obtuvo la protección federal que gozaron los demás. Además, las normas variaban de un estado a otro, así que los derechos que conquistó Chávez en California, casi no tuvieron impacto en Florida ni en ningún otro lugar del país.

Hoy, la situación laboral en los campos es terrible: los trabajadores casi no tienen acceso a instalaciones sanitarias (piense en eso la próxima vez que coma un tomate) ni agua potable, y las mujeres en particular están desprotegidas de las agresiones sexuales de sus jefes.

Ni siquiera reciben un salario mínimo, y a la mayoría se les paga por unidad, unos 50 centavos de dólar por 14 kilogramos de tomates recolectados, prácticamente lo mismo que recibían en 1980.

Para ganar un salario mínimo en una jornada de 10 horas, cada trabajador debe recoger 2,25 toneladas de tomates, casi el doble de lo que se exigía hace 30 años cuando la paga era de 40 centavos. Con estas cifras, no sorprende que los trabajadores apenas ganen 12.000 dólares al año.

La labor que despliega la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW) desde 1997 logró el procesamiento de siete organizaciones de trabajo agrícola esclavo, liberando a 1.000 personas en los últimos 14 años. Otros dos casos están en manos de la justicia.

Este sábado 10 me reuniré con la CIW en Lakeland, Florida, para conmemorar el aniversario de la histórica protesta no violenta de Chávez y recordar al mundo que la injusticia no puede ser tolerada.

Así como Robert Kennedy se acercó a César Chávez en 1968, aliados de todo el país se unirán a los miembros de la CIW que ayunan en la sede de Publix Super Market, en reclamo de que esa empresa de supermercados de Florida acceda a reunirse con ellos para discutir los abusos que se cometen en su cadena de abastecimiento.

Los ejecutivos de Publix se han negado a reunirse con representantes de la CIW y no han respondido ni una de las cartas que se les enviaron.

Ante los crecientes atropellos, la CIW respondió con una iniciativa valiente e innovadora, la Campaña de Alimentos Justos, que busca hacer justicia en la agroindustria.

En los últimos 10 años, la CIW, compuesta por más de 4.000 trabajadores haitianos, afroestadounidenses, guatemaltecos y mexicanos, logró nueve acuerdos históricos con varias empresas líderes de la industria alimentaria para que estas obliguen a sus proveedores de alimentos a mejorar las condiciones de trabajo y fortalecer a los trabajadores agrícolas en la defensa de sus derechos.

Los acuerdos incluyen un aumento de un centavo de dólar por cada libra (450 gramos) de tomate recolectado, tolerancia cero a la esclavitud y un código de conducta creado con los propios trabajadores.

Los convenios son inéditos, porque ponen el poder de compra de los actores más poderosos de la industria McDonald's, Taco Bell, Burger King, Subway, WholeFoods, Trader Joes, Compass GRoup, Sodexho y Aramark, entre otros a favor del sector más vulnerable de la industria y de la población más pobre de nuestro país.

Por desgracia, fue en su propio territorio que la CIW encontró la mayor resistencia, pues Publix se negó a discutir los abusos que se cometen en su red de suministro.

En 1968, el senador Kennedy se refirió a Chávez como "uno de los líderes heroicos de nuestro tiempo".

Los miembros de la CIW llevan su heroico legado. Tres miembros de Immokalee Workers recibieron en 2003 el Premio de Derechos Humanos Robert F. Kennedy por su incansable esfuerzo.

Así comenzó una estrecha colaboración entre el Centro RFK y la CIW, que contribuyó al avance de la Campaña de Alimentos Justos en Florida y atrajo la atención nacional sobre las vejaciones que seguimos permitiendo en nuestra industria agrícola.

Para Robert Kennedy era inaceptable la inacción frente a la injusticia. Cuarenta y seis años después, reclamos a Publix que demuestre el coraje necesario para mantener ese principio y se siente a discutir con la CIW.


(*) Presidenta del Centro Robert F. Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos.
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Qué intenciones tiene Irán

Por Noam Chomsky (*)

El número de enero-febrero de la revista Foreign Affairs ofrece un artículo de Matthew Kroenig titulado Tiempo de atacar a Irán  por qué un ataque es la opción menos mala, junto con comentarios sobre otras formas de contener la amenaza iraní.

Los medios resonaron con advertencias sobre un posible ataque israelí contra Irán mientras Estados Unidos vacilaba, manteniendo abierta la opción de la agresión, con lo que sistemáticamente se viola la carta de Naciones Unidas, fundamento del derecho internacional.

Conforme aumentan las tensiones, los escalofriantes ecos de los preparativos para las guerras de Afganistán e Irak están en el aire. La febril retórica de la campaña de las elecciones primarias en Estados Unidos refuerza el resonar de los tambores de guerra.

Se le suelen atribuir a la comunidad internacional –nombre clave de los aliados de Estados Unidos– las preocupaciones por la inminente amenaza de Irán. Los pueblos del mundo, sin embargo, tienden a ver las cosas de otra manera.

Los países no alineados, movimiento de 120 naciones, han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio, opinión que compartían la mayoría de los estadunidenses (encuestados por WorldPublicOpinion.org) antes de la inmensa ofensiva propagandística lanzada hace dos años.
China y Rusia se oponen a la política de Estados Unidos en Irán, como también India, que anunció que no acataría las sanciones estadunidenses y aumentaría el volumen de su comercio con Irán. Turquía ha seguido una línea similar.

Los europeos consideran a Israel como la mayor amenaza a la paz mundial. En el mundo árabe, Irán no es del agrado de nadie pero sólo una minoría muy pequeña lo considera una amenaza. Más bien, se calcula que Israel y Estados Unidos son las amenazas preminentes. La mayoría piensa que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. En Egipto, en vísperas de la primavera árabe, 90 por ciento tenía esta opinión, de acuerdo con encuestas de la Institución Brookings y Zogby International.

Los comentaristas occidentales han hablado mucho de que los dictadores árabes supuestamente apoyan la posición estadunidense sobre Irán, mientras pasan por alto el hecho de que la gran mayoría de la población está en contra, postura tan reveladora que no necesita comentarios.

En Estados Unidos, algunos observadores también han expresado desde hace tiempo sus preocupaciones por el arsenal nuclear de Israel. El general Lee Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados Unidos, declaró que las armas nucleares de Israel eran peligrosas en extremo.

En una publicación del ejército de Estados Unidos, el teniente coronel Warner Farr advirtió que “un objetivo de las armas nucleares israelíes, que no suele decirse pero que es obvio, es ‘utilizarlas’ en Estados Unidos”, presuntamente para asegurar un apoyo continuo de Washington a las políticas israelíes.

Una preocupación primordial en estos momentos es que Israel trate de provocar alguna acción de Irán, que a su vez incitara un ataque de Estados Unidos.

Uno de los principales analistas estratégicos de Israel, Zeev Maoz, en Defensa de Tierra Santa, un análisis exhaustivo de la política de seguridad y exterior de Israel, llega a la conclusión de que el saldo de la política nuclear de Israel es decididamente negativo, dañino para la seguridad del Estado. Él más bien insta a Israel a buscar un tratado regional de proscripción de armas de destrucción masiva y crear una zona libre de ellas, como lo pedía ya en 1974 una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas.

En tanto, las sanciones de Occidente contra irán ya están teniendo los efectos acostumbrados, causando escasez de alimentos básicos, no para el clero gobernante sino para la población. No es de extrañar que la valerosa oposición iraní también condene las sanciones.

Las sanciones contra Irán podrían tener el mismo efecto que sus predecesoras contra Irak, que fueron condenadas por genocidas por los respetables diplomáticos de Naciones Unidas que las administraban y que finalmente renunciaron como una forma de protesta.

En Irak, las sanciones devastaron a la población y reforzaron a Saddam Hussein, con lo que probablemente le evitaron la suerte corrida por la galería de otros tiranos apoyados por Estados Unidos y Gran Bretaña, dictadores que prosperaron prácticamente hasta el día en que varias revueltas internas los derrocaron.

Existe una discusión poco creíble sobre lo que constituye exactamente la amenaza iraní, aunque tenemos una respuesta autorizada, proporcionada por las fuerzas armadas y los servicios secretos de Estados Unidos. Sus presentaciones ante el Congreso han dejado en claro que Irán no representa ninguna amenaza militar.

Irán tiene una capacidad muy limitada de desplegar sus fuerzas y su doctrina estratégica es defensiva, destinada a disuadir una invasión el tiempo necesario para que la diplomacia haga sentir sus efectos. Si Irán está desarrollando armas nucleares (lo cual todavía no está determinado), eso sería parte de su estrategia de disuasión.

El concepto que tienen los analistas israelíes y estadunidenses serios es expresado claramente por Bruce Riedel, veterano con 30 años de antigüedad en la CIA, quien en enero declaró que si yo fuera un asesor de seguridad nacional iraní, querría tener armas nucleares como factor de disuasión.

Otra acusación que Occidente presenta contra Irán es que la república islámica está tratando de ampliar su influencia en los países vecinos, atacados y ocupados por Estados Unidos y Gran Bretaña, y que apoya la resistencia a la agresión israelí en Líbano y a la ocupación ilegal de territorios palestinos, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Al igual que su estrategia de disuasión de posibles actos de violencia por parte de países occidentales, se dice que las acciones de Irán son amenazas intolerables para el orden global.

La opinión mundial concuerda con Maoz. Es abrumador el apoyo a la idea de establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente. Esa zona abarcaría Irán, Israel y, de preferencia, a esas otras dos potencias nucleares que se han negado a ingresar en el tratado de no proliferación nuclear, Pakistán e India, países que, al igual que Israel, desarrollaron sus respectivos programas con ayuda estadunidense.

El apoyo a esta política en la conferencia de revisión del tratado de no proliferación nuclear, en mayo de 2010, fue tan fuerte que Washington se vio obligado a aceptarla formalmente, pero con condiciones: la zona no entraría en efecto antes de lograr un arreglo de paz entre Israel y sus vecinos árabes; el programa de armas nucleares de Israel estaría exento de las inspecciones internacionales; y ningún país (entiéndase Estados Unidos) podría ser obligado a proporcionar información sobre las instalaciones y las actividades nucleares israelíes, ni información relativa a transferencias anteriores de tecnología nuclear a Israel.
En la conferencia de 2010 se convocó a una sesión para mayo de 2012, para avanzar en el establecimiento de la zona libre de armas de destrucción masiva en Medio Oriente.

Sin embargo, con toda la alharaca en torno de Irán, hay muy poca atención a esa opción, que sería la forma más constructiva de manejar las amenazas nucleares en la región: para la comunidad internacional, la amenaza de que Irán alcance la capacidad nuclear; para la mayor parte del mundo, la amenaza planteada por el único Estado de la región que tiene armas nucleares y un largo historial de agresiones y la superpotencia que lo patrocina.

No se puede encontrar ninguna mención al hecho de que Estados Unidos y Gran Bretaña tienen una responsabilidad única de dedicar sus esfuerzos a esa meta. Al tratar de darle una tenue cobertura legal a su invasión de Irak, esos países invocaron la resolución 687 de Naciones Unidas (1991), diciendo que Irak la estaba violando por construir armas de destrucción masiva.

Podemos pasar por alto esa declaración, pero no el hecho de que la resolución explícitamente compromete a los países signatarios a establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente.


(*) Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT.
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