jueves, 30 de septiembre de 2010

Semana política



Síntesis GALMA


29 de septiembre, 2010
 
¡Hola!  Adjuntamos los sucesos más interesantes de esta semana.

      1.       El michoacanazo a la distancia: deslegitimidad
      2.       Discusión presupuestaria: posicionamientos y gasto local
      3.       AMLO vs los aliancistas: ¿largo aliento?

El michoacanazo a la distancia: deslegitimidad. La liberación de prácticamente todos los funcionarios michoacanos detenidos en 2008 en el llamado “michoacanazo” representa un gran golpe para la Procuraduría General de la República y para el Ejecutivo Federal. Una maniobra que resultó polémica y a la que no pocos le atribuyeron un sentido político, ahora se revela insuficiente –en el mejor de los casos. Por supuesto, se puede argumentar que el Juez Federal encargado del caso tenía alguna clase de sesgo, pero la evidencia apunta hasta ahora que el Ministerio Público Federal simplemente no pudo concluir exitosamente el caso. En el contexto de la toma de protesta del Diputado Godoy Toscano, que exhibe además a la Policía Federal, el golpe se hace aún mayor para el Ejecutivo. Esta clase de errores deslegitima la acción del Gobierno Federal. Dada la probable infiltración del narco en distintas esferas de la vida política nacional, es imperativo que la autoridad tenga capacidad de actuar de manera directa y contundente para detectarlas y terminarlas. Pero si cada acción en contra de miembros de la clase política estará cubierta por el velo de la sospecha, el margen de maniobra del Ejecutivo Federal se reduce sensiblemente. Después de los casos de Monreal y Godoy, la ventana de oportunidad se está acabando.
Discusión presupuestaria: posicionamientos y gasto local. La comparecencia del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, ante las comisiones unidas de Hacienda y Presupuesto de la Cámara de Diputados fue útil, más que como ejercicio de rendición de cuentas de la glosa del Informe de Gobierno, como momento para que el Ejecutivo Federal posicionara mediáticamente su postura respecto a los mensajes que por varias semanas los distintos actores involucrados en la discusión presupuestaria han utilizado. El PRI inició este periodo de discusión promoviendo una reducción en el IVA y denunciado los subejercicios en que ha incurrido el Gobierno Federal. Más allá de que esta propuesta no es compartida siquiera por los gobernadores priístas –podrían verse afectados en los montos que reciben de la federación– su objetivo fue hacer pagar al Ejecutivo el costo de defender que el IVA se quede como está. El ejecutivo ha respondido, además de con el amago de ejercer su facultad de veto al presupuesto, denunciando un incremento en la deuda de los estados de 40% en sólo año y medio. Su objetivo es contrarrestar la presión de los gobernadores por incrementar las transferencias federales y exponer su voracidad por más recursos sin importar que esto sea un riesgo para las finanzas públicas. Si bien el gasto en los estados se ha posicionado como tema de discusión en la negociación presupuestaria, ha estado ausente el debate en torno al rediseño del marco normativo, tanto federal como local –recaudación, distribución de recursos a estados y municipios, reglas para la contratación de deuda, manejo y uso de la deuda y la transparencia efectiva del ejercicio del gasto público. Sin ello, cualquier tipo de negociación vinculada al presupuesto público sólo se limitará a determinar qué estados reciben mayores o menores recursos, pero no habrá garantía de mayor recaudación, un gasto de mayor calidad y una rendición de cuentas efectiva.

AMLO vs los aliancistas: ¿largo aliento? Si la meta de López Obrador es ganar las elecciones de 2012, su oposición a una eventual alianza PAN-PRD en el Estado de México resulta contradictoria para la mayoría. Dado el éxito que tuvieron las alianzas entre estos dos partidos, al oponerse a ellas se estaría arriesgando a fortalecer a Enrique Peña –tanto para la elección en el Estado de México como para la presidencial. Sin embargo, esta interpretación del actuar de López Obrador tiene el supuesto de que su objetivo es ganar la elección de 2012 a toda costa. En una visión alternativa, si López Obrador estuviera más preocupado por mantenerse vigente como líder de la izquierda y consolidar su control sobre el partido, oponerse a la alianza en el Estado de México adquiriría otro sentido. En términos ideológicos, el enemigo a vencer no sería Enrique Peña, ni siquiera el PRI –por lo menos no aún. Por el contrario, en este momento los adversarios continuarían siendo las disidencias dentro de la izquierda y en todo caso el PAN. Bajo esta visión, una eventual salida del PAN de la Presidencia podría darle a López Obrador la oportunidad de posicionarse como una oposición razonable, en lugar de una visceral –rol que no ha podido dejar de jugar desde 2006. La prioridad entonces, seria el liderazgo sobre la izquierda antes que una victoria en 2012. Una visión alternativa que implicaría un carácter mesiánico aún mayor al que se atribuía al personaje y quizás hasta una racionalidad de largo plazo. ¿Será?

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lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Reformará el G 20 el Sistema Financiero Global?

Por Carlos Luppi (*)

El agravamiento constante de la crisis europea, la aprobación de la Reforma Financiera en EEUU y hasta la explosiva situación en Medio Oriente (porque se necesita estabilidad), pueden hacer viable el resistido cambio en la regulación del Sistema Financiero Global.

Sería la mayor derrota de la praxis neoliberal y sus adalides y beneficiarios: los grandes bancos y los partidos conservadores.

El 14 de mayo, tras el estreno en el Festival de Cannes de su nuevo film, Woody Allen (maestro en jugar con humor sobre situaciones dramáticas) declaró que “sería genial si Obama pudiera ser dictador durante algunos meses porque podría hacer muchas cosas buenas rápidamente”. Para que no quedaran dudas de que hablaba en serio, remató: “el Partido Republicano debería salir del camino y dejar de herirlo y trabar todo”. Resumía el panorama de la primera superpotencia: una oposición salvaje (que en definitiva ayuda a Obama ante el resto del mundo), y el fracaso de la política “bipartidaria” del presidente, acosado por la Crisis Económica Global (CEG).

Pero la necesidad siempre se impone.

Los republicanos han tenido que tolerar su política económica keynesiana, que ha sacado técnicamente a EEUU de la recesión (lleva tres trimestres de crecimiento al 2,9%, 5,6% y 3% del PBI); la aprobación de la Reforma del Sistema Sanitario (que incorporó 31 millones de personas a la cobertura); y aceptar que el funcionamiento “liberal” de los bancos norteamericanos era insostenible, conducía al país a la ruina y, lo que para ellos es peor, a la pérdida de su importancia e influencia en el mundo.

Los lodos que ayudaron la Reforma
El 21 de mayo el Senado de los Estados Unidos aprobó una nueva regulación del sistema financiero. Este triunfo –resistido ferozmente por los lobbies y el Partido Republicano- fue posible no sólo por las consecuencias de la CEG, (iniciada con la crisis subprime en los bancos de EEUU), como el desempleo del 9,7%, sino sobre todo por la continuación de los escándalos en los grandes bancos, que, reiniciada su expansión, volvieron a las prácticas viciosas que los llevaron a la ruina e hicieron que el Estado debiera salvarlos.

El 16 de abril, la Securities and Exchange Commission de EEUU (SEC), denunció a Goldman Sachs (GS, el banco emblema de George W. Bush, responsable en gran parte de la crisis griega) por fraude contra los accionistas.

El 12 de mayo el gobierno de EEUU abrió, con la Bolsa, una “investigación penal preliminar” nada menos que contra Citigroup, GS, JP Morgan, Morgan Stanley, el Deutsche Bank y UBS para determinar si defraudaron a clientes con productos financieros adosados a títulos inmobiliarios de riesgo.

El 13 se informó que el Fiscal General de Nueva York, Andrew Cuomo, inició investigaciones a ochos bancos de primera línea (a los nombrados se agregan el Crédit Suisse, el Crédit Agricole y Merrill Lynch y se retira JP Morgan), bajo acusación de engañar a las calificadoras de riesgo Standard & Poor´s, Fitch Rating y Moody´s, inflando el valor de obligaciones colaterales de las deudas o CDOs.

Cuomo analiza otras manipulaciones de información, como el hecho de que funcionarios de las Calificadoras trabajaron en las secciones hipotecarias de bancos, ayudándolos a recibir notas superiores que influyeron en los inversores. Es fácil comprender que los banqueros sean hoy el mayor objeto de odio de los norteamericanos –superando a los abogados- y que la Reforma de Obama, alentada por el espejo trágico de la crisis europea, haya sido finalmente aprobada.

El Vía Crucis de Europa

Las bolsas y el euro siguen cayendo, las manifestaciones avanzan y los gobiernos peligran, mientras la economía mundial prevé crecer 4% en 2010, impulsada por los “emergentes” (Asia, América Latina y el Caribe), y EEUU se recupera. Tras los anuncios de Hungría el viernes 6, se ratificó que “una crisis de deuda en la Eurozona representa la principal amenaza para la economía mundial”, como afirma el informe mensual de una importante consultora uruguaya.

Sigue la connotación política en el manejo de la información, porque mientras castiga a los PIIGs (casi todos con gobiernos de izquierda), la prensa no dice que en 2009 el PBI de la Eurozona cayó 4%, pero el de Alemania lo hizo 5%. Merkel acaba de aprobar un ajuste de 80.000 millones de euros, la clásica receta del FMI que sólo aumentará la caída.

Enrique Iglesias vaticinó en la CEPAL que “la actual crisis durará mucho más de lo que algunos piensan” y “provocará una redistribución del poder mundial, con un polo asiático”. Paul Krugman y Joseph Stiglitz continúan abogando por el uso de los estímulos y la expansión fiscal, como en 1929, contra la ortodoxia neoliberal.

La alarma ganó en mayo la Cumbre UE – América Latina, que declaró “la necesidad de cambiar el sistema financiero global”, “crear un marco de supervisión para las entidades” y “habilitar un mayor control”. La alarma fue completa cuando el 20 de mayo Angela Merkel (Mrs. No) pidió que el G 20 se comprometiera a una regulación mayor de los mercados, la creación de un fondo internacional garantizado por los bancos y la introducción del impuesto a las transacciones financieras. Merkel era la medida del desastre.

El tercer triunfo
Tras haber vencido la recesión y aprobado la Reforma del Sistema Sanitario, Obama pudo finalmente aprobar el 21 de mayo su Reforma Financiera en el Senado, donde estaba estancada desde diciembre. Considerada la mayor desde la Gran Depresión, debió vencer una campaña propagandística multimillonaria. Crea una Agencia de supervisión, establece mayores regulaciones para bancos y fondos de inversión, restringe severamente el mercado de derivados, prohíbe al Estado el rescate de instituciones financieras quebradas y hasta impone regulaciones a las Agencias de Calificación.

Las cumbres que vienen
El 30 de mayo sesionó el “Diálogo Económico y Estratégico” entre China y EEUU, bajo el lema “una era histórica posterior a la crisis financiera global”.

Tras la reunión de Ministros de Economía del G 20, el G 8 sesionará el 25 y 26 en Muskoka, cerca de Toronto, y el G 20 lo hará el 26 y 27 de junio en dicha ciudad, con la regulación financiera en el centro de su agenda.

Esta vez no hay lugar para vergonzosas escapadas hacia el “piloto automático de los mercados” como en Londres el 2 de abril de 2009 y en Pittsburgh, el 25 de setiembre del mismo año. Está claro que el mercado financiero no sólo no soluciona sino que hunde, con avaricia criminal. Es la hora de la regulación de los mercados financieros internacionales, de la imprescindible “reforma de la arquitectura del sistema financiero que prevenga o resuelva las crisis globales”. Europa sabe que le va la vida y EEUU que perdería a su principal aliado, y al más cercano apoyo de Israel. China y Rusia aborrecen el caos y también deben poner coto a sus banqueros.

Acaso como nunca, desde la Crisis de la Deuda en los 80, esta crucial reforma (otra derrota conceptual del Neoliberalismo), ha estado tan cerca.

Pero sería sólo un gran paso. La solución real sería un verdadero Bretton Woods (no la traición de 1944), donde realmente nacieran organismos de equilibrio financiero y desarrollo mundiales, y no “síndicos de las potencias desarrolladas”.


(*) Contador, posgrado en economía, periodista y escritor. Uruguay

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Objetivos del Milenio, ¿para este siglo?

Por Hedelberto López Blanch (*)

Con un documento preliminar de 27 páginas, la sede central de Naciones Unidas en Nueva York esta preparada para recibir desde este lunes 20 hasta el miércoles 22 a sus 192 miembros para discutir cómo se podrán cumplir los Objetivos del Milenio que prácticamente están en el limbo desde que fueron aprobados en el 2000.

Aunque el borrador no ofrece recomendaciones o nuevas posiciones políticas que hagan cambiar las actuales actitudes económicas y sociales de muchos gobiernos, indica que las Metas son alcanzables pese a la crisis económica-financiera mundial.

Numerosos analistas e investigadores del orbe se preguntan si estas promesas son reales o virtuales, o si la ONU no comprende lo difícil que será lograr esos resultados en un mundo donde impera una globalización neoliberal deshumanizada y de libre comercio que ha provocado una enorme asimetría entre ricos y pobres a nivel planetario.

Claro que si en 2000 se pronosticaba como poco probable cumplir en 2015 esas metas, al cabo de diez años y a solo cinco de finalizar el tiempo, los objetivos resultan inalcanzables para la gran mayoría de las naciones en desarrollo.

A los altos índices de analfabetismo, miseria, desempleo, hambre, malas condiciones sanitarias, poco acceso a los servicios de salud, de agua potable y vivienda existentes en 2000, se le une ahora la profunda crisis económica, financiera, ecológica y ambiental que comenzó en Estados Unidos y se ha extendido como pólvora por Europa y otros continentes, la cual amenaza con empeorar la precaria situación de cientos de millones de habitantes.

Los ocho Objetivos de Desarrollo que trazó la Asamblea General para el Milenio son: reducir a la mitad el porcentaje de hambrientos y de quienes solo tengan ingresos de un dólar al día; disminuir en dos tercios la mortalidad de menores de cinco años y en tres cuartas partes la materna en relación con las de 1990; que los niños puedan concluir la enseñanza primaria.

Los restantes proyectos consisten en mejorar la vida de millones de seres que viven en tugurios; detener y reducir la propagación del VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades graves; bajar a la mitad el porcentaje de personas que carecen de agua potable; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; adoptar políticas de desarrollo sostenible y fomentar la asociación mundial para el desarrollo.

En noviembre de 2006, ante la Asamblea General, el entonces secretario de ONU, Kofi Annan, fue directo al problema cuando señaló: “aún estamos muy lejos de donde debemos. Hemos establecido los fundamentos para el desarrollo, pero nada más que eso, pues ninguna zona del mundo esta hoy en camino de alcanzar todas las Metas del Milenio”.

Cinco años después de la Cumbre fundacional para el Desarrollo del Milenio, los jefes de Estado y Gobierno se volvieron a reunir en la sede neoyorquina para analizar cómo marchaba el cumplimiento de las metas.

Inmersos en las guerras de ocupación en Afganistán e Iraq, Washington y la mayoría de sus aliados de los países ricos que participaban en esa llamada coalición bloquearon por todos los medios las discusiones y las posibles ayudas que se le podían entregar a las naciones más atrasadas del planeta.

En esa ocasión, el delegado cubano y presidente del Parlamento de la Isla, Ricardo Alarcón de Quesada, expresó ante en el Plenario que pese a ser convocados para analizar los avances o dificultades para poder cumplir los objetivos, la reunión tomó otros rumbos.

“Estamos ante un fraude imperdonable. El objetivo de esta reunión fue secuestrado en medio de tortuosas manipulaciones. Quienes se imaginan dueños del planeta no quieren siquiera recordar aquellas promesas que fueron proclamadas” denunció.

El presidente venezolano Hugo Chávez también alzó su voz en la Asamblea, al expresar que “el propósito original de esta reunión ha sido desvirtuado totalmente. Se nos ha impuesto como centro del debate un mal llamado proceso de reformas, que relega a un segundo plano lo más urgente, como lo es la adopción de medidas para enfrentar los verdaderos problemas que obstaculizan e impiden los esfuerzos de nuestros países por el desarrollo y por la vida”.

En 1972, durante la III Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), los países ricos se comprometieron a ofrecer el 0,7 % de su Producto Interno Bruto (PIB) para ayudar a las naciones en desarrollo.

El compromiso, que nunca llegó a materializarse en su totalidad, ha ido bajando considerablemente y en 2009 se situó por debajo del 0,2 %.

Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) afirma con euforia que el número de pobres en el mundo ha disminuido considerablemente sobre todo en Asia y en América Latina.

Lo irracional de estos datos es que, si se eliminan los esfuerzos que en ese sentido han hecho China y las naciones de sudeste asiático en ese continente, y Brasil, Argentina y Venezuela en Latinoamérica, las demás naciones, o sea, la inmensa mayoría, no han tenido avances.

La CEPAL cita a Perú entre los países que han obtenido logros en bajar la pobreza, pero otros informes lo desmienten, como los del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) del Perú y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

INEI y OIT aseguran que 3,3 millones de niños y adolescentes, entre los 5 y 17 años, trabajan en Perú, principalmente en el sector agrícola o en oficios considerados como peligrosos, colocando a la nación andina con la mayor tasa de trabajo infantil de Latinoamérica, lo que equivale al 42 % de la población nacional en esa edad (que asciende a 7,9 millones).

Decididamente, nadie que se respete quisiera tener esos “logros” para su país.

A fines de 2009 de pobreza en América Latina afectaba a 230 millones de personas, es decir, el 45,2 % de toda la región. De estas, unos 105 millones (19,8 % de la población) se hallaban en situación de pobreza extrema o indigencia, pues sobrevivían con menos de un dólar al día. Al parecer, la CEPAL realizó cálculos con una varita mágica.

Un estudio de las Naciones Unidas de 2008 aseguraba que el 1 % de las personas más ricas del mundo poseían el 40 % de la riqueza global, y la mitad más pobre solo era dueña del 1%.

Para agregar números peyorativos, varios organismos internacionales aseguran que más de 1.000 millones de personas en el planeta sobreviven con menos de un dólar al día, y otros 2.700 millones con menos de dos dólares diarios, a la par que 11 millones de niños mueren cada año a causa de enfermedades completamente prevenibles, como malaria, diarrea o neumonía.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, significó que una de cada tres personas que viven en el mundo en condiciones de pobreza extrema se encuentra radicada en África subsahariana y, de mantenerse esa tendencia, para el 2015 la proporción se elevará al 50 %.

No vale la pena continuar acumulando cifras. Lo fundamental en el próximo cónclave de ONU sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio será que los jefes de delegaciones de las naciones del Sur reclamen un nuevo orden económico y político mundial y exijan sus derechos a los países ricos que durante siglos de saqueo contribuyeron a empobrecerlos.


(*) Analista.
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Chomsky en la UNAM

Con trazo detallado, Noam Chomsky, el prestigioso lingüista estadounidense, expuso el miércoles en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el estado actual de la política exterior de Estados Unidos y la construcción del futuro del mundo.

Desde cómo el gobierno de Barack Obama construye día a día el supuesto de la “amenaza iraní” para justificar una futura operación militar, hasta el entramado de las corporaciones trasnacionales para controlar los recursos naturales de la Tierra; desde la sorprendente capacidad de China para expandir sus inversiones y su influencia hasta la evidente pérdida de la hegemonía estadounidense en un contexto global donde “ya sólo Japón y Europa obedecen a Washington”.

Concluyó con una advertencia: lo que el mundo está viendo no es precisamente el desplazamiento de Estados Unidos como potencia global con el surgimiento de las economías de China y la India. “Más bien, si efectivamente estamos en presencia de un cambio global del poder, éste comprende el traspaso de poder de la fuerza laboral al poder transnacional.”

Y a un costo muy alto. “Trabajadores estadounidenses víctimas de una economía de finanzas y producción de exportación; campesinos hambrientos en India, millones que protestan por la pobreza en China, mexicanos que huyen del impacto que provocó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y el cual, según las organizaciones campesinas, ha provocado más daño al país que la Colonia española.”

La conferencia magistral en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario fue organizada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) en el contexto del primer centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Fue la segunda visita del profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachussetts, después de la ponencia que pronunció hace un año, invitado por La Jornada. Chomsky recordó de lo que no habló en aquella ocasión: la situación de Irán frente al acoso de Estados Unidos y cómo se delinea en el horizonte un nuevo escenario bélico. Y por ahí arrancó, después de la presentación del director de la FCPS, Fernando Castañeda.

Dos horas después arribó a la conclusión de que para las sucesivas doctrinas imperiales -las de Bush padre, Clinton, Bush hijo y hasta el actual mandatario Barack Obama- el control del mundo “no es cosa sencilla, ni siquiera para un Estado con un poder sin precedentes” como es Estados Unidos. “Ese poder se erosiona por todos lados. Y hasta en el patio trasero de Washington los súbditos se vuelven cada vez más desobedientes.”

Uno de los indicios, o “pasos hacia la independencia”, observados por Chomsky es la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, lanzada en la reunión cumbre de la Rivera Maya en febrero de este año), que incluye a Cuba y excluye a Estados Unidos y Canadá, lo cual en su opinión “es un paso más allá de Unasur y tiene potencial para llegar a desplazar a la Organización de Estados Americanos)”.

Si la CELAC “funciona efectivamente” -advirtió el analista- las consecuencias afectarán la noción imperial, todavía vigente en la Casa Blanca, que el ex presidente Richard Nixon exponía así: “Si Estados Unidos no es capaz de controlar a América Latina, no podrá imponer el orden en el resto del mundo”.

En el pasado, los días del poder imperial
“Esos días ya pasaron”, sostuvo Chomsky. El año pasado China desplazó a Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil. En Medio Oriente, las exportaciones petroleras de Arabia Saudita -que posee las mayores reservas de hidrocarburos y donde Estados Unidos aún es el primer inversionista y socio comercial- se están yendo, en cerca de 50 por ciento, hacia los países asiáticos. Y el mismo escenario puede repetirse en Irak, si algún día logra levantarse de la masiva destrucción provocada por la ocupación angloestadunidense.

Otro signo citado ayer fue el surgimiento de la Organización de Cooperación Shangai, nuevo cártel petrolero que incluye productores y consumidores de Asia y expresamente cierra el paso a Estados Unidos.

Un indicador más de la pérdida de hegemonía estadunidense, poco comentado en los medios de comunicación occidentales, es que, “por un raro accidente geológico, China posee 97 por ciento de tierras preciosas, ricas en componentes indispensables para el desarrollo de la electrónica y la industria verde”. Ése es el futuro. Y las inversiones destinadas a la industria verde en China superan las que logran atraer los países europeos, Estados Unidos y Canadá juntos.

El catedrático, una de las voces más autorizadas del pensamiento crítico, apuntó al debate que acapara el discurso contemporáneo de las relaciones internacionales: ¿podrá China, junto con la economía de India, desplazar a Estados Unidos como el poder global dominante? Si llegara a ocurrir, no habrá que olvidar la realidad social y económica de esos pueblos: India ocupa un sitio en el ranking de desarrollo social cercano al de Camboya, Laos y Tayikistán. En China 40 por ciento de los niños no van a la escuela, aunque la “sociedad del conocimiento” ha crecido notablemente. Y el Banco Mundial estima que el ingreso per cápita de India es el dos por ciento del estadunidense”.

“El año de Irán”
El afán de control y expansión de Washington, hoy bajo la batuta de Barack Obama, sigue siendo, sin embargo, la amenaza del presente.

En su exposición, Chomsky refirió que fabricar una supuesta amenaza para mover fichas y controlar espacios y recursos es una vieja historia en el devenir del mundo, tan vieja como la doctrina bosquejada por Adam Smith en La riqueza de las naciones, en el siglo XVIII.

Aunque los protagonistas cambian -ahora son las corporaciones trasnacionales y los grandes grupos financieros los que detentan el poder-, esta teoría de las relaciones internacionales se sigue aplicando hoy, como en su tiempo lo hizo el imperio británico en India.

“Bengala, hoy Bangladesh, era una de las regiones más ricas del mundo. Fue reducida a una situación de miseria de la que quizá ya nunca más pueda escapar. Lo mismo que Haití. Francia sigue torturando a su ex colonia, la más rica y fuente de buena parte de su riqueza. Haití y Bangladesh son los símbolos de la desesperanza y la desesperación. Las lecciones que entrañan estas dos historias son nítidas, aunque invisibles en la cultura imperial.”

Advirtió que hoy, cuando supuestamente se ha cerrado el capítulo de Irak, es el turno de Irán. “Lo que sucede ahora en ese país se parece mucho a lo que ocurrió el siglo pasado. En 1953 Estados Unidos destruyó la democracia persa para instalar a un dictador, el sha. Pretendía transferir 40 por ciento de las concesiones petroleras, que entonces eran prácticamente robadas por lo que hoy conocemos como British Petroleum, a las compañías estadunidenses.

“Algo muy similar ocurre hoy. Irán ha recuperado el control de sus recursos e intenta actuar de manera independiente. A Estados Unidos le interesa derrocar al régimen e instalar uno que sea más complaciente.”


(*) Publicado por Cubadebate
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La mano invisible hace señales de despedida

Por Michael R. Krätke (*)

Se cumplen ahora dos años del "viernes negro" que cayó en lunes. En ese lunes del 15 de septiembre de 2008 Lehman Brothers, el número 4 de los cinco grandes de Wall Street, tuvo que declararse en proceso de concurso de acreedores.

Fue, hasta la fecha, la mayor quiebra de la historia económica de los EEUU y emitió ondas de choque por todo el globo terrestre. Unos pocos días antes, el gobierno estadounidense, en no poca medida urgido por el Banco Central chino, había tenido que rescatar a los dos gigantes hipotecarios Fannie y Freddie; AIG, la mayor empresa aseguradora del mundo, luchaba por la supervivencia, y el gobierno estadounidense había tenido que intervenir de nuevo con una ayuda milmillonaria.

Lehman Brothers no fue salvado, a diferencia de Bear Stearns, el menor de los cinco grandes, que lo había sido cinco meses antes; a diferencia de Merrill Lynch, número tres de Wall Street, que con ayuda pública fue adquirido por Bank of America.

En el caso de Lehman Brothers, el gobierno se negó a respaldar la adquisición por terceros del gran banco en bancarrota. La crisis financiera mundial, que por entonces llevaba ya un año en curso, había llegado a su punto culminante y el sistema financiero mundial estaba al borde del desplome.

Por doquiera entraban las bolsas en caída libre, todo, salvo los empréstitos públicos, caía a plomo, los índices bursátiles bajaban al sótano, el Dow Jones se precipitaba 500 puntos y luego siguieron caídas aún más espectaculares. Pánico generalizado en todo el mundo, el núcleo cordial del mercado monetario internacional, el crédito interbancario, prácticamente se paró, y en todo el mundo intervinieron los gobiernos con centenares de miles de millones para evitar el desplome por todos temido.

Hank Paulson, el ministro de finanzas norteamericano y antiguo jefe de Goldman Sachs, asombró al mundo y al Congreso de los EEUU con un programa de 700 mil millones de dólares para salvar a Wall Street. Merced a una serie de drásticas acciones emprendidas por los Estados y los bancos centrales en las semanas y en los meses siguientes, se contuvo el pánico. Pero entonces la crisis golpeó de lleno a la llamada economía real, al comercio internacional y a la industria mundial. Las consecuencias duran hasta el día de hoy.

¿Cómo pudo ocurrir? ¿Cómo es posible que uno de los mayores bancos de inversión del mundo, una empresa financiera que operaba a escala planetaria, uno de los global players más importantes del sector financiero internacional se desplomara de la mañana a la noche? 600 mil millones de deuda quebraron la columna vertebral de Lehman. Hoy es todavía el día en que cientos de especialistas de primer nivel siguen devanándose los sesos a tiempo completo para desentrañar lo ocurrido en la quiebra de Lehman.

Cada día salen a la luz nuevos hechos. Ya meses antes de la quiebra oficial, eso muestran los informes de que se dispone ahora, Lehman se halla de hecho en quiebra y solo se mantenía recurriendo a avilantados trucos contables.

También pusieron de su parte algunos de sus competidores en Wall Street, que, como su mejor enemigo, Goldman Sachs, especularon alegremente apostando al desplome de Lehman. Durante todo el verano de 2008, Lehman trató de modificar su estatus oficial y pasar de ser un banco de inversiones a ser un banco comercial, a fin de lograr ayuda y garantías públicas. El archirrival Goldman Sachs consiguió en septiembre lo que se le negó a Lehman. Too big to fail, demasiado grande para caer, es una fórmula que no parece haber funcionado aquí.

La verdad es harto sencilla: el gobierno estadounidense se aterrorizó a la vista de unos riesgos de dimensiones planetarias que parecían escapar a su control. Cuando cayó Lehman, el banco tenía casi un millón de contratos de derivados en curso desparramados por 80 países distintos. Demasiado complejo y con demasiado alcance como para poder todavía dominarlo; demasiado peligroso eso de comprometerse con miles de pozos sin fondo. El gobierno estadounidense no tenía el menor deseo de responder de las pérdidas de bancos extranjeros, señaladamente alemanes, con dinero del contribuyente norteamericano.

Eso tendrían que hacerlo los propios alemanes. Y éstos, comenzando por Steinbruck [el ministro socialdemócrata de finanzas en el primer gobierno Merkel] habían dejado dicho, alto y caro, que la crisis financiera no era cosa suya: luego, con neblinosa nocturnidad, tuvieron que improvisar paquetes de rescate para los grandes bancos y cajas de ahorros alemanes que estaban metidos hasta el cuello en el asunto.

La quiebra de Lehman costó miles de millones al Fondo de Garantía de Depósitos alemán, y el banco KfW, de propiedad federal, terminó naufragando. Para evitar que el Hypo Real Estate y otros grandes bancos alemanes en quiebra llegaran al concurso de acreedores, el Parlamento federal alemán aprobó por procedimiento de urgencia una ley en octubre de 2008. Para poder movilizar de la noche a la mañana 600 mil millones de euros, hubo que prescindir de varias reglas del juego parlamentario.

Un procedimiento concursal à la Lehman habría costado mucho menos al contribuyente alemán. Aun si no hubiera fluido un solo euro, lo cierto es que, sin el apoyo del Estado, a los bancos les habría ido mucho peor en la crisis financiera. De los precios de mercado y de las calificaciones de las agencias puede inferirse con bastante precisión cuál es el valor de la mano protectora del Estado. El apoyo del Estado significa para los bancos entre 2 y 4 grados de calificación al alza por parte de las agencias.

Así pues, los Estados apoyan y rescatan: por doquiera y a porfía. Desde el 15 de septiembre de 2008 tenemos los mayores y más costosos paquetes de rescate, los mayores programas de coyuntura de todos los tiempos capitalistas. La quiebra mundial del capital financiero fue combatida con una ampliación sin ejemplo histórico del crédito público. Una vez ganada la batalla, los héroes se sientan sobre una montaña de deuda, y no saben cómo bajarse de ella. Sólo las acciones de rescate del sector financiero han costado la friolera del 25% del PIB mundial, es decir, nada menos que 15 billones de dólares (según los más bien conservadores cálculos del FMI).

La caída de Lehman Brothers marcó el fin del tan alabado modelo de Wall Street; un fin, en todo caso, provisional. El 15 de septiembre de 2008 resultó meridianamente claro hasta qué punto había cambiado en veinte años el capitalismo realmente existente. La crisis financiera a escala planetaria de 2008/2009 sólo resiste la comparación con un acontecimiento: la crisis crediticia de 1929/1931.

Entonces, la muerte bancaria masiva, el desplome del curso internacional del crédito y del pago, el colapso de la economía mundial. Hoy, una crisis mundial de dimensiones similares; pudo evitarse el colapso con procedimientos de perentoria urgencia y costos gigantescos, merced a una inopinadamente rápida reacción de los gobiernos y los bancos centrales. Algunas veces, incluso con acciones concertadas de los principales países capitalistas. Y como dicho, con indecibles costes: las pérdidas efectivas dimanantes de la crisis financiera montan cuatro veces la suma gastada en las medidas de rescate bancario.

Según los conservadores cálculos del FMI, la producción mundial se ha desplomado en 2008 y 2009 entre un 6,5% y un 7%, lo que significa un mínimo de 4 billones de dólares. Los EEUU, la economía más grande del mundo, han perdido entre 7 y 8 millones de puestos de trabajo. La cosa puede ir para muy largo, y las crisis pasadas a menudo han ido para largo, hasta que las pérdidas son finalmente enjugadas. Una década de estancamiento –conforme al modelo japonés— puede llegar a costar entre 60 y 200 billones de dólares. Tendremos todavía que seguir royendo por mucho tiempo las montañas de deuda que han ido amontonado los gobiernos para evitar el Gran Crac.

¿Ley de Murphy? No, más bien una combinación de Murphy y Gresham. [1]

Contra Murphy se puede decir lo siguiente: que la gran crisis financiera era de todo punto imprevisible, es un cuento. A esa leyenda de Lehman –"nadie podía preverlo"— se aferra hasta hoy la clase política. Pero la coalición rojiverde [socialdemócratas y verdes] alemana estaba avisada desde 2003.

Cuando la coalición negriroja [cristianodemócratas y socialdemócratas] anunció alegremente en noviembre de 2005 la "ampliación del mercado de titulizaciones" como objetivo del gobierno, la locura del mercado subprime norteamericano era ya cosa públicamente conocida. Los bancos alemanes otorgaron centenares de miles de euros de créditos hipotecarios a conductores californianos de autobús con ingresos inferiores a los 2.000 euros anuales.
No directamente, sino a través de intermediarios varios que ningún dirigente bancario vio o contactó jamás.

En el caso de Lehman Brothers, una sección concedió malos créditos a clientes peor que malos, mientras la otra sección apostaba lucrativamente a que esos mismos créditos pincharían en un plazo previsible.

Cuando la burbuja inmobiliaria norteamericana estalló en noviembre de 2007, se vio inmediatamente la implicación de los bancos europeos en el asunto, lo que se ignoró tranquilamente. Cuando la crisis financiera alcanzó su punto culminante en septiembre de 2008, los gobiernos eran chantajeables y fueron chantajeados, según observó muy acertadamente la señora Merkel. Pero esos mismos gobiernos y todos sus precursores se habían librado antes a la construcción de una "arquitectura financiera" que fue la que posibilitó un desastre de tamaña magnitud y propició la propia vulnerabilidad al chantaje.

Que el sector financiero y la política oficial andan estrechamente ligados, era y es un secreto a voces en los EEUU y en Gran Bretaña. Nadie se engaña sobre el poder político de la aristocracia financiera en los países que encabezan el llamado "capitalismo de los mercados financieros". Sólo Alemania prefiere darse a entender lo que no cree.

A favor de Gresham se puede decir: con la caída de Lehman Brothers se reveló la extrema disposición a las crisis de una estructura financiera mundial que –por traer a colación una fecha simbólica— desde el Big Bang del año 1987 se creía firmemente afianzada. Períodos en que la alta finanza dominaba los mercados mundiales los hubo ya antes. Pero nunca antes tamaño imperio de la llamada industria financiera sobre la economía capitalista; nunca antes habían conseguido los capitalistas financieros beneficios de un 40% o más del total de los beneficios empresariales (como en los EEUU de los años 90); nunca antes llegaron los capitales del sector financiero a montar entre un 180% y un 200% del PIB (como en los países anglosajones).

Nunca antes se desmandó a tal punto el volumen de transacciones en los mercados financieros internacionales, para pasar de ser 15 veces el PIB mundial en el año 1990 a ser 70 veces el PIB mundial en el año 2007.

Especulación, la hubo siempre, es tan vieja como el capitalismo; sobreespeculción, burbujas especulativas que estallaban, las hubo en todas las crisis financieras anteriores. Nunca antes hubo, empero, tamaño imperio de la especulación pura, una especulación que multiplica por 70 el volumen de los negocios con sentido de las aseguradoras, negocios ligados a transacciones reales en las bolsas de divisas y de futuros de mercancías. Nunca antes se procedió como hoy a tan radical desmontaje de inveteradas diferenciaciones: entre bancos y entidades no bancarias, o entre bancos, aseguradoras y fondos de inversión libre (hedge funds).

Todo lo estamental y estancado entre la finanza y la industria, o aun dentro de la "industria financiera", se desvanece, en efecto, en el aire, y todos, todos, practican sobre poco más o menos el mismo juego. Empresarios y ejecutivos se han convertido en meros jugadores. Se suponía que la AIG, rescatada en septiembre de 2008, era la mayor aseguradora del mundo. Error. Era, al propio tiempo, una aseguradora, un banco internacional y un fondo de inversiones que operaba aventureramente a escala planetaria. La estadística financiera lo corrobora por lo magnífico: todos se comportan de la misma suerte, todos son tahúres.

En favor de la permanente actualidad de Gresham puede añadirse todavía esto: en el desorden sin remedio del capitalismo de los mercados financieros ha cambiado hasta ahora poca cosa. Los bancos recién rescatados siguen actuando como si tal cosa; sólo la concentración del capital financiero se ha acelerado radicalmente gracias a la crisis. Nuestros reguladores se permiten de vez en cuando, al estilo de la señora Merkel, algunas palabras fuertes; tampoco Basilea III [2] busca hacer entrar seriamente a los especuladores habituales en razón, una razón que esos círculos no sabrían ni deletrear.

No nos hallamos en el año uno de la crisis, sino en su cuarto año: eso dijo con asombrosa claridad el presidente de la República Federal alemana, Weber, hace unos días. Y es de justicia reconocerle que esta vez llevaba razón.


NOTA T.: [1] La llamada "ley de Murphy" dice que cuando una cosa puede ir mal, irá mal. La "ley de Gresham" (enunciada por un economista inglés que responde a ese nombre en el siglo XIX, cuando el dinero podía todavía acuñarse en monedas de metales distintos, como oro, plata o cobre) dice que la moneda mala termina siempre por retirar de la circulación a la moneda buena. [2] Las reuniones de Basilea buscan la autorregulación bancaria. El tercer encuentro al que alude Krätke se celebró la semana pasada en la ciudad suiza.


(*) Miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
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Fidel Castro: el otoño del chocheo

Por Alexander Cockburn (*)

Algunos dirigentes políticos maduran en el ocaso: el octogenario Jimmy Carter es a menudo más sensato ahora de lo que lo fue hace cuarenta años.

Otros ahorran al mundo sus cábalas nocturnas, no siempre voluntariamente: Ronald Reagan sucumbió al Alzheimer; Ariel Sharon sigue con vida vegetativa, pero está muerto para el mundo. Desgraciadamente, Fidel Castro se rompió un brazo y una rótula cuando trastabilló en aquel malhadado escalón de cemento hace seis años. Ojalá que también se hubiera partido la lengua, ahorrándoles a sus antiguos admiradores, entre los que me cuento, el espectáculo de ver precipitarse en el disparatario a quien fue un gran revolucionario.

Si el presidente Raúl Castro quiere defender los méritos de Cuba en materia de derechos humanos, no tiene sino que recurrir al hecho de que su hermano no ha sido destituido de su cargo como Primer Secretario del Partido Comunista y arrojado en una celda aislada de la Casa de Dementes, el hospital psiquiátrico de La Habana. Lejos de eso, Fidel tiene acceso irrestricto a la radio estatal y al periódico oficial Granma.

Desde esos dos medios, Castro, con 84 años, ha venido soltando un chorro continuo de disparates.

Memorable entre sus incursiones en el delirio fue su brote de conspiracionismo en el sexto aniversario de los ataques al Trade Center neoyorquino y al Pentágono, sin que se le escatimara desde la televisión cubana la lectura entera de la descabellada pieza por parte de un locutor de plantilla.

Castro sostuvo que el Pentágono fue alcanzado por un misil, no por un avión, porque no se halló traza de los pasajeros. "Sólo un proyectil pudo haber creado el orificio circular ocasionado por el pretendido avión", según Fidel. "Fuimos engañados, igual que el resto de los habitantes del planeta". Un sinsentido, huelga decirlo. Se encontraron restos de los pasajeros del avión que impactó en el Pentágono: dientes y otras partes, con el ADN correspondiente. Centenares de personas vieron el avión, personas que conocían la diferencia entre un avión y un misil de crucero. La chatarra del avión se desescombró del lugar.

Es natural que dirigentes máximos como Castro sean conspiracionistas por disposición. Puesto que son obsesos del control, lo azariento y lo accidental les resulta ajeno a su marco de referencia. Si ocurrió, ocurrió por algo. Y si lo ocurrido fue malo, lo más probable es que se trate de una conspiración.

Más recientemente, a principios de agosto del presente año, Castro comunicó a su audiencia en Cuba y en el mundo entero su simpatía por uno necio tópico, cual es la creencia de que el mundo está dominado por el Club Bilderberg.

El octogenario expresidente cubano publicó un artículo el pasado 18 de agosto, difundido a través de tres de la ocho páginas del órgano del Partido Comunista, Granma, citando in extenso el libro del escritor de origen lituano Daniel Estulin, Los secretos del Club Bilderberg (2006), según el cual los Bilderbergs controlan todo, lo que significa que deben de tener un cargadísimo orden del día en la única actividad que desarrollan públicamente: una sesión de tres días una vez al año. Claro está que también se hablan mucho por Skype y se devanan los sesos conspirando y planeando maldades desde sus teléfonos móviles.

Los seguidores del programa radiofónico de Alex Jones, un santuario del conspiracionismo, recordarán sin duda la declaración de Estulin en 2007, según la cual habría "recibido información de fuentes internas a la comunidad estadounidense de inteligencia que sugieren que el gobierno norteamericano está estudiando un atentado para asesinar al congresista Ron Paul, porque se sienten amenazados por su creciente popularidad". Los fragmentos del libro de Estulin reverencialmente citados por Castro –que califica a Estulin como un hombre honrado y bien informado— reciclan algunas de las doctrinas de Lyndon LaRouche, uno de los conspiracionistas más alucinantes de la historia política. (Aún guardo en la memoria la afirmación de LaRouche, en un anuncio pagado en la cadena CBS en 1984, de que el ex vicepresidente Walter Mondale, que concurría contra Ronald Reagan para las presidenciales, era un "agente de influencia" de los servicios de inteligencia soviéticos. Era la época en que LaRouche estaba en estrecho contacto con la Casa Blanca de Reagan.)

A juzgar por las citas que ofrece de Estulin, Castro parece ganado por la idea, según la cual miembros de la marxista Escuela de Francfort como Thedor Adorno o Max Horkheimer, que llegaron a EEUU huyendo de los nazis antes de la II Guerra Mundial, habrían sido reclutados por los Rockefeller para popularizar la música rock a fin de "controlar a las masas" y apartarlas de la lucha por los derechos civiles y la justicia social [en los 60]. De acuerdo con Estulin, reverencialmente citado por Castro, "el hombre encargado de asegurar que a los norteamericanos les gustaran los Beatles fue el propio Walter Lippman".

De modo, pues, que Castro cree que los Beatles fueron inventados por los Rockefeller y que Walter Lippman, el famosos columnista que, ya talludito, escribió el borrador de los 14 Puntos del presidente Wilson en 1918, pudo llegar a coronar su carrera político-literaria 50 años más tarde, en 1968, enviando a los Beatles el texto lírico de Revolution, con su desmovilizador mensaje: "Dices querer una revolución / Bien, ya sabes / Todos queremos cambiar el mundo /… Pero cuando hablas de destrucción / Ya sabes que no puedes contar conmigo". (Yo creo recordar que Lennon escribió realmente la canción como respuesta a mis amigos Tariq Ali y Robin Blackburn, quienes en su calidad de miembros de la New Left Review y de la IV Internacional habían sugerido a Lennon que los Beatles arrimaran el hombro para financiar la causa revolucionaria.)

Y ahora el último brote de imbecilidad política de Castro ha sido conceder una entrevista a Jeffrey Goldberg, del Atlantic, permitiendo al hombre que el propio Castro describe como "un gran periodista" citar a Castro diciendo que el modelo económico cubano ha sido un desastre.

Goldberg es un periodista atroz, cuyo más notable logro ha sido colocar en el semanario The New Yorker una larga pieza en favor del ataque a Irak en 2003, uno de los ejercicios de desinformación más efectivos destinados a orientar al Congreso y a la opinión pública a favor de la guerra. La pieza se anunciaba como reveladora "de los posibles vínculos entre Saddam Hussein y al Qaeda".

Era el momento en que el FBI y la CIA acababan de destruir la afirmación del partido de la guerra, según la cual había habido un encuentro entre Mohammed Atta y un agente de la inteligencia iraquí en Praga antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Goldberg vino a salvar los muebles de la pandilla de Bush. En el corazón de ese falsario artículo de 16.000 palabras se hallaba una entrevista en la ciudad iraquí de Sulaimaniya –controlada por los kurdos— con Mohammed Mansour Shahab, quien ofreció al ávido Goldberg todo lujo de detalles sobre sus actividades como enlace entre Osama bin Laden y los iraquís, pasando armas y otros materiales y equipos.

La pieza fue recibida con alborozo por la administración Bush, como una prueba del vínculo. El golpe de gracia a la credibilidad de Goldberg llegó el 9 de febrero de 2003, en el London Observer, y lo dio Jason Burke, el reportero en jefe de la publicación londinense. Burke visitó la misma prisión en Sulaimaniya, habló con Shabab y dejó establecido fuera de toda duda que la gran fuente de Goldberg es un mentiroso particularmente torpe, que ni siquiera conocía la apariencia física de Kandahar, con quien decía haber viajado para negociar con bin Laden. Fantaseó falsariamente con la esperanza de ver reducida su condena. Huelga decir que la demolición de Burke no fue noticia para la prensa estadounidense. Y se calla por sabido que el New Yorker jamás se disculpó por haber publicado el cuento de Goldberg, desde luego tan dañino como cualquiera de los artículos publicados por Judith Miller en el New York Times.

Puesto que Castro ha andado últimamente pregonando alarmas sobre un posible ataque a Irán, resulta estupefaciente verlo ahora elevar a Goldberg, un antiguo miembro de la Fuerza de Defensa de Israel, al panteón periodístico y esforzándose por pintar a su compañero de armas conspiracionistas en el 11-S, el presidente iraní Ahmadinejad, como a un antisemita.

Una parte de la izquierda ha querido ver en las displicentes observaciones de Castro sobre el modelo económico cubano una maniobra táctica para ayudar a su hermano a poner por obra las "reformas" que harán perder su puesto de trabajo a entre medio millón y un millón de cubanos. Yo lo veo como una loca falta de juicio de Castro, que primero dijo a Goldberg que "el modelo cubano no funciona ya más, ni siquiera para nosotros", para luego decir que había sido malinterpretado y que lo que quería decir era exactamente lo contrario. Obviamente, un sinsentido.

Luego, Castro –entre varias otras cosas de mal gusto— llevó a Goldberg a una exhibición de delfines. Y yo me dije: encierren al viejo loco, liberen a los delfines y conviertan la exhibición en un parque temático de todos los intentos de la CIA para matar a Castro, incluidas trampas en un arrecife coralífero. Ironías de la historia: la CIA falló, y hete aquí que Castro se pone a la tarea, asesinando semana tras semana, metódicamente, su reputación.


(*) Periodista, editor de CounterPunch (www.counterpunch.org). Escocia, Gran Bretaña
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lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Se radicaliza Obama? Enredos en el erial

Por Mike Whitney (*)

El libro beige de la Reserva Federal, publicado el pasado miércoles, ofrece una sobria mirada a una economía que se desjarreta en el vacío. Prácticamente todos los distritos del país dan noticia de una reducción de la actividad en medio de signos de desaceleración generalizados .

El rebote alimentado por los estímulos públicos, que llevó al PIB por encima del 5% hace dos trimesres, se ha disipado progresivamente, recortando drásticamente el crecimiento hasta dejarlo en un anémico 1,6%. Puesto que el subempleo se ha disparado hasta el 16,5% y la deflación ha seguido cerrando su garra, se han acabado todos los discursitos sobre la “recuperación” y los cargos políticos se han vuelto más tentativos, incapaces de hacer nada que pudiera costarles votos en las próximas elecciones de medio mandato.

Los precios de la vivienda –que se habían mantenido en el último año— han empezado a perder pie al haber expirado a finales del pasado junio el crédito fiscal a los propietarios de vivienda. De acuerdo con el economista Joseph Stiglitz: “crecen las tasas de desahucio. Dos millones de norteamericanos perdieron sus hogares en 2008; en 2009, fueron 2,8 millones, pero se espera que en 2010 sean todavía más”. La actividad de la construcción residencial ha caído en picado en todo el país por las malas perspectivas de la vivienda.

Ningún sector de la economía levanta cabeza. La demanda es débil por doquiera: desde la venta al por menor hasta los bienes raíces, desde la venta de automóviles hasta la electrónica, desde la manufactura hasta las exportaciones. Es un erial.

La administración Obama se ha dado por vencida en materia de estímulos públicos, lanzándose a una nueva estrategia de campaña. Han abandonado “el verano de la recuperación” y se han puesto en ademán de ataque. El viernes, en Ohio, Obama pronunció un incendiario discurso destinado a cerrar filas entre los fieles del Partido Demócrata y a dejar estupefacto al GOP [siglas de Great Old Party, el viejo gran partido, como suele denominarse al Partido Republicano; T.]. Lo que sigue es un extracto de ese discurso.

El incendiario discurso de Obama en Ohio el pasado miércoles

“Yo me presenté como candidato a Presidente porque durante buena parte de la pasada década había reinado una muy particular filosofía política sobre cómo tenían que funcionar los EEUU: con recortes fiscales, especialmente para millonarios y billonarios; con recortes regulatorios destinados a favorecer a intereses especiales; con recortes en las negociaciones sobre comercio exterior, aun si esos recortes no beneficiaban a nuestros trabajadores. Con recortes en las inversiones en nuestra gente y en nuestro futuro (en educación y energías limpias, en investigación y tecnología). La idea era que si tenemos fe ciega en el mercado; si dejamos que las empresas cumplan su papel; si dejamos que todo el mundo procure por sí mismo, América crecerá y prosperará.

“Por un tiempo, esa idea nos dio una ilusión de prosperidad. Vimos cómo las empresas financieras y los altos ejecutivos ingresaban beneficios récord y se hacían con bonificaciones récord. Vimos un boom inmobiliario que trajo consigo nuevos propietarios de viviendas y más empleo en el sector de la construcción. Los consumidores compraron más apartamentos y automóviles más grandes, y mejores televisores.

“Pero mientras todo eso pasaba, el conjunto de la economía se debilitaba. El crecimiento del empleo entre 2001 y 2008 fue menor de lo que había sido en cualquier otro período expansivo desde el final de la II Guerra Mundial: menor incluso que el registrado el pasado año. Los salarios y los ingresos de las familias de clase media trabajadora no dejaban de caer, mientras subían los costos de todo, desde la educación a la asistencia sanitaria. Las gentes se vieron forzadas a cargar con más deuda sus tarjetas de crédito y a tomar más préstamos poniendo como prenda de los mismos sus propias casas, unas casas que, por lo pronto, no podían permitirse. Y además de todo eso, las dificultades para financiar dos guerras y dos recortes fiscales para los ricos hicieron que un excedente récord trocara en un déficit récord.”

Obsérvese con qué pericia se absuelve Obama a sí propio, y a su propio partido, de cualquier culpa en el hundimiento de la clase media trabajadora y en el desjarretamiento de la economía. Muchos creen que los dos partidos son culpables por igual. ¿Por qué esta súbita transformación de presidente blandengue a pugnaz combatiente? ¿Está de verdad indignado Obama, o se trata sólo de más teatro político? ¿Piensa acaso Obama poder evitar una avalancha del GOP limitándose a castigar en público a los Republicanos, en vez de promover otra ley de estímulos públicos en el Congreso o de cerrar Guantánamo? Sea como fuere, un buen gancho político de izquierda siempre resulta más entretenido que dos meses de circuelocuente oratoria y grandiosas visiones de los Campos Elíseos.

El incendiario discurso de Obama levantó ampollas en los lugares habituales. El Wall Street Journal prestó atención al “combativo” estilo de Obama, despreciando su discurso como “carnaza” para los demócratas desencantados. La página editorial del WSJ, que sirve de base de partida a los ideólogos de extrema derecha de la nación, denunció el discurso como “retórica de baja estopa”. Y aunque el presidente ofreció detalles de una inversión de mejora de las infraestructuras por valor de 50 mil millones de dólares, así como de los recortes fiscales, por valor de 200 mil millones, para la pequeña empresa, nadie se llamó a engaño: el discurso estaba concebido como un tiro de salida de gran estilo para la campaña de 2010, un tiro dirigido a la cúpula del GOP.

La depresión de los votantes Demócratas


Obama tiene que saber a estas alturas que sus pésimos resultados han dejado deprimidos a los Demócratas, privándoles de razones para acudir a las urnas en noviembre. En estas últimas semanas, la administración ha buscado frenéticamente vincular entre sí varios acontecimientos minúsculos, a fin de crear la impresión de que Obama va en serio con lo del “cambio”. La aparición de Mahmoud Abbas y Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca fue un intento particularmente cínico de mostrar a un Obama comprometido con un asunto de vital importancia para sus seguidores. La llamada “cumbre” no fue otra cosa que una foto concebida para afirmar la buena fe de Obama como pacificador. Pero Obama fue incapaz de sacar la menor concesión a Israel, de manera que el montaje de relaciones públicas fracasó sin dejar el menor indicio de mejora real.

Tal vez no importen mucho los asuntos del Oriente Próximo, salvo, acaso, para el pequeño grupo de “izquierdistas profesionales” a los que Obama ya había repudiado públicamente. Lo que importa al grueso de los votantes es la economía, y obvio es decirlo, el resultado de las elecciones de medio mandato se decidirá conforme a la situación de la economía, y más particularmente, del empleo. En ese frente, hay buenas y malas noticias. La no partidista Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) publicó hace poco un informe corroborando que la Ley de Recuperación Norteamericana –el estímulo fiscal de Obama— consiguió exactamente aquello para lo que fue concebida: rebajó el desempleo en cerca de un 1,5%, creó puestos de trabajo para entre 2,5 y 3 millones de personas y contribuyó a incrementar el PIB entre un 1,7% y un 4,2%. Asimismo, el antiguo gobernador de la Fed Alan Blinder y el economista Mark Zandi publicaron un informe mostrando que, sin las medidas de emergencia tomadas por la Fed y por la administración Obama, el PIB se habría desplomado un 12% en vez de un 4%, y el desempleo se habría disparado hasta un 16,5%, en vez del 9,6% actual. Los dos economistas conservadores concluyeron que, sin el estímulo monetario y fiscal, los déficits presupuestarios habrían rebasado los 2,6 billones de dólares en el año fiscal 2011, cerca del doble de las actuales proyecciones. Lo básico: el estímulo y los programas de recapitalización bancaria funcionaron (aunque el TARP, el programa de rescates, huelga decirlo, premió a los banqueros fraudulentos que habían disparado la crisis financiera).

Obama puede también jactarse de que –conforme al economista Robert Shapiro— de los 8,5 millones de puestos de trabajo perdidos en el desplome, 7,8 de esos puestos, el 92%, se perdieron o bajo el mandato de Bush o durante los 6 primeros meses de la administraci´n Obama (antes, pues, de poner por obra sus políticas). En otras palabras, a Obama sólo puede hacérsele responsable de la pérdida de unos 41.000 puestos de trabajo, mientras que los Republicanos cargan con cerca de 8 millones de puestos de trabajo perdidos.

La recesión con más baja creación de empleo de la historia

Con todo y con eso, no hay indicios de que la situación vaya a revertirse en poco tiempo. El pasado viernes, el Departamento de Trabajo informaba de que habían sido creados 67.000 nuevos puestos de trabajo en el sector privado en agosto, un mejora notable. Desgraciadamente, se habrían necesitado al menos 125.000 para compensar el crecimiento de la fuerza de trabajo potencial. Eso quiere decir que la economía tendría que crecer a un 2% o 2,5% del PIB antes de ver caer realmente las curvas de desempleo. Y ahora que la Fed y la administración se empeñan en “apretar el cinturón”, es harto improbable que el gobierno suministre los recursos necesarios para sacar al país del hoyo en que se encuentra. David Rosenberg, economista del grupo Gluskin Scheff, lo resume así:

“Lo que ahora estamos viviendo es la recesión con más baja creación de empleo de la historia. Si nos basamos en estimaciones anteriores, podemos decir que la recesión durará todavía 85 meses, antes de regresar a la tasa de empleo que teníamos a comienzos de diciembre de 2007.”

Entretanto, la red de seguridad social es cada vez más frágil a medida que persiste el desplome. Los refugios para gentes sin techo y los comedores para pobres están saturados, y Programa de Asistencia para Alimentación Suplementaria, dependiente del Departamento de Agricultura (el programa de los cupones de comida), informa de que una de cada ocho personas precisa ahora mismo de asistencia pública para alimentarse y alimentar a su familia. Eso significa un 10% más que el año pasado.

La población trabajadora común y corriente está sufriendo mucho y aun espera que el profeta Obama les lleve a la tierra prometida. Pero Obama ha abandonado la idea de un Estado interventor como solución: nada de una segunda ronda de estímulos públicos, no de programas públicos de empleo, ni de una asistencia pública mayor en materia de bienestar social. No ofrecerá nada de eso. Desde luego pegará duro a sus rivales del GOP, pero no se saldrá seriamente de la ruta trazada por su gemelo ideológico, Ronald Reagan.


(*) Analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch. Estados Unidos

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Derecha e izquierda: de qué va la lucha básica

Por Dean Baker (*)

La clase media trabajadora está siendo reventada por la Gran Recesión. Quince millones de personas están sin trabajo, otros 9 millones de trabajadores sólo pueden encontrar trabajos a tiempo parcial y millones más han abandonado toda esperanza han dejado de buscar trabajo.

Los que tienen la fortuna de conservar su empleo es improbable que experimenten aumentos salariales substanciales durante años.

Millones de propietarios de vivienda se enfrentan ahora a la pérdida de su hogar, y más de 10 millones están con el agua al cuello con su hipoteca. El grueso de la cohorte del baby boom se acerca a la edad de jubilación con poca cosa más que la Seguridad Social para su retiro ahora que el colapso de la burbuja inmobiliaria ha destruido su patrimonio en bienes raíces y buena parte del resto de sus ahorros.

Los daños resultan indignantes por dos razones. Primero, se trató de un desastre de todo punto prevenible. La burbuja inmobiliaria era fácil de ver. Los economistas competentes habían alertado de sus peligros desde hacía mucho.

La segunda razón de que resulte indignante esta situación es que sabemos cómo sacar a la economía de la catástrofe. Sólo necesitamos espolear la demanda. Eso puede hacerse o con más estímulos públicos y una política monetaria más agresiva de la Fed, o devaluando el dólar para espolear las exportaciones.

Si el desastre era prevenible y si sabíamos cómo salir de él, ¿por qué nuestros dirigentes no pusieron el freno antes de que sobreviniera? ¿Por qué no toman ahora las medidas necesarias para que la economía vuelva a ponerse en marcha?

La respuesta a estas dos preguntas es sencilla: los políticos trabajan por cuenta ajena. El día de las elecciones, los políticos necesitan nuestros votos, pero no lograrán afirmarse como concurrentes con posibilidades, a menos que consigan las contribuciones financieras necesarias para su campaña de parte de la pandilla de los muy adinerados. Y la elite adinerada ha venido sirviéndose de su control del proceso político para asegurarse de que una porción cada vez más grande del producto de la economía se redistribuya hacia arriba, en dirección hacia ella.

La razón de que hubiera poco interés en desinflar la burbuja inmobiliaria es que Goldman Sachs, Citigroup y el resto estaban haciendo una fortuna con los fraudes financieros que alimentaban la burbuja. El antiguo Secretario del Tesoro Robert Rubin se embolsó personalmente más de 100 millones de dólares con esta juerga. ¿Por qué habrían de querer que el Estado metiera aquí sus narices?

Ni que decir tiene que cuando la burbuja finalmente estalló, amenazando a los bancos con la bancarrota, la pandilla de Wall Street, corrió a pedir ayuda al Estado. Y recibieron billones de dólares en préstamos y en garantías de préstamos para garantizar que se convertirían en víctimas de la crisis que ellos mismos habían creado. Ahora que se han recuperado y los beneficios y los bonos de Wall Street vuelven a estar en niveles récord, no ven razón para ocuparse de las medidas necesarias para encarrilar el resto de la economía, nuestra economía.

Después de todo, los pasos necesarios para revitalizar la economía podrían llegar a traer consigo cierta inflación. Eso reduciría el valor de la deuda en poder de los acreedores ricos. Y los ricos no ven razón para arriesgar nada de su riqueza sólo por el bien de la economía.

Tenemos recorrer un largo trecho para restaurar una economía que funcione para la gran mayoría, pero el primer paso es saber dónde estamos. La redistribución hacia arriba de las tres últimas décadas no tienen nada que ver con el mercado y con la fe en “fundamentalismo de mercado”. Se ha tratado de un proceso por el que el rico y el poderoso han reescrito las reglas para hacerse más ricos y más poderosos.

Escribieron, por ejemplo, reglas de comercio concebidas para presionar a la baja los salarios del grueso de la fuerza de trabajo norteamericana, poniendo a los trabajadores manufactureros en directa competencia con los trabajadores mal pagados en China y en otros países en vías de desarrollo. Eso no tiene nada que ver con una creencia en el “libre comercio”. No buscaron someter a los abogados, a los médicos o otros trabajadores con elevadas remuneraciones al mismo tipo de competición internacional. Sólo querían competición internacional para presionar ala baja los salarios de los trabajadores de las franjas media y baja, no a los de arriba.

Esa elite ha instituido un sistema de gobernanza empresarial que permite a los altos ejecutivos saquear a las compañías a expensas de sus accionistas y de sus trabajadores. Los altos ejecutivos sólo están sometidos a la supervisión de un consejo de directores que deben sus extremadamente bien remuneradas sinecuras a los ejecutivos que pretendidamente deben controlar. Y, huelga decirlo, a los barones de Wall Street se les da licencia para apuestas de alto riego con la implícita promesa de que el gobierno pagará la cuenta cuando pierdan.

Ningún movimiento de izquierda hará el menor progreso hasta que entienda la batalla que estamos librando. Nuestro ingreso es un coste para los ricos. Éstos tratarán de recortar todo lo que puedan allí donde puedan, ya sean salarios de los trabajadores del sector privado, pensiones de los funcionarios o seguridad social de los jubilados. Tal es su objetivo.

En la lucha de respuesta eso tenemos que servirnos de la misma lógica. Su ingreso es nuestro coste: los bonos multimillonarios para los asistentes de Wall Street es un drenaje directo practicado en la economía. Lo mismo vale para las hinchadas remuneraciones con cheques de los altos ejecutivos y de sus consejos de directores lacayos. La izquierda tiene que prepararse para usar las mismas tácticas, a fin de traer para cas los ingresos de los ricos y de los poderosos, las mismas tácticas que ellos han usado para reducir los ingresos de todos los demás.

Eso significa reestructurar las reglas de la gobernanza empresarial, a fin de presionar a la baja la remuneración de los altos ejecutivos. Los trabajadores mejor pagados (médicos, abogados y economistas) tienen que someterse a igual competición internacional que los trabajadores manufactureros. Y deberíamos limitar drásticamente el alcance de las protecciones de patentes y copyright explotadas por la gran industria farmacéutica y por el sector de entretenimiento y software.

Tenemos que llamar la atención sobre las vías mediante las que los ricos han alterado las reglas de juego, y poner eso en el centro del debate político. La batalla de tres décadas en torno a los recortes fiscales para los ricos es importante, pero, al final del trayecto, es secundaria. Si les dejamos robar todo el dinero desde el principio, no tiene demasiada importancia que terminen dejándonos fiscalizarles un poquito más.


(*) Codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy, así como de False Profits: Recoverying From the Bubble Economy. Estados Unidos.
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miércoles, 15 de septiembre de 2010

millonarios y malvados

Hace poco, Bill Gates y Warren Buffett convencieron a 40 de las personas más ricas del mundo de que donaran la mitad de sus fortunas a organizaciones benéficas. He aquí cinco millonarios a los que no van a sablear de aquí a corto plazo.


 
 
GERARDO MAGALLON/AFP/Getty Images

Joaquín Guzmán Loera

País: México

Fortuna aproximada: 1.000 millones de dólares (unos 776 millones de euros)

Por qué es famoso: En 2009, el hombre más buscado de México fue el segundo narcotraficante que entró en la lista de los más ricos de la revista Forbes (el colombiano Pablo Escobar fue el primero en 1989). Desde que huyó de una cárcel de máxima seguridad en un carro de lavandería en 2001, Guzmán ha supervisado el ascenso del cártel de Sinaloa, que ha obtenido más de 20.000 millones de dólares de beneficios de dudoso origen.

Se cree que Guzmán se esconde en las montañas de Sierra Madre. Pese a sus ocasionales y osadas apariciones públicas -como su boda con una reina de belleza de 18 años en 2007, a la que al parecer asistieron cientos de personas, incluidos políticos locales- y las recompensas multimillonarias ofrecidas a cambio de su captura por los Gobiernos estadounidense y mexicano, permanece en libertad. Ello se debe en parte a su famosa crueldad -el cártel de Sinaloa fue el primero que recurrió a las ahora habituales decapitaciones para enviar mensajes a las fuerzas del orden y las bandas rivales-, así como a sus amplias relaciones con la policía. Guzmán ha presumido de pagar más de 5 millones de dólares en sobornos al mes a policías y políticos. Y la estrategia le está saliendo bien: un análisis de las detenciones sufridas por diversas bandas indica que los de Sinaloa han sabido infiltrarse en la policía con más habilidad que sus rivales.

Además, a Guzmán le gusta hacer cosas extravagantes. En varias ocasiones se le ha visto entrar en restaurantes con un grupo de guardias armados y confiscar los teléfonos móviles de los demás comensales; luego, para compensarles la molestia, les paga la comida... después de terminarse su propio filete.

 

Dawood Ibrahim

 
Interpol/AFP/Getty Images
 

País: India/Pakistán

Fortuna aproximada: Ente 6.000 y 7.000 millones de dólares

Por qué es famoso: Ibrahim destaca no sólo por haber conseguido abarcar los mundos del crimen organizado y el terrorismo internacional, sino porque lo ha hecho de forma más o menos abierta. Interpol emitió una orden de busca y captura contra él en 2009. Ibrahim, que es de Bombay, comenzó su organización, la “Compañía D”, cuando era adolescente, y con los años logró que aquel pequeño grupo de contrabandistas se convirtiera en uno de los mayores sindicatos del crimen de Asia a finales de los 80.

Al principio, la Compañía D era una organización totalmente laica, pero Ibrahim se radicalizó tras una serie de disturbios contra los musulmanes en India en 1992. Decidió reorientar el grupo hacia la protección de la población musulmana en territorio indio y se cree que fue el cerebro de las bombas de 1993 en Bombay, que mataron a más de 200 personas. Después de los atentados, Ibrahim trasladó la sede de su organización a Pakistán.

Según se dice, es uno de los que más contribuye a financiar el grupo terrorista paquistaní Lashkar e Taiba, al que se atribuye el ataque contra los hoteles de Bombay en 2008. Asimismo, se cree que la Compañía D comparte sus rutas de contrabando con Al Qaeda. Nueva Delhi ha solicitado su extradición y Estados Unidos lo ha calificado de terrorista. Pero Ibrahim ha diversificado también sus actividades y ha creado empresas legítimas. Al parecer, ha realizado grandes inversiones inmobiliarias y en el sector de la construcción en India y Pakistán, así como financiado varias producciones de Bollywood.

 

 
 
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Oleg Deripaska

País: Rusia

Fortuna aproximada: 10.700 millones de dólares.

Por qué es famoso: La ascensión de Deripaska es una de las historias más emblemáticas de la locura por enriquecerse que invadió Rusia a comienzos de los 90. Cuando cayó la URSS en 1991, era un estudiante universitario de 23 años. Tres años después, tras una serie de astutas inversiones en el sector del metal privatizado, libró una batalla que acabaría ganando por el control de una planta de fundición en Siberia, cuyo dueño llegó en un momento dado a apuntarle con un lanzagranadas.

No es que Deripaska se resistiera a utilizar también la mano dura. En una ocasión envió una milicia armada para apoderarse de una empresa rival de pasta de papel. En 2008 había transformado ya su imperio, Rusal, en la mayor compañía de aluminio del mundo y, en el proceso, se había convertido en el hombre más rico de Rusia (su posición bajó un poco con la reciente crisis financiera). Tiene también intereses en los sectores de los seguros, la fabricación de coches y la electricidad.

En 2006, Estados Unidos negó el visado a Deripaska por una investigación del FBI sobre unas acusaciones de blanqueo de dinero y sobornos. Los tribunales británicos también se han interesado por los negocios de éste con Anton Malevsky, uno de los personajes más poderosos de la mafia rusa. Deripaska se vio envuelto en un escándalo político británico en 2008, cuando se informó de que había invitado a cenar al comisario de Comercio de la UE, Peter Mandelson, cuya actuación había sido fundamental en unos recortes de los aranceles sobre el aluminio de los que se benefició el magnate ruso.

 

La familia Uzan

 
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País: Turquía

Fortuna aproximada: Antiguamente, 1.600 millones de dólares

Por qué son famosos: Los Uzan llegaron a Turquía procedentes de Bosnia alrededor de 1910 e hicieron fortuna en la construcción y la banca. En 2001 estaban en la lista de los más ricos de Forbes. Cem Uzan, el actual patriarca de la familia, estableció la primera cadena privada de televisión del país y fundó un partido político de oposición, lo cual hizo que muchos le comparasen con el magnate y primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.

Por desgracia, Uzan también parecía compartir la afición de il cavaliere por ciertas prácticas  turbias a la hora de hacer negocios. Hubo un momento en el que la familia se enfrentaba a más de 100 acusaciones penales en el sistema judicial turco, desde calumnias hasta blanqueo de dinero. Pero eso no fue nada comparado con cómo lograron estafar al gigante estadounidense de las telecomunicaciones Motorola, que prestó a empresas controladas por los Uzan 2.700 millones de dólares, en efectivo y en activos, cuando intentaba entrar en el mercado turco del sector. Motorola nunca volvió a ver un céntimo de aquel dinero.

Gracias a sus conexiones políticas y su influencia en los medios de comunicación, los Uzan pudieron actuar con impunidad durante años. Pero la relación claramente hostil de la familia con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, fue su perdición. En 2004, el Gobierno de Ankara incautó 219 empresas de la familia y éstos perdieron su lugar en la lista de Forbes. En la actualidad, Cem vive escondido en Francia para eludir una condena de 23 años de cárcel en su país.

 

Allan Stanford

 
 
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País: Estados Unidos/Antigua y Barbuda

Fortuna aproximada: 2.200 millones de dólares en 2008.

Por qué es famoso: Acusado en 2009 de organizar un esquema de ponzi en más de 140 países, Stanford empezó a hacerse rico dirigiendo la empresa inmobiliaria de su padre en los 80. En 1990, después de la jubilación de su padre, Stanford se trasladó a Antigua y Barbuda. En su apogeo, Stanford Financial administraba 51.000 millones de dólares en activos. Stanford se convirtió en uno de los mayores benefactores y personajes más visibles de la isla caribeña y recibió el título de sir. Además, el exuberante tejano se convirtió en una figura destacada del mundo del críquet, al gastar millones de dólares de su bolsillo para patrocinar torneos en todo el Caribe y promover este deporte en EE UU. También fue uno de los “principales benefactores” en la Convención Nacional Demócrata de 2008 en Denver y fue elogiado por el ex presidente Bill Clinton y la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi.

Por desgracia, todo estaba basado en una mentira. Stanford llevaba años engañando a sus inversores, mintiendo sobre el rendimiento de sus operaciones financieras y la seguridad de sus depósitos. Las autoridades de Estados Unidos llevaban más de 15 años investigando a Stanford, pero no intensificaron sus esfuerzos hasta después de la condena de otro estafador, Bernard Madoff. Se dice que Stanford está asimismo siendo investigado por blanquear dinero para el tristemente famoso Cártel del Golfo mexicano.

En la actualidad, está detenido en EE UU, en espera de juicio por fraude. Sus abogados aseguran que su salud está deteriorándose en prisión y han pedido a un juez que le conceda la libertad bajo fianza.

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